Revista Siete Días Ilustrados
23.06.1974 |
El talentoso director italiano explica, en una entrevista
exclusiva, las razones que lo impulsaron a rodar la biografía del
legendario delincuente -encarnado en la película por Gian María
Volonté-, y se explaya sobre la personalidad de Luciano, su época y
las tortuosas maniobras Internacionales de la mafia.
"Hasta ahora, todas las películas que se han ocupado de la mafia lo
han hecho de una manera pintoresca y antojadiza, limitándose a
mostrar tiroteos y vendettas por los motivos más insignificantes. Y
bien, yo he estudiado un poco el asunto y descubrí todo lo
contrario: lo cierto es que la mayoría de los mafiosos ni siquiera
sabía cómo disparar un revólver". Así, ante le sorpresa de los
periodistas que lo contemplaban como si hubiese descubierto la
pólvora, el director cinematográfico Francesco Rossi (51)
—responsable de Salvatore Giuliano, El caso Mattei y tantas otras
meritorias películas— explicó en una conferencia de prensa realizada
la semana pasada en París el espíritu que anima a Lucky Luciano, su
última producción, cuyo estreno está programado para estos días en
las principales salas europeas. Efectivamente, y tal como lo ha
hecho en sus anteriores películas, el talentoso cineasta italiano
rastreó los pasos de| poderoso gángster con el rigor de un verdadero
sabueso. A tal punto que —además de recurrir a Gian María Volonté
para encarnar a Luciano— Rossi escogió para interpretar el papel del
policía que acechó durante años al carismático mafioso a Carlos
Siragusa, el mismísimo agente que quince años atrás llevó a cabo
semejante persecución en la vida real.
Claro que, tal como la advirtió FR, el film va mucho más allá de lo
anecdótico: "En efecto, no he querido hacer solamente un retrato de
Luciano —comenzó diciendo—. Más bien intenté mostrar el contexto
social, político e histórico en el que vivía. Porque la gente debe
comprender que los tiros de revólver no son nada en comparación con
los siniestros juegos políticos de la mafia de ayer y de hoy. Por
eso mi película refleja hechos que aparentemente no tienen relación
con la persona de Luciano, pero que sin embargo aclaran su
personaje: por ejemplo, un baile de jóvenes napolitanas y soldados
norteamericanos en 1944 me sirve para mostrar el medio en que
Luciano va a actuar y la ideología del momento". Tras estas
palabras, Rossi se sometió al interrogatorio de los cronistas; un
diálogo sumamente esclarecedor, cuyos tramos más significativas
Siete Días reproduce a continuación:
—A grandes rasgos, ¿cómo personificó a Luciano?
—Lucky tiene una apariencia lejana, calma, casi diría dulce.
—Esa imagen no es precisamente la de un gángster...
Efectivamente, porque Luciano simbolizó un cambio en la mafia, la
etapa en que la vieja mafia pasó a convertirse en un sindicato de
hombres de negocios. Él representó el momento en que ese
establishment tuvo necesidad de los servicios de la mafia.
—Concretamente, ¿cómo fue eso?
—En resumen, la mafia llega a América a fines del siglo XIX, con los
primeros emigrantes del sur italiano. De inmediato, y al revés de lo
que pasó con las minorías judías, alemanas o irlandesas, los
italianos comprendieron la dificultad de abrirse paso sin una
determinada cuota de cultura. Entonces volvieron a crear los ghettos
que habían dejado en Palermo o Nápoles, y en ellos repitieron el
mismo fenómeno de antes: la explotación de los trabajadores por los
mafiosos.
—¿Cuándo se produce el cambio de que hablaba antes?
—Esa etapa se dio como consecuencia de la ley seca. En ese momento
los mafiosos comienzan a organizar las destilerías clandestinas y la
distribución del alcohol y a corromper a la policía. Y Luciano se
erige en la cabeza de este estado dentro del Estado. Luego
desaparece la prohibición y la mafia inicia un nuevo ciclo:
organizar el trabajo de los inmigrantes, los sindicatos, las
elecciones. De allí en más, tanto Roosevelt como quienes lo
siguieron tuvieron que pactar con Luciano. La mafia fue
evolucionando a mismo ritmo que la sociedad norteamericana.
—¿Y después de la guerra?
—Su consigna se mantuvo invariable: "Siempre por el orden y con el
poder". Aliada de poderosos grupos económicos, retorna a Italia por
la puerta grande. Es la misma mafia que permite al ejército del
general Patton recorrer 160 kilómetros hasta Palermo en cuatro días
y sin disparar un solo tiro de fusil: a cambio de eso, el gobierno
de Washington otorga alcaldías de Sicilia a Genco Russo y Calogero
Vizzini, dos de los más prominentes capomafias. Y se sería tan sólo
uno de los innumerables ejemplos que tenemos acerca de poder de esta
gente. Incluso después, cuando comienza la guerra fría, es preciso
evitar bajo cualquier circunstancia que la alianza
socialista-comunista tome el poder, y entonces la mafia se convierte
en una monstruosa policía paralela.
—A su juicio, ¿existe la mafia hoy en día?
—Claro que sí: en el gobierno, en la industria, en todo el sistema.
Ya cuando murió Luciano, en 1962, era una institución. Lucky se
dedicaba al tráfico de drogas gracias a las licencias oficiales
concedidas a los industriales farmacéuticos. Su influencia no se
limitó exclusivamente a los Estados Unidos e Italia: también podemos
encontrarla en Francia durante las grandes huelgas de Marsella, en
1947, cuando los trabajadores fueron amedrentados por gangsters
hasta que el orden fue restablecido. La mafia trabaja también con la
CIA.
"LUCIANO NO TIRABA JAMAS"
—¿Cómo trascurría la vida cotidiana de Luciano?
—Bueno, se levantaba tarde y se dirigía a la peluquería, donde se
hacía afeitar, peinar y arreglar las uñas. Luego daba una vueltita
por lo del sastre, se encargaba una corbata o un chaleco, y de allí
salía directamente al hipódromo, en donde se encontraba con sus
amigos e intercambiaba consejos con ellos. Luciano no tiraba jamás,
ni siquiera llevaba consigo un revólver. Tampoco repartía trompadas
ni tenía necesidad de levantar |a voz. A! contrario de lo que muchos
piensan de los mafiosos, quería pasar lo más inadvertido posible:
tuvo aventuras a montones con muchas actrices, pero nadie llegó a
enterarse nunca de ello. "Nada de ruido, nada de ruido", solía
aconsejar a sus secuaces. En resumidas cuentas, era una especie de
funcionario que vivía en un tranquilo retiro, con un cierto lujo.
Esto era todo lo visible en la vida de Lucky.
—¿Cuánta gente había detrás?
—Detrás de este hombre tranquilo e inmutable había una organización
de 300 indeseables repatriados a Italia por el gobierno
norteamericano —deportados para cumplir un servicio, claro está—, V
que tenía conexiones en Hamburgo, Palermo, Frankfurt, Trieste v
Milán. Lucky no fabricaba bombones con heroína adentro: no tenía
necesidad de hacerlo. Compraba 350 kilos de heroína al precio
oficial —unos 105 mirones de liras—, y ganaba unos 11 mil millones
haciendo pasar la mercadería a los Estados Unidos. Cuando algún
tiempo después el Narcotics Bureau tomó cartas en el asunto, Luciano
no hizo más que cambiar de destino y enviar la droga a Marsella.
—Usted tiene datos bastante comprometedores acerca del operar de la
mafia. ¿No tuvo dificultades para documentarse?
—Todo el mundo se enteró de que me proponía hacer una película sobre
Luciano, aun antes de que dijera una sola palabra al respecto. Un
día alguien me dijo que estaba muy descontento de saber que me iba a
ocupar de "un amigo". Tomaron contacto conmigo y me llevaron a la
peluquería donde Luciano se hacía afeitar todas las mañanas. El
peluquero me dijo: "Siéntese, usted allí: es su sillón". Eso me dio
tranquilidad: era una invitación a que me sintiera cómodo con ellos.
Pero cuando pedí permiso para filmar el salón, se negaron
rotundamente: suponían que yo iba a mostrar que allí Luciano había
tomado ciertos medicamentos para el corazón antes de morir, y que yo
iba a sostener
la tesis del envenenamiento. Por más que me empeñé en argumentarles
que estaba de acuerdo con ellos, y que la autopsia había probado que
la muerte de Luciano se debió a un infarto, no quisieron saber nada.
Tuve que buscarme otra peluquería parecida.
—¿En qué fuentes buscó datos sobre Luciano?
—Trabajé mucho con Carlos Siragusa, quien persiguió a Luciano
durante nada menos que diez años. Sin embargo, él no es el único
policía que participó en mi película: encontré, por ejemplo, al
oficial que hizo el último allanamiento en la casa de Lucky. El
mismo escribió para mi la escena del operativo, basado en el informe
que escribió en esa oportunidad.
—¿Todo lo que acontece en la película es rigurosamente cierto?
—Sí. Incluso volé a Nueva York para documentarme mejor. Me cuidé
hasta en los menores detalles: para elegir el vestuario de Volonté,
por ejemplo, lo llevé a casa de un antiguo compañero de Luciano, en
Sicilia; Volonté se disfrazó y el hombre nos aseguró que el parecido
era asombroso. La verdad es que tuve muchísima suerte de contar con
Volonté para este film: además de ser un extraordinario intérprete,
aportó ideas excelentes a la producción. Fue él mismo quien encontró
libremente la manera de morir en la película: aplastarse,
convertirse en materia y volver a confundirse con la tierra.
"ABRO LA PANTALLA COMO UNA DISCUSION"
—¿Siente alguna simpatía por la persona de Luciano?
—No, simpatía, no. En todo caso piedad.
—¿Y cuál fue la actitud del policía Siragusa al revivir los hechos
que protagonizó hace más de diez años?
—Una vez le pregunté qué sentía al reencontrarse, aunque fuera
ficticiamente, con su enemigo de tanto tiempo. Me respondió: "Todas
las mañanas, cuando bajo de mi habitación del hotel y lo veo a
Volonté disfrazado de Luciano, me dan ganas de meterle las esposas".
Después de todo, es bastante lógico que así sea: ¿Acaso Luciano y
Siragusa no eran en la vida real las dos caras de una misma medalla?
Los dos sicilianos, dos nacieron en un ambiente pobre, los dos se
sintieron rechazados por un sistema en e| que hicieron lo imposible
por entrar. Solo que uno de ellos, Siragusa, tomó el camino de la
legalidad; Luciano, en cambio, eligió la rebelión.
—¿Se conocían bien los dos?
—Por supuesto, y Luciano lo volvía loco a Siragusa. En una
oportunidad, por ejemplo, Lucky visitó a su perseguidor en el hotel
donde éste se hospedaba y le dijo con toda calma: "¿Así que viniste
a buscarme? Bueno, llevame preso... Ah, ¿con que no tenés pruebas
contra mí? Qué pena... Cuánto lo lamento...". Entonces Siragusa se
retiraba furioso, mientras Luciano volvía a sus mujeres, sus camisas
de seda y sus dólares. ¡Un siciliano como él! Y que vivió como él,
en el mismo barrio. Esta es su verdadera lucha: la más sutil de
todas.
—¿Por qué gran parte de la película se filmó en Pompeya? ¿Luciano
tenía algún escondite allí?
—Él iba muy a menudo a Pompeya: caminaba por sus calles como un
turista más. Así lograba confundirse mejor con la muchedumbre y
encontrarse disimuladamente con quien quisiera.
—¿Lucky Luciano es un film político?
—¿Film político? No comprendo lo que quiere decir eso. Mi único
objetivo es provocar una participación del público en aquellos
problemas particulares o generales que forman parte de la realidad.
Realidad que no es la de un país solo, sino la de todos los países
ligados a un sistema económico común. Yo abro la pantalla como si se
tratara de abrir la un debate. Después, la última palabra queda en
manos del público.
POLICIA VIZZINI: "LUCIANO FUE INFORMANTE DEL FBI"
La noticia del inminente estreno de Lucky Luciano despertó un
vivísimo interés en todas las ciudades de Estados Unidos e Italia
donde solía parar el omnipotente mafioso. Claro que, como suele
ocurrir en estos casos, aparecieron de la noche a la mañana
centenares de impostores que —a la búsqueda de publicidad—
aseguraron haber sido Íntimos amigos o cercanos parientes de
Luciano. Sin embargo, entre todos estos relatos fraguados, los
periódicos estadounidenses reprodujeron hace tres semanas un
testimonio valiosísimo: el de Sal Vizzini (foto), un agente secreto
que a mediados de la década del cincuenta logró trabar una sólida
amistad con Lucky, y que actualmente se desempeña como jefe de
Policía de la ciudad de Miami.
Según relata Vizzini, Luciano jamás se enteró de que él era un
agente secreto; hasta el día de su muerte pensó que su amigo se
llamaba Mike Cerra y que era un mayor de la fuerza aérea
norteamericana. "En pocos meses me volví tan íntimo de Luciano, que
no vacilaba en presentarme como su sobrino —aseguró—. Probablemente,
se sentía atraído hacia mí porque era joven, apuesto, y lucía
siempre un impecable uniforme militar. Estoy seguro, solía decirme
poniéndome el brazo sobre el hombro, de que algún día llegarás a
general".
Por cierto, y aunque Vizzini —alias Mike Cerra— jamás pecó de
indiscreto, en varias oportunidades Luciano se animó a confesarle
sus problemas. ''Mike —le dijo en cierta ocasión— yo he enterrado a
más de un centenar de hombres. Los hice matar haciendo una llamada
telefónica, con la mayor simpleza. Y no por maldad, sino por
cuestiones de negocios, pero la acusación por la que me encarcelaron
es totalmente falsa: me engancharon con la historia de la
prostitución, para ensuciar mi nombre y sacar algún rédito político
del asunto. Te juro que jamás saqué un menique de mujer alguna". En
realidad, y tal como lo aconsejan quienes conocieron de cerca a
L.L., no hay que dejarse llevar demasiado por las melodramáticas
confesiones que siniestro capomafia solía hacer a sus amigos: por lo
general, la culpa que asumía en ciertos casos era tan mentida como
la inocencia que clamaba en otros. Así, por ejemplo, durante los
últimos años que vivió en Nápoles, Lucky llevó una vida de absoluto
reposo. Proclamaba a los cuatro vientos que se había jubilado y no
hacía más que lamentarse de la excesiva vigilancia que ejercía sobre
la policía italiana.
A pesar de las apariencias, es indiscutible que Luciano dirigía
desde Nápoles una vasta red de traficantes de heroína con un
sinnúmero de actividades afines —sostuvo Vizzini— Su nombre era tan
poderoso en el mundo de la mala vida que bastaba pronunciarlo para
obtener resultados increíbles. Además y esto era sumamente
importante, desde el exilio ya no constituía más una amenaza directa
para Frank Costello, Vito Genovese, Carlo Gambino y otros mafiosos:
a ellos les convenía mucho tenerlo lejos, aunque a precio de
rendirle todos los honores".
De todas las informaciones suministradas días atrás por el locuaz
jefe de Policía, ninguna tan sorprendente como la que sindicó a
Lucky como informante de los mismísimos servicios de inteligencia
norteamericanos. "Este es un hecho que muy pocos conocen —afirmó
SV—: Luciano fue arrestado una vez a los 27 años, en 1942, por
llevar consigo una onza de heroína. Lo arrestó el coronel George
White, quien por entonces era funcionario del Narcotics Bureau. El
hecho es que el delincuente nunca fue condenado por esa infracción:
White convenció a Lucky para que colaborara con el FBI a fin de
formar una red de antisabotaje en el puerto de Nueva York. Algún
tiempo después, el mismo White volvió a recurrir a los servicios de
Luciano para que colaborara con el ejército en la preparación del
desembarco en Sicilia. Todos estos hechos no llegaron a mi a través
de comentarios: constan en archivos a los que cualquier policía de
rango tiene acceso".
En cuanto a las simpatías políticas de Luciano, no quedó lugar a
dudas: "A mí me confesó que en la Cuba de los años 50, a él le
correspondían 25 centavos sobre cada dólar que pasaba por el casino
de La Habana —relató SV—. Su odio por Fidel Castro tenía motivos
bien fundados. El dinero de Cuba le llegaba a través de Santo
Trafficante quien se lo entregaba a Vito Genovese y éste lo remitía
a Nápoles". Finalmente, el actual jefe de Policía de Miami trazó una
escueta pero precisa descripción de su otrora enemigo:
"Aparentemente, era un tipo muy duro, pero tenía sus puntos débiles.
Después de haberlo tratado mucho tiempo, creo no equivocarme al
decir que su principal debilidad era su vanidad. Si uno lograba
alimentar su orgullo, era fácil destruirle la coraza de desconfianza
y picardía que lo cubría. En el fondo, había que tratarlo como a un
chico lisonjeándolo mucho y no prestándole atención cuando se
enojaba".
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