LOS SECRETOS DEL VIETCONG
La semana pasada, a tres meses de la ofensiva del Tet, el Vietcong lanzaba una furiosa campaña sobre 119 ciudades y bases militares.
En realidad, la mayoría de sus fuerzas proviene hoy de los ejércitos del Norte, que han convertido a la romántica y corajuda guerrilla en unidades de combate con disciplina y armamento de buena calidad.
La rutina obliga a seguir hablando del Vietcong, pese a que quienes negocian hoy la paz son los Estados Unidos y el Gobierno de Hanoi.
Con todo, el Vietcong existe y muchas de sus hazañas figuran en los reportajes de la prensa y en decenas de libros y folletos.
En cambio, su nacimiento, el marco político en el que creció y sus relaciones con Vietnam del Norte, permanecen en el olvido o en la oscuridad, Georges Chaffard, un experto en asuntos del Sudeste asiático, ha preparado este Informe Especial, donde se revelan detalles, conflictos y gestiones basta hoy ignorados.

Revista Primera Plana, 14 de mayo de 1968

El 1º de agosto de 1954, grandes manifestaciones populares invadieron las calles de Saigón para festejar la paz y exigir la liberación de los detenidos políticos. Doce días atrás, en la noche del 20 al 21 de julio, en las orillas del Lago Léman, catorce países —encabezados por Gran Bretaña y la Unión Soviética— habían puesto fin a la guerra de Indochina y dividido la península en cuatro Estados: Camboya, Laos, Vietnam del Norte y del Sur. En Vietnam, establecían los acuerdos de Ginebra, iban a celebrarse elecciones dos años después, para reunificar el país.
Pero el Primer Ministro del Sur, un mandarín a quien admiraba el Cardenal Francis Spellman, abjuraba de los acuerdos: católico, Ngo Dinto Diem era un acérrimo anticomunista, y no sólo estaba en contra de los comicios; la partición del Vietnam, la entrega del Norte a los comunistas y la coexistencia pacífica entre ambas zonas, solicitada por los documentos de Ginebra, lo sacaban de sus casillas. El Emperador Bao Dai, jefe del Estado, no era más que una figura decorativa.
No obstante, los pactos garantizaban la libertad y excluían las represalias, para todos aquellos que habían luchado contra los franceses, sin distinción de banderas o ideologías. Los partidarios sureños del Vietminh comunista (El Vietminh fue un partido nacionalista creado en China durante la ocupación japonesa de Vietnam y bajo el liderazgo de un notorio comunista: Ho Chi Minh. sus guerrilleros, a las órdenes del general Giap, batieron a los franceses en Dienbienphu, mayo de 1954) se mostraron a la luz del día, amparados en las cláusulas de Ginebra: el 19 de agosto, la Policía de Diem abrió el fuego contra ellos y contra quienes, apolíticos, celebraban el cese de las hostilidades. En ese momento comienza la historia ignorada del Vietcong.
Porque al caer la tarde, un grupo de intelectuales izquierdistas funda en Saigón el Comité de defensa de la paz y los acuerdos de Ginebra; muchos de ellos no son comunistas, como Luu Van Lang, hermano del Canciller de Diem; o Nguyen Van Vi, director del Banco Francés-Chino; o el abogado Nguyen Huu Tho, de 44 años, al que se elige presidente del Comité. "Nos aterraron los disparos, a sólo doce días de los convenios. En la noche del 1º y las semanas siguientes, masticamos nuestras amargas reflexiones —evoca Tho— y decidimos elevar cada violación de los tratados a la Comisión Internacional de control del armisticio."
Diem no hará caso de semejantes romanticismos. Temeroso de que, antes de las elecciones previstas para mediados de 1956, el Vietminh y sus simpatizantes lo desalojen del poder, aumenta la represión. Entretanto, las gestiones que sus opositores realizan para buscarle un sustituto moderado, fracasan: ni el ex Primer Ministro Tran Van Huu ni el sabio Buu Hoi aceptan librar la batalla contra Diem. El mandarín, además, aparece jaqueado por las "sectas" político-religiosas: Hoa-Hap, Cao Dai, Binh Xuyen, que gozaban de cierta autonomía bajo los franceses, ahora anulada por el Gobierno de Saigón.
Los franceses, apurados por abandonar Vietnam, diluyen también las responsabilidades civiles y militares que, en el Sur, les fijaban los acuerdos ginebrinos. Pierre Mendès France, presidente del Consejo de Ministros, se afilia inclusive a la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO) y permite que los militares norteamericanos reemplacen a los de su país como "instructores" del Ejército de Vietnam del Sur. Eisenhower promete a Diem, entonces, la ayuda de los Estados Unidos contra sus adversarios: hay que poner un dique al avance comunista.
El 30 de octubre, cuando Nehru, Primer Ministro de la India, llega a Saigón, lo reciben carteles de inspiración oficialista: "¡Abajo la coexistencia pacífica!" El 11 de noviembre, Diem prohíbe el Comité de defensa y encarcela a sus miembros, incluso a Tho.
La prisión no es una novedad para este hombre salido de una familia burguesa, diplomado en Aix-en-Provence, socio de un importante bufete de Saigón, enemigo del extremismo. Con todo, en 1947, mientras viaja por el interior de su país, es capturado por un destacamento Vietminh; su cordialidad hacia los nacionalistas le vale un tratamiento afectuoso. "Me consideraban su hermano, pese a que nada había hecho yo por mi patria", recuerda Tho, De vuelta en Saigón, se une a los intelectuales que reclaman la paz por medio de las negociaciones; y en marzo de 1950 cae detenido por manifestar contra la primera entrega de armas norteamericanas al cuerpo expedicionario francés. Dos años de residencia vigilada pasa Tho en un pueblo del alto Tonkín; otra vez en Saigón, en 1952, retoma sus funciones de abogado, hasta que es arrestado en 1954.
Entre fines de 1954 y durante 1955, Diem, que ha conseguido inocular a sus oficiales —con la ayuda de la Misión Militar de USA, a cargo de John O'Daniel— un anticomunista furioso, se lanza contra las "sectas", que en 1955 constituyen un 'Frente unificado de las fuerzas nacionalistas', aunque no pueden resistir el embate. El jefe de Binh Xuyen, general Le Van Vien, se exila en Francia; el Comité de Paz Saigón-Cholon, un organismo no comunista, es mellado por el Gobierno. Sin embargo, muchos de sus adherentes toman el camino de la guerrilla y sobre las ruinas de estas sociedades será posible erigir, con el tiempo, el Vietcong.

La resistencia en marcha
Pero son las "campañas de denuncias contra las actividades comunistas", cumplidas provincia por provincia, las que más interesan a Diem. Verdaderos lavados colectivos de cerebro, sólo pueden compararse a las ofensivas desarrolladas en el Norte, bajo el rótulo de la reforma agraria, para eliminar los rivales del régimen. En el Sur, un ex piloto norteamericano, convertido en experto de la CIA en guerra psicológica, vela por Diem: es el coronel Edward G. Lansdale, el director en las Filipinas de la represión contra los Huks. Los profesores Wesley Fishel y Wolf Ladejinsky ayudan a Diem en los asuntos administrativos.
En octubre de 1955, el pueblo de Vietnam del Sur "plebiscita" a Diem como Jefe de Estado, y Bao Dai parte a Francia; siete meses después, Inglaterra y la Unión Soviética, copresidentes de la conferencia de Ginebra, posponen 'sine die' las elecciones que debían unificar el país.
Así, 1957 es el año de apogeo para el Gobierno de Saigón. Como una prueba del bienestar, el Ministro de Juventud y Deportes organiza una carrera ciclista Camau-Ben Hai, 1.500 kilómetros desde la punta Sur de la Cochinchina hasta casi el Paralelo 17°, frontera de los dos Vietnam. Setenta y ocho corredores se anotan en esa gloriosa justa. Pero Diem, y su hermano Ngo Dinh Nhu, se encierran en un despotismo absoluto; las prisiones son escasas para albergar el alud de detenidos políticos.
O de "comunistas", según el lenguaje oficial. En 1960, el Ministerio de Información publica este balance de un lustro de represiones: la Policía y las milicias provinciales apresaron a 48.200 dirigentes; a su vez, 893.291 sesiones de "educación personalista", con 18.759.111 participantes, permitieron desenmascarar a 516 líderes comunistas y obtener la deserción de 3.250.
Ya a principios de 1959, en el Oeste de Vietnam del Sur, decenas de opositores a Diem se habían reunido para acabar con la dispersión que los debilitaba: veteranos del Vietminh, integrantes de los Comités de paz y de las "sectas", discuten la necesidad de pasar a la violencia. No llegan a ningún acuerdo, salvo el de pedir la ayuda de Hanoi, el de lograr el apoyo de las turbulentas minorías montañesas (Hre, Rhade, Sedang, Jarai) y el de mantener vivo el fuego de la solidaridad contra el dictador Diem.
La actitud de Hanoi es ambigua. Por cierto, en el Partido de los Trabajadores (el Lao Dong, comunista) una tendencia interna reclama la lucha armada en, el Sur. Pero el cuidado de no
apartarse de la coexistencia pacífica —línea del movimiento comunista mundial— prevalece sobre cualquier otra ambición. No obstante, el llamado de los opositores obliga a Vietnam del Norte a definirse: lo hace con cautela, mediante declaraciones platónicas de apoyo o enviando algunos dirigentes para la formación de las primeras guerrillas; claro que son sureños, radicados en el Norte luego de 1954.
Pese a todo, los 'maquis' de Nam Bo (Vietnam. del Sur) se organizan en 1960. Los antiguos Vietminh se agrupan en un bando que será, luego, el corazón del Partido Revolucionario del Pueblo, nombre del PC sureño; los intelectuales y burgueses surgidos de los Comités de paz se reencuentran en el seno del Partido Demócrata, condenado a la clandestinidad; los caudillos de Cao Dai (coronel Huynh Thanh Mung) y del Binh Xuyen (coronel Vo Van Mon) se avienen a participar de una acción combinada. Los comunistas aseguran a sus nuevos aliados que sus objetivos son el derrocamiento de Diem y la instauración de una democracia pluralista en Saigón.
En setiembre de 1960, durante el III Congreso del Partido de los Trabajadores, los delegados soviéticos aconsejan la prudencia cuando se debaten los medios para alcanzar la reunificación de Vietnam. El jefe de la misión china, Li Fu-chun, declara en cambio que es necesario "luchar sin descanso contra los imperialistas". Sostener que los dirigentes de Hanoi se inclinaran por la línea pequinesa es un error de interpretación; simplemente, escucharán el llamado de sus camaradas.

Nace el Vietcong
A partir de 1956, cuando hubo que sacrificar a Truong Chinh por los dramáticos excesos de la reforma agraria, Ho Chi Minh ejerce la Secretaría del Partido, además de la Presidencia de la República; en 1960, para manejar la ayuda al Sur, Ho cede su puesto a un alto funcionario del PC, Le Duan. El rostro delgado, la silueta juvenil, el pelo oscuro peinado con elegancia, los ojos brillantes, Le Duan no sólo se parece a los héroes de Malraux; oriundo del Sur, es el hombre indicado para animar el respaldo de Hanoi a los guerrilleros de su tierra.
El 10 de setiembre del 60, el Congreso del Lao-Dong adopta, palabra por palabra, las recomendaciones elevadas por el nuevo Secretario: construir el socialismo en el Norte, liberar al Sur; en cuanto a esta segunda tarea, "facilitar la creación en el Sur de condiciones favorables para el reagrupamiento de todas las fuerzas de oposición al régimen norteamericano-diemista, en el seno de un amplio frente nacional unificado". Del texto de Le Duan sólo se excluye una frase que colocaba a la lucha revolucionaria "bajo la dirección del partido marxista-leninista y la clase obrera". El Congreso opina; "El frente debe actuar de manera flexible, para incorporar a todos los opositores y atraer a la lucha la mayor cantidad de masas". Nada de marxismo-leninismo: es arriesgado.
Los militantes del Sur, al tanto de esta resolución, tornan a congregarse; fecha tentativa: primera semana de diciembre de 1960; lugar: algún sitio en la Zona D, al Norte del Delta del Me-kong, antiguo santuario del Vietminh. Los invitados, menos de una centena, son puntuales. Las discusiones se alargan dos semanas; pero la creación de un Frente único es un hecho: la anuncian el 20 de diciembre, un día después del 14º aniversario de la insurrección del Vietminh contra los franceses.
Cuatro palabras definen los objetivos del Frente; independencia, democracia, paz, neutralidad. Los comunistas insisten, como se ve, en que sus teorías no los dejen solos.
Alguien, en su prisión de Tuy Hoa, informado del nacimiento del Frente, envía un mensaje alentador a sus fundadores. Desde ese instante, los guerrilleros montarán un operativo para liberarlo; en octubre de 1961, un comando ataca la cárcel, lo saca de allí y lo traslada a la selva. En marzo de 1962, el 1er. Congreso del Frente Nacional de Liberación lo elige presidente: es el abogado Nguyen Huu Tho, de 51 años.
En mangas de camisa (con corbata), las manos apoyadas en una grosera tribuna, el pantalón enorme asegurado por un cinturón de plástico, Tho hace el repaso de su vida: "Advierto hoy que mis sufrimientos no son nada al lado de los dolores y el duelo soportados por nuestros compatriotas bajo el régimen de Ngo Dinh Diem. Ello me incita a multiplicar aún más mis esfuerzos". Los veteranos del Vietminh podrían aplicarle la frase de Guy Mollet sobre Mendés France: "No es de los nuestros, pero es el mejor de los otros".
Ese 3 de marzo, en una selva del Vietnam, el Comité Central que rodeará al abogado Tho refleja el equilibrio de las fuerzas internas. En los 40 cargos, predominan los comunistas; los más notorios son Vo Chi Cong y Tran Nam Trung; los comités de paz cubren diez escaños, las "sectas" tres, los montañeses cuatro, los budistas tres, y hasta hay un sacerdote católico, Joseph-Marie Ho Huee Baa. En el seno del Comité Central, un "presidium" de 14 miembros funciona como mesa directiva permanente; el aspecto bélico está en manos del comunista Trung, secundado por la señora Nguyen Thi Dinh como "comandante adjunto de las Fuerzas de Liberación"; la política es manejada por Tho y los vicepresidentes Huynh Tan Phat, arquitecto, y Phung Van Cung, médico.
Lamentablemente, el año 62 es difícil para el recién nacido Frente. Los Estados Unidos han triplicado el número de sus "consejeros" militares y erigido un Estado Mayor en operaciones, al mando del general Paul D. Harkins, La política de las "aldeas estratégicas", esto es, concentraciones forzadas de la población del Sur, y la llegada de centenares de helicópteros, reducen a los guerrilleros a la defensiva. Las disensiones estallan dentro del FNL.
Por fin, el 1º de enero de 1963, un batallón de irregulares asediado cerca de Ap-Bac, en la provincia de My-Tho, consigue abatir con ametralladoras pesadas cinco helicópteros, y dañar ocho. Es, acaso, el primer triunfo de los desamparados ejércitos del Frente, cuyo nombre, Vietcong, no tardará en asomarse a los mapas del Alto Mando de Saigón, al Pentágono, a los diarios del mundo entero. Sin embargo, y fuera de la correspondencia que Tho mantiene con el exterior —a través de su delegado personal en Phnom Penh, Camboya, el ingeniero Tran Van Duoc—, el Frente es un desconocido fuera de Vietnam. Hasta tal punto, que los dirigentes de Hanoi pasarán por encima de él en extrañas negociaciones.

Las infidelidades de Ho
El restaurante La Perla, del Lago, en Ginebra, es un lugar obligado para los habitúes de las conferencias internacionales. Allí, en un reservado desde el que se ven las verdes orillas del Lèman, un manojo de personalidades norvietnamitas conversa con el más notorio representante de la burguesía opuesta a Diem: el ex jefe de Gobierno, Tran Van Huu, quien acaba de inaugurar en París, donde vive exilado, un Comité por la paz y la renovación de Vietnam del Sur. Corre el 22 de agosto de 1962.
Este hombre menudo y reservado, uno de los más ricos terratenientes de su país, es el único gobernante anterior a 1954 que aprueba los acuerdos de Ginebra y preconiza una política de neutralidad en el Sur y de coexistencia con el Norte. El 14 de julio de 1954, en plena conferencia de paz y con el consentimiento de Mendés France, se había entrevistado en una villa de Versoix con el titular de la misión Vietminh, Pham Van Dong. Entonces, contribuyó a que el Vietminh aceptase el Paralelo 17° como frontera entre ambas naciones provisorias.
El FNL atraviesa momentos duros. El objetivo constante de Hanoi desde 1945, la unidad del Vietnam, es hoy más lejano que nunca, gracias al empecinamiento de Diem. El realismo exige, por lo tanto, crear en el Sur un clima propicio a la caída del Dictador; luego podrá pensarse, nuevamente, en anular la segregación. Los conflictos en que se debate el FNL no hacen de él "el único representante legítimo del pueblo sureño", y hasta el presidente Tho lo reconoce en sus declaraciones. De ahí que Hanoi no desdeñe acercarse (y hasta respaldar) a otros interlocutores capaces de favorecer una más voluminosa alianza opositora.
Huu es uno de ellos. El encuentro, posibilitado por la conferencia sobre Laos, será fructífero al principio. Las 14 potencias firmantes de los acuerdos de 1954 se hallan en Ginebra para tomar nota de la reconciliación laosiana y discutir las garantías internacionales y la ayuda a aportar al nuevo Gobierno tripartito (los Príncipes Suvanna Phong, comunista; Suvanna Phuma, centrista, y Boum Oum, derechista).
Moscú y Hanoi han pedido que se aproveche esta asamblea, la primera desde 1954, para examinar la situación en Vietnam del Sur y el curso dado a los acuerdos. Washington se opone; alega que cualquier hipótesis de "neutralización" al estilo Laos, debe englobar los dos Vietnam. Pese a su fracaso, los norvietnamitas siguen pensando que todas las tendencias del Sur, incluso la de Diem, deberían sentarse a una mesa de negociaciones y obtener un gabinete de unidad nacional. Ese entendimiento, añaden, podría reflejarse en la elección de una figura independiente. En Vientiane es Suvanna Phuma; en Saigón, nadie mejor que Huu.
—Usted, señor Presidente, es el hombre del momento y está en condiciones de jugar, en el Sur, el mismo papel que Suvanna Phuma representa en Laos. No sólo está en condiciones, sino moralmente obligado.
Quien habla así, en el reservado de La Perla del Lago, es nada menos que Ung Van Khiem, Canciller de Hanoi, un nativo del Sur.
—Sabemos que es usted un propietario y no esperamos que se convierta al comunismo —continúa—. Pero también sabemos que usted haría una política de independencia nacional y de fidelidad a los acuerdos de Ginebra. Es todo cuanto pedimos, además del restablecimiento de relaciones económicas entre las dos zonas.
Los personajes del reservado llegan a una definición: efectuar en Vientiane, con el patrocinio de Suvanna Phuma, un contacto preliminar de todas las corrientes opositoras de Vietnam del Sur. Estas esperanzas se derrumban pronto: en Laos, la famosa neutralidad sólo figura en los papeles, y el Príncipe centrista tiene otras cosas en que ocuparse, otros fuegos que apagar.
Ahora bien: el FNL no ha sido asociado a las gestiones de Ginebra, ni siquiera un emisario suyo integró la delegación norvietnamita. ¿Por qué? Los resistentes del Sur no gozan, todavía, de las inmunidades o el prestigio que les hubiesen valido un salvoconducto del Gobierno suizo; si utilizaran pasaporte norvietnamita, ello equivaldría a admitir la tesis norteamericana según la cual el Frente es una mera invención de Hanoi.
No obstante, el Norte nada informa al FNL de su conferencia con Huu, con quien mantiene correspondencia el presidente Tho. Sin embargo, los guerrilleros del Sur se asombrarían de saber que sus "hermanos" del Norte acaban de proponer a Tran Van Huu, sin consultarlo con ellos, que sea el jefe de un Gobierno neutral en Saigón. Sorpresa mayor, y cólera natural, si se recuerda que en marzo de 1950 la Policía de Saigón disparó contra una manifestación estudiantil en favor del Vietminh y causó la muerte del universitario Tran Van On. Huu nunca cesó de justificarse: él no había dado orden de abrir fuego. Pero el Vietminh se apoderó de la tragedia y convirtió a On en un mártir de la guerra.
Sin embargo, los guerrilleros tampoco conocieron otra gestión de Hanoi en 1962: nada menos que cerca del ex Emperador Bao Dai. El heredero de la dinastía Nguyen vive, por esa época, en una granja de Alsacia, lejos de toda actividad política. Su hijo mayor, Bao Long, un brillante alumno en la Academia de Saint-Cyr, sirve en Argelia como capitán de la Legión Extranjera.
Para los comunistas de Hanoi, en su procura de un símbolo de legitimidad que pueda facilitar la reunificación, la carta Bao Dai, si bien amarillenta, merece aún atención. La negociación norvietnamita no es totalmente comprensible si se pasa por alto el fin que sus jefes persiguen con encarnizamiento desde 1945: la unidad de Vietnam, de la frontera china a la Península de Camau. Estos líderes son, a su modo, integradores, como antes los Nguyen o los soberanos de Francia. A sus ojos, sólo la unidad puede hacer del Vietnam, con sus 35 millones de habitantes, su potencial industrial en el Norte y la rica agricultura del Sur, una entidad completa, respetada e independiente.
No obstante, estos patriotas son comunistas, y conciben tal unidad como una ruta hacia el socialismo, tarde o temprano. He aquí el trágico malentendido que demora el avenimiento desde hace dos décadas. Pues otros vietnamitas, tan "unitarios" como ellos, rechazan la pretensión de una magistratura comunista y, antes que eso, prefieren la secesión del país y la ingerencia foránea.
En favor de la unidad lucharon los comunistas a partir de 1946: junto a ellos, entonces, actuaba como "consejero supremo", y bajo el nombre de Vinh Thuy, el regio Bao Dai, quien acababa de abdicar, mientras Francia, hostil al Vietminh, atizaba la autonomía cochinchina. Siempre en favor de la unidad, el 10 de mayo de 1954 el Gobierno Vietminh se declara dispuesto a adherir a la Unión Francesa si ese gesto facilitase el reconocimiento, por parte de París, de un régimen conducido por Ho Chi Minh.
Y es, nuevamente en favor de la unidad, que un mandatario de Hanoi entrevista a Bao Dai en Francia (1956), y le propone el apoyo del Norte contra Diem para que él sea Jefe de Estado, con la condición de aceptar la fusión de ambas zonas bajo un Gobierno de unidad nacional. "Gracias al Vietminh —explica el emisario—, nuestro país obtuvo la independencia. Pero sólo Bao Dai, repatriado y reconocido por los franceses en 1949, es depositario de las prerrogativas de soberanía abandonadas por la propia Francia de 1949 a 1954. Bao Dai, y no Diem".
En 1956, Bao Dai opta por seguir en su exilio. Seis años después, entre setiembre y octubre de 1962, otro correo de Hanoi es recibido en París por el ex Emperador. Confirma que los dirigentes del Norte todavía piensan en él, con las mismas metas del 56. La reunificación se operaría por etapas, hacia una fórmula de tipo confederal. El primer acto podría ser una declaración de Bao Dai —por ejemplo, en ocasión del Tet, el Año nuevo lunar—, hacia fines de enero o principios de febrero de 1963. El heredero de la dinastía Nguyen lanzaría un llamado a la negociación "a quienes hoy combaten", algo que en aquel tiempo no significaba excluir a los gobernantes de Saigón.
Por segunda vez, la jugada fracasa. Bao Dai exige, para sus colaboradores, garantías que los comunistas no desean conceder. Así, el Tet transcurre sin que el ex Emperador, tironeado por influencias contradictorias, haya lanzado la proclama esperada. Pero las noticias provenientes de Saigón señalan, ese verano de 1963, que una oposición cada vez más fuerte amenaza al Presidente Diem. Bao Dai estima, con cierta presunción, que le conviene más esperar un golpe de Estado en el Sur —cuyos instigadores recurrirían a él—, que ponerse en la órbita de los comunistas. El doble juego irrita a los agentes de Hanoi; de allí surge, en ese momento, la orden de romper con Bao.

El chantaje de Saigón
El realismo de los dirigentes norvietnamitas explica que mantengan, al mismo tiempo, varias puertas abiertas. A comienzos de 1963 y mientras se enlazan los contactos con el ex Emperador, Hanoi también se dirige a Ngo Dinh Diem: a pesar del foso que los separa —le transmiten— juzgan que, a su manera, él es un patriota; y que ambas partes podrían discutir. El convite anonada al jefe del clan; pero su hermano y principal asesor, el inteligente Ngo Dinh Nhu, se servirá de la oferta de Hanoi para presionar a los norteamericanos.
"Pues las relaciones entre Saigón y Washington se han deteriorado progresivamente. Los Estados Unidos critican, cada vez más, los métodos autoritarios del régimen, esos métodos que ellos contribuyeron a imponer. Y los Ngo aceptan, cada vez menos, la ingerencia externa. Si bien llevan años beneficiándose con la ayuda de la Unión, no son, como se ha creído entonces y después, pro norteamericanos. Cuando Washington, en nombre de la eficacia, pretende sustituir al comando nacional survietnamita y mandar las operaciones militares contra la guerrilla, el Presidente se encoleriza.
El apoyo prestado por los Estados Unidos al movimiento budista, en franca rebelión contra el régimen, traslada al paroxismo la irritación de Diem. Anticomunistas, sí; satélites de USA, no. ¿Por qué no utilizar la disposición conciliadora manifestada por Hanoi para chantajear a los Estados Unidos? Toda actitud hostil de Washington contra los Ngo podría conducir a éstos a entenderse con Ho Chi Minh quien, "después de todo es, a su manera, un patriota".
Esta maniobra es alentada por Francia, cuyo Embajador, Boger Lalouette, ha sabido ganarse la simpatía de Diem y su hermano. Entre los consultores de Nhu, el profesor Buu Hoi (el sabio progresista en quien se pensaba, en 1954, para gobernar en Saigón, de acuerdo con el espíritu de Ginebra) empuja al clan a buscar un modus vivendi con Hanoi.
A sus amigos, extrañados por su militancia dentro de un régimen de extrema derecha, el profesor Hoi, que desempeña un cargo de Embajador itinerante, responde que su misión consiste en organizar un vasto operativo político.
Bluff o verdad, la jugada de Nhu enciende a las autoridades norteamericanas contra la dinastía presidencial y precipita su orden de desampararla. Los generales sureños hostiles a Diem —y a quienes inquietan los rumores, auténticos o exagerados, de contactos con Hanoi— reciben de los Estados Unidos la luz verde para desencadenar el pustsch de noviembre 1º, 1963. Diem y Nhu pierden la vida en ese alzamiento.
Los líderes del Frente no tomaron parte alguna en tan curiosos manejos de Vietnam del Norte. El Gobierno y el partido se consideran, respecto del FNL, como el hermano mayor habilitado a decidir en representación de la familia, si bien el hermano menor puede disponer de cierta libertad. Es Hanoi, y no el Frente, quien desde el principio de la segunda guerra de Indochina divulga, según las circunstancias, sus condiciones.
Los guerrilleros del Sur no carecen de ideas propias, es cierto, pero no parecen contar para sus gestiones en el exterior, con la misma facilidad o autonomía de acción que sus camaradas norteños. Siempre son los viajeros que regresan del Norte quienes marcan el tono y el compás. "Digan a los norteamericanos —pide uno de ellos, en 1963, a compatriotas no comunistas residentes en Europa— que deben entenderse directamente con nosotros. La República Democrática está dispuesta a admitir un plazo de dos años para el retiro de las tropas norteamericanas, y a reconocerles temporariamente el derecho de conservar dos bases." La propuesta es comunicada, pero la diplomacia de Washington jamás otorgará importancia a esta intermediación.
"Es necesario que de Gaulle nos socorra —expresa otro correo oficioso—. Sólo él tiene derecho a intervenir en los asuntos vietnamitas porque Francia es la principal firmante, con nuestro Gobierno, de los acuerdos de 1954." La solicitud llega a quien debe, en París, y ésta es bien recibida. A partir de 1963 se modificará la política francesa.
En 1964, siempre unilateralmente, el régimen de Hanoi acepta la primera tentativa de contacto con los norteamericanos, preparada por U Thant, Secretario de las Naciones Unidas, en Rangún, Birmania. Sin embargo, la reunión no se formaliza: el Departamento de Estado la juzga prematura.

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Irving Berlin

 

Los hermanos mayores
Mientras los dirigentes de Hanoi, entre 1960 y 1964, dan la impresión de saber qué quieren y de jugar un juego múltiple, los guerrilleros parecen tantear en la incertidumbre. Un motivo valedero: su relativo aislamiento. Desde las selvas montañosas de la Zona D a los pantanos de la Pradera de los Juncos, no es fácil definir una estrategia diplomática adaptada a la realidad externa.
Todo ocurre como si los hermanos mayores de Hanoi mantuviesen a los sureños en la ignorancia de las orientaciones tomadas en el Norte. Pero si bien es cierto que los jefes del Frente
comulgan ideológica y patrióticamente con las autoridades de Hanoi, también es cierto que desean afirmar su propia identidad y las características "sureñas" de su movimiento. De tal modo, es clara la diferencia política que se destaca, a veces, entre las dos organizaciones; y el hecho de que los pocos líderes del FNL que sostienen contactos fuera del país, formulan preguntas cuando ya sus conmilitones de Hanoi han hallado las respuestas.
En setiembre de 1963, por ejemplo, uno de los miembros del Comité Central del FNL interrogaba a un corresponsal francés sobre el significado de una declaración favorable a su sector que el Consejo de Ministros había emitido el 28 de agosto. Ignoraba que, varios meses atrás, una personalidad norvietnamita solicitó a Charles de Gaulle que se pronunciara sobre el conflicto. El miembro del Comité quiso ver, en aquella declaración, la punta de lanza de una ofensiva colonial de reconquista.
Otro integrante del Comité se asombra, en el verano de 1963, de las coqueterías de Francia hacía Diem; desconoce la trama urdida para separar a los gobernantes de Saigón de los norteamericanos; su desorientación sería mayor si supiera que Ho Chi Minh ha confiado a un diplomático indio que salía para Saigón: "Si ve usted al señor Ngo Dinh Diem, salúdelo de mi parte. Él es, a su manera, todo un patriota".
Un nuevo síntoma de titubeos, y de la búsqueda de una mayor autonomía, figura en este mensaje a un periodista occidental: "Le rogamos nos asesore acerca de las actividades de 'relaciones públicas' en Francia y otros países". En julio de 1963, el destinatario del mensaje debatía con líderes del Frente, en una playa del Golfo de Siam, qué capitales europeas eran más indicadas para instalar allí a Embajadores del FNL.
Si, normalmente, hay conformidad entre Hanoi y los guerrilleros en todo lo concerniente al porvenir de Vietnam del Sur, la formulación es distinta. Los norteños se refieren al futuro de Nam Bo con un calmo realismo; saben que la reunificación no se producirá mañana, que se agolpan obstáculos numerosos, de orden religioso, económico, histórico. "No somos exigentes respecto del porvenir —dice un diplomático norvietnamita en agosto de 1962—. Todo lo que pedimos es un nuevo Gobierno en Saigón, burgués inclusive, que desarrolle una política de neutralidad y buenas relaciones con el Norte. No vemos inconvenientes en que ese Gobierno solicite la ayuda francesa; preferimos en el Sur a los capitalistas franceses antes que a los soldados norteamericanos. En cuanto a la reunificación, se hará en 15, 20 ó 30 años. Tal vez mis hijos la vean..."
La delegación del Partido Comunista francés, capitaneada por Francois Billoux, que visita Vietnam del Norte a comienzos de 1964, se trenza en arduas polémicas con los miembros del Politburó de Lao Dong. Al tocarse el tema de la reunificación, los comunistas de Hanoi explican que se trata de un objetivo a larguísimo plazo; ellos se atienen a los hechos, y la situación del Sur es compleja. Un amplio sector del pueblo sureño se muestra reservado hacia el comunismo, aun cuando lucha contra las tropas de USA. Los habitantes del Sur, además, son hostiles a la tutela norteña; pueden dividirse, añaden, en tres categorías esquemáticas:
• Los partidarios del Frente; entre ellos, hay muchos comunistas, aunque también patriotas burgueses.
• El Ejército gubernamental, anticomunista y controlado por USA.
• Los "pro franceses": burgueses de la Cochinchina, intelectuales y budistas, no desean el retorno a los monopolios colonialistas de antaño; sí, la presencia cultural y la ayuda económica de Francia.
Sólo un Gobierno de unión nacional, teorizan los miembros del Politburó, será capaz de reconciliar estas tres categorías sobre la base de un programa de neutralidad; de la reunificación se hablará luego, con tiempo. El mismo análisis trazan los cerebros del Frente. También ellos calculan que un régimen neutralista amalgamaría, con más vigor, a los elementos antagónicos. Acaban de reexaminar su posición ante Tran Van Huu y de establecer, como antes lo hicieron sus hermanos del Norte, que este rico propietario aseguraría la transición. Sin embargo, los líderes del Vietcong emplean un lenguaje distinto al de Hanoi, aunque coincidan en los problemas y el enfoque.

El "sudismo" no es un bicho
"No hemos luchado durante tantos años, y en las peores condiciones, para obtener el reemplazo de una dictadura por otra —clama Tran Buu Khiem, miembro del Presidium del Comité Central—. Nadie, entre nosotros, puede admitir relaciones de dependencia con el Norte. Esperamos, naturalmente, la reunificación, que será posible después de un extenso período, pues ambos regímenes, al comienzo, serán totalmente diferentes."
La misma vehemencia se repite cuando los líderes del FNL plantean su inquietud por conducir, sin que nadie se inmiscuya en sus resoluciones, los asuntos sureños. El "sudismo" existe, aunque no suprime la fraternidad patriótica.
Huynh Tan Phat, vicepresidente del FNL y secretario general del Presidium, dos veces arrestado bajo la dominación francesa, puntualiza: "El régimen económico y político que instauraremos en Vietnam del Sur no tendrá mucho que ver con el del Norte, del cual se alejará a medida que vayamos consolidándonos. Quizá se retrase la unificación, pero ¡no estamos apurados! Nuestra primera tarea será la de reconstruir la economía; para lograr el éxito necesitaremos el concurso de nuestra burguesía nacional, y también las inversiones extranjeras. Y eso solamente lo conseguiremos con la neutralidad y la independencia respecto de Hanoi".
Escribe Nguyen Huu Tho: "No podríamos tolerar que nuestros compatriotas del Norte nos impongan o sugieran un régimen económico, cualquiera sea". Estos sentimientos de los jefes políticos del Sur son comprensibles: a ellos cabe elaborar un programa teniendo en cuenta sus responsabilidades futuras. Pero entre los combatientes, los audaces maestros de la emboscada y el sabotaje, la dependencia material del Norte es aceptada, en cambio, como una evidente necesidad; y sobre los guerrilleros se acentúa el control de los dirigentes enviados por Hanoi.
Un inglés que habla vietnamita y estuvo detenido un par de semanas en una "zona liberada", cerca de un cuartel general Vietcong, recuerda que todas las noches, a la misma hora, los operadores tomaban contacto radial con Hanoi. Ninguna declaración emancipadora ha salido de los labios de las autoridades militares del Frente, Tram Nam Trung y Nguyen Thi Dinh; ellos saben cuánto deben sus acciones a la ayuda del Norte.

Los años del fuego
Esa ayuda, encuadrada en los límites de lo razonable —y lo discreto—, alcanza una amplitud mayor durante 1965. El bombardeo norteamericano contra el Norte, el desembarco de un poderoso cuerpo expedicionario que tomará a su cargo las grandes ofensivas (abril), comprometen para siempre a Ho Chi Minh. En 1964, el caos de Saigón parecía mejorar las posibilidades del Frente y de Hanoi; los sucesores de Diem entraban y salían del Gobierno, los golpes de Estado eran la ley. Siempre se ha escrito que la escalada fue el castigo a la infiltración de norteños en el Sur; pero a comienzos de 1965, esa infiltración era de armas, no de hombres. Una nueva tesis señala que la escalada fue dispuesta para evitar la disgregación que corrompía a Saigón y levantar la moral de las tropas del Sur. Fue una manera, también, de responder a Hanoi y a sus intentos negociadores: USA no quería parlamentar con los comunistas sino aplastarlos, obligarlos a la capitulación.
Desde que se lanza la escalada, los dirigentes norvietnamitas aceleran su colaboración con el Sur. El 22 de marzo de 1965, millares de jefes guerrilleros sureños instalados en el Norte luego de 1954, son convocados a una plaza de Hanoi y allí juran "estar listos para regresar a nuestra tierra, combatir a los norteamericanos, liberar el Sur y defender a Vietnam del Norte". Ese día, las infiltraciones son admitidas y justificadas oficialmente. No sólo descenderán, por las rutas laosianas, los nativos de la Cochinchina; poco después, unidades regulares del Ejército de Hanoi tomarán el camino de Nam Bo; su número hace necesario, más tarde, que los altos oficiales norteños se ocupen, progresivamente, en dirigir la guerra.
A partir de 1963, uno o dos generales del Norte se hallaban destacados como "consejeros técnicos" en los 'maquis' de la zona montañosa que bordea la frontera con Laos. Tres años después, un comando militar unificado —como el de Saigón, que lidera a los efectivos "aliados"— se asienta en el Sur. Un teniente coronel vietcong, arrestado en 1967, denuncia los nombres de un grupo de generales norvietnamitas que ejercen responsabilidades en el Sur: Hoang Van Thai, comandante en jefe; Tran Van Tra, su adjunto; Song Hac, Tran Do, Le Trang Tan. La existencia del penúltimo es confirmada por una cinta magnetofónica capturada por los norteamericanos a principios de 1967, durante la operación "Cedar Falls". Con todo, la facilidad con que los militares de Hanoi disfrazan su identidad, torna engorroso su seguimiento.
Esta creciente empresa bélica del Norte repercute, inevitablemente, sobre las estructuras políticas. Cuanto mayor es la carga que toman los norteños, menor es la autonomía de los líderes frentistas. En la conferencia de los pueblos indochinos de 1965 (en Phnom Penh), los delegados del FNL se habían presentado como no comunistas; ahora, debían desdibujarse tras los imperativos de la dirección única. Es sintomático que hayan cesado en 1965 su intercambio con el exterior.
El Presidium del FNL, sumergido por la afluencia de tropa y oficiales del Norte, se transforma en el equivalente del viejo Comité de Resistencia de Nam Bo anterior a 1954, que funcionaba sometido a las órdenes de la autoridad central, entonces en Hanoi. Nutridas evidencias respaldan esta interpretación.
Cuando el Presidium hace rodar un film en honor de Nguyen Van Troi —joven militante sureño ejecutado por Saigón y a quien la propaganda frentista elige como símbolo de la Resistencia—, pide el visto bueno de Hanoi. El Politburó niega el permiso de difusión, y los sureños recurren a Ho Chi Minh. El presidente ve la película y rinde su veredicto: "Sepan nuestros hermanos que la proyección no es deseable. El film peca de subjetivismo. Presentar a Nguyen Van Troi como un héroe nacional entre los grandes héroes es excesivo. Ha sido un héroe, nadie lo duda. Pero hay otros de los cuales nunca se habla. Cumplió con su deber, eso es todo. Nuestro joven hermano del Sur fue uno de los ratones de la montaña, y no la montaña que domina a los ratones".
Mientras el abogado Tho interrumpe sus enlaces con el exterior, toca a uno de los máximos jerarcas del Norte, Hoang Quoc Viet, titular de los sindicatos, visitar a Tran Van Huu en París, en 1957, para enunciarle el nuevo programa liberal del FNL. Misioneros franceses residentes en el centro de Vietnam del Sur atestiguan que los líderes Vietminh regresaban a su patria y actuaban, sin disimulo, en nombre de Ho Chi Minh; del Frente, ni una sola palabra.
Durante un lustro casi, el Gobierno de Hanoi ponía como condición previa a las negociaciones de paz, el reconocimiento del Frente; un mes atrás, empujado por la necesidad, decide unilateralmente contestar al Presidente Johnson, siempre como el hermano mayor que trabaja para toda la familia; cuarenta y ocho horas después, el Frente "aclama la justa posición de la República Democrática".

El respiro de Hanoi
Y es que, a pesar de los espectaculares éxitos cosechados en el Sur, la República Democrática atraviesa desde hace meses un período difícil, cuyos indicios escapan a muchos visitantes occidentales poco habituados a las profundidades del alma vietnamita.
El insólito carácter de estas dificultades internas proviene, sin duda, del terrible efecto de los bombardeos norteamericanos (700.000 toneladas de trinitrotolueno); pero, también, de una serie de actos abiertamente "contrarrevolucionarios" cuyo fin es la caída del régimen. Un decreto del 21 de marzo último reconoce la existencia de estos episodios; el texto de la medida, tan común en cualquier sistema comunista, fue acompañado esta vez, en el diario Nhan Dan, órgano oficial del PC norvietnamita, de explicaciones extensas y nada comunes.
Las personas a quienes alcanza el decreto, señala el diario, son "elementos recalcitrantes de las antiguas clases explotadoras (propietarios de tierras, burgueses), que actúan bajo la máscara de la religión: ex militares y miembros de la Administración fantoche anterior al 54; bandidos armados de las regiones montañosas, que se niegan a ser reeducados, así como otros delincuentes y saboteadores alentados por los imperialistas norteamericanos".
Tales enemigos han sido acusados de complotar "para intensificar sus actividades con el objeto de destruir la edificación del socialismo"; serían sostenidos por "los imperialistas norteamericanos que despachan espías y comandos al Norte, emprendiendo así una guerra psicológica, y que incitan a los contrarrevolucionarios a sublevarse contra el poder".
Estos personajes son:
• Los católicos, unos 700.000 en el Norte. Sus obispos no recibieron permiso para asistir a las sesiones del Concilio, en Roma; reivindicadores de una total libertad religiosa, el Vaticano les aconsejó prudencia para no agravar aún más la situación de la Iglesia en Vietnam.
• Las minorías étnicas (ThaI, Meo, Nung), que nunca aceptaron sin reservas la autoridad central y entre quienes los servicios de Inteligencia de USA y Vietnam del Sur deben haber hallado guías competentes para lograr la evasión de los pilotos.
• En cuanto a los espías y comandos de sabotaje, la acusación tiene fundamento. Desde 1954, la CIA busca, sin mucho éxito, fomentar conflictos en Vietnam del Norte, mediante la introducción aérea, terrestre o marítima de grupos entrenados. El periodista norteamericano Robin Moore, en su glorificante reportaje 'Los boinas verdes', describe en detalle varias operaciones llevadas a cabo en el Norte por las "Special Forces".
• Los restos de la antigua burguesía tonquinesa; a ellos deben agregarse los representantes de la nueva 'intelligentsia' salida de las Universidades; generalmente comunistas y adictos al Gobierno, objetan la política de guerra total: para ellos, el precio pagado es altísimo.
La reciente ofensiva del Tet no sólo costó el puesto al general William Westmoreland y obligó al Presidente Johnson a ceder algunos centímetros en sus rígidas posiciones; fue, para Vietnam del Norte, un triunfo arrollador. No obstante, las victorias no alivian la miseria y la decepción que
cunden por la República Democrática. En enero pasado, el Canciller Pham Van Dong declaraba: "No hay compromiso posible con los norteamericanos. En cuanto se acepta uno, todo se ha perdido". Entre tanto, en Hanoi, se especulaba con la proximidad de las elecciones norteamericanas: algo cambiaría en la actitud de Washington. No es un secreto que Vietnam del Norte aguardaba ese cambio; los Estados Unidos hablarían, los primeros, de paz. La República Democrática podía hallar, entonces, un respiro para sus contratiempos. El 31 de marzo, Johnson corroboró los presagios de sus adversarios; Hanoi, una vez más, dejó de consultar a sus hermanos menores y aceptó la mano tendida. Es posible que, en el futuro, acepte un status para el Sur, dentro del cual el Frente sea un participante, no el único.
Copyright L' Express, 1968.
PRIMERA PLANA
14 de mayo de 1968

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