A un año y medio de la ofensiva negra


la policía de Selma obliga a King (izq.) a disolver una manifestación

 


 

 

¡Hermanos y hermanas!... No pudo seguir. Cuatro balazos lo tendieron en el piso del sórdido salón de baile de Harlem, con el rostro y el pecho cubiertos de sangre. Poco después, Malcolm X moría en una clínica.
Una semana antes, tres bombas incendiarias cayeron dentro de su case del suburbio de Queens, y Malcolm X pidió al Federal Bureau of Investigations (FBI) que destruyera una "conspiración" contra él dirigida. Hasta hace 14 meses, era el único heredero de Elijah Muhammad, líder de los Black Muslims, movimiento —el más extremista y controvertido— que lucha por la creación de un estado negro independiente, en USA.
Pero el comentario sobre la desaparición de John Kennedy perdió al cuarentón Malcolm X. "El que siembra vientos recoge tempestades", sentenció en noviembre de 1963, utilizando un modismo que también puede traducirse como "las gallinas van camino del gallinero". Y Muhammad lo expulsó de su organización. "Nada tuvimos que ver con el crimen", declaró este dirigente la semana pasada. Sin embargo, el crimen se añadía a una larga lista: la de la lucha racial norteamericana. El 2 de julio de 1964, el presidente Lyndon Johnson promulgó la Ley de Derechos Civiles, y un compás de euforia y recelo se abrió en USA. El recelo, finalmente, venció a la euforia, y los incidentes entre blancos y negros tapizaron el territorio. Ya en julio, el barrio de Harlem se convirtió en un espeluznante campo de batalla y el gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, debió recurrir a la Guardia Nacional para sofocar los tumultos que estallaban en su Estado.
Fue una guerrilla sin pausa porque los negros deseaban la inmediata aplicación de los Derechos: en Rochester, Nueva Jersey, Massachusetts, Filadelfia y Chicago, las policías se estrellaron contra los manifestantes; en Misisipi, el hallazgo de los cadáveres de tres antirracistas blancos estremeció al país y derivó en un mezquino proceso judicial. Las antorchas del Ku-Klux-Klan tornaron a encenderse en las poblaciones del Sur, las más reacias a aceptar las leves concesiones de la Ley concebida por Kennedy.
La cruzada de los negros norteamericanos recibió un espaldarazo a mediados de octubre último, cuando se concedió el Premio Nobel de la Paz a Martin Luther King (h), el más admirado de los líderes de USA. Sin embargo, el 1º de enero de 1965, el propio King se contaba entre 3.000 negros arrestados por la policía de Selma, Alabama, durante una marcha en favor del empadronamiento electoral.
Con el nuevo año, los choques se reanudaron. A la actitud silenciosa y firme de los negros, las policías sureñas opusieron perros, mangueras de agua y bastones eléctricos, los que se emplean para azuzar al ganado. El 11 de febrero, también en Selma (King estuvo detenido 4 días porque se negó a pagar la fianza de 200 dólares que le significaba la libertad), los agentes del sheriff persiguieron a 70 niños negros a lo largo de cuatro kilómetros. Motivo: los chicos querían la integración escolar.
Un día más tarde, al celebrar el centenario del asesinato de Abraham Lincoln, el presidente Johnson exhortó a sus compatriotas a desterrar la segregación. Pero el 20, en Brooklyn, Nueva York, más motines sembraban las calles de heridos y las cárceles tornaban a llenarse.

Los pies en la tierra
No obstante la sangre y las escaramuzas, los hombres de color miran con mayor confianza el porvenir que un año y medio atrás, al cundir lo que toda Norteamérica denominó la Revolución Nacional de los Negros. Algún día venceremos, dice uno de los versos de una canción que entonaron —y entonan— en sus manifestaciones. El semanario Newsweek acaba de publicar
los resultados de una encuesta, según los cuales ese algún día parece hallarse más cerca.
Newsweek ya había investigado las profundidades de aquella Revolución Nacional (ver PRIMERA PLANA, Nº 41), consultando a los dirigentes y a la masa. Las conclusiones a que ahora arriba, luego de repetir la experiencia, están teñidas de esperanzas y certezas. Dos acontecimientos levantaron el ánimo de la comunidad: la promulgación de la Ley de Derechos Civiles y el hundimiento de Barry Goldwater.
Las 500 personas entrevistadas por Newsweek señalan esta realidad:
*Un sentimiento de progreso anima a la población negra, que no respira ya el clima de frustración de 1963. Principalmente, los sureños acaban de observar los primeros síntomas palpables de un trato distinto; los abundantes carteles Sólo para blancos han sido desterrados de restaurantes, hoteles, moteles, cines, teatros y lugares públicos.
*La Ley de Derechos Civiles refirmó y profundizó la fe negra en los blancos. Entre los artífices de dicha fe, Lyndon Johnson ocupa un puesto preponderante (también su partido, el Demócrata); y entre los rivales, Goldwater se ubica a continuación del Klan. El Parlamento, al que la población de color despreciaba, ganó adeptos.
*Cada vez más, la mayoría se expresa en favor de la no-violencia (cuyo máximo predicador es King); en todo caso, esperan encontrar tácticas menos duras cuando deban llegar a la violencia.
*Pese a todo, la Revolución no ha concluido; por el contrario, según sus propulsores y animadores, el fin todavía está lejano. Insisten en que su aspiración básica, casi legendaria: el cese de todas las formas de la segregación, no se cumple. Por lo tanto, se disponen a proseguir con sus demandas, que se escalonan así; 1º) empleos y salarios (3 de cada 5 consultados sostienen que el blanco cobra más que el negro por el mismo trabajo); 2°) educación (uno de cada seis considera que es arduo compartir las escuelas de los blancos); 3º la vivienda (el 91 por ciento sueña, aún, con tener casa propia).
Lo más significativo entre una y otra encuesta es el cambio operado en la opinión que los blancos merecen a la población negra (unos 20 millones de almas); en 1963, el 80 por ciento afirmó que los blancos sólo buscaban sojuzgar a los negros; hoy, el porcentaje disminuyó al 40 por ciento. Pero si confían en sus antiguos enemigos, las máximas esperanzas recaen en los líderes de la comunidad, de acuerdo con este orden: King (94 por ciento), Asociación por el Adelanto de la Gente de Color (92), Congreso de la Igualdad Racial (70), Liga Urbana (60). Rechazan, en cambio, a los Black Muslims (64 contra 5) y la propaganda comunista que asegura la inexistencia de cuestiones raciales en los regímenes socialistas (65 contra 10).
Una modificación no menos sustancial se refiere a los métodos que la población negra debe utilizar en su ofensiva: en 1963, el 53 por ciento se pronunció por la persuasión; ahora, es el 70 por ciento. "Poco a poco, los blancos ponen los pies en la tierra —dijo Napoleón Farker, un habitante de Pittsburgh, de 25 años—. Pronto comprenderán que si vivimos bajo el mismo techo, haremos un mundo mejor para todos." 
02/03/65
Primera Plana