Yugoslavia: A imagen y semejanza de Tito

Sin la Segunda Guerra, quizá el agitador comunista Josip Broz no hubiera alcanzado el dominio de Yugoslavia, Pero la Segunda Guerra, encontró en él al más efectivo jefe de la resistencia: en abril de 1945, cuando concluyó la liberación de su país, Tito había tomado las necesarias precauciones para que nadie le disputara la conducción gubernamental.
Al poco tiempo —se cumplen ahora 20 años— era nombrado Primer Ministro de una improvisada Regencia a la que el Rey Pedro transfirió todos sus poderes. Y al extinguirse 1945, esos poderes estaban definitivamente en manos de quien fue soldado del Ejército Rojo.
Las tropas italianas llevaron la contienda a Yugoslavia, al profanar sus fronteras en octubre de 1940. Sin embargo, sólo después de la invasión alemana a la Unión Soviética, en junio de 1941, y presionado por el Comintern, Josip Broz organizó sus cuerpos de guerrilleros.
En mayo de 1944, escapó a una trampa tendida por paracaidistas nazis; en agosto, conferenció en Italia con el alto mando aliado del Mediterráneo y con Winston Churchill. Semanas más tarde, viajó clandestinamente a Moscú y conoció a Stalin, La visita, repetida en 1945, ya investido de la dirección del gobierno, confirmó el camino elegido por Tito.

En estas dos décadas, la figura de Josip Broz varió tanto como la orientación de su política. En el siguiente artículo, Robert Sherrod, del Saturday Evening Post (el segundo periodista occidental a quien Tito concedió entrevista, en los últimos siete años), observa la Yugoslavia de hoy a la luz de las declaraciones de su Presidente.

 





pie de fotos
-Tito en su casa, la vida feliz
-Con Eisenhower, en Nueva York (verano de 1960), seamos buenos amigos
-El ex guerrillero con Sherrod

 



CON un gesto de irritación, el presidente Tito rechazó mi sugestión de quitar la palabra comunista al nombre de su partido y cambiarla por otra que pudiese simplificar algunos de los problemas con Estados Unidos. Creo que por un instante se arrepintió de haberme concedido la entrevista, pero optó por responder muy calmo: "No veo por qué sería necesario cambiar un nombre que no fuera del agrado de Occidente, Este no es un problema de forma sino de fondo,"
Pero, ¿cuál es el fondo del comunismo de Tito? Para el movimiento derechista de los Jóvenes Americanos por la Paz, de Fort Wayne, Indiana, la respuesta es simple: "Tito es un comunista acérrimo y debería serle prohibido el contacto con el mundo libre." También llegaron a idéntica conclusión los funcionarios municipales de Mobile (Alabama), Greenville (Carolina del Sur) y Colombus (Georgia), quienes obligan a pagar mil dólares a los comerciantes que venden productos manufacturados a Yugoslavia u otros países comunistas. Por su parte, el Congreso norteamericano engrosó las filas del movimiento "Al diablo con Tito" cuando votó el retiro de toda ayuda y beneficios de comercio mutuo con ese país, de acuerdo con la política aplicada a los gobiernos controlados por los comunistas.
Como bien dijo Tito, Yugoslavia está evidentemente controlada por los comunistas, y su intención es que continúe así en el futuro. Pero en ese país balcánico encontré que los vientos de libertad soplan más fuerte que en cualquier otro país del mundo comunista. No es un ventarrón, sino una suave
brisa que ha refrescado algunos aspectos inesperados. Cuando llegué al hotel Metropol, en Belgrado, encontré que podía comprar los periódicos de Londres y Nueva York, mientras que en otros países comunistas (salvo Polonia) la prensa libre es mal recibida. Moscú sólo admite al Daily Worker. Los yugoslavos escuchan la Voz de América sin interferencias y su gobierno permite a los servicios de información de Estados Unidos mantener librerías en Belgrado, Zagreb y Sarajevo, donde los escaparates desbordan de libros y revistas occidentales.
Pude visitar algunos hogares yugoslavos donde me hablaron con vehemencia contra el régimen comunista, sin temor a recibir una visita de la policía secreta en horas de la noche. Por todos lados descubrí que Yugoslavia es un país comunista diferente. Desde hace algún tiempo, los aviones de la Pan American hacen escala dos veces por semana en esta capital: fue ésta la primera vez que una línea aérea norteamericana penetraba en la famosa cortina de hierro. En la costa dálmata, la Riviera yugoslava, se filmó una coproducción británico-americana (Los buques largos), que atrajo a más de 5.000 turistas estadounidenses en 1964.

La versión de Tito
Durante mi estada de un mes vi a Tito tres veces: en una sesión conjunta del parlamento; durante el desfile del primero de mayo (donde 40 mil personas cantaban "Tito es nuestro héroe") y en la entrevista que me concedió. Fue a las nueve de la mañana de un día grisáceo, en su villa, de dos pisos de estuco marrón, en Dedinje, suburbio de Belgrado, donde está ubicada la más modesta de las 17 casas y palacios a disposición del presidente yugoslavo. Tras esperar unos minutos en una habitación pesadamente alfombrada, apareció Tito, Bajo, corpulento, con ojos gris azulados intensos y cabello castaño entrecano, exhibía el rostro de quien ha visto mucho y soportado el peligro. Podría tener 55 años en vez de 73. Tenía un traje color gris pizarra y una corbata verde prendida a su camisa con un alfiler de dos brillantes. En el meñique de la mano izquierda ostentaba el famoso anillo comprado en 1937 con los rublos que le pagaron los rusos por traducir al servocroata la Historia del Partido Comunista.
Tito me estrechó fuertemente la mano, y pasamos a una habitación contigua con dos enormes arañas y una gran mesa de roble. En un rincón estaba su escritorio, rodeado de muebles tapizados en terciopelo castaño. Nos sentamos y mi grabador comenzó a funcionar. El profesor Petlishka ofició de intérprete junto al presidente. "El habla inglés inglés y no inglés americanizado", aclaró Tito sonriendo mientras se servía un vasito de slivovitsa.
El empeoramiento de las relaciones con Estados Unidos había cuadruplicado los impuestos a los muebles yugoslavos importados, duplicado los recargos al plomo y triplicado los del tabaco. ¿Qué versión daría Tito de todo esto?
"Cuando hablamos de las relaciones entre mi país y Estados Unidos creo que, en lo que a nosotros respecta, nunca se pusieron en duda nuestras buenas disposiciones y nuestra cooperación con los norteamericanos", respondió Tito. "En mi opinión, lo que aquí sucede es que hay una gran desconfianza por parte de algunos núcleos americanos con respecto a cada acto del gobierno yugoslavo y a cada actividad emprendida por Yugoslavia. Lo sentimos mucho. Sin embargo, pienso que el tiempo demostrará que esta visión de las cosas ha sido incorrecta. El gobierno yugoslavo desea mantener buenas relaciones con el gobierno de Estados Unidos. Hemos subrayado esto repetidas veces, comunicándolo directamente a los representantes norteamericanos. Por ejemplo, cuando se tomó la decisión de abolir la cláusula de nación más favorecida en comercio, con respecto a Yugoslavia, no dramatizamos mucho, pues consideramos que el gobierno de Estados Unidos no puede ser tenido como responsable de todo. Desde entonces, las cosas han estado notablemente más tranquilas."
Más importantes aún fueron sus actitudes con respecto a la Unión Soviética, que estuvieron elaborándose durante medio siglo. Para entenderlas mejor estuve averiguando todo lo posible acerca de la historia de Tito. Volé a Zagreb, capital de Croacia y segunda ciudad, alquilé un Fiat yugoslavo y viajé al noreste por la nueva autopista. Pasé por prolijas chacras que se trepan a los costados por las laderas de los cerros. Tras una hora de viaje llegué a Kumrovec (400 habitantes), donde nació Josip, séptimo hijo de los 15 que tuvo Frankjo Broz durante el oscuro pasado, cuando Croacia todavía formaba parte del imperio austrohúngaro de los Habsburgo. (Josip Broz pasaba los cuarenta cuando adoptó el seudónimo de Tito: era el último de los muchos nombres que usó en la clandestinidad comunista.)
El hogar de los Broz no ha cambiado desde el nacimiento de Josip, en 1892: una casita encalada, techada con tejas, con un desván donde dormían los niños. A un costado, un bronce recuerda a Tito como líder de los guerrilleros de la Segunda Guerra, esculpido por el yugoslavo Antún Augustincic, autor del monumento a la paz emplazado frente al edificio de las Naciones Unidas. La cuna del pequeño Josip, tallada a mano, permanece intacta. Una caja de vidrio con la Sagrada Familia modelada en cera cuelga de la pared y una etiqueta la identifica: "Jesús, María y José". La madre era muy católica y Josip también; pero a los doce años un cura lo abofeteó y jamás volvió a misa. En otra habitación hay fotografías de niño, de la adolescencia y de la turbulenta juventud, cuando su comunismo fue penado con la cárcel por el rey Alejandro. Otras lo muestran acaudillando a los guerrilleros y un gran cartelón, donde los nazis ofrecen 100.000 marcos por su cabeza, pende de la pared.
Durante la Segunda Guerra, Tito peleó contra alemanes, italianos y los Chetniks de Mihailovic que actuaban en combinación con grupos yugoslavos apoyados por el Eje. Heinrich Himler se lamentó, en 1944, "de no tener una docena de Titos en Alemania".
Un millón y medio de yugoslavos murieron en la Segunda Guerra; el 10 por ciento de una población que padeció, por ejemplo, la matanza de siete mil escolares, en Kragujevac.
Repetidamente Tito pidió ayuda a Rusia. En su juventud, después de servir en el ejército austrohúngaro como sargento mayor, fue capturado y herido por los soldados del zar y pasó cinco años en Rusia. Allí conoció a su primera esposa y se convirtió al comunismo. Entre las dos guerras sirvió a esa causa por toda Europa, utilizando decenas de nombres y documentos falsos y alternando media docena de idiomas. Simuló ser un elegante ingeniero y un adusto comerciante. Pero Moscú desoyó sus ruegos durante la guerra, y tuvo que pelear con armas robadas a los nazis. Cuando el Ejército Rojo llegó a tiempo para tomar Belgrado, cometió 1219 violaciones y un centenar de crímenes: Tito no se olvida de que su hijo Zarko, nacido en la URSS —y por si fuera poco, héroe de guerra— fue herido en un cabaret por las balas de un oficial soviético borracho.
A pesar de la indiferencia de Stalin y del atroz comportamiento de sus soldados, Tito se llevó bien con los rusos largo tiempo. Hizo lo posible por irritar a Occidente cuando amenazó con abrirse paso a tiros si ingleses y norteamericanos no le daban Trieste en lugar de cederlo a los italianos. Envió al arzobispo Stepinac a la prisión en que él mismo estuvo prisionero. Su fuerza antiaérea derribó dos aviones norteamericanos que volaron despreocupadamente sobre territorio yugoslavo. Dio armas a los comunistas griegos para pelear contra los ingleses que apoyaban al rey Pablo, y cuando Stalin estableció el Cominform, escogió a Belgrado como sede principal.
Pero ninguna otra bomba del mundo comunista igualó hasta ahora la fecha del rompimiento entre Stalin y Tito, en 1948. Lo inconcebible había sucedido. Tito y sus lugartenientes, acostumbrados a pelear libremente en sus escarpados vivaques durante la Segunda Guerra, querían industrializar a Yugoslavia a su manera y no de acuerdo con los esquemas rusos. "Voy a amenazarlo con el meñique y Tito va a desaparecer", dijo Stalin. Pero Stalin perdió mucho tiempo amenazando a Tito.
Tito se volvió hacia Occidente, quien se mostró encantado de estorbar a Stalin. Los norteamericanos enviaron equipos militares hasta llegar a 700 millones, hacia el final del programa, en 1958. (Todavía la mayoría de los tanques son estadounidenses, lo mismo que los aviones.) La ayuda económica alcanzó a un billón y medio de dólares. Después de tanta generosidad, Tito aflojó las cadenas de su pueblo como ningún otro líder comunista había osado hacerlo. Ahora casi el noventa por ciento de la tierra está en manos de los campesinos que la trabajan. Los sastres, relojeros y otros artesanos pueden tener su propio taller mientras no sobrepasen los cinco empleados. Por una de las últimas leyes, hasta los extranjeros pueden comprar casas en Yugoslavia. Estos proyectos hicieron revivir la costa dálmata. Debido a su independencia, Tito ha podido negarse repetidas veces a integrar el Pacto de Varsovia y su hermano económico, el COMECON.
De cualquier modo, ideológicamente Tito se ha sentido siempre aislado, pero cada tanto se inclina hacia la Unión Soviética. Cuando en 1955 Nikita Kruschev fue a Belgrado a reparar los pecados de Stalin, recibió una recepción gélida de parte de Tito. El ex guerrillero dejó claramente explicado que Yugoslavia, a pesar de ser comunista, quería seguir "su propio camino hacia el socialismo". Un año después, al devolver la visita, Tito se entibió lo suficiente como para decir que soviéticos y yugoslavos podían "marchar hombro con hombro", a pesar de que cada uno perseguía su libertad de acción". Pero en 1956, tras la rebelión húngara, se volvió ferozmente contra los rusos por haber sacado de la embajada yugoslava en Budapest al premier Imre Nagy para .fusilarlo. Los rusos, y especialmente los chinos, respondieron (con bastante razón) que no hubiese estallado el levantamiento húngaro si Tito no hubiera derramado semillas de rebelión por los países satélites.

Un amor volcánico
Pero cualquier cotejo demuestra que Tito salió perdedor en su trato con los rusos. Stalin le prometió una vez 135 millones de dólares en equipos pesados para la industria, pero nunca le entregó más del uno por ciento del total, antes de la ruptura. Kruschev ofreció un prestando de 130 millones de dólares en 1957 si Tito reconocía a Alemania Oriental, pero retiró la oferta a petición de los chinos, quienes ya recriminaban a la URSS haberse desviado del verdadero comunismo. El reconocimiento de Alemania Oriental le hizo perder a Tito su muy necesario comercio con Alemania Occidental. "Una actitud correcta, pero demasiado cara", me dijo un funcionario yugoslavo.
El romance interrumpido de Tito con la URSS constituye uno de los asuntos más tempestuosos del siglo XX. Tito parece ser ahora más amigo del Kremlin que hace cuatro años, cuando en la conferencia sobre los ensayos nucleares aprobó la moción rusa.
Al preguntarle sobre los rumores de una ruptura con Occidente en favor de la Unión Soviética, me respondió: "No sucedió, nada que signifique un cambio en la política yugoslava de cooperación con todos los países. Por supuesto, esa cooperación prescinde de los sistemas sociales internos.
Pero, ¿ha previsto Tito la eventual desaparición del propio Partido Comunista?
"Depende del proceso total —me dijo—; es obvio que no estamos, ni nunca hemos estado, a favor de una eternización del Partido Comunista. La sociedad evoluciona en tal dirección que algún día el Partido Comunista también, será algo superfluo. Esto depende, por supuesto, de la situación mundial y no sólo del desarrollo interno. Tal como se presenta la situación internacional, es absurdo imaginar que la autoridad estatal pueda desaparecer en algún país.''
La población católica de Yugoslavia es del 36 por ciento, contra un 48 por ciento de ortodoxos y un 14 por ciento de musulmanes. ¿Cuál es la perspectiva de un mejoramiento en las relaciones entre Yugoslavia y el Vaticano?
"Desearíamos —explica Tito— tener buenos vínculos con el Vaticano y creo que estamos en ese camino, puesto que las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado han mejorado. También tenemos buenas relaciones con las demás iglesias. Pero con la ortodoxa y la musulmana son óptimas. El Estado ayuda a los sacerdotes y les otorga pensiones."
La Yugoslavia de Tito presenta un raro panorama de blancos y negros, de estancamientos y progresos, de libertades y retrocesos. Los economistas calculan la renta per cápita en 360 dólares (en los Estados Unidos es de 2.500 dólares), pero en términos de poder adquisitivo las cifras parecen más optimistas. Una libra de pan cuesta sólo 40 centavos, aunque una pequeña máquina de escribir portátil insuma al yugoslavo tres meses de sueldo. Bajo el sistema de descentralización, los obreros son dueños de las fábricas y eligen un consejo, especie de directorio encargado de la administración y el funcionamiento. Pero Tito se ha visto obligado a tomar medidas drásticas cuando tienden a votarse aumentos de sueldo que luego suben el costo de los productos manufacturados y los hacen inaccesibles para el ciudadano medio. Entre 1959 y 1961, por ejemplo, los mineros aumentaron sus salarios en un tercio, a pesar de que la productividad había ascendido solamente un séptimo.
Bajo el sistema de "empresa privada" los peluqueros, carpinteros y sastres se convirtieron en la gente más rica del país y son dueños de casas y automóviles. Ese privilegio causó tanta envidia que las autoridades locales empezaron a aplicar potentes impuestos y casi acabaron con el artesanado. Tito hizo notar que en 1962 habían cesado sus actividades 13.000 artesanos, y preguntó: "¿Por qué los artesanos no pueden tener automóviles en nuestro país?"

El de Gaulle balcánico
Tito es un hombre orgulloso y está tratando de que su país no viva más de la caridad ajena. Incrementando los medios técnicos aplicables a la agricultura, cree que Yugoslavia podrá autoabastecerse en poco tiempo para subsistir sin la ayuda extranjera. Su necesidad primordial es el comercio exterior (la deuda externa es casi de un millón de dólares) y el Mercado Común Europeo amenaza con ahogarlo en muchos de sus proyectos. Más de dos tercios de su comercio es con Occidente y solamente una quinta parte con el bloque soviético. Los 50 millones de dólares que Estados Unidos compran anualmente a Yugoslavia representan el 0,5 por ciento del total de las importaciones norteamericanas, pero es el 7 por ciento de las exportaciones yugoslavas.
Hay veces en que Tito puede ser uno de los hombres más irritantes en un mundo de políticos turbulentos. Algunos de sus actos, como cuando se alejó con los rusos en la conferencia sobre las pruebas nucleares de Belgrado (1961), lo hacen aparecer como una especie de De Gaulle balcánico.
Pero en el fondo ha constituido una gran fuerza para la estabilidad europea. Según el ex embajador norteamericano en Moscú, George Kennan. "este hombre, increíblemente valiente, capaz de demostrar que el monolito comunista también puede resquebrajarse, creó una situación única en esta parte del mundo". Los vientos de libertad, que Tito dejó que soplaran, dan muestras de haber atravesado las fronteras. Rumania, vecina de Yugoslavia, también con 19 millones de habitantes, también con un área de algo mayor de 250 mil kilómetros cuadrados, se negó a ser parte del engranaje de Rusia en los asuntos del COMECON. Hungría ya emergió de la larga noche que siguió al baño de sangre de 1956.
Muy pocos yugoslavos son profundos, pero casi todos parecen excelentes campesinos, con un gran anhelo de independencia. Y ya la poseen en mayor grado que cualquiera de sus vecinos. A imagen y semejanza de su jefe, el mariscal Tito. 
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PRIMERA PLANA
1º de junio de 1965