Julio 20, 1923
Asesinato de Villa

A las siete de la mañana, un automóvil Dodge atraviesa la plaza central de la ciudad de Parral. El fiel Trillo conduce, mientras el aburguesado Pancho Villa bosteza: vuelven de la casa de Juan García —un antiguo soldado de El Centauro del Norte—, quien festejaba el nacimiento de su tercer hijo. Doce encapuchados, ametralladoras en mano, salen de una puerta y abren fuego; Trillo se aferra al volante, Villa amaga tomar la carabina. Después de la balacera, la gente acude: el Napoleón mexicano tiene 13 balas en el cuerpo. Fue el 20 de julio de 1923.
Ya no creía en un atentado. Tres años atrás había pactado con el Gobierno, que le perdonó todos sus delitos por su "actuación patriótica durante la Revolución". Desde entonces, Pancho Villa y una escolta de 50 hombres armados vivían en la hacienda del Canutillo, en Durango. Era otro obsequio del Gobierno que, además, le había pagado un año de sueldos al resto de su desperdigada tropa. Por su parte, el caudillo prometió abstenerse de toda actividad política y militar. Era dueño de 4 tractores Fiat, y en los ratos de ocio leía libros sobre las batallas napoleónicas.
Hasta su legítima esposa, Luz Corral, acudió a su lado; pero no fue por mucho tiempo: siempre enamoradizo, Villa encontró refugio en Austreberta Rentería, su última compañera. El rancho del Canutillo atraía a sus viejos compañeros, el general Fierro, Luis Aguirre Benavides (Luisito), el famoso escritor de los manifiestos rebeldes. También lo asediaban los insatisfechos periodistas, alelados por la turbulencia de sus aventuras.
Los esbirros que lo mataron se pierden en la nebulosa; las conjeturas convergen sobre el Presidente Obregón. La leyenda se torna más atractiva tres años después, cuando un grupo de norteamericanos profana la tumba y deja un cartel en inglés: "Nos llevamos la cabeza del bandido".

Punto de partida
A pesar de sus promesas, en 1910, el anciano Porfirio Díaz se hace reelegir Presidente por séptima vez. Son tres décadas de dictadura paternalista; pero ya no estaría un año más en el poder. Francisco Madero se lanza a pelear con el Plan de San Luis de Potosí, que convoca al pueblo a las armas para el 20 de noviembre. La personalidad de Madero se había radicalizado por las maniobras de Díaz; en 1908 propuso, en La Sucesión Presidencial, la creación de una colectividad política con la venia de Díaz.
Su Partido Nacional Democrático se fundió en el Centro Antirreeleccionista de México. El ingenuo, romántico y millonario Madero culminó sus pininos proselitistas en la cárcel: se convirtió en un mártir y en la esperanza del pueblo. El 6 de noviembre de 1911, Madero asume la Presidencia; por el sur lo apoya un rebelde campesino, Emiliano Zapata; por el norte, tiene el respaldo de un temible bandolero, Doroteo Arango, más conocido como Pancho Villa.
Jesús Villa era el abuelo ilegítimo de Doroteo; él adoptó el apodo de Pancho después de su primer encuentro con la Justicia. A los 17 años era el único sostén de su madre y sus cuatro hermanos; trabajaba en la hacienda Gogojito, propiedad de Agustín López Negrete. Un día, el viejo terrateniente quiso arrastrar como concubina a Martina, la hermana de 12 años: Doroteo le perforó la pierna de dos balazos. Desde ese momento fue un prófugo condenado a muerte; se escondió en la Sierra y luego escapó a Chihuahua: su cabeza ya tenía precio y su revólver tres marcas, por la muerte de otros tantos gendarmes.
Al principio es un cuatrero, pero luego trabaja en las minas. Un desgraciado accidente le destroza un pie y lo invade la gangrena. Deben amputarle la pierna, pero él se niega: dos ancianas que le dan albergue lo curan con emplastos de yerbas. Vuelve al trabajo, ahora como albañil, hasta que es descubierto; entonces regresa a Durango para ver morir a su madre.
Comienza el siglo y las correrías de Pancho Villa. Otra vez Chihuahua, Arizona, Colorado, Nueva México; la pelea por un jornal: peón, minero, albañil, carnicero. Rapta una mujer, con la que convive durante diez años, hasta que ella huye aterrorizada por la violencia de los celos. En 1910, es rudo, ignorante, desconfiado, autoritario; sin embargo, ya leyó el libro de Madero y lo defiende. Un gendarme, Claro Reza, lo denuncia a las autoridades; Pancho Villa no vacila, y en la taberna Las Quince Letras le vacía su pistola en la cabeza.
En Chihuahua visita a Madero, que organizaba su Centro Antirreeleccionista, y se ofrece junto con otros campesinos a jurar fidelidad. El 20 de noviembre responde al llamado de Madero y se convierte en un "coronel irregular"; más tarde, será "general". La victoria de Madero es breve, su gestión irresoluta, débil, falaz; pero Pancho Villa no tenía que responder por los campesinos (como Zapata) y se mantuvo fiel. Aumentan sus fricciones con el general Victoriano Huerta, el hombre que asesina a Madero y al Vicepresidente José María Pino Suárez, en 1913.
Detrás del bando "constitucionalista" se dedica a conspirar contra Huerta. En 1914, sus arbitrariedades pueblan la imaginación popular: fusilamientos, venganzas, concubinato. Cuando triunfa Venutiano Carranza, la suerte de Villa parece entrar en la tranquilidad, pero todavía es joven, voraz y los conflictos personales con Carranza estallan luego de la Convención de Aguas Calientes. El 6 de diciembre de 1914 vive su hora más gloriosa junto con Emiliano Zapata, cuando entran a la capital y entronizan en la Presidencia a Eulalio Gutiérrez. Por supuesto, enseguida desobedece al Presidente y comete un error militar, aprovechado por el manco general Álvaro Obregón.

El sino del guerrero
Se suceden los Presidentes interinos y Villa vislumbra su ocaso. Obregón lo vence en cuatro batallas consecutivas y el caudillo se repliega a Chihuahua, donde reaviva su odio contra USA. El Gobierno de Washington reconoció defacto a Carranza y eso exacerba a Villa. Sus hombres asaltan un tren con 18 norteamericanos y los fusilan; también comienzan a saquear algunas poblaciones limítrofes. Los Estados Unidos envían al general Pershing al frente de una expedición "punitiva", El estratego norteamericano de la Primera Guerra sufre reveses sorpresivos y no consigue encontrar la presa; Villa pasará a la historia como el único hombre que invadió los Estados Unidos.
A pesar de sus éxitos guerrilleros, Villa ya estaba cansado; sabía que su sino era parecido al de Zapata que, en esa época, fue traicionado y muerto. Entonces, el pacto, el llanto fácil que utilizó toda su vida, y a vivir de su leyenda. Así por tres años, hasta la siniestra mañana del 20 de julio.
Su esposa Luz Corral lucra con un museo particular. El pueblo canta: Estaban las tres pelonas / sentadas en una silla /y una a otra se decían / ¡Que viva Francisco Villa! 
9 de julio de 1968
PRIMERA PLANA

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Pancho Villa con los hermanos Zapata

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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