Como los dientes y los labios


Johnson,  Rusk y McNamara - Bob Dylan y Joan Baez - La Pira

 

 

 

 

 

OTRAS CRÓNICAS INTERNACIONALES

URSS 50 años después (1967)
Rhodesia, una independencia que significa opresión
Del golpe a la revolución
Francia y De Gaulle
El día que liberaron al amor
Chile, por una suave izquierda
Las dos alemanias. Un muro, vergüenza de europa
Nixon, el poder y la gloria
Ya se logró el tratado, ahora falta la paz Egipto - Israel Jimmy Carter
Uganda, el previsible final de Idi Amín
El Oriente estalla, arde la violencia,
las balas silban;
tú eres bastante joven para matar,
pero no para votar;
si no crees en la guerra,
¿qué haces con ese fusil?
Es Bob Dylan, 22 años, con el cabello derramado sobre su saco de cuero, y en sus ojos un furor que se apacigua en la camisa guayabera abierta sobre el pecho. Un día tomó la guitarra eléctrica y se plegó al frenesí del rock. Pero donde los cantores de su generación gimen: "Tú que te vas" o "Cuando ella vuelva", Bob pellizca su guitarra y cuenta de los arrozales del Vietnam, de muchachitos norteamericanos que mueren allá lejos y de otros que luchan en su país contra la guerra.
Millares de ellos, en sus manifestaciones callejeras, entonan las canciones de Bob Dylan o de sus discípulos, que ya los tiene.
El movimiento pacifista continúa embraveciéndose en los Estados Unidos y ya se observa en el comportamiento del gobierno cierta preocupación por eludir sus ataques. Ningún hecho más revelador, en ese aspecto, que la historia del pedido de negociaciones lanzado por Ho Chi Minh y luego desmentido por Radio Hanoi.

Los cuatro puntos
El 17 de diciembre, un influyente diario de provincias, el St. Louis Post Dispatch, indicaba veladamente que existieron "contactos secretos" entre USA y el gobierno de Hanoi; pero añadía que la Casa Blanca habla "rechazado" las proposiciones de paz. La posición de Johnson —que públicamente no cesó de ofrecer negociaciones "incondicionales"— se tornaba incómoda.
Los consejeros del Presidente estudiaron el caso y decidieron que convenía hacer frente sin tardanza a la ofensiva "pacifista". Antes fue preciso allanar las diferencias que se habían suscitado entre ellos, porque algunos pretendían que la oferta de Ho Chi Minh era pura propaganda, y otros se inclinaban a pensar que el líder comunista comprendió por fin la lección que trataban de inculcarle los continuos bombardeos y desembarcos norteamericanos.
El Departamento de Estado reconoció, pues, que la noticia era verídica. La propuesta de Hanoi había sido transmitida por el Ministro de Relaciones Exteriores italiano, Amintore Fanfani, en su carácter de presidente de la Asamblea de la UN. Fanfani había sido abordado por dos personalidades de su país que en el mes de octubre visitaron Vietnam del Norte: el ex alcalde de Florencia Giorgio La Pira, notorio católico de izquierda, y un profesor universitario de la misma ciudad.
Después de lo cual el Departamento de Estado advertía a la opinión pública que se trataba de un simple "sondeo" y que la comunicación estaba formulaba en los términos más ambiguos. No ha sido rechazada, agregó: sólo se han pedido aclaraciones.
Se deseaba saber si la referencia a los "cuatro puntos" mencionados por Ho Chi Minh, relativos a los acuerdos de Ginebra (que en 1954 dividieron en dos al Vietnam), debía entenderse como una ratificación de anteriores propuestas del gobierno de Hanoi. Hace unos meses, la propaganda comunista había recordado ya esos cuatro puntos: uno de ellos significaba, a su juicio, la retirada previa de toda fuerza extranjera.

El espíritu de Navidad
Esta decisión de Washington tuvo una consecuencia no prevista, salvo por algún consejero verdaderamente astuto: la agencia de prensa norvietnamita declaró de pronto que todo era "mera impostura sin fundamento". Obviamente, Ho Chi Minh pretendía que el secreto cubriera los primeros pasos de la negociación; viéndose descubierto, la negó.
Los partidarios de acentuar la presión sobre el régimen de Hanoi, hasta que deponga su exigencia de la previa evacuación por las fuerzas norteamericanas, pudieron lanzar un suspiro de alivio. Los pacifistas se aprestaban a explotar al máximo una angustiosa exhortación de Paulo VI.
Ante la muchedumbre reunida en la plaza de San Pedro para la tradicional bendición del mediodía, el Papa no titubeó en hacer valer su autoridad moral, riesgosamente probada con su aparición en la tribuna de la UN, el 4 de octubre.
Los comunistas habían ofrecido sutilmente una tregua de Navidad, fiesta de escasa relevancia en un país de mayoría budista. Era, en cierto modo, una muestra de aprecio a los soldados norteamericanos. 
El Pontífice recomendaba a la sabiduría y compasión de los jefes de Estado responsables —esto es, al Presidente Johnson— que ofreciera una prueba de acatamiento al "espíritu de Navidad"; proponía, además, que al cese del fuego siguieran las negociaciones para un armisticio duradero. Mientras continúen las hostilidades, que cuestan tantas vidas militares y civiles, "crece el peligro de una guerra más vasta".
En Italia, la actitud de Fanfani —y, sobre todo, la de La Pira— habían desatado el furor de los círculos conservadores. Pero Pablo VI los detuvo en seco. "Aplaudimos —dijo— a aquellos que laboran lealmente por poner fin al conflicto". El jefe liberal Giovanni Malagodi, que había calificado de "estúpido" a La Pira, prefirió esta vez guardar silencio.
El mensaje del Papa —al que se asoció explícitamente el secretario general de la UN, U Thant— representa el punto culminante de un proceso internacional que destaca el considerable aislamiento en que se encuentra la política vietnamita del Presidente Johnson.
Dos de los tres estadistas que lo visitaron la semana anterior formularon sus reservas; el Presidente Ayub Khan, de Pakistán, y el Primer Ministro Inglés, Harold Wilson. En cambio, el Canciller Ludwig Erhard, de Alemania, prefirió omitir el tema de la guerra en el Vietnam.
Conviene recordar que de Gaulle sostiene, imperturbable, la necesidad de neutralizar el sudeste asiático, y que el martes 21 Wilson anunció en los Comunes un viaje suyo a Moscú para fines de febrero.
Sin duda, el jefe laborista insistirá ante los dirigentes de la URSS para que se unan a Gran Bretaña —ambas potencias, co-presidentes de la reunión ginebrina de 1984, se atribuyen una responsabilidad especial en Vietnam— en un nuevo esfuerzo de paz. La reciente visita de su Ministro de Relaciones Exteriores, Michael Stewart, habría revelado algunas hendijas en la aparente intransigencia soviética.

El furor chino
La interpretación de la actitud de Ho Chi Minh dejó de ser incierta cuando el Primer Ministro chino, Chou En-lai, censuró rudamente a los pacifistas. Imposible, a su juicio, tratar con USA: su alegada disposición a discutir condiciones de paz es una treta, sólo se trata de disimular sus preparativos para ampliar la guerra.
En cuanto al pueblo chino, "esté preparado desde hace tiempo. Si el imperialismo norteamericano insiste en tener otra prueba de fuerza (con nosotros), China aceptará resueltamente el desafío y luchará hasta el fin. Como vecinos fraternales, estrechamente unidos al pueblo vietnamita como los labios y los dientes, el gobierno chino y 660 millones de almas apoyan firmemente al Vietnam en su lucha contra la agresión de los Estados Unidos".
Estaba claro que el caudillo de Hanoi intentaba negociar subrepticiamente, a espaldas de su poderoso aliado y tal vea instigado por la URSS. Chou En-lai le recordaba que Vietnam no es vecino de Rusia sino de China: "como los dientes y los labios".
Para no morderse los labios, quizá, Ho Chi Minh ha vuelto a callar. Esta podría ser una nueva copla de Bob Dylan; pero los pacifistas no suelen estar fuertes en política.
PRIMERA PLANA
28 de diciembre de 1965
Vamos al revistero