1984
el amor es delito

EL MUNDO DE PESADILLA CREADO POR GEORGE ORWELL EN "1984", DONDE ESTÁN VEDADOS LOS SENTIMIENTOS MAS PUROS Y HASTA SE FISCALIZA EL PENSAMIENTO, ADQUIERE EN LA PANTALLA UNA IRRESISTIBLE FUERZA DE ANATEMA CONTRA LOS REGÍMENES TOTALITARIOS.
Por CYRIL MOON

 

 

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en ciertos actos titulados "el minuto del odio" el pueblo debe manifestar su furia hacia desconocidos opositores fraguados por el partido


el miedo hace que el hombre inadaptado al sistema y sometido a un "lavado de cerebro" se abrace de su mayor enemigo para agradecerle la suspensión momentánea de sus torturas, en esta escena personificada por Edmond O'Brien y Michael Redgrave

 

UN viaje estremecedor hacia un mundo donde la voluptuosidad del poder se convierte en cruel sibaritismo; donde se han inventado las más refinadas maneras de vigilar y sancionar al hombre; donde se prohíbe el amor, se mata el ensueño y se liquida la capacidad de raciocinio: esto es la película "1984", basada en el libro del mismo titulo, del autor inglés George Orwell.
Como un alucinado Julio Verne precursor de invenciones para dominar a la naturaleza, George Orwell imagina todo lo que puede hacerse para dominar la mente del hombre, síntesis suprema de la naturaleza.
En su libro nos lleva de la mano por un extraño país, Oceania, manejado por un jefe, al que se llama el Hermano Grande, y donde todo se hace por y para el partido que ese Hermano Grande representa.
Es evidente que Orwell ha recogido documentadamente la organización de los grandes Estados totalitarios desaparecidos en la ultima guerra y de los que han sobrevivido a ella. Y a través de esas organizaciones advierte un propósito común en toda esta clase de Estados: el de vigilar el pensamiento de las gentes.
El pensamiento, esa cosa sutil, inasible, que el hombre usa muchas veces hasta para evadirse de si mismo, no era pasible de fiscalización. Se podía ser adicto a un régimen por convicción o por fuerza o por necesidad o por conveniencia. Lo hemos visto y sabido, aun en nuestro país, no hace mucho tiempo, en una experiencia que nadie debe echar en olvido. Pero el régimen del Hermano Grande no se conforma con la simple adhesión física al partido. Obliga a la obsecuencia, a la identificación absoluta, a la sumisión de los espíritus. No hay derecho a la duda. Y se prohíbe enterarse de cualquier cosa que no venga directamente expresada por los organismos del partido o sus ministerios: de la Verdad, del Amor, de la Abundancia. El Ministerio de la Verdad es donde se altera el pasado; no sólo el pasado histórico, al que se ha llegado a condenar al olvido, al punto de sostenerse que el mundo civilizado nació con el Hermano Grande y que antes de él se vivió en la Edad Media, tiempo del arco, la coraza y las caballerías, sino también el pasado inmediato, lanzándose continuamente ediciones de periódicos que se destrozan mientras se editan sus reemplazantes de la misma fecha, para actualizar las profecías del Hermano Grande; también se reforman películas, discos, documentos, etc. Y se crea un idioma especial, el "neohabla", síntesis de vocablos precisos, para evitar fugas del espíritu por medio de la armonía infinita del lenguaje.
Hace muchos años que se ha publicado la novela de Orwell. Y a poco de aparecer ya se había hablado de llevarla al cine. Pero se tropezaba con enormes dificultades para su adaptación, por cuanto casi todos los personajes tienen una vida hacia adentro. Es una cadena de sensaciones en este mundo aterrador donde las emociones están castigadas. Todas esas dificultades han sido superadas por los adaptadores William P. Templeton y Ralph Bettinson, quienes consiguieron hallar un lenguaje de imágenes con simbología propia mediante la cual se expresan estados de ánimo y sensaciones.
El sistema del partido se concreta en tres "slogans": "La guerra es la paz"; "La libertad es esclavitud"; "La ignorancia es fuerza". Y los intelectuales del Hermano Grande han logrado convertir en verdades las tres paradojas. El hombre libre no lo es en tanto está sujeto, a las abrumadoras y esclavizantes obligaciones emanadas de esa libertad, entre ellas la de pensar y resolver por sí mismo los problemas que le atañen. Para ello, al esclavizarlo el partido disponiendo lo que debe hacer desde que abre los ojos a la mañana hasta que se retira al reposo, lo libera de esas obligaciones que lo responsabilizan ante sí mismo y ante la sociedad.
"La guerra es la paz" se sostiene diciendo que el hombre ha nacido en función de lucha. Y que solamente hallándose en guerra ha de estar en paz consigo mismo. En cuanto a que la ignorancia es fuerza, la explica diciendo que el ciudadano de Oceania debe rechazar todo 
conocimiento percibido a través de ojos y oídos, para asimilar únicamente lo que el partido le entrega como cierto y verídico.
Esa disciplina popular a que aspiran todos los tiranos de la tierra se ha logrado en gran parte en Oceania. Hay pantallas televisoras que funcionan a dos circuitos. Esto es que al mismo tiempo que proyectan todo cuanto quiere el partido hacer llegar a sus subordinados, recoge también, a modo de ojo, lo que cada habitante del país hace en su domicilio, frente a ese testigo eléctrico que ve y oye durante las veinticuatro horas del día.
Además, en Oceania se ha superado todo método anterior. Y es así como en boca de uno de los personajes centrales se pone esta declaración aterradora: "En los viejos despotismos, se aplicaba el sistema prohibitivo del no harás. En el sistema totalitario, se aplicaba el conminatorio sistema de harás. Pero en el nuestro ni se prohíbe ni se ordena. Se transforma, aplicando el serás."
En Oceania al individuo no se le prohíbe hacer nada, prohibición en la cual va implícito el reconocimiento de que el hombre puede "hacer". Los totalitarios mandan hacer, obligan a ejercer actos, por la fuerza, aceptando que el individuo puede no ejecutarlos. Pero en Oceania se ha resuelto el problema haciendo que cada individuo "sea" parte integrante, vital del partido. Si por cualquier azar de las cosas no alcanza esa perfección de ser, es sometido a un "lavaje de cerebro'' hasta convertirlo en sustancia partidaria, en molécula del Hermano Grande.
Este "lavaje de cerebro" se realiza mediante el sistema del tormento físico, a modo de primera instancia. Luego el procedimiento anda desde el hambre a la persuasión y de ésta al electroshock, pasando por el psicoanalista, el hipnotismo, los barbitúricos y las inyecciones estupefacientes.
Todo el proceso de limpieza de cerebro, de espionaje, de persecución, el fenómeno de la abolición del afecto familiar hasta obligar a los hijos a que acosen a sus padres y los hagan llevar a la horca por presuntos delitos políticos y aun por palabras pronunciadas durante el sueño, se muestra en el film, sin calificativos. Los hechos se califican por si solos ante el espectador que, respetándose a sí mismo, respeta y ama la libertad de los demás.
Pero el tema central de este trabajo extraordinario del director Michael Anderson se sitúa en el idilio que ha nacido entre un oficial-empleado del Partido Externo y una Joven perteneciente a la Liga Juvenil Antisexual. Él trabaja en el Ministerio de la Verdad, donde se procede constantemente a rectificarla. Ella, en el mismo ministerio, está encargada de la fabricación de novelas mediante una maquina denominada "caleidoscopio literario", que actúa mediante fórmulas aprobadas, de cuya combinación nacen los libros que se darán a leer a la masa.
Ese amor, que se inicia en silencio y se cumple a escondidas, en un bosque, en un campanario o en una pieza de un lejano barrio, es finalmente descubierto por el partido. Y los dos, Winston Smith, cuyo número del partido es "6748 S W", y Julia, que responde al "6049 R J", caen una noche en la encerrona.
Y a través de las vicisitudes que pasa él sigue mostrándose la actuación de las autoridades partidarias. Y en especial de O'Connor, que, simulándose amigo de Winston Smith y enemigo del partido, lo descubre, lo entrega y dirige más tarde el proceso de "lavaje mental".
La sola lectura del libro crispa a quienes en aquella época —1950— estábamos sintiendo en nuestro país el asomo de una fiscalización totalitaria. Todo lo que la novela anticipaba como realizado en la fecha que da titulo al libro, 1984, estaba incorporándose a la vida normal de nuestro país, inclusive la deformación de la historia para ponerla al servicio del "hermano grande" criollo.
Por fortuna, en nuestro país pudo cortarse a tiempo con aquello. No ocurre lo mismo en el libro, que termina con sus dos personajes echados a andar de nuevo por la calle. Pero el amor que los unió hasta el sacrificio ha muerto en ellos. Son dos piltrafas humanas que al encontrarse de nuevo ya no se atraen más. Es que han asesinado, en el alma de cada uno, la capacidad de amar. Porque la tendencia del partido es crear en la nueva humanidad el imperio de la fecundación artificial para que el amor paternal desaparezca. Y el materno se limite a una simple función fisiológica.
La película, que ha de ser presentada entre nosotros por el sello Columbia, tiene como intérpretes a Edmond O'Brien, como Winston Smith; a Michael Reagrave, como O'Connor, y a Jan Sterling, como la sacrificada y enamorada Julia. David Kossoff está en el anticuario espía; Mervyn Johns, Donald Pleasence y Carol Wolveridge en figuras principales del partido. Actúan asimismo Ernst Clark, Patrick Allen, Ronan O'Casey, Michael Ripper, Ewen Solón y Kenneth Griffiths.
El autor, George Orwell, especialista en fantasías políticas, es también responsable de "Rebelión en la granja", película que hemos de ver pronto y en la cual, mediante el Juego de los animales en una granja, hace una fina sátira de las alternativas sufridas por revolución rusa.
Sus libros "1984" y "Farm animals" han sido traducidos a casi todos los idiomas de la tierra. Y están haciendo tanto bien, que su sola lectura basta para quitar de muchas mentes el fanatismo político, principal causante de las dictaduras. El fanatismo es lo que cada dictador trata de crear en la masa. Lo demás es lo de menos...
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1957