Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


JAPÓN ENTRA EN LA COMPETENCIA
Revista Panorama
07-1963

Los japoneses administran la mayor planta textil de América Central, la mayor flota pesquera de Venezuela, el mayor astillero brasileño. . . Conversan en un español aflautado con las mejores familias de El Salvador en el exclusivista Club Salvadoreño, tienen minas de cobre en Bolivia e hilanderías en la Argentina, producen medicinas en México. . . Los ingeniosos inversores japoneses se han aventurado allí donde los capitales norteamericanos mostraron últimamente cierta retracción, y han convertido a América latina en el objetivo de sus operaciones. A pesar de que el total de capitales japoneses —unos 390 millones de dólares— se halla lejos de estar en un mismo pie con los 8.000 millones invertidos por Estados Unidos en Latinoamérica, las inversiones norteamericanas se están reduciendo lentamente, en tanto que las de Japón avanzan a un ritmo de cien millones de dólares anuales.
Los crónicos disturbios políticos y trastornos económicos latinoamericanos no parecen hacer mella en el ánimo de los capitalistas japoneses, cosa que no ocurre con los norteamericanos. Los japoneses han aprendido a vivir bajo la inmensa sombra roja de China comunista, de modo que miran con cierta condescendencia la presunta amenaza de Cuba. Tampoco les preocupan las curvas inflacionistas, que tanto desalientan a otros inversores en el sudeste asiático. Y, por encima de todo, los japoneses ven en América latina, cuya clase media es mucho más importante que la de otras regiones en vías de expansión, el mejor mercado potencial de exportación para los productos de bajo precio de la industria japonesa.
La mayor concentración de la industria japonesa se encuentra en suelo brasileño, al que llegaron, a partir de 1908, miles de inmigrantes, sobre todo en el Estado de San Pablo. Los japoneses controlan en Brasil 67 firmas bancarias, de seguros, de construcción de maquinarias, de fabricación de vidrio y de cemento. Los astilleros Ishi-kawajima están construyendo su séptimo barco, y la nueva planta de acero de Usiminas, respaldada por un consorcio de catorce empresas japonesas, lanzará este año al mercado 500.000 toneladas de hierro en lingotes.
En Perú, los japoneses están al frente de la nueva industria nacional del pescado, en plena expansión, y construyen ferrocarriles en el interior. En Honduras, la Oki Electric Co. ofreció precios más bajos que gigantes industriales como la A. T. T. y Siemens, para ganar el contrato de una nueva red telefónica. La Shibaura Electric instalará pronto una red de televisión educativa en El Salvador, y la compañía Nissan comenzará a armar autos en Venezuela a fin de año.
La invasión industrial japonesa a América latina es tanto más notable si se considera que solo adquirió cierto ímpetu a partir de 1955. Desde entonces ha recibido apoyo del propio gobierno japonés, que concede préstamos con interés muy bajo y seguros de inversión con primas reducidas. Japón calcula que esas inversiones equilibrarán su comercio con América latina; el año pasado vendió por valor de 224 millones de dólares a esta parte del continente, pero compró 225 millones, especialmente algodón y otras materias primas. Las nuevas fábricas no solo utilizarán maquinaria japonesa sino que, como dijo un hombre de negocios japonés, "harán a América latina más rica, y de esa forma se abrirán grandes mercados para nuestros bienes de consumo".
Aunque los japoneses controlan la mayor parte de las compañías en que invierten sus capitales, un ciudadano del país en el que se ha establecido la empresa es designado presidente, para evitar que se las tilde de "explotaciones extranjeras".
Los japoneses se lamentan de que los obreros sudamericanos son alrededor de un tercio menos productivos que los de Japón, pero tratan de compensar esa diferencia enviando técnicos a cursos de especialización en centros japoneses. Para atraer a los inversores latinoamericanos, invitan a hombres de negocios a visitar Japón en excursiones de precio reducido. Casi sin excepción, todos vuelven cantando loas al antiguo Imperio del Sol Naciente. . .

 

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Japón
La fundición de acero. Usiminas en Sao Paulo