Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

POLONIA
Las razones del corazón

Revista Primera Plana
19-11-1968

Un actor, en un escenario de Varsovia, decía: "No confíes en la libertad si te la ofrecen los rusos". La platea deliró de júbilo. La obra fue prohibida y los estudiantes cubrieron de flores la tumba del poeta nacional Adam Mickiewicz, autor de Los Antepasados.
Así, en marzo último, la "primavera de Praga" comenzó en Varsovia: los profesores se unieron a los estudiantes y reclamaron mayor libertad en el ámbito de una sociedad socialista. Seis meses más tarde, tropas polacas acompañaban a los tanques rusos que desbarataron el Nuevo Curso checoslovaco. La semana pasada, cuando se reunió el 5º Congreso del Partido Comunista polaco, culminaba un ajuste de cuentas entre los que en marzo predicaron la indulgencia y los que en agosto impusieron la invasión.
También en 1956 fueron los polacos los primeros en sublevarse contra el Kremlin; anegada en sangre Budapest, Kruschev y Gomulka se reconciliaron. La repetición del fenómeno significa algo; en ningún país socialista, tal vez, el ideal de la independencia es tan Vehemente, pero ninguno, tampoco, está más constreñido a la disciplina, y por propia voluntad.
Para la mayoría de los polacos, Rusia es el enemigo secular; pero es igualmente la garantía de su existencia como nación. En 1945, por primera vez en muchos siglos recuperaron la unidad étnica absoluta: debieron ceder, en el Este, la parte más pobre de su territorio, rebosante de poblaciones halógenas, para ocupar vastas comarcas industriales en el Oeste, dé las que fueron expulsados millones de alemanes. Para englobarlas en la comunidad nacional, los polacos debieron reestructurar toda su economía, su cultura y su política: sin ellas la nueva Polonia (35 millones de habitantes y un formidable índice de desarrollo) volvería a ser un país deforme, atormentado.
No sería difícil perderlas. La retórica oficial invoca obsesivamente el "peligro alemán"; en apariencia, se refiere a Bonn; pero el pueblo entiende que se trata más bien de Berlín, cuyas luces se divisan, de noche, a 70 kilómetros de la frontera, si los polacos se dejaran tentar por las fantasías del "comunismo liberal", el decrépito Walter Ulbricht podría demostrar a Moscú que su República Democrática Alemana es más digna de confianza que Polonia. Y si él reconquistara las provincias polacas, se convertiría, de la noche a la mañana, en un héroe nacional alemán.
Todo esto se lee claramente en un reciente discurso del general Wieczyslaw Moczar, 54, un fornido comandante de guerrilleros contra las tropas nazis; fue él, este año, quien reprimió con energía, como Ministro del Interior, la rebeldía de la comunidad académica, infiltrada por el "revisionismo" y el "sionismo". "Esos pérfidos llamados a humanizar y democratizar las relaciones sociales y económicas —dijo—, van dirigidos contra el socialismo, como lo demuestra la situación creada en Checoslovaquia. Polonia tenía que hacer lo que hizo. Desde que nació la República Popular, el problema del socialismo se ha vuelto para nosotros una cuestión nacional." El grupo llamado de los "guerrilleros", cuyo jefe es Moczar, domina ya el Partido y el Gobierno, bajo la autoridad nominal de Wladislaw Gomulka, 63, enfermo y desgastado ante la opinión.
Los "guerrilleros" son, en realidad, nacionalistas, para quienes "es vital pertenecer al campo socialista, junto a la URSS"; esa necesidad —añadía Moczar— "procede de la razón y del corazón". Como todos saben, el corazón tiene sus propias razones; pero éstas, a diferencia de lo que creía Pascal, se comprenden demasiado bien.
No difieren, casi, de las que animan al movimiento Pax, de católicos que colaboran sin recato con el régimen; muchos de ellos fueron filofascistas que confiaban en Mussolini para zafarse de las redes de Hitler; hoy, por su influencia sobre la clase dirigente y por sus inclinaciones tecnocráticas, asumen en Polonia un papel comparable a la del Opus Dei en España. Adversarios del cardenal Wyczinski, son ellos, sin embargo, los que le ofrecieron hace dos semanas, después de varios años de aislamiento, el permiso para ir a Roma.
Los hombres de Pax ocupan con fruición las vacantes dejadas por famosos profesores marxistas como Adam Schaff, Stefen Zolkiewski, Julius Dobrowisky, Kyrsztof Zarnowiecki, Julius Katz-Suchy; expulsados del Comité Central, e incluso del Partido, perdieron sus cátedras, desde las cuales disintieron a propósito de la Guerra de los Seis Días y de los sucesos checoslovacos. Muchos otros —un centenar— se han marchado a Israel. En los primeros años de socialismo, los judíos eran los preferidos: la "intelligentzia" polaca, que aún no estaba en condiciones de dirigir al país, conserva de aquel período un lacerado resentimiento, que explica la virulencia de la actual campaña contra el "sionismo".
Desde el 20 de agosto la "depuración" ha sido profunda, y afectó, incluso, al Canciller Adam Rapacki, autor de un prestigioso plan para "desnucleizar" el centro de Europa. Los 1.500 delegados que fueron elegidos para el 5' Congreso pertenecen, sin excepción, a la "línea dura". Moczar ingresó personalmente en el Politburó; sus adeptos, al parecer, no son mas numerosos que los del "viejo" (Gomulka); pero son más jóvenes y audaces. Ante Moscú aparecen como leales guardianes de la pureza ideológica, y su exaltación de los valores nacionales los favorece entre las capas profundas del pueblo.
Leonid Breznev acudió a Varsovia; su cauteloso discurso afianzó notoriamente a Gomulka y redefinió una vez más la "doctrina Monroe" para el Este. "Una acción en la forma de asistencia militar a un país fraterno destinada a conjurar la amenaza al sistema Socialista, es un paso extraordinario, dictado por la necesidad"; pero podría repetirse "en caso de acciones directas de los enemigos del socialismo, dentro y fuera de un país, que amenacen los intereses comunes del campo socialista".
Con una amenaza similar, pero en términos mucho más rudos, Kruschev, hace doce años, trató de amedrentar a los desobedientes polacos que habían elegido Primer Secretario a Gomulka.

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La vieja guardia, Gomulka, Cyrankiewicz, Spychalki


La nueva Polonia

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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