Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


La nueva era de los Kennedy

Revista 7 Días
13 de julio de 1965


Tributo a los Kennedy

Kennedy
El clan Kennedy en Londres (1937). De izquierda a derecha: Edward, Jean, Robert, Patricia, Eunice, Kathleen, Rosemary, John, Rose y Joseph (falta Joe Jr.)

Desde el comienzo, el célebre clan fundó su fuerza en la férrea unión familiar. Hoy, más que nunca, los Kennedy se reagrupan para apoyar a Robert.

Los Kennedy se pelean, se estimulan, se vuelven a dividir, se apoyan. Cada uno de ellos tiene amigos. Pero más que a nadie quieren y admiran a los miembros de su propia familia", decía del célebre "clan" un íntimo amigo. Y no era por casualidad. Siempre había sido así. Desde el comienzo, cuando, de simples inmigrantes irlandeses, los Kennedy comenzaron su vertiginoso ascenso social, fundando su fuerza en las sólidas tradiciones y en la unión férrea.
Al casarse Joseph Patrick Kennedy con Rose Fitzgerald, hija del intendente de Boston (otro famoso Kennedy: "Honey Fitz"), consolidó los principios que habían regido durante siglos en su dinastía, y creó un verdadero imperio familiar.
Simultáneamente, construyó otro imperio: el de las finanzas (la fortuna de los Kennedy, administrada hoy por su hijo Bob, se estima en 36.000 millones). En pocos años, Joe Kennedy se convirtió en una leyenda nacional, en un hábil político (sustentador del democrático Franklin D. Roosevelt) y embajador de los Estados Unidos en Gran Bretaña. Su fabulosa carrera fue simbólica: era el triunfo de la clase inmigrante sobre la de sangre azul.

Los 9 hermanos
Dinámico, agresivo, exigente y profundamente católico, educó a sus hijos en un estimulante clima competitivo y en la rigurosa información política. Eran nueve: Joe, John, Rosemary, Kathleen, Eunice, Patricia, Jean, Robert y Edward. En las suntuosas residencias de Palm Beach y Hyannisport, los bulliciosos Kennedy sostenían violentos partidos de "touch football" (fútbol americano, el deporte familiar "oficial") y aguerridas discusiones. Pero cuando se trataba de defender un ideal, formaban un poderoso frente común compacto e impenetrable: un verdadero "clan".

Así son las mujeres Kennedy
"No espero demasiado de ti, y no me sentiré decepcionado si no te conviertes en un genio, pero creo que puedes llegar a ser un digno ciudadano, juicioso, informado y responsable..." escribía Joseph a su hijo Jack, en su último año de estudios secundarios. Pero en los próximos años habría de sorprenderse mucho...
Heredero de arraigadas convicciones liberales e infatigable defensor del individualismo, fue el exponente más ilustre del nombre que marcara una de las eras más significativas en la historia norteamericana: la "era de los Kennedy".
De todos ellos, Jack fue el más audaz, el más crítico, el más rebelde. Y lo demostró también en el plano familiar. Casándose con Jaqueline Bouvier, la francesita que amaba las artes y no la política, la delicada soñadora, de ojos aterciopelados, la frágil madre, el futuro presidente rompió una norma fundamental. Las mueres Kennedy debían ser fuertes, enérgicas, deportivas y prolíficas (Ethel, esposa de Robert, tiene nueve hijos).
Rose Kennedy había dado el ejemplo. Con su excepcional coraje y con su tenaz voluntad supo afrontar y soportar as tragedias que fueron casi una predestinación en su familia: tres hijos muertos violentamente (Joe, en la guerra, Kathleen, y John), un esposo paralítico, y una hija, Rosemary, internada desde hace veinticinco años en un instituto para retardados mentales. "Después del drama de Dallas", reata Edward, "fuimos todos a Hyannisport para consolar a mi madre. Pero fue ella, en cambio, quien nos consoló a nosotros".

Todavía lucha por no llorar
Asombrados por su increíble resistencia frente a las remetidas desgracias familiares, muchos se han preguntado ¿cómo hace? Es que la señora Kennedy es profundamente religiosa, y solo a través de la fe ha podido encontrar consuelo y resignación.
Mujer eminentemente práctica, Rose suplió la falta de una inteligencia brillante con una febril actividad. Fue ella quien, afectada por la tragedia de Rosemary, se ocupó de crear la Fundación Joseph Kennedy Jr. destinada a ayudar a las familias de los enfermos mentales ("No quiero que otras madres lloren como he llorado yo. Por eso sigo luchando"). En periódicas apariciones televisivas, fue ella quien pronunció elocuentes llamados para a promoción de hospitales y centros de investigación. Durante la campaña electoral de su hijo Jack, y más tarde de Robert y Edward, trabajó infatigablemente. Tras el inesperado ataque sufrido por su esposo, lo acompaña pacientemente en su lenta y desesperanzada rehabilitación.
Hoy, a los 75 años de edad, Rose lucha todavía. Lucha contra los amargos recuerdos. Lucha para no doblarse bajo el peso de tanta responsabilidad. Así son las mujeres Kennedy.

Jackie: un elocuente símbolo
¿Y Jackie? Al principio era un elemento "extraño" y, como tal, difícilmente asimilable. "Nunca más", había exclamado la "francesita" al fracturarse un tobillo jugando al fútbol (una prueba ineludible de pertenencia). "Nunca más", había pensado el "clan". Pero con el tiempo supo amoldarse a la dinastía de la cual entró a formar parte. (... y volvió a jugar al fútbol). Con el tiempo, la dinastía se amoldó a ella. Su gracia, su frescura, su gusto europeo, impartieron al cerrado círculo bostoniano un aire de renovación.
Hasta que llegó el momento más dramático en su vida. Y frente a la tragedia que conmovió al mundo y que sacudió los cimientos de la célebre familia, Jackie demostró una insospechada fuerza de ánimo y una dignidad sin par. Solo entonces, ante el dolor común, se convirtió en una verdadera Kennedy. Finalmente fue aceptada, valorizada, profundamente querida.
Hoy, a un año y medio de la muerte de su marido, Jackie es un símbolo, un monumento a la memoria del gran presidente asesinado. Su nombre sigue animando las páginas de periódicos y revistas. Porque aún hoy, y a pesar de refugiarse con sus dos hijos Caroline y John-John, en el anonimato de Nueva York y en el cálido afecto de su "nueva" familia, participa en la vida política de los Estados Unidos. Participa indirectamente, a través del grupo de sucesores de su esposo, que son una fuerza aliada, pero de ninguna manera identificada con el gobierno del presidente Johnson. Ese grupo constituye una especie de "gobierno en exilio". ¿Hasta cuándo?

La antorcha se llama Robert
Varios miembros del "clan" Kennedy ocupan puestos importantes en el mecanismo político norteamericano. Algunos de ellos, puestos estratégicos.
Edward, el más joven de los hermanos Kennedy, recientemente rehabilitado después de la grave lesión dorsal causada por un accidente de aviación, es senador del estado de Massachusetts. Talentoso orador, enérgico, extravertido, agudo, tuvo que luchar por la estima de aquellos que acusaban al presidente de favoritismo. Pero "Ted", siguiendo los principios inspirados por su padre, "decidió" que iba a triunfar. Y triunfó. De "hermanito menor" pasó brillantemente al frente político.
El sargento James Schriver, marido de Eunice Kennedy, es jefe del Cuerpo para la Paz, ideado y sostenido por el presidente difunto para la hermandad de los pueblos.
Peter Lawford, recientemente divorciado de Patricia Kennedy, quien con su labor cinematográfica y organizativa hizo mucho para apoyar a la campaña electoral de sus cuñados. Identificado con la causa del "clan", es probable que siga relacionado con él.
Y, finalmente, el que fuera "el miembro del clan Kennedy que nadie conoce": Robert, hoy senador del estado de Nueva York. Nadie como él siente la "misión" familiar con tanta vehemencia. Animado por una devoción casi religiosa hacia la figura de su hermano, asumió, con toda la responsabilidad que ello implica, la tarea de perpetrar sus principios y su obra.

Pasta de vencedor
Este es el ideal que lo mueve. Un ideal poderoso, respaldado por cualidades excepcionales. "Es voluntarioso, rápido, inteligente: y tiene unas tremendas ganas de vencer", habla dicho de él su rival político Richard Nixon. Formidable trabajador, se dice de él que sus ambiciones "no tienen límites"... Firme defensor de la igualdad racial, profundo conocedor de la política internacional, demostró en poco tiempo su capacidad para realizar sus aspiraciones.
¿La presidencia en 1968? Para este hombre de cabello prematuramente canoso, de tenaz voluntad ("No importa que a veces resulte antipático. Lo que importa es que las cosas que deben hacerse, sean hechas") y de agresiva personalidad, nada es imposible.
"Yo sé ahora que el presidente Kennedy no ha muerto, sino que vive, que la antorcha arde todavía y que iluminará el futuro. Este, para mí, es el desafío que hace la vida digna de ser vivida". Tal vez "la antorcha que arde para iluminar el futuro" se llame Robert. Tal vez, con él, haya comenzado la nueva era de los Kennedy.

 

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Jackie Kennedy
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