U.R.S.S.
Preludio a cuatro manos

1er. aniversario de una sociedad
Breznev y Kossygin

 

 

 

 

 

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El 14 de octubre del año pasado llegó de Moscú la noticia que conmovió al mundo: Nikita Sergeyevich Kruschev, amo de todas las Rusias durante casi una década, fue echado sin contemplaciones de su puesto; lo reemplazaban, en el Kremlin, Leonid Breznev como Primer Secretario del Partido Comunista Soviético y Aleksei Kossygin como jefe del gobierno soviético. Desde entonces, la única sorpresa que proveyó la URSS es el hecho de que el dúo Breznev-Kossygin —al principio considerado poco menos que un régimen de transición permanezcan seguramente en el poder. Como lo revela el siguiente informe, la actuación del nuevo equipo del Kremlin se ve de una manera en Moscú, pero de manera muy distinta cuando se lo observa, con ventajas, desde Washington.
En la capital rusa, Robert J. Korengold, de Newsweek, conversó con diplomáticos, funcionarios del gobierno, artistas, periodistas y ciudadanos comunes para saber cómo juzgan los soviéticos a sus nuevos líderes. Su informe:
En los doce meses corridos desde que asumieron el poder, los nuevos amos del Kremlin se parecen cada vez menos a los laboriosos administradores que el Occidente suponía que fuesen; de más en más, formarían un equipo de hombres de mente clara y de resoluciones firmes, y que pueden permanecer en el poder mucho más tiempo de lo que se esperaba hace un año.
De hecho, decir —como los chinos— que Breznev y Kossygin están meramente practicando el kruschevismo sin Kruschev es como decir que Lyndon Johnson está practicando el kennedismo sin Kennedy. "Si hay un cambio en el nuevo régimen —dice un experimentado diplomático— es la solidez. Donde Kruschev solía atacar ciegamente a derecha e izquierda, y nunca se sabía qué esperar, el nuevo equipo sigue una línea clara y consistente en todo lo que dice y hace desde que está en el poder."
La situación que Breznev y Kossygin heredaron de Kruschev era casi catastrófica. La economía se arrastraba entre malas cosechas y una industria deficiente y burocratizada. En el extranjero, la guerra ideológica con Pekín y la creciente inquietud en los países del este de Europa, habían sumergido al campo comunista en un desesperanzado embrollo. Pero en los últimos doce meses el nuevo equipo del Kremlin dio los pasos necesarios para poner en orden la castigada economía rusa y para dar un nuevo brillo a su prestigio internacional.
Uno de los movimientos más inteligentes fue el unilateral cese de hostilidades en la guerra ideológica con los comunistas chinos. Al dejar que el régimen de Pekín continúe alardeando solo, Moscú no sólo recuperó cierta autoridad ante las naciones africanas y asiáticas, sino también una influencia determinante en Corea del Norte, que en los últimos tiempos parecía desviarse hacia la órbita China comunista. En Europa Oriental, el nuevo equipos ha logrado enmendar serios yerros políticos de Kruschev. Breznev y Kossygin parecen dispuestos a reconocer el derecho de otros partidos comunistas a disfrutar de alguna libertad frente a los dictados del Kremlin.
La guerra de Vietnam, por supuesto, congeló las relaciones Moscú-Washington. Pero los nuevos líderes soviéticos creen, muy obviamente, que el hielo se derretirá tan pronto como ese conflicto se arregle, y tomaron medidas para no tener que enfrentar dificultades de cualquier tipo con los Estados Unidos.
Aunque carecen del toque folklórico de Kruschev, los nuevos líderes condujeron una campaña metódica —con promisorios resultados— para ganar la estima del público soviético. Hubo, por ejemplo, un sincero esfuerzo para mejorar el impulso a la calidad y cantidad de las mercaderías y para reforzar el ineficiente servicio que hace de una compra o una cena afuera, una experiencia frustrante y consumidora de tiempo. Los restaurantes, las tiendas y los mandaderos trabajan más horas desde que B. y K. tomaron el poder, y la construcción —la necesidad más apremiante de la nación— tiene un nuevo ímpetu. En la agricultura, el nuevo equipo dio aliento al sector privado —que Kruschev trataba todavía de sofocar— y uno de los alentadores resultados fue la abundancia relativa de fruta fresca y verduras en los mercados a través de toda la Unión Soviética. "Nunca tuvimos tanto producto para vender como el año pasado —dijo el gerente de un mercado—. Me alegro de que él (Kruschev) se haya ido."
El mismo nuevo estilo de pensamiento puede observarse en el sector industrial, donde el Comité Central en pleno insistió en la exigencia de que se obtengan utilidades y se atenúe el planeamiento centralizado del gobierno.
Bajo Breznev y Kossygin, el Kremlin adopto lo que se parece a un nuevo punto de vista en su política con respecto a los artistas y escritores, —con los cuales el entrometido Kruschev estaba constantemente en guerra. "Nuestros límites son ahora mucho más amplios —dice un escritor soviético—. El partido mantendrá todavía una supervisión total de lo que se escribe, o representa, o muestra; pero el gusto personal de un solo hombre no impondrá un gusto uniforme."
Hay muy pocos signos exteriores de nostalgia por la partida de Kruschev. De hecho, la rapidez de su caída se iguala sólo a la velocidad con que lo olvidaron muchos de sus compatriotas. No se trata de que Breznev y Kossygin lo hayan suplantado en calidad de héroes, aunque el nuevo y sobrio estilo sea un alivio para muchos rusos. "Todos están más tranquilos ahora —comentó un canoso taxista de Moscú—. Tenemos tiempo de atender nuestros negocios y vivir sin preocuparnos mucho. No hay tantos discursos en los diarios y toda esa cháchara."
No han ocurrido purgas ni traspasos en la estructura del poder durante el año pasado. Los hombres que echaron a Kruschev son los que gobiernan un año después — aparentemente muy "colectivos" y muy convencidos de que se mantendrán allí durante algún tiempo.
No obstante todo esto, el nuevo régimen tiene un largo camino a seguir para probar sus méritos ante una población escéptica y acostumbrada a cambios periódicos en el Kremlin, a la degradación o rehabilitación de antiguos héroes, a largos años de promesas no cumplidas.
"Muy pocos van a sentir la partida de Kruschev, excepto les que creen tener una deuda con él por barrer algunas injusticias que se cometieron bajo Stalin —declaró con rudeza un maestro en Moscú—. Pero, en lo que concierne al pueblo, Breznev y Kossygin tendrán que hacer algo grande antes de que puedan transformarse en algo más que dos nombres para nosotros."
Desde Washington, una apreciación menos entusiasta de la conducción soviética provino de León Volkov, también de Newsweek, quien entrevistó a destacadas "Kremlinólogos" dentro y fuera del gobierno, así corrió a varios diplomáticos:
En esta peligrosa era nuclear, el estilo sobrio y estable de Breznev y Kossygin fue un bienvenido cambio después de los años de confrontación intermitentes bajo el imprevisible Kruschev. Pero hasta este momento, aquí se siente que este cambio fue, más que para Rusia, una bendición para el Oeste. Para bien o para mal, la imagen prevaleciente en Washington del nuevo equipo del Kremlin es la de la "indecisión" —en casa y en el exterior—. Ya para los Estados Unidos, esto significó principalmente una libertad virtual en Vietnam.
El presidente Johnson tendría mucho más trabajo escalonando la guerra de Vietnam si Kruschev estuviese aún en el poder —estima un fogueado diplomático—. "La gritería de Kruschev se hubiera oído hasta en el último rincón del mundo. Hubiera llevado el asunto a la UN y lo hubiera martillado sin tregua."
Breznev y Kossygin no hacen nada de esto. Fuera de protestas ocasionales contra la "agresión" norteamericana en Vietnam, la contribución más substancial del Kremlin a los norvietnamitas, hasta la fecha, fue la de los cohetes teledirigidos que retumban sobre Hanoi y que fallan notablemente en disuadir a los norteamericanos de sus diarios bombardeos en el norte de Vietnam.
En verdad, tan impasible se muestra Moscú frente a la posición norteamericana en ese país, que un experto de Washington comenta: "El Kremlin está haciendo exactamente lo opuesto a lo que hace de Gaulle. De Gaulle no tiene poder, pero actúa con la determinación de su poderío de primera clase. La Unión Soviética tiene un poder de primera clase, pero actúa como si poseyera uno de segunda". Moscú comete ahora, resumiendo, el mismo pecado del que se acusaba a Washington: reaccionar siempre, nunca tomar la iniciativa.
En Europa Oriental, también, Moscú dejó que la hierba creciera bajo sus pies. Las tendencias hacia la estabilidad económica y política, que comenzaron a manifestarse en el bloque satélite durante el gobierno de Kruschev, tomaron impulso bajo el régimen más tolerante de Breznev y Kossygin. "Kruschev era temido, pero también respetado —dice un diplomático de Europa Oriental—. Hasta ahora, Breznev y Kossygin no hicieron nada para que se les tema o se les respete. Están probándose a sí mismos, todavía."
Si Moscú puede jactarse de algunos triunfos diplomáticos durante el año pasado, los obtuvo, principalmente, en su lucha ideológica con la China comunista. En vez de continuar el intercambio de insultos con Pekín, el Kremlin cesó prudentemente de crear polémicas; deja que Pekín vocifere. Esto puede rendir dividendos a Moscú en los meses venideros, puesto que un número creciente de países afroasiáticos se están desencantando de la vana belicosidad de Pekín.
La actuación del nuevo equipo del Kremlin es, a los Ojos de Washington, francamente deslucida. La pobre cosecha de este año, que obligará una vez más a comprar trigo en el exterior, debe atribuirse, por supuesto, al tiempo y no a la conducción. Pero, en la industria, Breznev y Kossygin muestran timidez e incertidumbre, a pesar de la decisión de introducir un incentivo ligeramente capitalista para el trabajo, como medio de acrecentar la productividad. Su plan —si prueba su valía— parece particularmente oscuro para los expertos locales, puesto que, por una parte, reforzará el control del gobierno centralizado sobre la industria, mientras que por otra alentará la dirección del manejo local. Y para rematar todo esto, Washington está convencido de que Breznev y Kossygin fallaron totalmente en imponerse como líderes ante las masas rusas.
No hay ninguna evidencia de que uno de ellos quiera acaparar poder a costa de otra. En verdad, la opinión norteamericana es que ninguno podría o querría hacerlo. El interrogante local es si el sistema soviético puede ser exitosamente dirigido por dos hombres o por un grupo de ellos. El primer año de gobierno conjunto sugiere que el sistema de dos hombres no es eficaz, pero nadie sabe cómo se transformará el viejo sistema si, como parece probable, no se encuentra nada mejor en la sociedad comunista. La conducción, se estima en Washington, es el problema más crítico de la Unión Soviética. 
Copyright by Newsweek y Primera Plana.
26 de octubre de 1965
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