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El caso de los flequillos insidiosos
La fluorización del agua, los programas para la atención de la salud mental, y las Naciones Unidas son, como todo ultraderechista bien pensante lo sabe, insidiosos planes comunistas tendientes a ablandar la moral norteamericana, a fin de que los bolcheviques puedan apoderarse de los Estados Unidos. Pero la afilada inteligencia de un predicador de Wisconsin, de 28 años, adscripto a las giras de la Cruzada Cristiana de Billy Hargis, ha captado el arma más sutil de los rojos: los Beatles.
"Escuchad, cristianos —rugió el reverendo David Noebel, mientras hablaba recientemente en una iglesia bautista de Claremont, California—. Estos Beatles son totalmente anticristianos. Están preparando a nuestros adolescentes para las escaramuzas y, por fin, la revolución final contra nuestra república cristiana." Todo —flequillos incluidos— forma parte del "Plan Musical Maestro de los Comunistas", sostuvo Noebel, un bautista que fue a la Universidad de Wisconsin y que es ahora decano de la Universidad Anticomunista que actúa, durante el verano, en Mountain Springs, Colorado. Noebel dice que descubrió el plan hace un año, y desde entonces lo ha revelado a unos 40 grupos en ocho Estados, a lo largo de sus viajes en dos camionetas abarrotadas de libros de la Cruzada Hargis y cintas magnetofónicas con el mensaje del señor Hargis, que vende después de sus discursos.
El plan —tal como Noebel lo reveló durante una vertiginosa tournée de 21 días por California— encierra un programa críptico de "música filtrada por el colegio", destinado a rebajar la moral de los adolescentes "y volverlos locos". El reverendo cree que los comunistas están grabando canciones con un ritmo análogo al latido del corazón de una criatura (82 pulsaciones por minuto), para inducir a un estado hipnótico.
Para chicos mayores, el ritmo se acelera y se añaden letras "marxistas". Por ejemplo —cita Noebel—, hay un disco infantil llamado 'La pequeña marioneta', que habría sido pergeñado para enseñar al niño "que debe actuar cuando se le tiran los hilos". A través de los cantantes populares —sostiene—, los comunistas "introducen estas normas marxistas al mismo ritmo de las pulsaciones de nuestros estudiantes, y los enferman mentalmente".
"El tambor es la clave: el pequeño Ringo —explica diligentemente Noebel a sus auditorios, que han reunido hasta a mil personas, incluyendo a adolescentes y a sus padres—. En el estado de excitación en que los Beatles arrojan a estos jóvenes, los afectados serían capaces de hacer cualquier cosa que se les indicara... Algún día, cuando la revolución esté madura —previene el reverendo, en sombríos y apocalípticos tonos—, ellos (los comunistas) podrán instalar a los Beatles en la televisión e hipnotizar en masa, por su intermedio, a la juventud norteamericana —y concluye—: Este temor paraliza mi entendimiento." De Newsweek. Copyright by PRIMERA PLANA

Cancionísima
Sesenta jurados y ninguna flor

Cada uno de los dos mil espectadores —corbata negra o tapado de visón, según los casos— había pagado alrededor de 7 mil pesos argentinos por su butaca en el resplandeciente Casino de San Remo, azul y oro, sobre la Riviera Italiana. En el escenario, Bobby Solo, un cantante de 19 años, con un gran jopo y una gran nariz, aullaba en italiano, a través del tañido de las guitarras eléctricas: "Si lloras, amada, lloraré contigo, porque tú eres parte de mi." La televisión desparramaba su lamento sobre doce países, incluyendo Hungría y Yugoslavia. El decimoquinto festival de música popular, en San Remo, ofrecía a Europa el primer trago de lo que deberá deglutir después, durante un año, sin tregua.
La victoria en este desfile de canciones recién acuñadas, luego de tres días de torneo, asegura al cantante y a la canción la tiranía sobre las 17 mil juke-boxes de Italia; y, en escala algo menor, sobre las selecciones de los disc-jockeys, desde los Pirineos hasta el Círculo Ártico. La composición vencedora el año pasado, una queja adolescente titulada 'No soy bastante grande', vendió 700 mil ejemplares en Italia y superó la marca de los 2 millones cuando ganó el concurso de canciones de Eurovisión. También de San Remo provienen éxitos como 'Volare' y 'Ciao, ciao, bambina'; todo lo cual convence a los compositores pobres de que el aplauso del festival es la llave para aquella apariencia saludable, bronceada y próspera que ostentan los triunfadores.
La competencia, a veces sórdida, entre las casas de discos, para capturar los éxitos, es tan enconada como una querella ancestral en Sicilia. Este año, las intrigas fueron tales que la RCA de Italia, disgustada, erigió su propio antifestival en Roma, cuya tumultuosa asistencia casi derribó un teatro.
Para legalizar la competencia, el festival de San Remo quitó el veredicto de las manos del publico del Casino (abundantemente copado por las compañías impresoras de discos), y lo depositó en los oídos de 60 jurados, que escuchaban las canciones por radio, desde distintos lugares de Italia, y frente a escribanos que registraban sus opiniones. Cada tribunal equivalía a un corte vertical de la opinión pública italiana: dos estudiantes de colegio secundario y dos de la universidad, una dactilógrafa, una vendedora de tienda, un barman, un peluquero, un profesional, un comerciante, un artesano, un maestro, una ama de casa, un obrero y un empleado.
Sin embargo, pese a las protestas, tumultos y votaciones, la maratón cantada ofreció poco para aplaudir. Hasta la canción vencedora, 'Si lloras, si ríes', en la versión estilo Presley que ofrece Solo, estaba de acuerdo con lo que 'il Messaggero', de Roma, llamó "un festival de la mediocridad".
"Las críticas son acertadas —comentó Timi Yuro, una cantante norteamericana que fue bien recibida en el festival—. ¿Pero a mí qué me importa? Yo obtengo el equivalente de un millón de dólares en publicidad." Mario Ruccione, cuyas canciones triunfaron en San Remo en 1956 y 1957, no vacila en decir: "Nuestros jóvenes quieren canciones al estilo norteamericano. Ahora las tienen, y espero que se queden contentos."
revista primera plana
02.03.1965