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ARTES Y ESPECTACULOS
BACHARACH: EL MUSICO DEL AÑO

Revista Periscopio
30.06.1970

Es el último de la serie que incluye a Irving Berlín, George Gershwin, Cole Porter y Richard Rodgers. A los 40 años, Burt Bacharach ha producido una despiadada sucesión de éxitos, tales como Walk On By, What the World, Needs Now Is Love y Alfie, cada uno de los cuales ha sido interpretado por cientos de artistas.
Este año ganó dos premios de la Academia de Hollywood: por la banda sonora de Butch Cassidy y por la canción de la misma película, Gotas de lluvia caen sobre mi cabeza, de la cual se han vendido 3 millones de discos.
Bacharach no sólo tiene talento y riquezas más allá de lo imaginado sino que, además, posee una increíble simpatía para coronar su aspecto principesco.
Efectivamente, la semana pasada protagonizó su segundo show televisivo, Kraft Music Hall y, a fines del mes de mayo, dio una serie de conciertos en la Feria Musical de Westbury ante un público extasiado. David Merrick, productor del hit de Broadway Promises, Promises, su primera comedia musical, dijo: '"Burt se ha convertido en un símbolo del sexo. Es, quizás, el mayor éxito desde Barbra Streissand". El Bacharach esencial se evidenció en Westbury. Las luces se apagaron, hubo ruido de tambores, y una voz mesiánica anunció, "Damas y Caballeros, MISTER BURT BACHARACH". Y un garboso Bacharach hizo su aparición sonriendo ampliamente como si dijera, "estoy tan sorprendido como ustedes de verme aquí".
Ubicándose en el centro del escenario, entre dos pianos y rodeado por 30 músicos y cuatro cantantes, dirigió durante una hora y media su propia música, canciones tales como Nunca me volveré a enamorar, The Look of Love, Este muchacho está enamorado de ti, ¿Conoces el camino a San José? y Anyone Who Had a Heart. Tiene un estilo gimnástico: flexiona simultáneamente las rodillas, gira sobre sí mismo, rompe imaginarios ladrillos con las manos y genera así un estado de exaltación general.
"Para que exista emoción, alguien tiene que provocarla —explicó empapado en traspiración—. No estoy tratando de inventar nada nuevo como director. O como pianista. Técnicamente soy, acaso, un desastre en ambas cosas. Pero lo siento así. Es mi música. Tengo sentimiento y hago algo más que marcar el ritmo. No me importa en absoluto lo "que pueda parecer."
La tradición de la música popular en Estados Unidos se distingue por los aportes de la música negra. Las canciones de Berlín, Gershwin, Porter, Jerome Kern y Richard Rodgers reflejaban la época en que fueron escritas. La música de Bacharach es tan representativa de los años 70 como las de Cole Porter y George Gershwin de los años 20 y 30. Vibra incansable, sube y baja por la escala con violencia, se eleva desde una caída mortal hacia alturas inimaginables. La dinámica de Walk On By va de un doble pianissimo a un triple forte.
"Cuando Berlin estaba en el cénit —analizó Richard Rodgers— era mucho más fácil. Las canciones eran tan simples y hermosas... No creo que Burt Bacharach hubiera sido posible en la década del 30."
Bacharach rompió muchas de las reglas tradicionales, comenzando con el remanido principio de que la melodía debe ser accesible al hombre de la calle. Fuera de los profesionales, muy poca gente puede cantar o silbar a Bacharach. Cualquiera puede comenzar Alfie, pero, ¿quién puede entonar la segunda línea? ¿O, quién es capaz de reproducir la última parte de 'Nunca me volveré a enamorar' con sus provocativos e intempestivos cambios de compás de 4 por 4 a 2 por 4?
"Ante mis primeras obras —cuenta Bacharach— me decían 'Oh, pero nunca podrán bailar con esto'. Y yo les hice caso; arruiné así algunas canciones. Lo que descubrí después es que, si la música es buena, la gente siempre encuentra la forma de seguir su ritmo."
Las canciones de Bacharach son para intérprete —y no todos los cantantes están capacitados—. "Hay que ser un experto en música para cantar sus temas", reveló Dionne Warwick. Perry Como, que grabó el primer hit de Bacharach, Magic Moments, en 1957, señala: Gotas es algo terrible. Uno no sabe exactamente lo que está haciendo. Bacharach es disparatado. Pero lo hace premeditadamente".
"Nunca me puse en contra de las reglas en forma deliberada —dijo Bacharach, mientras tomaba sol al lado de la inmensa pileta de su casa, en Beverly Hills, y donde vive con la espectacular Angie Dickinson, y el hijo de ambos, Nikki—. Mirando hacia atrás, pienso que debería haber simplificado algunas de mis canciones. No pretendo hacerme el inteligente. Lo que ocurre es que se tienen sólo dos minutos y uno quiere que cada segundo valga la pena. Hay que olvidarse de las reglas. Sólo se necesita escuchar y sentir. Mi problema es que lo que otros llaman anormalidades son para mí algo completamente normal y convencional."
Sobre el cambiante panorama musical de hoy, responde: "Cuando apareció el rock and roll las empresas grabadoras no le dieron demasiada importancia; permanecieron tan indiferentes como yo cuando escuché Hair; recién comenzó a gustarme cuando lo oí por sexta vez. Los adolescentes tienen más buen gusto que nosotros. Acertaron con su música y su ritmo. En diez años Los Beatles y los otros siguen su carrera de triunfos".

DE MEMORIA
Bacharach ha asimilado su época: las ondas electrónicas, el rock, los tempos de Brasil, los blues. No sólo compone sus canciones sino que también hace los arreglos, dirige la grabación, controla el empalme de las cintas e, incluso, ha llegado a anular un disco ya impreso porque no le satisfacía.
La composición musical es el primer paso a seguir; Bacharach explica: "Generalmente me doy cuenta de que tengo una idea cuando no puedo dormir, cuando me despierto exhausto. Lo que escucho es melodía pura, sin ritmo. Cuando escribo, no toco el piano. Mis manos me llevan a lo conocido, a los acordes pegadizos. Ni siquiera orquesto con el piano; lo utilizo sólo para constatar. Cuanto mejor pianista se es, mayor riesgo se corre. Es una suerte que yo no sea tan bueno".
Junto con el letrista Hal David ha trabajado desde 1957. Excepto para canciones tales como Alfie, en las cuales la letra viene primero a causa de la película, nunca siguen un modelo fijo. Comienzan a partir de un título, una frase, un acorde, una estrofa completa, una idea.
Para Bacharach, la etapa más difícil en la producción de un disco es la
orquestación. Nunca comienza a escribir antes de la llegada del cadete que viene a buscar su trabajo: "Es un maldito crucigrama, por ejemplo, qué es lo que conviene en el segundo o en el cuarto compás y dejar de lado lo que no sirve".
Lo que Bacharach llama la hora de la verdad, suena en el estudio de grabación. "Siento —describe— como si mi vida estuviese en juego en ese instante. Es un momento difícil, con los músicos cansados o resfriados y la cantante que tiene que estar verdaderamente compenetrada. Un montón de discos se graban de a pedazos, con la orquesta en una banda y el cantante, dos meses después, en otra. Pero yo prefiero hacerlo simultáneamente; que todos se escuchen entre sí; le da más vida." A pesar de sus exigencias, los músicos lo adoran.
En su último concierto, en Westbury, Bacharach, excepcionalmente amigo de sus padres, presentó a su madre y se acercó a ella para besarla. Ella es la que lo instó a que tomara lecciones de piano. También practicó percusión: "No podía seguir el ritmo de la música que tocaban por la radio —recuerda—. Fui también violoncelista —añadió—, un violoncelo alquilado. Tenía el equipo completo."
Lo que verdaderamente le gustaba a los quince años era Dizzy Gillespie y Harry James. Cierta vez, mientras se dirigía a Manhattan para asistir a su lección de piano, comenzó a silbar y el joven sentado a su lado le preguntó, "¿No es Two O'Clock Jump?" Él también era músico y se llamaba Leonard Bernstein. Al descender se despidió: "Chau, Lenny, nos veremos arriba, en las alturas".
Bacharach pasó tres años estudiando música en la Universidad de McGill, en Montreal. En el verano iba a Tanglewood y a Santa Bárbara para estudiar composición con Darius Milhaud. Su ambición de convertirse en un compositor serio se diluyó durante sus dos años en el Ejército. Cuando salió se convirtió en el acompañante de Vic Damone, los Ames Brothers y Polly Bergen.
El autor se decidió a escribir sus propias canciones cuando vio las que les ofrecían a los Ames Brothers: "Me parecían tan simples que creí poder hacer cuatro por día. Alquilé una oficina en el Brill Building de New York y mis canciones se parecían a ésas que se pueden escribir en serie. No es tan fácil escribir una canción simple. Trabajé durante diez meses y nunca conseguí que me publicaran una. Allí tengo un montón de amigos pero no puedo entrar en ese edificio. Nunca podré".
De 1958 a 1961, mucho antes de alcanzar la fama, era el pianista, director y arreglador de Marlene Dietrich, con quien vino a Buenos Aires. "Es la mujer más generosa que conozco —-afirma—. Si yo estaba resfriado, ella me saturaba de vitamina C. Una vez exprimió seis bifes para que yo tomara el jugo. Solía lavarme las camisas. El primer día que la vi, toqué una canción mía llamada Warm and Tenderly y ella, entusiasmada, llamó a Sinatra por teléfono, pero él no demostró mucho interés. 'Te arrepentirás', lo reprendió. 'Algún día le pedirás que escriba para ti'." ¿Lo ha hecho? "Sí".
Burt dejaba todo para volar a Londres o Copenhague, donde estaba la Dietrich, y preparar a los músicos. Al finalizar un concierto, Marlene confesó: "No puedo quererlo más de lo que ya lo quiero. Él es mi maestro, mi crítico, mi acompañante, mi arreglador, mi director y me gustaría poder decir que es mi compositor, pero eso no sería verdad. Es el compositor de todo el mundo".
Ser el compositor de todo el mundo ha convertido a Bacharach en un hombre extraordinariamente rico. Es lo suficientemente rico como para tener 6 caballos de carrera, el último de los cuales, llamado Lalellah, le costó 37.000 dólares. El mantenimiento de cada caballo le sale 10.000 dólares anuales. Tiene una editorial de música valuada en los 2 millones de dólares.
Gana 35.000 dólares semanales en conciertos, más la mitad de los derechos correspondientes a la música de películas. El 8 por ciento que obtiene con sus propios discos alcanza los 640.000 dólares. Scepter Records, que graba a Dionne Warwick y a B. J. Thomas, les da a Burt y a Hal David más de 1,5 millón de dólares anuales. También ha recibido el 2 por ciento de los 8 millones obtenidos por la comedia Promises, Promises, así como una suma considerable de otras tantas compañías en los Estados Unidos y en el exterior.
Todo el dinero que gana va a manos de su administrador, quien le ha comprado dos restaurantes, la Dover House y Rothmann's en Long Island, un servicio de lavado de coches en New Jersey, y quinientas cabezas de ganado junto con una extensa propiedad en Georgia. Burt recibe una cantidad que puede gastar a su antojo.
"El dinero me da la libertad para trabajar en lo que me gusta y como a mí me gusta", explica Bacharach. Si no tuviera tanto dinero probablemente no sería tan perfeccionista. Personalmente es gentil, risueño, amable con la gente. Profesionalmente es exigente, tanto con sus músicos como consigo mismo. Promises, Promises es el riesgo que Burt necesitaba. Recuerda que el compositor Jule Styne le dijo un día: "No has hecho nada si no has escrito un show para Broadway".

UN AÑO DE VIDA
Bacharach quiso aplicar una nueva idea en Promises: la de convertir el teatro en un estudio de grabación, utilizando a Phil Ramone, colocando diecisiete micrófonos y cuatro cantantes en la platea y speakers en todo el teatro. "Seis días después del estreno —recuerda— no podía escuchar la música sin sentir un sudor frío en la espalda ante la distorsión de los sonidos y los apresurados tempos. Eso me costó un año menos de vida."
"Canto en mis discos, pero sólo un poquito. Un disc jockey me llamó para decirme: 'Su álbum me gustó mucho, pero, ¿por qué tuvo que cantar?'." En realidad, Bacharach canta muy bien. Nadie puede cantar una canción tan bien como su compositor.
Bacharach es consciente del cambio sufrido por su ritmo de vida. "Tengo más tensiones que antes —explica—. Hay que pagar un precio por ser lo que uno es; si yo pudiera acostarme por las noches y dormir como todos los demás, no escribiría la música que me ha dado tanta fama."
"Claro que hago demasiado —admitió Bacharach—. Pero hay que hacerlo todo, se vive sólo una vez. ¿Cuántos años tengo aún por delante? Soy un hombre impaciente, por eso Angie y yo alquilamos la casa. No podía esperar que construyeran una nueva. Es por eso que no debo ni un centavo.
Pero hay momentos en que se cansa de su vida apresurada. "Sé que ha llegado el momento de que deje de ser una persona pública. Acabo de rechazar a Dick Cavett y a David Frost. Hay que escribir. Tengo que grabar a Dionne en una semana y media. Tengo que levantarme a la mañana, tomar café y escribir música. O improvisar, o entrar en contacto, tocar la música."
HUBERT SAAL Copyright Newsweek, 1970.
60 • PERISCOPIO Nº 41 • 30/VI/70

 

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Burt Bacharach
"Tengo un sentimiento... no sólo marco el compás"
Bacharach
con Marlene Dietrich
Bacharach
con Hal David


 

 

 

 
Bacharach
Con Angie y Nikki

 

 

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