URSS
Por un camino serpenteante

 

 

 

 

 

 

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La semana pasada, por fin, un estadista soviético terminó normalmente su carrera. El armenio Anastas Mikoyan es el primero que abandona el círculo áulico sin ser arrojado por sus camaradas a las tinieblas exteriores. Estaba destinado a cumplir esta hazaña: en medio siglo de vida pública llegó a ser, para los rusos, un paradigma de la astucia, de la capacidad de maniobra, sin que ello implique desmedro para su coraje y resolución.
Mikoyan conoció a Stalin en un seminario de Tiflis; los padres de ambos habían soñado para ellos la retórica y glotona existencia de los popes ortodoxos. Juntos adhirieron a la fracción bolchevique (o leninista) del Partido Socialdemócrata y se incorporaron al comité central antes de la Revolución. Durante la guerra civil fue oficial en el estado mayor del georgiano.
Desde 1922, cuando un atentado postró a Lenín, el buen humor y la facundia populachera de Mikoyan ayudaron al Secretario del partido a crear la vasta maquinaria que en 1924, muerto el fundador, comenzó a reinar en la tierra de los Zares. Mientras educaba sus innatas virtudes para el comercio y se convertía en uno de los principales economistas soviéticos, integró las efímeras mayorías que liquidaron uno tras otro a Trotski, Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Djerjinski, Tujachevski. La tragedia era su elemento; pero su ancho rostro reía siempre.
Otra vez apareció en el grupo vencedor cuando, en 1953, el propio Stalin sufriría su liquidación póstuma. El discurso de Mikoyan contra el "culto de la personalidad" fue aún más audaz que el de Kruschev, puesto que no lo pronunció en sesión secreta del Congreso, sino, resueltamente, en público. En la década siguiente, durante la cual fueron eliminados el "grupo antipartido" (Molotov, Malenkov, Bulganin), la amenaza bonapartista (Zhukov) y el terror policial (Beria), llegó a ser, sin discusión, el segundo hombre de Rusia. Las frecuentes rectificaciones de política económica soslayaron su responsabilidad, que era patente, y se le encomendaron las más delicadas misiones en el exterior, desde Washington hasta Pekín y La Habana.
Fue su enfermedad, el año pasado, la que forzó su retiro a una posición honorífica. Propuesto por Kruschev, el 15 de julio fue elegido presidente del Presidium del Soviet Supremo, esto es Jefe del Estado, y continuó allí después de la destitución del obeso y dicharachero Primer Ministro. Ahora, relevado de esas funciones, podrá vivir sus últimos días pescando —su pasatiempo favorito— en las soleadas riberas del Mar Negro. No lo hizo antes, evidentemente, porque Breznev y Kosygin deseaban que pasara en el Kremlin su 70º cumpleaños, un rito siempre emotivo en los anales de la gerontocracia soviética. Lo festejó el mes pasado.
Ante los 1.500 diputados del Soviet Supremo (Parlamento), Mikoyan dijo el jueves pasado: "No todos saben que hace tres años fui operado, que estaba gravemente enfermo; ello se reflejó en mi actividad, que exigía frecuentes y prolongados viajes". Habló en voz baja, encorvado, con su acento armenio, y una penetrante emoción cundió en la sala. Todos se pusieron de pie para tributar una ovación al último sobreviviente de la vieja guardia.
Otro hombre enfermo lo sustituye: el ingeniero Nikolai Podgorny. Ocho años más joven, una lesión cardíaca lo excluye de la inevitable lucha por el poder. "Camaradas, os estoy agradecido y dedicaré todas mis fuerzas a justificar la confianza que me habéis dispensado", prometió. Esas fuerzas son precarias. Podgorny se desempeñaba nominalmente como Viceprimer Ministro y miembro del Presidium del Comité Central partidario. Los Viceprimeros Ministros son doce: hace un mes, cuando se otorgó ese rango al especialista petrolero Mijail Yefremov, de 54 años, era lógico pensar que ocuparía la vacante de Podgorny.
Estos cambios tienen una significación infinitamente menor que el repliegue de Alexander Shelepin, en quien algunos veían al nuevo "hombre fuerte" de la URSS que pondría fin, acaso, al interregno de Breznev y Kosygin, voceros de la jerarquía partidaria y gubernativa, respectivamente. Al parecer, este binomio prepara la reunión del XXIII Congreso (del Partido), en cuyo transcurso se verá si ambas funciones vuelven o no a concentrarse en la misma mano. Shelepin, de 46 años, procedente de la Policía Secreta, sigue en el Presidium del Comité Central, pero ya no es Viceprimer Ministro ni preside el Comité de Vigilancia partidario. Breznev explicó que Shelepin podrá atender mejor su trabajo, pero cabe sospechar que ha caído en desgracia. La semana anterior, el jefe del partido denunció algunos defectos en la labor del Comité de Vigilancia.
La decisión de elevar en un 5 por ciento (60.000 millones de rublos) el presupuesto militar, en vista de la renovada tensión internacional, debió de ser ingrata para los conductores de la economía soviética, preocupados por la caída del índice del producto bruto en los últimos años: es ahora del 4,5 por ciento anual, más o menos equivalente al coeficiente norteamericano. La ambición de alcanzar el nivel de desarrollo de los Estados Unidos en 1970 y de iniciar una década más tarde "la transición al comunismo" está sepultada entre tantas otras profecías del fantasioso Kruschev.
Consumada la división insuperable del mundo comunista, y bloqueado, por ahora, el desarrollo de la coexistencia con Occidente, la jerarquía soviética se halla ante una encrucijada, que se cifra, por cierto, en la política económica a seguir. En el último pleno del Comité Central, en, marzo, Breznev ha explicado que la URSS corrió el riesgo de un verdadero colapso por obra de los "experimentos" a que se entregaba Kruschev. Olvidó decir que el Primer Ministro siempre contaba para ello con una complaciente mayoría partidaria. Ese discurso es hoy un folleto que se vende en todos los quioscos del país, y el pueblo soviético se pregunta qué garantías le ofrece el régimen contra nuevos "experimentos" como los que emprenden Breznev y Kosygin, con el respaldo del mismo Comité Central. La tendencia actual consiste en mandar trabajar a los gerentes de las fábricas rusas con espíritu de lucro, de remuneración del capital invertido y creación de fondos para renovar el equipo, como las fábricas del mundo capitalista.
primera plana 
14/12/1965
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Milkoyan -Shelepin-Podgorny