Los Campos Elíseos
LOS MILLONES DE BUOYANT, por George Bernard Shaw; Sudamericana, 1965; 196 páginas, 240 pesos.

 

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En 1885, el crítico de teatro William Archer le propuso a George Bernard Shaw —entonces de 29 años de edad— que escribieran juntos una pieza: el crítico proporcionaría el argumento y la estructura, y el hasta entonces publicista y orador, los diálogos, para cuyo chisporroteo había acreditado solvencia en las tribunas políticas. Pero muy pronto, Shaw hizo saber que había agotado toda la trama en un solo acto, y que necesitaba material para los otros. El proyecto fracasó, y siete años después el director teatral J. T. Grein le pidió a Shaw una obra; así, la apacible comedia doméstica de Archer se transformó en un vehículo para el escándalo: 'Casa de viudos', cuyo estreno en el Royalty Theatre de Londres, el 9 de diciembre de 1892, hizo bramar de cólera a la prensa.

Sin ilusiones
Desde entonces hasta un año antes de la muerte (el 2 de noviembre de 1950), Shaw no dejó de arrojar sus ácidos a la cara de una sociedad que le parecía detestable, sobre todo por una razón: porque era capaz de disimular sus verdaderos objetivos bajo una espesa capa de declaraciones sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad. "No hacerse ilusiones" es el lema de este lúcido irlandés, que utilizó la forma dramática como una manera de elaborar sus razonamientos, acerca de todo lo que existe, desde el amor hasta la bomba atómica, desde las instituciones hasta el control de la natalidad. De ahí que, precisamente para no hacerse ilusiones, convenga subrayar la filiación de Shaw como escritor de un teatro coloquial, de ideas largamente —e ingeniosamente— discutidas, donde los personajes no son más que sucesivas hipótesis del autor.
Entre 1947 y 1949 se elaboran las pequeñas piezas que Sudamericana reúne bajo el título de la primera de ellas, Buoyant Billions en el original: el volumen abarca también las Far Fetched Fables —traducidas por Floreal Mazía como "Fábulas forzadas"— y la menuda comedia de títeres Shakes vs, Shav, el postrer rescoldo de la querella personal que Shaw mantuvo durante toda su vida contra el Bardo, acusándolo de no haber dado testimonio de su tiempo. Un reproche que difícilmente podría hacerse a G.B.S., cuya existencia tuvo un despliegue casi único, desde los prejuiciosos años de Victoria hasta las osadías de dos posguerras.
Buoyant Billions —escrita con el fulgor de un indeclinable ingenio, a los 92 años ("a esta edad debería pedir disculpas por perpetrar otra obra o por tener la audacia de pontificar de alguna manera")— se ocupa, entre otras cosas, de algo que siempre hostigó al dramaturgo-filósofo: el matrimonio. Particularmente, el matrimonio por interés, del cual él mismo fue ilustre ejemplo. Porque desde los 20 años, Shaw decidió que debía ser mantenido
por su familia, y desdeñó "los sórdidos deberes que conducen al muchacho campesino de la ficción, hasta la Casa Blanca"; y a los 42 años se casó con una rica heredera irlandesa Charlotte Payne - Townshend (que murió en 1943), con quien mantuvo una curiosa relación de afecto desapasionado.
El millonario Buoyant lo dice en el acto final de la pieza: "¡Vamos, vamos, Flopper! Sabe tan bien como yo que la gente que se casa por dinero es feliz con tanta frecuencia como los demás. Los matrimonios por amor son los que se derrumban, porque la Providencia quiere niños sanos y no le importa un rábano si los padres son dichosos o no. Los enloquece al uno por el otro hasta que han nacido los hijos, y luego los suelta como si fuesen papas calientes. El dinero es garantía de comodidad y de lo que usted llama cultura. El amor no garantiza nada." Aunque Shaw no tuvo hijos, probablemente estaba evocando su experiencia personal; tan personal como podía ser la de un vegetariano que, a lo sumo, se permitió un reluciente amorío platónico e intelectual con la actriz Patrick Campbell.

Los imitantes
Las Fábulas ostentan —como es costumbre en Shaw— un dilatado prólogo, algunos de cuyos temas son: La nueva psicobiologla, La Divina Providencia, Solución satánica del problema del mal, El catolicismo es impracticable, La avergonzada jefatura de Inglaterra ("Por desgracia, cada vez que los partidos ingleses logran dar un paso adelante se sienten tan avergonzados de ello, que inmediatamente rechazan todo mérito que les quepa en ese sentido y protestan que son ciudadanos respetables a quienes jamás se les ocurriría cambiar nada, y expresan a gritos su horror hacia todos los perversos extranjeros que siguen sus consejos"). Después de esta crepitación de argumentos, es refrescante sumergirse en las Fábulas, que cualquier grupo teatral contemporáneo de avanzada podría representar hoy sin rubores. Es una visión, corrosiva y lírica a la vez, de una humanidad futura, donde todos los prejuicios actuales han sido abolidos, pero donde la naturaleza humana sigue siendo la misma a pesar de las mutaciones ocasionadas por la guerra nuclear.
Shakes contra Shav ("según todas las probabilidades actuariales, ésta es mi última obra"; y fue cierto) nació del envío que hizo el titiritero Waldo Lanchester del Malvern Marionette Theatre, a G.B.S., de dos muñecos que representaban al propio Shaw y a Shakespeare. Junto al fuego que apenas rozaba sus viejos huesos de celta testarudo, o en los metódicos paseos por el jardín, Shaw pergeñó los diez minutos de esta comedia, donde aspiró a compararse con el Bardo. Por fin, eh un acto de soberbia humildad, permite que "Shakes" le ordene: "¡Apágate, apágate, breve vela!" De todos modos, Shaw estaba seguro de que su llama no iba a apagarse tan fácilmente; si bien, como alguien sugirió en su responso, no es del brazo de Shakespeare que se pasea el conversador irlandés por los Campos Elíseos, sino en una compañía tal vez no demasiado inesperada: la de su compatriota Oscar Wilde.
20 de julio de 1965
Primera Plana