Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


REVELACIONES
LOS JUDIOS DE FRANCO

Revista Periscopio
24.03.1970


acerca de los judíos sefardíes

Hace ya un cuarto de siglo que 6 millones de judíos fueron exterminados en los campos nazis, y la sombra de ese holocausto aún oscurece las reputaciones de Winston Churchill, Pío XII, Franklin Delano Roosevelt y otras figuras mundiales de la época. Ahora, un famoso rabino norteamericano difunde la certidumbre: decenas de miles de hebreos conservaron la vida gracias a la intervención de un inesperado quijote: el Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, deudor y aliado de Adolfo Hitler.

—Tengo pruebas absolutas de que Franco salvó a 60.000 judíos durante la Segunda Guerra —dice Chaim Lipschitz, del seminario rabínico Torah Vodaath y Mesivta, en Brooklyn.

Para fortalecer sus investigaciones, Lipschitz entrevistó a líderes de su raza en Madrid y Barcelona; analizó las comunicaciones del Gobierno español, hurgó en documentos públicos y privados. "'Los relatos acerca de cómo Franco arrebató a los prisioneros son fantásticos", se entusiasma.
Acaso el más dramático sucedió el 8 de junio de 1944: telefónicamente, el Generalísimo pide a Hitler que 1.242 judíos, listos para el exterminio en los campos de Bergen-Belsen, sean liberados y enviados a España. Un mes después cruzan la frontera, y es el propio Franco quien los recibe. Le cuentan que las autoridades nazis los han despojado de sus bienes; una segunda llamada de teléfono arregla el caso.
En el libro que redacta sobre Franco y los judíos, Lipschitz señala que la preocupación del estadista español en la materia es anterior a la Segunda Guerra. En octubre de 1923, el entonces teniente coronel Franco, de 30 años, comandante de la Legión Extranjera, apabulló al Gobierno de Madrid con solicitudes de protección para los centenares de sefarditas que habitaban Marruecos. Gracias a tales esfuerzos, el Gobierno decretó que cualquier sefardita, si lo deseaba, tenía derecho a la ciudadanía española.
Como Jefe del Estado, Franco se valió de esa disposición para conceder pasaportes españoles, entre 1939 y 1945, a los hebreos que temían por su destino en las naciones europeas y norafricanas ocupadas por el nazismo. La mayoría de ellos utilizó esos pasaportes para viajar a los Estados Unidos, América latina y Palestina. Sin embargo, no todos los rescatados eran sefarditas, añade Lipschitz, quien está convencido de que el Generalísimo no se atenía a cuestiones de descendencia en su ignorada labor. Así, instruyó a sus Embajadas en Europa para que otorgaran los pasaportes sin formular preguntas; además, los guardias fronterizos debían franquear el paso sin la menor dilación.
Los dirigentes de la escuálida comunidad judía en España (9.000 personas) han avalado la sustancia de los argumentos de Lipschitz. "Hubo infinidad de Rosenbergs, Mendelbaums y Meyersons que recibieron documentos españoles", señala el Rabino de Barcelona, Carlos Benarroch, denunciando el origen no sefardita de muchos de los refugiados. Carlos Talvy, secretario de la colectividad en Barcelona, recuerda que numerosos hebreos afrontaron la nieve de los Pirineos: "Ninguno de ellos tenía papeles; no obstante, consiguieron entrar en España sin dificultades", agrega.
¿Qué razones movían a Franco? Lipschitz no se define en este aspecto, si bien desliza la versión nunca confirmada de que corre sangre judía por las venas del Generalísimo: una herencia materna. Quizá trataba, arguye Lipschitz, de desagraviar a los hebreos por su expulsión de España, en 1492; o tal vez sólo actuó por motivos humanitarios. Sea por lo que fuere, concluye el rabino, "es tiempo de que alguien agradezca a Franco".

 

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Francisco Franco
el Generalísimo Franco


 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

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