Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

PERSONAJES
¡Ay, qué vivos son los Meditativos!

"¡No hay espíritu cristiano!, ¡no hay espíritu cristiano!", coreaba un centenar de enfervorizados espectadores: Los responsables de la Asociación Argentina de Meditación Trascendental (750 adherentes), auxiliados por una decena de policías, intentaban contener el aluvión sin demasiado éxito. "Es un santo ese hombre, se lo juro. Yo lo vi cuando vino la otra vez", explicó una cincuentena componiéndose el sombrerito violeta y quejándose de "estos brutos que entran como si fuera una cancha de fútbol". Curiosamente, la segunda visita de Maharishi Mahesh Yogi,. 56, encendió el entusiasmo de los maduros, Dalila Puzzovio y Charlie Squirru fueron los únicos representantes de los 'beautiful people' que juntaron las manos y se inclinaron ante el gurú. Una muchedumbre fervorosa se extasió con las vaguedades que esparció en sus conferencias, y lo despidió con gestos plañideros, el viernes pasado, cuando partió a convertir uruguayos. La coincidencia de su visita, por otra parte, agotó en los quioscos la última edición de la admirable revista satírica norteamericana Mad, que dedicó su portada al santón.
Desde hace una década, el Maharishi pasea su túnica de seda blanca y sus largos pelos grises por el mundo, iniciando a discípulos occidentales. Sin embargo, este hombrecito de piel oscura y voz chillona trepó a la celebridad el año pasado cuando el monasterio de Rishikesh —en las faldas del Himalaya— comenzó a poblarse de visitantes famosos: Los Beatles y la 'starlette' Mia Farrow declararon, entonces, a los periodistas, que iban en busca de la Paz y la Felicidad. El idilio duró unos meses y Los Beatles regresaron de la India con una cítara bajo el brazo, un long-play con canciones inspiradas en la música hindú y una reflexión bastante agria sobre el Maestro: "Es un comerciante", (John, Ringo, Paul y George debieron pagar —en total— 400 dólares diarios durante su estadía.)
Ahora, sentado sobre una piel de venado salvaje, con claveles entre los magros dedos y un racimo de flores que lo protege por todos los costados, parece divertirse con el revuelo que provoca. Cada una de sus respuestas está punteada por una risa que se le escapa de la garganta en espirales, que no tiene fin. "En la India —-se equivoca— hay 500 millones de habitantes; sólo 5 millones pasan hambre y eso ocurre porque son vagos y no quieren trabajar. Con la meditación trascendental aprenderían a ser hombres como los otros."
Maharishi llegó a Buenos Aires después de dictar varias conferencias en usa. "En California —salmodiaron sus acompañantes— hizo un seminario para 60 decanos de universidades norteamericanas." Mientras estrujaba un clavel rosado y jugaba con las 108 cuentas de su collar (una por cada año de vida del poeta de los libros védicos ,Baagavad-Gita), el maestro informó a Primera Plana: "De los 60, 46 profesores decidieron dedicarse a la meditación trascendental". Richard Aaron, 22, un estudiante de la Universidad de Princeton que lo acompaña en sus viajes, asentía.
Quizás ellos no lo sepan, pero la sola mención de los hippies. puede hacer estremecer de risa a este businessman místico: "No sirven para nada, son productos de padres tensos, tienen el sistema nervioso débil y no pueden soportar responsabilidades. Son unos frustrados. Abandonan los colegios no porque el sistema sea malo, sino porque fracasan en los exámenes". Cuando se le dice que, sin embargo, los hippies sienten un gran respeto por él y que su filosofía está inspirada en la suya, Maharishi no se conmueve. "Ellos —imagina— no tienen ninguna filosofía. Lo que sucede es que algunos muchachos con ambiciones políticas se ponen al frente y enuncian esas teorías. Por cien hippies, hay uno que es inteligente y ése es el que figura en los reportajes."
El psicoanálisis le merece el mismo desprecio que los jóvenes rebeldes: "Los psicoanalistas remueven el pasado, sacan a la superficie todas las miserias humanas —cavila mientras rompe el tallo de un clavel blanco—; para ser feliz no hay que mirar nunca hacia atrás. Yo miro siempre hacia adelante; me importa este momento y el futuro, no le temo a la muerte, porque es solamente un cambio de ropaje". Con sus ojitos inteligentes y sus gestos fascinadores, reflexiona; "Soy un creyente; todas las religiones tienen cosas buenas. Quiero creer en los platos voladores y creo en la felicidad a través de la meditación".
Sus seguidores son algo menos confiados. Por eso, su lenguaje está especialmente escogido para convencer a ejecutivos norteamericanos, a comerciantes de lowa o a industriales de Connecticut: "La meditación trascendental —teoriza— sirve para sacar más provecho de las actividades cotidianas. Si un comerciante practica los ejercicios media hora por día tendrá una cara más alegre, se sentirá fuerte y dinámico. Seguramente, venderá más y mejor. Estoy con el progreso de la civilización y por el confort". Hace dos meses, en Londres, George Harrison confiaba a Primera Plana: "Maharishi es una especie de Dale Carnegie (Cómo ganar amigos) de la meditación". Quizá no se equivocaba.
Primera Plana
17 de setiembre de 1968

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Maharishi Mahesh Yogi


 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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