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pie de fotos
-La peste, un combatiente caído
-Los constitucionalistas se rinden
-"Yankees go home", ahora la OEA
-Soldados negros y leche en polvo
-Caamaño, estudió con "Marines"
-Portada para Wessin y Wessin
-En medio de la crisis, el conciliábulo entre Johnson y Betancourt
-Bosch, los abandonó a su suerte
-Muñoz Marín, fin de un principio

 

La noche del 28 de abril, cuando la policía dominicana informó al embajador William Tapley Bennett que ya no estaba en condiciones de proteger la vida de los residentes extranjeros, la frase adquirió, naturalmente, un valor entendido. Ningún extranjero corrió el menor peligro, se ha sabido después. Y con el mismo pretexto se produjeron muchas intervenciones anteriores, en Santo Domingo y otros países del Caribe.
La verdad es que, habiendo sido destituido tres días antas el presidente Donald Reid Cabral, el sector de las fuerzas armadas con el que estaban tratando la embajada y la misión militar de USA era el que reconocía por jefe al general Elias Wessin y Wessin, comandante de la Aeronáutica. No obstante el intento de intimidación que hizo la flota norteamericana —la cual entró en aguas jurisdiccionales el 26—, este grupo empezó a perder terreno cuando la oficialidad joven, acaudillada por el teniente coronel Francisco Caamaño Deno, optó por repartir armas a unos 10.000 civiles.
Una sangrienta batalla se libró alrededor del puente Duarte, sobre el río Ozama: murieron más de 1.000 personas por ambas partes. La marina y la policía hicieron causa común con la aviación, cuyo mando estaba instalado en la poderosa base de San Isidro, a 30 kilómetros de la capital. A pesar del intenso fuego que recibían desde el aire, los hombres de Caamaño no se rindieron. Usaban espejos para captar el agobiante sol de los trópicos y enceguecer así a los pilotos. Los tanques de Wessin llegaron dos veces hasta el puente y tuvieron que retirarse; uno fue destruido con bombas Molotov. Centenares de soldados desertaban.
Las fuerzas de Caamaño ocupaban el Palacio Nacional, la principal emisora, el Congreso. Allí se reunió con quorum sobrado el parlamento que fuera disuelto el 25 de setiembre de 1963, cuando Wessin y otros 25 generales decidieron poner fin a la fugaz presidencia constitucional de Juan Bosch (7 meses). Los legisladores tomaron juramento como presidente provisional a Rafael Molina Ureña, del PRD (Partido Revolucionario Dominicano), mientras el jefe de ese partido, Bosch, se aprestaba a viajar desde San Juan de Puerto Rico. Este grupo tomó el nombre de "constitucionalista"; el opuesto se designó como "anticomunista".
Roto el equilibrio a expensas de quienes tenían la confianza de Washington, el presidente Johnson debió resolver si podía o no desinteresarse de la suerte de las inversiones norteamericanas en Santo Domingo: unos 110 millones de dólares, en especial de las empresas ALCOA (aluminio), Southern Puerto Rico Sugar Corp. (azúcar) y la United Fruit. Para interrumpir un proceso que comenzaba como el de Cuba en 1959, decidió que más valía intervenir cuando aún era tiempo antes de que sobreviniesen complicaciones internacionales.
Esa noche ordenó a la flota desembarcar 400 infantes, que fueron recibidos con alborozo por el bando "anticomunista". A la mañana siguiente avanzaban sobre la capital, ocupando todo el perímetro que aún retenían las fuerzas del general Wessin y situándose frente a las tropas regulares del teniente coronel Caamaño, que no ofrecieron resistencia; sólo algunos francotiradores hostigaban a los marines, que sufrieron cuatro bajas el primer día. No se informó sobre el número de los civiles que cayeron.
Evacuados los residentes extranjeros —menos los que se negaron a hacerlo, por no estar convencidos del peligro—, quedó en evidencia que los marines —ahora reforzados por paracaidistas— habían llegado para quedarse. La razón invocada en el primer momento debía ser sustituida por otra.
Entonces, los servicios de inteligencia de USA comenzaron a distribuir abundante información sobre la infiltración de comunistas entre las fuerzas que respondían a Caamaño. Para ellos, tanto el Movimiento 14 de Julio —nacionalista— como las dos ramas del marxismo —el PSP, Partido Socialista Popular, y el MPD, Movimiento Popular Dominicano— pueden ser calificados de "comunistas", puesto que postulan la expropiación de bienes norteamericanos.
Entre tanto, Juan Bosch indicaba a un redactor de PRIMERA PLANA, en su refugio portorriqueño, que el PRD había absorbido de hecho al Movimiento 14 de Julio; en cambio, los comunistas del PSP y del MPD, en el pasado, fueron siempre sus enemigos acérrimos —lo calificaban de "agente imperialista"— y concurrieron a la formación del otro partido, la UCN, Unión Cívica Nacionalista, que se apoderó del gobierno después de su derrocamiento. La noche del miércoles, Bosch estaba visiblemente desalentado; de hecho, se retiraba de la lucha y confiaba, más bien, en las negociaciones que tres de sus amigos (Muñoz Marín, Betancourt, Figueres) pudieran entablar en Washington.
Ante esta situación, y como Molina Ureña se refugiara en la embajada de Colombia, el coronel Caamaño debió asumir la plena responsabilidad. El 4 de mayo, en la plaza central de Santo Domingo, a 200 pasos de las tropas norteamericanas y aclamado por los parlamentarios, resolvió asumir la presidencia provisional hasta febrero de 1966, cuando expira el mandato de Bosch.
Los constitucionalistas protestaron ante la OEA por la intervención norteamericana, pero aceptaron la tregua que les fue propuesta por la misión pacificadora (Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica y Venezuela). Esta tregua sólo obliga a los dominicanos; los norteamericanos no se estiman ligados por ella y, de hecho, avanzaron hasta cubrir todo el territorio ocupado por las embajadas extranjeras, dividiendo en dos a los "constitucionalistas".

Los protagonistas
Al promediar la semana, la ciudad primada de América —de la que salieron Cortés, Pizarro y Balboa, donde se construyó la primera Catedral y la primera Universidad— ofrecía un aspecto desolado, como si hubiera sido arrasada por un ciclón.
"Desierta, paralizada de miedo por los tiros y las bombas, rebosante de odio", así la describe Buck Canel, enviado especial de PRIMERA PLANA. Las tropas de ocupación —más de 27.000 hombres, casi la misma cantidad que en Vietnam— patrullaban la zona de seguridad: de noche se les hacía fuego desde las azoteas y cada madrugada recogían el cadáver de algún soldado norteamericano. "Todavía en el casco de la ciudad, en la parte comercial y sus arrabales —añadía— hay miles de militares y civiles armados que juran morir por la Constitución, por el retorno de Juan Bosch y para repeler la 'agresión' norteamericana.
"Los servicios públicos —luz eléctrica, teléfonos— mejoraban lentamente. Las fuerzas norteamericanas repartían toneladas de arroz, frijoles, leche y otros comestibles; pero —informaba Canel— sin agua, con la basura regada por las calles, la escasez de medicinas y equipos médicos, la profusión de cadáveres —muchos de ellos incinerados en plena calle—, se levanta el espectro tenebroso de la peste". El hedor inconfundible de los cadáveres putrefactos flotaba en el aire. Las familias que pudieron salir de la ciudad lo hicieron; otras se asomaban de vez en cuando a los balcones y portales. Los niños miraban con grandes ojos trágicos el atronador desfile de los camiones colmados de víveres y de soldados extranjeros.
El jefe de la sección internacional deI Newsweek, John Barnes, logró introducirse en la base de San Isidro, donde los norteamericanos habían fijado uno de los pies del arco, de un puente aéreo "mas poderoso que el de Berlín" en 1948. Fue recibido por el coronel de aviación Pedro Bartolomé Benoit, quien le espetó: "No nos va tan bien como esperábamos." Este hombre rudo, bajo, que había firmado la tregua en representación de los anticomunistas, a nadie: "Tendremos que tomar la ciudad casa por casa."
El general Elias Wessin y Wessin, de 40 años, es también de baja estatura y su estómago desborda sobre su cinturón. Lleva un crucifijo sobre el uniforme de fajina y en su escritorio hay un busto de John Kennedy. "Los soldados siempre gritan 'Viva la patria' —dijo a Barnes—, pero esta vez vociferaban 'Paredón'. Los comunistas los han inducido a pensar así. Pero, con la ayuda de los norteamericanos, venceremos.
Después haremos elecciones; cualquiera sea la fecha, mi opinión es que Bosch no podrá ser candidato ni volver al país: según mi leal saber y entender, es un comunista."
Hijo de inmigrantes libaneses, Wessin es todo lo contrario de un "señorito", como muchos de sus colegas que formaron la corte del apolíneo Ramfis Trujillo; según parece, no gusta de los bellos uniformes y las condecoraciones, sino de la fatiga de los campamentos, y nadie le acusa de haberse enriquecido: vive en una modesta casa de 12.000 dólares con su esposa y dos hijos. Va a las riñas de gallos y al béisbol; no habla sino español. Muy devoto —en un país donde los hombres no prestan atención a la religión— instituyó en San Isidro la misa dominical obligatoria. Goza de la confianza del Pentágono desde que, en 1962, impidió —aquella vez coincidió con los comunistas— que el secretario de las Fuerzas Armadas, Rodríguez Echevarrieta, suprimiera el Consejo de Estado, un grupo de siete civiles que reemplazó al presidente Juan Balaguer. No lo hacía por espíritu civilista —un año después derrocó a Bosch— sino para preservar el equilibrio socio-político del país, comprometido desde la caída de Trujillo.
Por su parte, Buck Canel integraba el grupo de corresponsales que visitó al teniente coronel Francisco Caamaño Deno, el 6 de mayo, en su cuartel general. Halló a un hombre tranquilo, que habla lentamente y sonríe con los ojos más que con los labios; lleva un pequeño bigote y el cabello muy corto. Se define a sí mismo corno "un hombre de acción, más que un orador" y no le gusta hablar de su familia; dice únicamente que está en un "lugar seguro" de la isla. Practica el béisbol y el boxeo.
"Por ningún motivo —dijo Caamaño— dejaremos que se establezca aquí un régimen comunista: cualquier dictadura es cruel. Aquí lo sabemos muy bien, porque su látigo cruzó nuestras carnes. Fue una dictadura de derecha, tremenda, implacable, que duró treinta años. Pero sabemos que las dictaduras de izquierda son todavía más inhumanas." La intervención extranjera —cuando faltaban unas horas para que mi bando obtuviese la victoria— fue un error; los Estados Unidos fueron inducidos a dar ese paso porque "un gobierno corrupto se lo pidió". A su juicio, tarde o temprano tendrán que retirarse sin mayor gloria; "es una pena", comentó.
Caamaño Deno, 32 años, 1,89 de altura, desciende de una antigua familia de colonos españoles; muchos de sus miembros son militares y el padre, Fausto Caamaño, que hoy reside en USA, fue un general de influencia notoria durante el régimen de Trujillo. El, por su parte, estudió táctica en las escuelas de los Marines en Quantico (Virginia) y Coronado (California). Conquistó su grado actual en 1960 y dos años más tarde intervenía en un complot cuyo objetivo era derrocar al odiado jefe de policía, general Belisario Peguero; el general Wessin, enemigo jurado de Peguero, actuó en la misma conspiración. Descubiertos, no fueron condenados, porque la mayoría de las fuerzas armadas se opuso. Wessin volvió a San Isidro, Caamaño fue nombrado cónsul en Montego Bay (Jamaica). Bosch nombró a Peguero "supervisor" de la policía y, finalmente, lo separó de su puesto.
"Mi impresión —escribe Canel— es que este hombre no puede llamarse comunista; sin duda, elementos extraños han infiltrado sus fuerzas, pero estoy seguro de que, por el momento, los controla. Decir hasta cuándo es un pronóstico muy difícil." Añadía que, desde la llegada de los norteamericanos, la tarea de los comunistas se ha vuelto más sencilla porque la mayoría del pueblo censura el desembarco.

La presencia roja
Que hay comunistas en Santo Domingo y que, en este trance, se han incorporado al bando constitucionalista, no merece discusión. Los hay como en todo el mundo y es razonable suponer que luchan contra los intereses norteamericanos. Pero si han actuado comunistas, nadie ignora, por ejemplo, que Wessin utiliza a los "cascos blancos" (policía) entrenados en Los Angeles, USA.
El Departamento de Estado publicó una lista de 58 agitadores comunistas que, según sus noticias, se han plegado al campo "rebelde". Los más notorios eran Jaime Duran, entrenado en Cuba, miembro de las Juventudes Comunistas Dominicanas; José D. Issa, que también había viajado a La Habana, Praga y Moscú, y Fidelio Despradel Roques, calificado de pro-chino. Se pretende —sin ofrecer pruebas— que Despradel se había convertido en consejero íntimo de Caamaño.
El centro de Santo Domingo, en poder de Caamaño, es una fortaleza: hombres, mujeres y niños esgrimen armas tomadas de los cuarteles. Tienen, incluso, un tanque. En la iglesia de San Carlos, detrás de la embajada de USA, "hay seis curas presos como rehenes —refiere Barnes—. En las azoteas, los rebeldes emplazaron ametralladoras". En el parque Independencia vio a tres aviadores ahorcados con carteles en los que se lee: "Traidor." No niegan estas atrocidades, pero se esmeran en explicar que no son comunistas. "Somos gente que lucha contra Wessin, que mató a muchos de los nuestros y nos privó de agua y comida", le dijeron. Y agrega: "Artesanos, comerciantes, profesionales bien vestidos —médicos y abogados— forman en las fuerzas de Caamaño."
Buck Canel circuló libremente por la zona de seguridad. "Nadie nos molestó. Al contrario, se nos facilitan todas las informaciones necesarias, sin trabas y sin las brusquedades que podrían esperarse en circunstancias como éstas." Entre quienes siguen a Caamaño, distingue "un grupo compuesto mayormente por estudiantes universitarios y de segunda enseñanza, todos ultranacionalistas de izquierda y con inclinaciones comunistas y fidelistas". Ellos son quienes hicieron imposible la completa efectividad del alto del fuego, los que causaron bajas de 12 muertos y 40 heridos a los norteamericanos. Pero "el odio contra los Estados Unidos no se limita ahora a los extremistas".
El enviado especial de PRIMERA PLANA remata con este análisis político: "La mayoría del pueblo es partidaria de Juan Bosch: de esto no tenemos la menor duda. Los militares, en su gran mayoría, y las clases privilegiadas, están con la Junta (de Wessin) y muchos defienden el desembarco. En medio de estas fuerzas hay un vacío. Lo han llenado las tropas norteamericanas pero deberán colmarlo los dominicanos para que su país pueda volver a la normalidad. La cosa va para largo: la situación económica es peor que la política."
Súbitamente, el viernes se constituyó una nueva Junta en el campo del general Wessin: la preside Antonio Imbert, uno de los dos sobrevivientes (el otro es Amiama Tio) del grupo de "trujillistas" que hace cuatro años asesinó a Rafael Leónidas Trujillo, como único medio para recuperar la cuota de azúcar en el mercado norteamericano, que había sido cancelada por el gobierno de Washington en cumplimiento de una conferencia de la OEA (San José de Costa Rica). Aquel crimen sigue emponzoñando la vida política dominicana.

La "acción colectiva"
Los despachos de agencia informan que la opinión europea, en su mayor parte, fue hostil al desembarco, que no sería sino la repetición de las invasiones que USA cumpliera, hasta 1930, en el Istmo y en el Caribe.
No niegan la actividad comunista, pero estiman que hubiera sido impotente, a menos que la URSS decidiera apoyarla. Ello no coincide —añaden— con la línea general del Kremlin, que se desentiende oprobiosamente del Vietnam y demuestra estar cansado de los sacrificios que hace en Cuba. En cuanto a China, carece de flota y aviación para actuar en el Caribe. La denuncia de los manejos comunistas no sería sino la aplicación de la vieja treta maquiavelista: antes de atacar, acusar a un supuesto atacante.
El presidente de Gaulle condenó abiertamente la decisión de Washington; en Londres, el primer ministro. Harold Wilson la apoyó, con reservas, para mantener la unidad del mundo libre. Por esa actitud, que ya había adoptado con respecto al Vietnam, un órgano tan acreditado, como The New Statesman acaba de calificarlo "el caniche de Johnson".
Naturalmente, la prensa norteamericana respaldó a su gobierno. Los diarios populares batieron palmas y dejaron escapar alguna expresión de altanería frente a los pueblos mestizos que insisten en fastidiar a USA: la OEA, dijeron, debe aprender a obedecer. No sólo Time, sino también Newsweek adoptaron la versión oficial acerca del peligro comunista; si el sistema interamericano se resistía a convalidar la invasión —sostuvieron— había que pasar por encima de él. Pero algunos diarios emitieron dudas sobre la sagacidad de una política que siembra tropas norteamericanas en tres continentes: África (Congo), Asia (Vietnam) y América Latina, sin contar las que siguen estacionadas en Europa desde hace veinte años. La táctica actual del comunismo podría consistir en hacer que USA se convierta en gendarme del mundo, para que los liberales e izquierdistas de todos los países acepten cooperar con los comunistas en su campaña contra las "fuerzas de ocupación".
The New York Times reprocha al presidente Johnson su "lenguaje de 1898 en 1965" y compara esta invasión a Santo Domingo con la de 1916. "Las tropas norteamericanas fueron empleadas casi inmediatamente para fines políticos, sobre la base de informaciones de que un puñado de comunistas estaban comprometidos en la revuelta y de débiles pruebas de que amenazaban asumir su dirección." Asegura que muchos dominicanos, sin ser comunistas, lucharon "al ver a los norteamericanos invadiendo y ocupando su país". Aunque USA es la nación más poderosa de la Tierra, "hay cosas que ni aun USA puede hacer en este período de la historia. Cuanto más rápidamente podamos salir de la Dominicana, si es posible con la ayuda de la OEA, tanto mejor", concluye.
Ciertamente, ningún periódico latinoamericano se atrevió a decir tanto. La postura más característica fue la de La Prensa, de Lima, diario del ex primer ministro Pedro Beltrán: criticó a los países latinoamericanos que, "amparados en el principio de la no intervención, dejaron solo a USA en la lucha contra el comunismo".
Pasada la emoción del primer momento, algunos publicistas comienzan a pensar que, en realidad, el desembarco en Santo Domingo no fue el hecho más importante de todo este proceso, sino la creación de una fuerza policial interamericana. A tres semanas de la conferencia de Río de Janeiro, convocada para fortalecer la OEA, los medios que se proponía para ello no coincidían absolutamente. Así, por ejemplo, Chile deseaba instituir un sistema latinoamericano que luego trataría en conjunto con la potencia rectora del continente. El Departamento de Estado, en cambio, que había logrado años atrás introducir en el tratado de Río el principio de "acción colectiva" —para resolver la contradicción entre la Doctrina Monroe y la No Intervención— deseaba formar una fuerza policial interamericana que, actuando con los mismos fines, aliviara a los Estados Unidos de la impopularidad consiguiente a toda injerencia unilateral. Ese proyecto, contrarrestado durante varias décadas por la oposición de las principales potencias latinoamericanas, ha sido sancionado ahora —gracias a los hechos de Santo Domingo— con votos de la Argentina y Brasil, aunque no de México y Chile.
Los observadores internacionales tienden a pensar que éste es el verdadero triunfo que perseguía el gobierno de USA, y no la ocupación de Santo Domingo, que siempre fue un protectorado y no tenía la menor posibilidad de dejar de serlo bajo la presidencia constitucional de Juan Bosch. El país no fue independiente hasta 1865 y desde entonces —si se excluyen los treinta años de Trujillo, que garantizaba todas las prerrogativas norteamericanas — casi siempre estuvo ocupado por la infantería de Marina. El hecho no se presta a reacciones emocionales: después de derrotar a España en 1898, los Estados. Unidos —que entonces se anexaron Puerto Rico y Filipinas, dominaron Cuba y Panamá— no podían sino aprovechar el vacío de poder que se manifestó en el Caribe. Entonces, para controlar Dominicana a través de la percepción directa de sus rentas de aduana, se invocaba el peligro de que fueran Francia, Alemania o el Japón los que intentasen ocupar la isla con el clásico pretexto del cobro de deudas. Abundan los hechos curiosos en esta crisis, prosiguen los mismos observadores. Ante todo, su estallido en vísperas de la conferencia de Río. Después, la actitud equívoca del gobierno de Venezuela, que pide la reunión con el propósito aparente de condenar a USA y termina favoreciendo, con su abstención final, el triunfo de la "acción colectiva'' que corresponde a la llamada Doctrina Betancourt y que ya fue aplicada —a sus instancias— en las dos conferencias de San José de Costa Rica, el año 1961. Tampoco es indiferente que los más empeñosos defensores de esta tesis —como el mismo Betancourt, Figueres y Muñoz Marín— se hallaron, durante la crisis, en estrecho contacto personal con miembros del gobierno norteamericano, y que su compañero Bosch, en cuyo nombre se alzaron en armas los oficiales jóvenes, en realidad los abandonó a su suerte. No fue un ataque contra Santo Domingo —concluyen— sino un asalto al principio jurídico de la no intervención; América latina ha capitulado ante la Doctrina Monroe.
Este parece ser el punto de vista subyacente en un despacho de la Agencia France-Presse, fechado en Washington el 6 de mayo: la creación de la fuerza interamericana "constituye un precedente especialmente importante en la historia del panamericanismo. El hecho, por sí mismo, es capital y repercutirá en la conferencia de Río": se trata de "la creación de una policía regional permanente" que, bajo un emblema internacional, tal vez no servirá los fines nacionales de USA, pero nunca los contrarrestará.
A ello pueden añadirse otros pronunciamientos. El Wall Street Journal declara "superado" el principio de no intervención, que rige para los pueblos de Asia y África, no para los de América latina. "Unos términos tan inflexibles están en contradicción no sólo con la Doctrina Monroe, sino también con las realidades de América latina y de la política mundial." También es sugestiva una declaración del canciller brasileño Vasco Leitao da Cuntia según la cual "es al calor de las crisis cuando los organismos internacionales se vuelven dinámicos". El presidente Leoni (Venezuela) explicó que la fuerza interamericana se ha creado "con el fin de reemplazar la de USA": fue, pues, un acierto del presidente Johnson ordenar el desembarco, porque así obligó a América latina a adoptar una decisión que jamás había admitido, y el gobierno de Venezuela, que sí la aprobaba, debiera estar satisfecho. No menos sorprendente fue el vicepresidente Humphrey: "Pronto se producirán otras revoluciones en el continente y USA podría perder a todos sus amigos si se ve en la obligación de intervenir constantemente." Confiamos, por lo tanto, en que "se encontrará pronto un medio para que sea la OEA quien intervenga. Nunca hicimos de la OEA lo que debía ser; la hemos empleado únicamente como foro".

El precedente
Con el fin de conocer el pensamiento de los partidarios de la "acción colectiva" —que alcanzaron su objetivo precisamente cuando Bosch, uno de los suyos, fue alejado del poder por intervención unilateral— PRIMERA PLANA solicitó a Jean Lagrange, corresponsal en Washington, que obtuviese una entrevista con Luis Muñoz Marín. El ex gobernador de Puerto Rico apoyó con energía "la creación de un instrumento jurídico interamericano para la prevención del establecimiento de regímenes comunistas en América latina". La decisión, tomada: unas horas antes de que recibiera al periodista, es —dijo— "una medida extraordinariamente importante, que podría constituir un precedente para el porvenir" —es decir para intervenir en otros países. El hombre a quien se debe la renuncia de su patria a la soberanía, aseguró que la creación, en la inminente conferencia de Río, de la policía regional, es "una saludable salida al extremo nacionalismo de los países latinoamericanos",
Muñoz Marín no niega que el argumento de la guerra revolucionaria puede servir para justificar el allanamiento de las soberanías nacionales por la potencia protectora. "Lo más urgente —afirmó— es una buena definición de lo que se entiende por control comunista; en cuanto se establezca esto, una intervención colectiva contra un régimen comunista tendría todas las justificaciones morales o jurídicas necesarias." También expresó su esperanza de que, "en el futuro, ese mecanismo podría ser aplicado contra las dictaduras de derecha".
Preguntado si el desembarco en Santo Domingo constituye o no una violación del principio de no intervención, se negó a responder: "Miro hacia el porvenir y no hacia el pasado." Pero cuando se trata de salvar vidas humanas, como era el caso en Santo Domingo, "la acción unilateral es necesaria, no había otra alternativa". Esto no le impide reconocer que el movimiento en favor de Bosch —que tan frecuentemente fue huésped de su gobierno durante los años de exilio— "era una rebelión de las fuerzas democráticas contra un gobierno que no lo era". En cuanto a la amplitud de la infiltración, afirmó que era difícil emitir juicio, pero "hay comunistas en todas partes, con la posible excepción de Puerto Rico", sonrió.
A propósito de su presencia en Washington, simultánea con la de Betancourt y Figueres, es "una simple coincidencia" : él se encontraba "en un rincón perdido" del país y se dirigió a la capital "para ver si podía ser útil mi presencia".
11 de mayo de 1965
revista Primera Plana