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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Nehru
aristócrata hecho pueblo

Revista Vea y Lea
junio 1964

 

 

Genial y solitario, con fuerzas sobradas para construir la unidad de un gran país milenario, el sucesor de Ghandi en la épica lucha por la independencia de la India fue vencido en la pequeñez de la contienda por salvar de la división a sus propios partidarios.

Nehru conversando con
Ghandi en Nueva Delhi

Con Krishna Menon

A su arribo al aeropuerto Idlewild, que hoy lleva el nombre de John F. Kennedy

Con Jacqueline Kennedy

El presidente argentino Arturo Frondizi
saluda al Pandit Nehru (diciembre 1961)

 

 

"Solo Ghandi le fue superior", exclamó, a manera de supremo elogio, el presidente de la República Sarvepalli Rhadakrishnan, ante los despojos de Nehru, el constructor de la India de hoy.
Pandit Jawaharlal Nehru, al que sus propios amigos le reprochan su extraña soledad y no haber formado, ni tolerado, siquiera, un heredero político, murió la víspera de Corpus. Su cuerpo —convertido ahora, de acuerdo con los ritos del país, en un puñado de cenizas— yacía en un lecho de rosas, envuelto en la bandera tricolor de la India. Una procesión acongojada desfiló toda la noche ante el cadáver derramando lágrimas, otros entonaban cánticos sagrados, rindiendo así su postrer homenaje de admiración y gratitud al líder.
Merecía, sin duda, el viejo combatiente, esas honras del pueblo. El también, como el Mahatma Ghandi, de quien fue uno de los más capaces auxiliares en las duras campañas de la desobediencia civil, había consagrado su vida a la independencia del país y, cuando logró ese objetivo, que en muchas horas de la lucha parecía inalcanzable, unificó la nación.
Podría afirmarse que no existe un solo capítulo en la rica y trascendente historia de la India de estos últimos tres lustros, es decir, desde que surgió como país independiente, el que no esté estrechamente unido el nombre del estadista.

ABOGADO EN LONDRES
Pertenecía Nehru a una antigua y aristocrática familia de Allabad, donde había nacido hacía 74 años. Su padre era Montilal Pandit Nehru, un jefe del nacionalismo hindú fundador del partido swaraji. Montilal, que falleció en 1931, había presidido hasta dos años antes, por espacio de una década, el Congreso Nacional. También había participado activamente en el movimiento de no cooperación con Gran Bretaña que se libraba en su país y luchó, inclusive, contra el dominio inglés, como jefe de la oposición radical.
En un hogar presidido por una atmósfera de ideas y patriotismo creció, pues, Pandit Jawaharlal Nehru quien, por lo demás, tuvo una infancia y recibió una educación de príncipe. Era un adolescente cuando fue llevado a Inglaterra donde cursó estudios en colegios tradicionales. Estuvo primeramente en Harrow y de allí pasó al Trinity College de Cambridge. En los años de su residencia en la isla, Nehru aprendió a conocer la grandeza del imperio y a desear que eso mismo fuese un día su patria. Apenas recibido de abogado marchó a Londres y allí se instaló, como Ghandi, para ejercer su profesión.
Quizá sus ambiciones por ganar un pleito no fuesen muchas puesto que otras inquietudes rondaban ya su mente. Decía admirar la revolución francesa y lo fascinaban las ideas nuevas. El estallido de la primera guerra mundial lo sorprendió en la capital británica cuando cumplía 25 años.
"Entraba" —como se dice en sentido figurado— en la vida, cuando decidió emprender el regreso a la India.
La contienda que ensangrentaba el escenario europeo seguía su incierto curso en tanto sus compatriotas llegaban al viejo continente para engrosar los contingentes que caían diezmados en los campos de batalla. 
Quizá su instinto le dijo que ese era el momento de volver al solar patrio para dar él también la otra batalla, la que creía más justa.

EL GRAN POLÍTICO
Lanzado de lleno a la lucha, pudo advertirse el leve matiz que lo diferenciaba del Mahatma Ghandi, entonces líder indiscutido de la desobediencia civil a las fuerzas del poderoso imperio que dominaban la India.
Mientras el Mahatma preconizaba la no violencia como táctica de lucha, Nehru, hijo del Jefe de la oposición radical, se mostraba él mismo partidario de procedimientos más radicales que los del austero "padre de la Nación".
Parecía evidente que el joven abogado simpatizaba con el socialismo que difundía Laski, a quien reconoció después como su inspirador y su maestro. La revolución rusa, ocurrida al poco tiempo de su regreso al suelo nativo, debió influir también en el ánimo del patriota, que acusó el impacto. Nehru no ocultó, en efecto, cuánto había admirado en esos días aquel movimiento. 
Pero sus discrepancias con Ghandi en cuanto a los métodos para lograr la independencia no hicieron peligrar jamás la causa en que ambos estaban empeñados. Fiel a sus ideales, Nehru igual secundó al líder que en 1942 lo declaró su heredero. 
En esa época Pandit ya había presidido, como años antes lo había hecho su padre, el Congreso Nacional Indio y, como Ghandi, también había pasado largas temporadas en la cárcel por sus sistemáticas campañas en favor de la emancipación de su país.
En uno de esos largos encierros escribió su autobiografía y elaboró el plan de reformas, que años después, ya en el poder, se esforzó por cumplir. El documento mostraba al gran político cuyo sueño consistía en ver convertida a su patria, carente de recursos industriales y militares, en una potencia internacional.
Nehru ambicionaba otras cosas: quería, también, una india progresista y modernizada, una India, en fin, sin sus seculares atrasos y miserias. Porque pese a su origen aristocrático, amaba entrañablemente a sus desheredados compatriotas. Lograda la independencia, que era el objetivo primordial para el desarrollo de sus planes de adelanto, Nehru se esforzó por elevar el nivel de vida de su pueblo. De ahí la admiración que su figura suscitó y el dolor que ahora provoca en casi quinientos millones de seres la muerte del "gigante".

LA VOZ DE LA PAZ Y LA ETERNIDAD
No es fácil establecer qué época de su vida fue más importante y decisiva, si aquella de la lucha por la independencia, cuando en plena guerra mundial con las potencias del Eje, se opone tenazmente a que la India suministre tropas a Inglaterra, como ya lo había hecho en la pasada contienda, o cuando años después viaja a Londres para tomar parte en la Conferencia del Commonwealth Británico para desempeñar su alto papel de mediador en el conflicto producido entre China y las potencias occidentales, o si cuando se traslada a la Pekín de Mao, luego a Moscú y termina su desconcertante itinerario visitando, finalmente, los Estados Unidos.
Pero en todas partes, aún en la visita que hizo al Vaticano, donde departió con el Papa Pio XII, su voz fue siempre acogida como la voz de la paz y la amistad.
Un hecho, sin embargo, paradojal en su vida, es que este estadista querido y respetado por todos, careciese de amigos íntimos o personales. Llevaba una existencia casi solitaria, entregado a sus pensamientos. Cuando urgía algún problema solía decir filosóficamente: "Esperemos que la madeja se desenrede sola"...
Tenía fe en la causa de la paz mundial, y en todos los problemas internacionales, particularmente en los que se produjeron en los últimos años en el Congo, en Laos y en Vietnam actuó con prudencia, pero también con coraje. Nehru, el hombre que mantuvo la unidad de la India, ahora amenazada con su muerte, en todos los casos hizo sentir su enorme ascendiente.
El nombre del líder está definitivamente inscripto en la historia de nuestro tiempo. Su muerte enluta no sólo a la India sino a todos los pueblos del mundo libre que ansían la paz de la que fue un abanderado ilustre.

SU ULTIMA INICIATIVA
Consideraciones de tipo electoral determinaron la anexión de Goa por medio de la fuerza. Al ministro de Defensa de la India se le atribuye ese duro paso, que para muchos significó el fin de la política preconizada por Nehru. A partir de entonces comenzó su desmoronamiento, físico, y quizá moral también.
La agresión de la China comunista, a la que Nehru había apoyado en sus ya viejos anhelos de que se la incorpore a la comunidad de las Naciones Unidas, debió ser para el viejo luchador otro motivo de agudo desaliento.
Cansado y abatido, Nehru debió advertir también, en el orden interno, la amenaza que se cierne sobre su partido, debilitado por pequeñas luchas y por el fanatismo religioso que resquebraja la unidad nacional.
Quizá haya sido ese cúmulo de adversidades lo que le impulsó, hace unos meses, a anunciar sus propósitos de abandonar el cargo de primer ministro. El tiempo dirá si las explosiones de violencia le hicieron presentir la frustración de la gran obra que le legó Ghandi.
Desilusionado o no, el "gigante" ahora caído y convertido en un puñado de cenizas sepultadas en las aguas de los ríos sagrados de la India, trabajaba poco antes de su muerte procurando arreglar el problema de Cachemira que desde largo tiempo "envenena" las relaciones con Pakistán. Nehru, que ansiaba la paz, provocó una corriente liberal liberando al "león de Cachemira", el jeque Mohamed Abdullah. Esa fue su última iniciativa, el postrero esfuerzo del "edificador" de la Nación, el gestor de una política generosa cuya ausencia definitiva lamentan los amantes de la paz. 

 

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