Vietnam: La gran ilusión


 

 

 

 

 

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Sobre los 40 titulares del vespertino La Razón, correspondientes a este año, apenas 14 postergaron a Vietnam. Por supuesto, al subtítulo más importante. La guerra en el sudeste asiático alcanzó su plenitud en las últimas semanas. Las noticias imaginaban a USA, como una diestra ama de casa, con una escoba gigante barriendo el piso de Vietnam.
La información es excelente, los empedernidos corresponsales obtienen notas históricas, los fotógrafos registran la acción precisa, pero las miradas convergen sobre los editoriales de laboratorio que auguran el porvenir de la guerra. Nada más estéril. Las reglas de juego están confundidas. El Vietcong propone varios frentes para debilitar al enemigo; el enemigo ambiciona varios frentes para extender su política de globalismo. La dialéctica muere por su propia boca.
Tal vez, otra tarea impotente, aunque mejor recompensada, es la de U Thant, el Secretario de las Naciones Unidas. Durante una semana visitó Nueva Delhi, Moscú, Londres y París. En esta ciudad encontró la cita prometida. Mai Van Bo, jefe de la misión de Vietnam del Norte en Francia, es el más alto diplomático de Hanoi en Occidente y, en consecuencia, la persona idónea para fijar la posición de Vitenam del Norte en el conflicto. Al parecer, la conferencia fue deficitaria para la paz. Sin embargo, otro viaje alumbraba una contradicción más feliz: se supone que la semana pasada, un enviado especial del Presidente Johnson aterrizó en Hanoi para discutir con el patriarca Ho Chi Minh o con alguno de sus adláteres.
Entretanto, la política exterior de Francia, que no repara en Montaigne y ni siquiera en Maquiavelo, sugería, por intermedio de Maurice Couve de Murville: "El Gobierno más representativo de Vietnam del Sur debe participar de las negociaciones de paz". La alusión era obvia: Francia considera que el Vietcong representa realmente a Vietnam del Sur. Estas idas y venidas entre Vietnam del Norte y los Estados Unidos permiten un diálogo, aunque indirecto. Según algunas fuentes, el mismo que existió durante la avalancha del Vietcong y que hizo demorar a Johnson la orden para volver a. bombardear Hanoi y Haipong. El Presidente busca una salida antes de las elecciones y, además, ya no cree en los diagnósticos estratégicos de su Estado Mayor. t
En Washington muchos piensan igual. Robert Kennedy iluminó un discurso real e inflexible. El humor reaparece en las situaciones declinantes. Las célebres encuestas de Louis Harris sobre los candidatos a las elecciones arrojaba, este saldo; Nixon gana en 20 estados, Romney en 5 y el Vietcong triunfa en el resto. Pero este flanco cruel no elimina los drásticos sentimientos de muchos norteamericanos. "Nuestro país está impulsado a un encuentro negativo con la historia en las heridas montañas de Asia", es la conciencia. Los generales aseguran que todo saldrá bien, pero son los mismos que se equivocaron recientemente.
Una de sus últimas decisiones, el martes 13, fue enviar 10.500 soldados más al Vietnam. El Subsecretario de Defensa, Phil Gouling, dio la cara: "Es una póliza de seguro, nada más. Hay que tener en cuenta al peligroso enemigo. Al fin, con esta remesa no se aumenta la cifra autorizada de 525.000 soldados". Sin embargo, algunos insidiosos comparaban la cantidad del envío con la cantidad de bajas.
Saigón es un mapa lleno de brotes rojos y de urticarias. Al menos ésa es la imagen que transfiere un croquis de la capital survietnamita en la sala de situación. Pero allí, ahora, la tranquilidad permite asomar la cabeza. En cambio, en Hue, el clima es distinto. Aunque los B-52 descargaron bombas también en Saigón, las partidas a la capital imperial eran triples. Al fin de la semana pasada, con fuego de aire, mar y tierra, los norteamericanos no podían acabar con 400 guerrilleros apostados en la fortaleza de la ciudad. Un oficial comentó: "Es terrible. En 3 días avanzamos 70 metros".
Si el cerco sobre el baluarte del Vietcong en Hue es aterrador, las maniobras del Vietcong en torno de la base de Ke Sann son parecidas. A pesar de los bombardeos para desalojar la presión, los guerrilleros se hacían más fuertes y, el viernes pasado, capturaban la ciudad de Saravane, en Laos, a 100 kilómetros de Ke Sann. Pero algunos militares retirados se muestran suspicaces sobre la publicitada ofensiva de los guerrilleros sobre Ke Sann: "Es una treta para cubrir otros ataques".

El cambio de generales
Dos días antes de la 'blitzkrieg' del Vietcong, es decir el 23 de enero, en algunas calles de Saigón aparecieron inmensas banderas rojas. Los funcionarios de la inteligencia norteamericana no le dieron importancia. Sin duda, no sabían historia: era el homenaje a la batalla de Dong Da, la famosa victoria vietnamita sobre los amos chinos. Fue en 1788 y durante el Tet, (nuevo año lunar del Vietnam). Doscientos veinte años después y en la misma época del año, el Vietcong lanzó su ataque masivo. 
En realidad, la ofensiva nació clandestinamente el 15 de enero, en la selva. La decidió el Presidium del Frente de Liberación Nacional, dirigido por el abogado Nguyen U Tho, Presidente del Vietcong, y dos venerables religiosos: Nguyen Van Ngoi, 'cao-daista', y Thom Me The Nehm, budista. La reunión restringió la ausencia de dos dignatarios Católicos, integrantes del Comité Central.
"Luego, del shock de Junction City, a principios de 1967, los norteamericanos perdieron la iniciativa. La batalla de Loc Ninh fue el preludio de una ofensiva general. Ha sonado la hora", exclamó U Tho. El plan se basó en la multiplicidad de los frentes, pero no sólo militares. Las huelgas y las agitaciones estudiantiles maduraron una situación: también había que atacar política y psicológicamente.
Éxito total. Johnson exigió la firma de sus militares garantizando Ke Sann; el general Creighton Abrams debió tomar el control personal de las tropas en las provincial del norte de Vietnam del Sur. La estructura político-administrativa del Gobierno de Saigón fue destruida. Éstas son apenas tres d las mayares bajas aliadas, aunque tal vez las consecuencias más nefastas son objeto de investigación. Sin embargo, el desastre aterrizó sobre el programa de pacificación survietnamita y sobre el prestigio de un hombre: William Westmoreland.
La conclusión final de los expertos de USA en contraguerrilla coincide en romper la captación de las guerrillas en el campo. Según ellos, es la llave de los sucesos en Vietnam. El mandato casi abstracto, en forma de violencia, que el Vietcong desató sobre las ciudades obligó a la concentración de fuerzas, desintegrando el poder militar en las áreas rurales. Hasta ese momento las tropas eran el escudo que paralizaba el desenvolvimiento rebelde, mientras aportaba solvencia a las doctrinas democráticas de USA esgrimidas por consejeros civiles. El vacío de poder en el campo consolida la simpatía, por muchos ya adquirida, en favor de los partidos revolucionarios. Un pacificador de USA reconoció: "Nos alejamos de nuestra meta por un largo tiempo".
Esa opinión no la comparte, en el terreno militar, el general Westmoreland. El jueves pasado un funcionario de la Presidencia de los Estados Unidos solidificó la plena confianza del Gobierno en Westy. Era una forma de desvirtuar rumores.
En agosto de 1964, cuando el general tomó el mando de las tropas en Vietnam, el Ejército survietnamita estaba en crisis. Su decisión fue inmediata: llovieron soldados y oficiales norteamericanos sobre Vietnam y, desde ese momento, USA comanda la dirección estratégica de la guerra. Las derrotas inminentes fueron salvadas, pero el espíritu y la iniciativa de las fuerzas survietnamitas se convirtieron en caos. Tanto, que la última semana una sospecha rasgaba las fibras norteamericanas: durante la lucha ciertas unidades survietnamitas
buscaron un modus vivendi con el Vietcong.
Sus compañeros del Pentágono aprobaron sus fórmulas, no sólo en la conducción, sino en la táctica de la guerra. Pero a poco lo objetaron: siente, dicen, una excesiva confianza en la tecnología, tanto como en la ingenuidad militar. Ya se lo compara con el general francés Henri Navarre, el agresivo Comandante, cuyos falsos cálculos acerca de la capacidad del enemigo fueron responsables de la humillación francesa en Indochina, hace catorce años. Especialmente, desde que Westy pronunció: "Destruimos más enemigos en una semana, que nuestras pérdidas en 7 años. Hemos dado vuelta la mesa".
Un ex Colaborador militar anunció drásticamente: "Es tiempo de cambiar generales, como Lincoln. Así se superó el estancamiento de la guerra civil. Es necesario enviar a Vietnam a un nuevo comandante, capaz de diseñar una estrategia ganadora". Un oficial survietnamita explicó mejor la situación: "Estados Unidos hace una guerra de ricos y ningún otro jefe se hubiera comportado diferente; además, ninguno se atrevería a cambiar el sistema". En realidad, hasta el raid de los comunistas Westmoreland no tenía, razones para transformar sus métodos.
La guerra de Vietnam, sometida a millares de especulaciones, no tiene un fin cercano para los desvalidos y refugiados. Sus hogares arden y su única chance es amontonarse al amparo de las iglesias o de las pagodas. Por simple efecto de los acontecimientos, los rivales deben cavilar.
20/02/1968
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