Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Los guerrilleros negros

Revista 7 Días
23/08/1966

Guerrilleros negros

"En lugar de mantener la cabeza y votar lo que creemos justo, temblemos en nuestros asientos y capitulemos ante el miedo a la revolución negra..."
El que habla es Howard Smith, 83 años, nada menos que presidente del Rules Comitee, la comisión de reglamento de la Cámara de Representantes. Fue miembro de 18 legislaturas durante un total de 36 años. Este "venerable" que no obtendrá un nuevo mandato lanza su testamento político al atacar la nueva ley de derechos del presidente Johnson.
La nueva ley de derechos es la tercera de la presidencia en curso. La de 1964 abolía las últimas trazas de segregación racial en los lugares y transportes públicos. La de 1965 garantizaba el ejercicio del derecho a voto en los Estados del Sur. Esta, de 1966, pretende terminar con la segregación existente en la habitación. Si es votada, los negros tendrán derecho legal sobre la mitad de los 60 millones de unidades de alojamientos existentes en los Estados Unidos. El propósito es hacer desaparecer el ghetto negro, mezclar los colores en los sueños como en los bancos de las escuelas y en los autobuses. La inquietud es grande. 85 mil agentes inmobiliarios hacen campaña contra la ley entre los millones de propietarios norteamericanos a quienes tratan de convencer de que la mezcla en la habitación terminará con el valor de sus propiedades.
Lo sorprendente es la indiferencia, la ironía o la hostilidad que la nueva ley Johnson encuentra en la comunidad negra. En los debates precedentes las galerías del Congreso estaban repletas de caras de bronce y de ébano. Esta vez están vacías. Entre las grandes ligas negras sólo la vieja Asociación Nacional por el Progreso de la Gente de Color sostiene la reforma. La mayor parte de los jóvenes líderes negros la califican de simulacro, fraude y de hipocresía. Ella no interesa, dicen, más que a una burguesía negra que persigue el sueño de frotarse con el hombre blanco. Ellos quieren otra cosa. Quieren el poder.

Un revolucionario
El grito de guerra, Black Power, surgió en la Marcha de la Libertad que siguió el atentado contra James Meredith en una ruta de Mississippi. El creador es un muy joven hombre de dientes afilados llamado Stokely Carmichael. Él la gritó a la multitud negra cuando los policías lo detenían por transgresión en un terreno escolar, Greewood, entre Memphis y Jackson. La multitud recibió el grito como una revelación. Desde entonces lo grita en las manifestaciones y en los choques sangrientos, del Atlántico al Pacífico: ¡Black Power! ¡El poder a los negros!
Este Carmichael no proviene ni de un ghetto del Norte o del Sur. Nació en Trinidad, en las Antillas Inglesas, hace 25 o 26 años. Mao Tsé-Tung decía a su biógrafo Edgard Snow que sólo los países consumidores de pimienta producen revolucionarios. Los países del Caribe comen más que pimienta: comen fuego. Al lado de Carmichael, otro gran agitador negro, viene de las Islas Vírgenes y un tercero, Lincoln Lynch, de Jamaica. "Nuestras Islas son pobres, dice Innis, pero no sentimos el complejo de inferioridad del que ustedes no pueden apartarse de aquí. Estamos orgullosos de ser negros". Palabra clave.
Los liberales están consternados. Sus esfuerzos tenían por objetivo crear una sociedad incolora en la cual, blancos, mestizos o negros serían norteamericanos libres, iguales y fraternales. Los progresos realizados en el sentido durante los últimos doce años son impresionantes, y en la mayor parte de los grandes ciudades, programas de urgencia son ejecutados para renovar la vivienda. Lejos de conducir a una distensión, esos progresos rápidos y las promesas que los prolongan coinciden con una tensión revolucionaria en las relaciones raciales. La inseguridad y el miedo crecen en Estados Unidos. El hombre blanco encuentra una selva en su propia capital con dos tercios de negros o en el subterráneo de Nueva York, prolongación de la ciudad prohibida que a partir de ahora es Harlem.
¿Es sorprendente? Para los utopistas, sí. Para los realistas, no. El problema no residía en una desigualdad, como creyeron los primeros. Reside en una diferencia. borrar la desigualdad no resuelve la diferencia. Las palabras "Black Power" revientan el cerebro de ilusiones.
Black Power tiene un significado claro sino preciso. Existe en Estados Unidos una nación africana de 20 millones de hombres, original, distinta. Esta nación, numerosa y pujante, está envuelta en el gran movimiento de emancipación que sacude al mundo desde hace un cuarto de siglo. A falta de una independencia completa aún inconcebible, busca una forma política independiente: Black Power.
Objeción inmediata: Es imposible. No, no lo es.
"Los abogados de Black Power, escribe el 'New York times', invitan a los negros a rechazar la integración y a agruparse en un movimiento racial que utilice su fuerza política y económica par conquistar el control exclusivo de los ghettos del Norte y de los condados de mayoría negra en el Sur. Black Power podrá entonces negociar con la sociedad blanca para obtener cuotas de trabajo y un programa de asistencia. Si fracasa su respuesta será una revuelta armada. El blanco norteamericano, dice Innia, es un capitalista. Si la represión a la que los someteremos es muy costosa entonces preferirá negociar".

Fabriquen bombas Molotov
Harlem, Bedford-Stuyvesant Hough, Bronzeville, Watts... Surgidos a la actualidad mundial luego de tres años de disturbios, estos nombres no designan más a barrios de Manhattan, Brooklin, Cleveland, Chicago y Los Ángeles. Designan ahora a las ciudades negras que, mañana, serán las plazas de seguridad de Black Power. El lazo nacional no será roto pero la unidad nacional sí. Una confederación representando las ciudades negras tratará de igual a igual con lo que Carmichael llama el "pseudo gobierno de los Estados Unidos". Dicen los nacionalistas: "Exigiremos un Plan Marshall de cien mil millones de dólares".
El proceso se acelera. El viento de la violencia sacude al Estados Unidos negro. Life, cuyo carácter de monumento nacional le prohíbe todo sensacionalismo gratuito publicó recientemente dos artículos que en un semanario extranjero hubieran parecido un grosero invento. Los movimientos extremistas organizan militarmente los ghettos negros. Uno de ellos -RAM (Revolutionary Acción o Armed Movement) tiene por jefe a un tal Robert Franklin Williams que, perseguido por el secuestro de rehenes blancos, fue a pedirle asilo a Castro. En otra época esta colusión comunista habría descalificado a un líder de color, pero los tiempos han cambiado. Williams (como otros, incluso Carmichael), hacen abiertamente causa común con Cuba, Vietnam y China. Por intermedio de agentes de enlace llevan los métodos de guerrilla de Mao al ghetto negro. "Los Afroamericanos deben recurrir al arsenal de pólvora, al cocktail Molotov, etc. Los lanzallamas pueden ser de fabricación casera. Los tiradores de techos y los proyectiles incendiados harán insostenible la calle a los golpes fascistas". Según Life un núcleo de jóvenes fanáticos, "Los 5%", están dispuestos a aplicar estas insólitas consignas. "10% de negros son cómplices de los blancos; 85% son pasivos y 5 por ciento, nosotros, arrastraremos a los segundos castigando a los primeros".
"Los 5% no sueñan. La investigación del Gran Jurado de Cleveland acaba de establecer que los recientes incidentes fueron maquinados por una "banda" de aproximadamente doscientos jóvenes autollamados "Panteras Negras". El más trivial de los incidentes -un barman negando hielo a un cliente- fue pretexto suficiente para sublevar 60 mil negros y desencadenar un disturbio que terminó con varios millones de dólares de daños y cuatro muertos.
Patético, Martin Luther King, se aferra a su doctrina de no violencia. tuvo su apoteosis hace tres años, en el hall de Washington, cuando entonó una especie de rapsodia salvada del ridículo por la sinceridad. El Premio Nobel le fue atribuido con la esperanza de consagrarlo ante la masa negra. ¡Premio Nobel desperdiciado! King es ridiculizado, abucheado por sus colegas de color. "Predica la no violencia pero donde pisa la violencia explota", dijo el jefe de la policía de Chicago. Abandonando su base de Atlanta se instaló en ese Chicago donde medio millón de negros se asan en verano en esos hornos que son sus barrios superpoblados. El de julio, cuando quiso prevenir el disturbio inminente, su alocución fue interrumpida por un concierto terrible "¡Basta! ¡Basta!". Los negros norteamericanos se entrenan en odio.
"Usted es un hombre civilizado y culto, le dijo un reportero de Life a un militante del RAM. ¿Si yo estuviera en vuestra línea de mira, apretaría el gatillo?
-Sin pestañar, baby.
¿Guerra civil? Sí. Los jefes de policía confirman el armamento de los ghettos negros. "Tienen hasta bazookas", dicen. Tienen también fábricas de armas que pueden manufacturar todo el material necesario al combate callejero (tarea fácil en Estados Unidos, donde los útiles, el metal, los ingredientes, la fuerza motriz y la mano de obra instruida abundan).
Ya, en cada disturbio mayor debe ser movilizada la Guardia Nacional. Reserva del ejército, no es su oficio despejar las calles pero ninguna policía municipal puede controlar los estallidos raciales. En un país de cerca de doscientos millones de habitantes, que cuenta con 130 ciudades de más de 100 mil almas, no existen más que 380 mil policías sumergidos en una delincuencia adulta y juvenil intensiva, una circulación de 85 millones de vehículos, un mar de papeleo y un enjambre de leyes que protegen los derechos civiles.
Una organización de defensa da que hablar desde hace algunas semanas. Es SPONGE, sigla del siguiente título, ligeramente humorístico: Sociedad para Prevenir que los Negros Obtengan Todo. Semisecreta, se nutre, no es fácil determinarlo, en las patotas callejeras descriptas mil veces por el cine, la televisión y la prensa. En los dos lados la violencia se polariza por los dos extremos: SPONGE contra RAM. Patoteros contra terroristas negros.
El Alcalde de Nueva York, John Lindsay, que no cesa de recorrer los barrios explosivos con más coraje que éxito, tuvo la idea de reunir en su gabinete algunos de esos activistas. Tomó la mano negra de Vincent Jones y la puso en la mano blanca de James McMennamam. Prisioneros del primer magistrado municipal los dos muchachos prometieron "enfriar", tranquilizar. Camiones con altoparlantes han recorrido el Este de nueva York, en la noche del 23 al 24 de julio, proclamando que una tregua había sido pactada. Duró una hora. Después, una violenta batalla con cocteles Molotov y balazos, sacudió las avenidas Black y Alabama. Al día siguiente, una nube e familias tranquilas colocaban sus enseres en los automóviles y huían del barrio gritando: "¡Es peor que en Vietnam!"
Los que hablan del "problema negro" en los Estados Unidos cometen un error de lenguaje. Un problema implica una solución. No hay, hoy ninguna solución que pueda concebirse en el choque de la nación negra norteamericana y la nación blanca norteamericana. Sin duda, en el futuro se separarán, como predican los nacionalistas negros, pero resulta imposible prever el plazo, las condiciones y la forma de divorcio. Mientras tanto están condenadas a vivir juntas, chocando sin cesar, ensangrentándose mutuamente.

 

 

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James Meredith - Martin Luther King
James Meredith - Martin Luther King


 

 

 

 

 

 

 

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