Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

MIREILLE MATHIEU
"MEJOR QUE EDITH PIAF"

 

Revista Siete Días
31 de enero de 1967

Se llama Mireille Mathieu, tiene 20 anos, gana un millón de pesos en cada actuación, y es la nueva diva de la canción francesa.

Sobre el puente de Avignon ya nadie canta ni baila. Una familia numerosa y humilde ha perdido a su hija mayor, de 19 años, que trabajaba en una fábrica para mantener a sus doce hermanos. Sus padres deben ahora conformarse con verla en las tapas de las revistas y en las pantallas de televisión. También en los diarios, que frecuentemente informan sobre sus breves giras por Europa y Estados Unidos.
Desde que se convirtió en la cantante Nº 1 de Francia, Mireille Mathieu no conoce el descanso. Trabaja 14 horas por día. Exactamente el doble que en la fábrica de Avignon, su ciudad natal, donde hace doce meses pegaba sobres durante 7 horas diarias por un modesto jornal. Ahora, en cambio, su nueva profesión le proporciona un millón de pesos por cada salida a escena. Un "cachet" fabuloso, indudablemente, que debe erizar al mismísimo Charles Aznavour, quien tiene que conformarse con 800.000 por actuación. Y esto, tras veinte años de lucha, que condujeron al popular armenio al tope del ranking masculino de la canción. A Mireille le bastó mucho menos. Tres minutos, para ser más exactos. El tiempo que le llevó cantar 'Himno al amor' frente a una cámara de televisión.
Pero, ¿quién es esta diminuta muchachita de un metro y medio de estatura, que ha fascinado al exigente público francés y de quien Maurice Chevalier llegó a decir "es mejor que la Piaf"? ¿Cómo se explica su éxito fulminante, que la convirtió en ídolo de la noche a la mañana?.

Todo empezó un domingo
Pierre Mathieu. el picapedrero de Avignon. no pudo hacer nada. Temía que la Ciudad Luz hiciera daño a su hija y trató por todos los medios de disuadirla. Pero Mireille estaba decidida a todo, y su padre apenas pudo lograr que no viajara sola. La tía Irene no habría de separarse de ella hasta el día de hoy.
Tía y sobrina llegaron a París una destemplada tarde de otoño. A la mañana siguiente se entrevistaron con el productor de Tele-Dimanche, el programa de la televisión francesa donde se presentan las "nuevas voces". Algo así como una rueda de aficionados.
El escepticismo inicial del ejecutivo, al contemplar la esmirriada figura de Mireille, se quebró tras la primera prueba. Su avispado olfato le estaba advirtiendo que se encontraba frente a "algo" que daría que hablar. Y no se equivocaba.
Los numerosos postulantes que aguardaban turno para salir al aire llenaban una larga lista que Mireille pasó a encabezar de inmediato. Y su primer domingo en París marcó también su primer contacto con el público. Cuando millares de pantallas comenzaron a reflejar en los hogares franceses un rostro aniñado, de mirada triste y flequillo sobre la frente, nadie se asombró. "Una aficionada más", se decían muchos. Es que su sola presencia física no aportaba nada novedoso. "Una ye-ye melancólica", pensaban otros.
De pronto, la voz de Mireille empieza a elevarse. Y lo hace con una canción muy cara al pueblo francés, 'Himno al amor', considerada el "testamento espiritual" de Edith Piaf. La conmoción es instantánea. Los franceses, para quienes el culto por la que fuera "el gorrión de París" aún se mantiene intacto, cerraban los ojos y creían estar oyendo a la Piaf revivida. Su mismo timbre de voz, su mismo cálido acento. Al Himno sucedió el no menos famoso 'Yo no lamento nada'. La prodigiosa garganta de Mireille seguía trinando y el impacto emocional ya era incontrolable en los televidentes. Los llamados telefónicos llovían sobre el canal, y a la mañana siguiente toda la prensa se hacía eco del milagro. "Tiene su misma voz." La opinión era unánime. Aunque no faltaron algunos críticos que la tomaron por una simple falsificadora de la voz de la Piaf, augurando efímera vigencia a sus innegables dotes vocales. Ahora, al cabo de un año, sus sospechas quedaron totalmente desvirtuadas. Un nuevo gorrión revolotea sobre los puentes del viejo París, a muchos kilómetros de aquel otro puente de Avignon que lo viera nacer.

El implacable precio de la fama
"No vacilé un sólo momento en arriesgar mi fortuna para promocionarla. Ya he gastado 100 millones de francos (unos 50 millones de pesos) en viajes, vestuario, hoteles, departamentos y publicidad. Seis de mis empleados se ocupan exclusivamente de ella", afirma muy ufano Johnny Stark, su promotor (el mismo que lanzara a Johnny Hallyday). Será para no arriesgar esa inversión, tal vez, que la cantante más cotizada de Francia no pueda pensar aún en el matrimonio. "No quiero casarme antes de los 30 años, o quizá 40", sostiene con firmeza inapelable.
Lo cierto es que la "nueva Piaf" no debe tener mucho tiempo para pensar seriamente en el amor, y casi ninguna oportunidad para iniciar flirteos. Bajo la implacable tutela de su tía Irene —quien verifica y suscribe todos los contratos que firma Mireille— su vida transcurre entre las salas de grabación (ya vendió un millón de discos), estudios de radio y televisión, teatros de variedades y giras al exterior. Semejante despliegue de actividades tenía que afectar a su menudo organismo. Y hace dos meses, al regresar de su segunda "tournée" por Estados Unidos, su salud agotada dijo basta, y Mireille tuvo que guardar reposo absoluto durante varias semanas. Todos los públicos, viejos y jóvenes, estuvieron pendientes de su convalecencia. El cartero depositaba diariamente centenares de telegramas y cartas de apoyo en el sanatorio del Boulevard de Charonne. Había mucha correspondencia en idiomas que Mireille no entendía: inglés, alemán, italiano.
Cuando abandonó el hospital, decenas de contratos la aguardaban. Otra vez la actividad febril, sin pausas y con prisa. Paradójico: el mismo público que la hizo su ídolo y que llegó a desesperarse por su salud quebrantada, no le da un segundo de tregua.
Es que Mireille ha provocado un vuelco fundamental en la corriente de la música popular francesa. Cuando desapareció Edith Piaf, hicieron irrupción los cantantes ye-ye, con Johnny Hallyday, Silvie Vartan y Catherine Spaak a la cabeza. Con la llegada de Mireille Mathieu, el imperio ye-ye comenzó a tambalearse en forma peligrosa. El año 1966 marcó una fecha clave en la historia de la canción popular. Ahora, las preferencias del público francés han vuelto a inclinarse hacia las melodías tradicionales. Sus portavoces más indiscutidos: Gilbert Becau, Charles Aznavour y Adamo. Pero el cetro femenino no es compartido. Mireille Mathieu lo luce, ella sola, sin competidoras a la vista.

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Mireille Mathieu
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