Revista Periscopio
25.08.1970 |
Cuando George Washington dejó Filadelfia en el verano de 1775 para
asumir el mando del Ejército Continental en Cambridge,
Massachusetts, viajó en un faetón comprado a costa de los
contribuyentes, y el costo del vehículo, registrado prolijamente por
él mismo, ascendía a los 1.430 dólares. En términos actuales, según
un nuevo estudio sobre los gastos de Washington en tiempos de
guerra, el faetón era "equivalente a doce Cadillacs".
Este es uno de los muchos ejemplos citados por el erudito-humorista
Marvin Kitman en su libro, designado para mostrar que Washington fue
no sólo el padre del país sino también el de una historiada
institución de nuestros días: la cuenta de gastos. El general invocó
sólo 42 de las 43 reglas básicas de Kitman que rigen el arte de
redactar las cuentas de gastos, pero a ésas las utilizó con
consumada maestría. La compra del faetón, según Kitman, "ilustra un
principio básico: deja que tu empleador sepa que eres un bon vivant,
para que no se sorprenda cuando le presentes tus vales".
El cargo de la irreverente revisión de cuentas efectuada por Kitman
es que el famoso ofrecimiento de Washington de servir como
Comandante en Jefe sin otra compensación que sus gastos reales
resultó ser mucho más onerosa para los primeros contribuyentes
norteamericanos que los 500 dólares mensuales propuestos por el
Congreso en un principio como salario del general. "El Congreso
calculó mal —señala Kitman—, del mismo modo que cuando proyecta en
la actualidad los gastos militares." Por lo tanto, en vez de los
48.000 dólares que Washington hubiera recibido en los ocho años que
duró la guerra si hubiera percibido el salario mencionado, la cuenta
de gastos que presentó al Congreso en 1783 fue por la increíble suma
de 449.261,51 dólares, incluyendo un interés del 6 por ciento y un
sobrecargo por depreciación. Según los dólares actuales, expresa
Kitman que "de lo que hablamos aquí es de millones".
Además de la compra del faetón, el viaje de diez días a Cambridge,
que incluyó lujosos hospedajes en la ruta, costó 4.146,55 dólares.
Kitman calcula que esto era unas trece veces más que el precio de un
viaje a Europa en esa época. Según Kitman, "La Odisea de la Cuenta
de Gastos" de Washington "es todavía un buen ejemplo a seguir por
quienes deban rendir cuentas acerca de cuánto deben cobrar por su
primer viaje de negocios. El principio básico es: no viaje en un
buque de transporte".
Como muchos hombres de negocios modernos, Washington incurría en
grandes gastos para que su esposa Martha estuviera a su lado siempre
que fuera posible. A Kitman le parece, por ejemplo, que un asiento
de 842,40 dólares por gastos domésticos del 7 de febrero de 1776 es
una maniobra magistral (la declaración está incompleta). ¿Por qué?
Porque, explica Kitman, "tras este inocuo detalle se esconde el
primer punto crucial de la guerra. Martha Washington llega al
frente". El principio aquí implicado, añade Kitman, es el siguiente:
"Una esposa o una secretaria no tienen por qué pasar por controles
severos para calificar sus gastos".
Página por página de la cuenta de Washington —cuyos facsímiles
completos están incluidos en el libro—, Kitman cita gastos tales
como el sastre, grandes cantidades de vino de Madeira (especialmente
del '59 y del '63) y retratos al óleo (muy a la moda entre los
"modernos hombres de negocios que incluyen sus retratos, realizados
por Fabián Bachrach, en sus cuentas de gastos para el día en que
éstas deban ser enviadas a los diarios"). A través de su libro,
Kitman salpica ilustraciones de los principios básicos empleados por
Washington. Algunas muestras:
• Después de señalar que Washington aceptó hospitalidad en Nueva
York: "Vive de la tierra. El dinero que no gastes en la cena, por
comer hors d' aeuvres en el coctel de algún fabricante, podrás
gastarlo mañana".
• Refiriéndose a los pagos efectuados a espías no identificados:
"Cuando mezcles los gastos privados con los oficiales, inventa algún
cuento difícil de verificar".
• Con respecto a las obras teatrales representadas por amateurs para
levantar la moral de las tropas en Valley Forge, que fueron
desaprobadas por el Congreso: "Nunca hagas nada en una cuenta de
gastos, que su patrón no hubiera hecho; si lo haces, que no te
pesquen".
• Investigando las anotaciones sobre los gastos incurridos durante
una visita a la zona del puerto de Boston, que los ingleses fueron
después obligados a evacuar : "Haz una venta de vez en cuando".
En forma inevitable, el recitado de los gastos se vuelve monótono y
la irreverencia del autor demasiado insistente, inclusive de mal
gusto. Pero por lo menos se las ingenia para producir un final
feliz. Porque cuando terminó la guerra, y se presentó la cuenta de
gastos, el comité designado por el Congreso para estudiarla aprobó
el documento sin chistar. Pero el Congreso había aprendido la
lección, y cuando Washington fue elegido Presidente y ofreció de
nuevo sus servicios por el pago de sus gastos en lugar de un
salario. el Congreso dijo: "¡No. gracias!" En cambio, votó un sueldo
de 25.000 dólares para el padre de los vales.
Copyright Newsweek, 1970.
26 • PERISCOPIO Nº 49 • 25/VIII/70
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