NUREMBERG y los siete de Spandau
COMO FUERON EJECUTADOS LOS DIEZ CONDENADOS A MUERTE DE 1946 Y COMO VIVEN LOS SIETE PRESOS DE SPANDAU
Por VICENTE SANCHEZ-OCAÑA

 

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El gran almirante Raeder, sentenciado a prisión perpetua en Nuremberg, ha sido liberado por su extrema edad


Poco le falta al almirante Doenitz, condenado a diez años de cárcel como criminal de guerra por el tribunal aliado para volver a la libertad. Aunque la sentencia que recayó sobre él fue relativamente clemente, hubo muchos que sostuvieron que no cabía castigarlo: sólo había sido un marino que se limitó a obedecer las órdenes.

 

 

EL día 28 del pasado septiembre fué puesto en libertad en Berlín el ex gran almirante de Hitler, Erich Raeder. Era uno de los 6 condenados de Nuremberg que aún quedaban en la prisión. Hace ahora exactamente diez años del final del drama de Nuremberg y se explica que no todos los lectores lo recuerden con mucha precisión. Lo evocaremos.

EL JUICIO DURO DIEZ MESES
Al concluir la segunda guerra mundial, las potencias vencedoras consideraron necesario juzgar a los jefes enemigos culpables de ella o de acciones ilegitimas al ejecutarla.
Un tribunal formado por magistrados norteamericanos, ingleses, rusos y franceses, se reunió en Nuremberg, ciudad de Baviera que habiendo sido centro de las grandes manifestaciones nazis tenía un carácter simbólico, y desde fines de 1945 examinó la conducta de estos acusados:
El mariscal Hermann Goering, jefe, tras el difunto Hitler, de Alemania y del nazismo.
El mariscal Keitel, jefe supremo del ejército alemán.
El jefe del Estado Mayor de Alemania, coronel general Alfredo Jodl.
El ministro de Relaciones Exteriores de Hitler, Joaquín von Ribbentrop.
El gobernador nazi de Polonia, Franck.
El ministro de Interior de Hitler, Frick.
Kaltenbrunner, personaje de la Gestapo.
Sauckel, director del reclutamiento del trabajo forzado.
Rosenberg, filósofo y político nazi.
Streicher, nazi agitador antisemita.
Seyss Inquart, gobernador nazi de Holanda.
Además: el gran almirante Raeder, jefe supremo de la flota alemana; su sucesor en el puesto, el gran almirante Doenitz; Hess, secretario y hombre de confianza de Hitler; Walter Funk, ministro de Economía; Schirach, jefe de las juventudes hitlerianas; Von Neurath, ministro de Hitler; Speer, también ministro.
Y los antiguos ministros de Hitler, von Papen y Schacht. Y el superlocutor de radio Juan Fritzsche...
El proceso de Nuremberg, que se realizó públicamente, duró casi un año. Su primera sesión se celebró en noviembre de 1945. La sentencia del tribunal se leyó los días 30 de septiembre y 1º de octubre de 1946.
Sólo se absolvió a los ex ministros von Papen y Schacht y al locutor Fritzsche.
Goering, Keitel, Jodl, Ribbentrop, Frank, Frick, Kaltenbrunner, Sauckel, Rosenberg, Streicher y Seyss Inquart, fueron condenados a muerte en la horca.
Goering la eludió suicidándose con una pastilla de veneno que se procuró no se sabe cómo.

EL PRIMER CONDENADO
Los otros diez reos de muerte la sufrieron la noche del 16 de octubre de 1946.
Fué en una amplia dependencia de la misma prisión de Nuremberg, iluminada por muy potentes lámparas eléctricas. Además de autoridades judiciales y representantes médicos de los países que habían dirigido el proceso, asistían a la trágica ceremonia informadores internacionales.
A la 1.11 de la madrugada apareció el primer condenado, que fué el antiguo ministro de Relaciones Exteriores, Joaquín von Ribbentrop. Ribbentrop, que se había mostrado en el proceso muy desconcertado y nervioso, se manifestaba ahora casi tranquilo.
Se dejó colocar bajo la horca y exclamó con voz alta y firme:
—¡Dios salve a Alemania!
Luego preguntó: "¿Puedo añadir algo?". Y como le respondieran que si, gritó:
—¡Deseo la paz al mundo!
Y quedó silencioso mirando fijamente hacia adelante, hasta que la cuerda siniestra se lo llevó.
El generalísimo Keitel, que fué el segundo ejecutado, cayó con bravura sencilla. Entró en el salón de la muerte muy pálido pero derecho, erguido, caminando con paso firme y acompasado.
Subió los 13 escalones de la horca "como si subiese a un palco levantado para una revista militar", escribe un narrador.
Desde arriba contempló a los testigos de la ejecución y luego alzando la cabeza, como dirigiéndose al cielo, exclamó con voz segura:
—¡Mas de dos millones de soldados han muerto por la patria! Yo sigo a mis hijos.
El gestapista Kaltenbrunner, el filósofo Rosenberg, el déspota de Polonia Frank, el ex ministro Frick, fueron ejecutados a continuación. Todos sucumbieron dirigiendo un saludo a Alemania. Excepto Rosenberg, que murió sin debilidad, pero sin despegar los labios.
Streicher el antisemita fué el único que se sublevó contra su suerte.
—¡Heil Hitler! —chilló.
Y luego, volviéndose rabioso contra los testigos:
—¡Ahora me ahorcáis a mi, pero los bolcheviques os ahorcaran a vosotros!
Sauckel, el reclutador de trabajadores a la fuerza, llegó al patíbulo desesperado y furioso también.
—¡La sentencia es un error! —fué su última exclamación.

90 MINUTOS, UNA NOCHE...
El jefe de Estado Mayor, general Alfredo Jodl, tuvo, igual que Keitel, la actitud serena y valiente de un guerrero en su final.
Subió con tranquilidad al suplicio y levantando la cabeza dijo como orando:
—Adiós a ti, patria mía. ¡Alemania mía!
Las palabras finales de Seyss Inquart, el décimo y último ajusticiado de Nuremberg, fueron:
—Creo en Alemania.
Ribbentrop, el primer ejecutado, había entrado en la sala de la muerte a las 1.11 de la madrugada; Seyss Inquart, el décimo, llegaba a las 2.38, es decir, una hora y 27 minutos después. En total se calcula que los 10 condenados perecieron en 90 minutos.
Después, los diez cuerpos y el de Goering fueron llevados a un crematorio no revelado, pero que se supone fuera el del cementerio de Munich, e incinerados allí. Las cenizas se arrojaron a las aguas del río Isar...
Así fueron borrados de la Tierra en la noche del 16 de octubre de 1946 los once alemanes a quienes se suponía culpables capitales de la tragedia de 1939 -1945.

LOS 7 DE SPANDAU
Al amanecer el día 16 de octubre de 1946, sólo quedaban en Nuremberg, después de liberados tres de los acusados —von Papen, Schacht y Fritzsche— y muertos once, los siguientes condenados por la sentencia del tribunal:
El gran almirante Raeder, Rodolfo Hess y Walter Funk, sentenciados a reclusión perpetua.
Speer y Schirach, sentenciados a 20 años de prisión.
Von Neurath, a 15 años.
El gran almirante Doenitz, a 10 años.
Siete presos en total.
Los siete fueron conducidos a Berlín, a la prisión de Spandau, y recluidos en ella bajo la vigilancia de las cuatro potencias: los Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia, cada una de las cuales gobernaba una parte del año en Spandau. El sistema implicaba al parecer diferencias para los siete grandes "criminales de guerra": el mando ruso los trataba con inflexible rigor, mientras que las potencias occidentales, los Estados Unidos, sobre todo, se manifestaban menos severas... Hasta se atribuyó en ocasiones a los Estados Unidos e Inglaterra iniciativas de indulto a favor de alguno de los "siete de Spandau", que Rusia rechazó.
Las culpas de los siete condenados a prisión no eran comparables, naturalmente, a las de algunos de los condenados a muerte, como Goering, cómplice directo de Hitler, o Kaltenbrunner y Streicher, verdugos públicos.
Desde luego se discutía la responsabilidad de los dos almirantes Raeder y Doenitz. Algunos marinos aliados opinaban que se habían limitado a cumplir sus deberes de jefes combatientes y no advertían que hubieran cometido uno u otro crimen de ninguna clase. La sentencia de prisión perpetua contra el viejo Raeder siempre se considero más o menos excesiva.
También se estimaba poco clemente la condena del viejo von Neurath a 15 años de cárcel. Era un antiguo ministro de Relaciones Exteriores que soportó a Hitler algún tiempo, antes que Ribbentrop, pero a disgusto y resistiéndose, pecando más bien por falta de carácter que por verdadera maldad. En total no tenía culpas mayores que von Papen, que habla sido absuelto.
La suerte de Funk, ministro de Hitler, condenado a prisión perpetua; Schirach, jefe de las juventudes hitlerianas, condenado a 20 años, y el ministro de Armamentos Speer, condenado a otros 20, no despertaba mucho interés.

EL CASO DE HESS
Rodolfo Hess, sometido a prisión perpetua en Spandau, no ha suscitado tampoco simpatía, pero si asombro y desconcierto.
Rodolfo Hess fué mucho años el amigo intimo, el consejero seguro, el hombre de confianza de Hitler. Hasta tal punto lo consideraba su otro yo que dispuso que si él y Goering desaparecían se encargara del gobierno de Alemania Rodolfo Hess. Ahora bien, Hess era un enajenado mental, un deficiente, un loco o tontiloco. En pleno delirio se escapó de Alemania en avión durante la guerra para proponerle la paz al rey de Inglaterra y a Churchill. Cuando después de la guerra lo devolvieron los ingleses y fué procesado en Nuremberg no se acordaba de nada, no acertaba a explicar nada. Ahora en Spandau, temporadas se niega a comer porque dice que sus enemigos quieren envenenarlo; a ratos espera que lo proclamen supremo emperador de África.
El hecho de que un demente de tal magnitud, al que siempre consideraron loco de atar sus conocidos, se convirtiera en el confidente íntimo y guía intelectual del dictador nazi, revela cómo era y cómo funcionaba la cabeza del dictador mismo. Indica algo más: que tal vez sea imposible entender la dictadura nazi, si no se la imagina arrebatada por un clima psíquico anormal.

INDULTOS
Ya decimos que en varias oportunidades las potencias occidentales se mostraron estos años últimos dispuestas a indultar a alguno de los penados de Spandau, viejo o enfermo o cargado con culpas no muy graves.
Por fin hace un año o poco más Rusia accedió a dispensar del resto de su condena al anciano ex ministro von Neurath, que llevaba cumplidos más de la mitad de sus 15 años de prisión en Spandau y se encontraba en muy deficientes condiciones de salud.
Los reclusos de Spandau quedaron así reducidos a 6.
Ahora se los ha reducido a 5, abriéndole la puerta al almirante Erich Raeder, que es un viejo que va a cumplir los 80 años.
Dentro de poco las puertas de Spandau se abrirán de nuevo para dejar paso al almirante Doenitz. Este no tendrá necesidad de indulto alguno. Fué condenado a 10 años de prisión en 1946. Los 10 años están terminando de pasar.
Cuando el almirante Doenitz salga, sólo quedarán en Spandau cuatro grandes "criminales de guerra": Funk, Schirach, Speer y el loco Hess. No sería imposible tal vez que entonces se adoptara un indulto total.
Funk, Schirach y Speer podrían pasar a la libertad. Y Hess, si no a la libertad, que quizá el desdichado no conoció nunca, a la habitación de sanatorio o manicomio que al parecer es su sitio.

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20-10-1955