Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Octubre 28, 1918
Nace Checoslovaquia

Revista Primera Plana
29 de octubre de 1968

El lunes 28 de octubre, Checoslovaquia cumplió 50 años: ¿se atrevería a celebrar el aniversario con la solemnidad que corresponde, sin temor a ofender al ocupante? Era la cuestión que discutieron la semana pasada Alexander Dubcek y sus compañeros del Nuevo Curso. Como se sabe, los polemistas soviéticos les reprochan una supuesta nostalgia por el período "burgués" (1918-38) y culpable desapego por el veintenio comunista (1948-68).
Este cincuentenario no podía ser más inoportuno. Las autoridades de Praga han resuelto que no se festejaría a cielo abierto; sólo en lugares cubiertos o en la intimidad de los hogares. Había que evitar "provocaciones antisoviéticas". La independencia de la nación pende de un hilo; no ya el Gobierno, todo el pueblo, tienen que proceder con sangre fría.
En realidad, tres días de aquel octubre de hace medio siglo, y un día de noviembre, se propusieron como fecha de la independencia política del Estado. El 14 se constituyó en París, bajo la protección de la alianza anglofrancesa, el Consejo Checoslovaco, presidido por Tomás Garrigue Masaryk. Pero el primer Gobierno fue proclamado el 18, en Washington: el Presidente Wilson había prometido el reconocimiento a Masaryk, que residía en los Estados Unidos desde tiempo atrás. El 28 se repitió ese trámite en Praga. El 14 de noviembre, una Asamblea Nacional sancionaba oficialmente el destronamiento de los Habsburgo, que habían reinado cuatro siglos sobre ese país, y proclamaba la República.
Este nombre artificial —tal vez desafortunado— comenzó a emplearse durante la Primera Guerra para designar un cuerpo de Ejército que no llegaría a entrar en fuego. Lo formaron ciertos soldados de los Imperios Centrales aprisionados por las tropas aliadas. Unos se decían checos y otros eslovacos. Curiosamente, estos cuerpos sólo combatieron después de concertado el armisticio: fue en 1918 y en Siberia. En razón de los compromisos con las potencias occidentales, se encontraron, de pronto, aliados a los rusos "blancos" que trataban de derrocar al poder soviético. Lucharon con valor, pero la situación era insostenible: la afinidad étnica y el radicalismo de sus ideas los destinaban, más bien, al otro campo.
Eran descendientes de viejas tribus eslavas, diferenciadas por sus dialectos. "Eslovaco" es palabra del dialecto eslovaco: en castellano se traduce por "eslavo". El otro vocablo deriva de Chek, un reyezuelo medieval; más tarde, una princesa de su sangre se casaría con Primislao, quien estableció su propia dinastía.
Si los eslovacos, en 1918, hubieran mitigado su orgullo, el nuevo Estado respondería hoy al antiguo y honorable título de Bohemia. Este reino, unificado con el de la vecina Moravia, se convirtió al cristianismo en el año 894 por obra evangélica de los monjes Cirilo y Metodio, canonizados por Roma.
Fue Primislao, precisamente, quien logró la fusión del país checo con Eslovaquia. Después de efímeras dominaciones húngara y germánica, Bohemia llegó a ser uno de los mayores Estados medievales, y de los más cultos: en cierto momento se extendía desde el norte de Italia hasta el sur de Polonia y englobaba una parte considerable de Alemania. Los reyes bohemios eran electivos y algunos de ellos ciñeron la corona suprema del. Sacro Imperio Romano Germánico. La Universidad de Praga, fundada por el Rey Carlos IV (a quien hoy llaman sus paisanos comunistas, Padre de la Patria), proyectó saber y tolerancia sobre toda Europa.
Esa anticipación sobre su tiempo costó cara a Checoslovaquia. Juan Huss, Rector universitario, erguido contra la corrupción romana y contra los príncipes opresores, desencadenó una guerra religiosa y campesina que duraría dos siglos. El movimiento hussita —que llegó a crear un Estado comunista en la montaña de Tabor— se identificó con el nacionalismo bohemio; pero sus palabras fueron escuchadas desde Roma a Danzig, desde Lvov a Barcelona. Finalmente, tras la fatal derrota de la Montaña Blanca (1620), el país checo fue anexado al Imperio Austriaco, Eslovaquia por los húngaros.
Durante tres siglos, los checos sobrevivieron a la germanización, relativamente liberal, y los eslovacos resistieron la pretensión magiar a asimilarlos por el terror. Unos y otros perdieron su nobleza, sus tierras; pero conservaron su idioma y con él salvaron su alma. El sociólogo Masaryk, que nació en una ciudad morava (1850), de padre eslovaco y madre checa, fue el animador de ese resurgimiento cultural. Al estallar la contienda mundial se refugió en los Estados Unidos, donde influiría personalmente sobre Woodrow Wilson para la formulación de los "14 principios" que condujeron a la paz: uno de ellos, el de la autodeterminación de los pueblos, sirvió de base jurídica a la creación de Checoslovaquia.
Un año antes de su muerte (1937), Masaryk, reelegido tres veces, cedió la primera magistratura al checo Eduardo Benes, su principal colaborador en el exilio, quien debería capitular ante las amenazas de otro bohemio, aunque de nacionalidad austriaca; Adolfo Hitler. Abandonada por sus aliados occidentales, Checoslovaquia, en octubre de 1938, tuvo que desprenderse de los ocho distritos sudetes (poblados por 2 millones y medio de alemanes) y expiró seis meses más tarde, arrollada por las tropas nazis, acosada por húngaros y polacos (que aprovecharon la ocasión para rectificar las fronteras) y traicionada por una minoría eslovaca (que creó un Estado "independiente" protegido por Hitler).
Las atrocidades del 'gauleiter' Heydrich le costaron la vida en un atentado: los nazis respondieron arrasando la aldea de Lídice, donde se había refugiado uno de los terroristas, y exterminando su población masculina. Praga fue liberada por los rusos —a quienes sacrificaron Rutenia, poblada por 600 mil ucranios—, y Benes volvió, en 1945, con un Gobierno formado en Londres: los comunistas tenían varios Ministerios y consolidaron su posición con un triunfo electoral. Tres años más tarde, ante la tentativa norteamericana de atraerse Checoslovaquia merced al Plan Marshall, armaron milicias obreras y asaltaron el poder. Benes renunció poco después; su Ministro de Relaciones, Juan Masaryk —hijo del fundador—, se arrojó por una ventana.
Aunque su potencial económico es hoy mucho mayor, la nueva Checoslovaquia, comunista, vio disipada la tradicional finura de su artesanía y de su industria; sobre todo padeció en su orgullo nacional y en sus viejas libertades. Paradójicamente, la invasión extranjera del último 20 de agosto suscitó una admirable reacción que no sólo ha mitigado la clásica rivalidad de checos y eslovacos, sino que, además, en las más difíciles condiciones, intenta el formidable experimento de conciliar el socialismo con la democracia. Una vez más ha salvado su alma.

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