Como los dientes y los labios
Johnson, Rusk y McNamara - Bob Dylan
y Joan Baez - La Pira
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El Oriente estalla, arde la violencia,
las balas silban;
tú eres bastante joven para matar,
pero no para votar;
si no crees en la guerra,
¿qué haces con ese fusil?
Es Bob Dylan, 22 años, con el cabello derramado sobre su saco de cuero, y en sus ojos un furor que se
apacigua en la camisa guayabera abierta sobre el pecho. Un día tomó la guitarra eléctrica y se plegó al
frenesí del rock. Pero donde los cantores de su generación gimen: "Tú que te vas" o "Cuando ella
vuelva", Bob pellizca su guitarra y cuenta de los arrozales del Vietnam, de muchachitos
norteamericanos que mueren allá lejos y de otros que luchan en su país contra la guerra.
Millares de ellos, en sus manifestaciones callejeras, entonan las canciones de Bob Dylan o de sus
discípulos, que ya los tiene.
El movimiento pacifista continúa embraveciéndose en los Estados Unidos y ya se observa en el
comportamiento del gobierno cierta preocupación por eludir sus ataques. Ningún hecho más revelador,
en ese aspecto, que la historia del pedido de negociaciones lanzado por Ho Chi Minh y luego
desmentido por Radio Hanoi.
Los cuatro puntos
El 17 de diciembre, un influyente diario de provincias, el St. Louis Post Dispatch, indicaba veladamente
que existieron "contactos secretos" entre USA y el gobierno de Hanoi; pero añadía que la Casa Blanca
habla "rechazado" las proposiciones de paz. La posición de Johnson —que públicamente no cesó de
ofrecer negociaciones "incondicionales"— se tornaba incómoda.
Los consejeros del Presidente estudiaron el caso y decidieron que convenía hacer frente sin tardanza a
la ofensiva "pacifista". Antes fue preciso allanar las diferencias que se habían suscitado entre ellos,
porque algunos pretendían que la oferta de Ho Chi Minh era pura propaganda, y otros se inclinaban a
pensar que el líder comunista comprendió por fin la lección que trataban de inculcarle los continuos
bombardeos y desembarcos norteamericanos.
El Departamento de Estado reconoció, pues, que la noticia era verídica. La propuesta de Hanoi había
sido transmitida por el Ministro de Relaciones Exteriores italiano, Amintore Fanfani, en su carácter de
presidente de la Asamblea de la UN. Fanfani había sido abordado por dos personalidades de su país
que en el mes de octubre visitaron Vietnam del Norte: el ex alcalde de Florencia Giorgio La Pira,
notorio católico de izquierda, y un profesor universitario de la misma ciudad.
Después de lo cual el Departamento de Estado advertía a la opinión pública que se trataba de un
simple "sondeo" y que la comunicación estaba formulaba en los términos más ambiguos. No ha sido
rechazada, agregó: sólo se han pedido aclaraciones.
Se deseaba saber si la referencia a los "cuatro puntos" mencionados por Ho Chi Minh, relativos a los
acuerdos de Ginebra (que en 1954 dividieron en dos al Vietnam), debía entenderse como una
ratificación de anteriores propuestas del gobierno de Hanoi. Hace unos meses, la propaganda
comunista había recordado ya esos cuatro puntos: uno de ellos significaba, a su juicio, la retirada
previa de toda fuerza extranjera.
El espíritu de Navidad
Esta decisión de Washington tuvo una consecuencia no prevista, salvo por algún consejero
verdaderamente astuto: la agencia de prensa norvietnamita declaró de pronto que todo era "mera
impostura sin fundamento". Obviamente, Ho Chi Minh pretendía que el secreto cubriera los primeros
pasos de la negociación; viéndose descubierto, la negó.
Los partidarios de acentuar la presión sobre el régimen de Hanoi, hasta que deponga su exigencia de
la previa evacuación por las fuerzas norteamericanas, pudieron lanzar un suspiro de alivio. Los
pacifistas se aprestaban a explotar al máximo una angustiosa exhortación de Paulo VI.
Ante la muchedumbre reunida en la plaza de San Pedro para la tradicional bendición del mediodía, el
Papa no titubeó en hacer valer su autoridad moral, riesgosamente probada con su aparición en la
tribuna de la UN, el 4 de octubre.
Los comunistas habían ofrecido sutilmente una tregua de Navidad, fiesta de escasa relevancia en un
país de mayoría budista. Era, en cierto modo, una muestra de aprecio a los soldados norteamericanos.
El Pontífice recomendaba a la sabiduría y compasión de los jefes de Estado responsables —esto es,
al Presidente Johnson— que ofreciera una prueba de acatamiento al "espíritu de Navidad"; proponía,
además, que al cese del fuego siguieran las negociaciones para un armisticio duradero. Mientras
continúen las hostilidades, que cuestan tantas vidas militares y civiles, "crece el peligro de una guerra
más vasta".
En Italia, la actitud de Fanfani —y, sobre todo, la de La Pira— habían desatado el furor de los círculos
conservadores. Pero Pablo VI los detuvo en seco. "Aplaudimos —dijo— a aquellos que laboran
lealmente por poner fin al conflicto". El jefe liberal Giovanni Malagodi, que había calificado de
"estúpido" a La Pira, prefirió esta vez guardar silencio.
El mensaje del Papa —al que se asoció explícitamente el secretario general de la UN, U Thant—
representa el punto culminante de un proceso internacional que destaca el considerable aislamiento en
que se encuentra la política vietnamita del Presidente Johnson.
Dos de los tres estadistas que lo visitaron la semana anterior formularon sus reservas; el Presidente
Ayub Khan, de Pakistán, y el Primer Ministro Inglés, Harold Wilson.
En cambio, el Canciller Ludwig Erhard, de Alemania, prefirió omitir el tema de la guerra en el Vietnam.
Conviene recordar que de Gaulle sostiene, imperturbable, la necesidad de neutralizar el sudeste
asiático, y que el martes 21 Wilson anunció en los Comunes un viaje suyo a Moscú para fines de
febrero.
Sin duda, el jefe laborista insistirá ante los dirigentes de la URSS para que se unan a Gran Bretaña
—ambas potencias, co-presidentes de la reunión ginebrina de 1984, se atribuyen una responsabilidad
especial en Vietnam— en un nuevo esfuerzo de paz. La reciente visita de su Ministro de Relaciones
Exteriores, Michael Stewart, habría revelado algunas hendijas en la aparente intransigencia soviética.
El furor chino
La interpretación de la actitud de Ho Chi Minh dejó de ser incierta cuando el Primer Ministro chino,
Chou En-lai, censuró rudamente a los pacifistas. Imposible, a su juicio, tratar con USA: su alegada
disposición a discutir condiciones de paz es una treta, sólo se trata de disimular sus preparativos para
ampliar la guerra.
En cuanto al pueblo chino, "esté preparado desde hace tiempo. Si el imperialismo norteamericano
insiste en tener otra prueba de fuerza (con nosotros), China aceptará resueltamente el desafío y luchará
hasta el fin. Como vecinos fraternales, estrechamente unidos al pueblo vietnamita como los labios y los
dientes, el gobierno chino y 660 millones de almas apoyan firmemente al Vietnam en su lucha contra la
agresión de los Estados Unidos".
Estaba claro que el caudillo de Hanoi intentaba negociar subrepticiamente, a espaldas de su poderoso
aliado y tal vea instigado por la URSS. Chou En-lai le recordaba que Vietnam no es vecino de Rusia
sino de China: "como los dientes y los labios".
Para no morderse los labios, quizá, Ho Chi Minh ha vuelto a callar. Esta podría ser una nueva copla de
Bob Dylan; pero los pacifistas no suelen estar fuertes en política.
PRIMERA PLANA
28 de diciembre de 1965
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