Noventa minutos con Lyndon Johnson

 

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pie de fotos
-El presidente de USA según interpretación de Tim
-"Pero el gran problema es Vietnam", Bajo el fuego, en Duc An

 

 

Hoy, Lyndon Baines Johnson, un texano de 57 años, concentra en sus grandes, tostadas manos, más poder que cualquier otro Presidente norteamericano en épocas de paz. El mismo reconoce: "Nunca hubo tan pocas fricciones entre las ramas ejecutiva, legislativa y judicial." Quizá una explicación valedera es que en toda la historia de. USA ningún Presidente llegó a la Casa Blanca con tanto entrenamiento en las tareas de gobierno. El 22 de noviembre de 1963 cuando juró como sucesor de John Kennedy, lo respaldaban tres décadas de movida experiencia política.
La crisis de Vietnam, después del ruidoso conflicto dominicano, ha dado mayor relieve aún a la figura de Johnson. Dos redactores de Newsweek, la revista asociada a Primera Plana, mantuvieron en estos días una entrevista de 90 minutos con el Presidente, hecho bastante especial si se considera que Johnson —que tiene abrumadores contactos con la prensa— pocas veces concede reportajes exclusivos.
Damos, a continuación, la entrevista de James Cannon y Charles Roberts, en versión textual.
Dijimos al Presidente que nos interesábamos por saber de qué manera desempeña su cargo, por la técnica de su liderazgo. Bajó la cabeza levemente y respondió con suavidad: "Para hacer cualquier cosa se necesitan planes. El gobierno es igual que un edificio: hay que trazar primero los planos. Acabamos de reunimos con alguna de la mejor gente pensante del país, para bosquejar nuestro programa de enero próximo. ¿Por qué no? Así tendremos el programa en tiempo.
"Entonces, lo básico es planificar. El gobierno está dividido en 50 funcionarios de gabinete y agencias independientes. Cada uno es un jet 707 y cada uno dispone de un piloto avezado. Cada uno elabora su táctica de combate, averigua las condiciones meteorológicas y nosotros coordinamos todo, aseguramos que no se entrechoquen y que lleguen salvos a destino.
"El Congreso aprueba los proyectos de ley, no yo. Pero no hemos esperado que terminaran las fiestas y los bailes de la asunción de mando para seguir adelante. Empezamos el mismo 4 de enero. Cuando se cuenta con el apoyo popular, hay que empezar temprano y terminar temprano. Planificar, planificar, planificar... No me cansaré de enfatizarlo, pues muy pocos ven la ventaja de planificar.
"Los liberales hablan de muchas cosas sin hacerlas. A nosotros, en cambio, nos gusta hacerlas. Este proyecto de renta subsidiaria que vamos a enviar al Congreso, será algo que anotaremos en nuestro haber. Será algo grandioso. Así estamos desde el 4 de enero, desde que presentamos nuestro programa. Después, apuramos los mensajes y las iniciativas, uno por uno. Porque el Congreso no puede absorber demasiado de golpe. Si se bebe un trago de bourbon por vez, se puede beber durante un largo rato. Si se bebe un vaso, de golpe, se nos sube a la cabeza.
"No presionamos a nadie. Quienes lo dicen están mal informados. En nuestras reuniones con los dirigentes parlamentarios, ellos nos exponen sus puntos de vista. No les indicamos qué tienen que hacer."

Trabajar juntos
El Presidente insistió: "De modo que los planes están antes que nada. Una vez que el arquitecto acaba con los planos, los albañiles comienzan a poner los ladrillos. Este gabinete es la más eficiente máquina que yo haya tenido. Como líder mayoritario, en el Senado, me secundaban los presidentes de comisiones, como una especie de grupo consejero, pero este gabinete tiene una capacidad extraordinaria.
"No pasa un solo día sin que hable con cada uno de los Ministros y Secretarios. No hay más debates con los chicos [referencia a la costumbre de John Kennedy de pedir informes a los asistentes de los Ministros]. Le he ordenado a Robert McNamara [Secretario de Defensa] que si alguien lo llama y le dice que habla por mí, que me pase en el acto el nombre de esa persona, para echarla. Y si Dean Rusk no supiera manejar el Departamento de Estado, le buscaríamos un reemplazante...
"Esta no es una Administración partidista. No andamos por ahí desparramando discursos Demócratas. Es necesaria toda la inteligencia, toda la energía y toda la decidida intención que yo alcance a concentrar, para poder completar y resolver sueños y planes, sin que perdamos energía si llega el momento de polemizar. Si hiciéramos cosas partidistas y personales, entonces estaríamos siempre en polémica. Yo trato de elaborar juicios básicos, que ayuden tanto a los Republicanos como a los Demócratas. Los Republicanos tienen fe en que yo sea justo, y el 30 por ciento de ellos me votaron. No quiero que digan: 'Lyndon Johnson es otro político improvisado.'
"Ahora escriben que Robert Kennedy está contra mí, que es mi enemigo jurado. Pero Bobby entró aquí y me pidió que mantuviese a Nicholas Katzenbach como Secretario de Justicia y consentí. Nombré a Katzenbach porque pensaba que era el mejor hombre para ese cargo. [Henry H.] Fowler era el Secretario del Tesoro designado por Kennedy; me sobran amigos que anhelan ser Secretarios del Tesoro, pero pensé que Fowler era el mejor y no me importa quién lo puso allí. También hay 25 abogados en mi tierra a quienes les gustaría ser Secretarios de Justicia. Siempre trato de encontrar al más capacitado y espero continuar con la misma norma.
"Las cosas son diferentes hoy. Ya nadie habla de plutócratas, de capitalistas. El hombre de negocios no llega a su casa para escuchar a su mujer y a sus hijos dudando de si él es un plutócrata que explota obreros. Tampoco se oye a los hombres de negocios hablar de los gangsters gremiales. Los dirigentes sindicales no tienen que avergonzarse de su cometido. Y ésa es nuestra aspiración: que todos trabajen juntos por el bien de la humanidad."
En ese instante entró a la "pequeña oficina" (así llama Johnson a su vasto despacho oval, cuyas paredes ostentan citas de Lincoln y retratos autografiados de notables figuras políticas); un ayudante del Presidente sugería que era hora de concluir con la entrevista. Johnson no le prestó atención y se enfrascó en una charla sobre las encuestas y sondeos. Mandó buscar una gruesa carpeta que contenía los últimos resultados, clasificados a nivel nacional y estatal. Más tarde, apareció un grueso volumen con encuestas levantadas en el exterior. "Creo que hemos conseguido más respeto, en todo el mundo, que en cualquier otro momento de nuestra historia", enunció, complacido.
"Algunos de ustedes me criticaron y me critican por nuestra política en el caso dominicano, pero si observan las estadísticas de Gallup, Harris o Quayle verán que la opinión favorable hacia el gobierno saltó del 63 al 69 por ciento. Pienso que mientras ustedes y sus colegas me vapuleaban, los habitantes de USA me daban su respaldo en un 85 por ciento. El sondeo correspondiente al problema de Vietnam demuestra que nos apoya un 80 por ciento del país." 
De manera abrupta, el Presidente volvió a referirse a las técnicas de gobierno. "El gran legado que me dejó Kennedy fue su gabinete, que se prestigia con las medidas y la política que vamos adoptando. Tomen, por ejemplo, a Dean Rusk. Algunos periodistas vaticinan que me lo sacaré de encima. Pues bien: cuando llegué aquí logré un acuerdo con Dean Rusk; él me dijo que se quedaría mientras yo lo quisiera; le expliqué que lo quería mientras yo permaneciera en este despacho, en la Casa Blanca.
"De catorce horas diarias de labor, dedico diez a los problemas mundiales, Latinoamérica, Europa, Vietnam, la Unión Soviética. Entrevistaré a todos los Embajadores, quizá los lleve a mi rancho a dar un paseo en bote. He conferenciado con 110 Embajadores extranjeros y 59 de los nuestros durante 1964. Creo que es más de lo que hizo cualquier Presidente.
"Pero el gran problema es Vietnam. El Congreso no come de mi mano. Los legisladores formulan sugestiones constructivas sobre nuestros proyectos de ley y generalmente los mejoran. Yo veté dos, solamente dos leyes, y no libré ninguna batalla con el Congreso. De un decreto opiné, 'Muchachos, no es prudente', mas no los molesté. No tuvimos ningún conflicto. Este gobierno no está dividido."
Sin previo aviso, Lyndon Johnson comenzó a criticar la prensa. "No puedo ser responsable por la veracidad de vuestra profesión. Trato de ser accesible a todos los periodistas. Trato de recibir a cada parlamentario, Senador, miembro del gabinete, director de Agencia, reportero, a quienquiera intente verme. Pero no voy a estar encerrado, sin información sobre lo que ocurre fuera.
"Ustedes objetaron mis tres apariciones por televisión cuando la crisis dominicana. ¿Por qué hablo por televisión? Para decir al pueblo lo que estoy haciendo. Ustedes se metieron conmigo entonces, pero las encuestas demuestran que el pueblo lo aprobó. Se obtiene primero el apoyo básico del pueblo y después se actúa."

Vietnam: el mayor problema
Por segunda vez, un asesor del Presidente pretendió clausurar la audiencia, respetando el horario fijado. Bill Moyers (Secretario de Prensa) y Jack Valenti (uno de los más altos consultores de Johnson) trajeron papeles para firmar y deslizaron una pequeña hoja al Presidente, quien la leyó en voz alta. Rezaba: "Usted lleva ya demasiado tiempo con estos señores." Dirigiéndose a nosotros, sonrió: "Esto es lo que mi equipo me reprocha insistentemente, pero yo quiero contestar a vuestras preguntas. Tengo el equipo más capaz. No hay un solo playboy entre ellos, no se pasan el día tomando whisky ni andan de farra por las noches."
—¿Cuál es su principal objetivo como Presidente?
—Crear una vida mejor, más agradable y significativa para los 3.000 millones de habitantes del mundo. Tenemos un deber moral, un deber cristiano de cooperar con nuestros vecinos. Tenemos que hacerlo ahora, el mandato expira pronto.
—¿Hasta qué punto la crítica periodística molesta a un Presidente?
—La prensa me ayuda. Quiero sacarles de la cabeza la idea de que me preocupan algunos perros que me muerden los talones.
De pronto, cambió de tema. "Pienso que nuestra acción en el caso dominicano fue exitosa. Hora tras hora se desembarcaron tropas, evacuamos a 5.614 personas de 46 países diferentes, sin un sólo rasguño. Pero conseguimos que no surgiera otra Cuba. Lo dije, lo dije a todas las naciones que no vamos a sentarnos aquí, encima de nuestro trasero, y permitir que esa gente tome el mando. Se obtendrá una especie de acuerdo y se realizará una elección, que nunca hubiera permitido un gobierno comunista."
—¿Y Vietnam?
—Piensan [los comunistas] que hemos perdido, que pueden echarnos. Trece veces lancé ofensivas de paz, para que nos reuniéramos a negociar, y no sirvió de nada. Tenemos que mantenernos o retirarnos de Vietnam. Y haremos lo que sea necesario. Trataremos de rebajar al mínimo nuestras pérdidas y ejercer el máximo de restricciones. Simplemente, no podemos retirarnos. Eisenhower, como Presidente, prometió que los secundaríamos. El Senado aprobó, por 82 a 1, el Tratado de la SEATO. El Presidente Kennedy colocó 33.000 hombres en Vietnam, y yo más. Los comunistas envían tropas todas las semanas y nosotros tenemos que oponerles tropas. Tenemos que demostrarles nuestro poder, sin descuidarnos. Nadie lo sabe, pero Ike [Eisenhower] estuvo aquí dos veces en las últimas semanas; con él repasé nuestros planes y ha sido uno de nuestros mejores consejeros.
—¿Mejorarán las posiciones de USA, en Vietnam, con el fin de las lluvias?
—No creo que las cosas mejoren hasta que nuestros enemigos se convenzan de que no pueden vencer.
—¿Cómo serán convencidos?
—Poder. Poder en la tierra, poder en el aire, poder donde quiera sea necesario. Tenemos que hacerlo; así se convencerán de nuestra intención.
—¿Ha cambiado la Presidencia su vida personal?
—Estoy más al corriente que antes de los problemas de más personas. Me he vuelto más sensible a las injusticias que cometimos, por ejemplo, con los negros, porque hablo más a menudo con los negros. Me siento menos egoísta, un poco más humilde. Desde esta posición no se puede ir más alto y lo único que se desea hacer es lo correcto.
Según Johnson, "aquí se repite la noción de que las decisiones dependen del Presidente. No tengo problemas haciendo lo que corresponde; sí los tengo para saber qué cosa no corresponde. Quiero que la gente diga que éste es el más accesible de los 36 Presidentes norteamericanos."
Con esta observación, Lyndon Johnson caminó con nosotros hacia la puerta, conversando, nos estrechó la mano, y se dirigió hacia su oficina para una reunión final con sus colaboradores, antes de subir a unirse a sus huéspedes y cenar. 
PRIMERA PLANA
10 de agosto de 1965