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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Religión
La confesión

Revista Somos
diciembre 1983

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

Juan Pablo II visitó en la cárcel a Alí Agca, el hombre que lo atacó a balazos en Plaza San Pedro. Fue una
conversación sin testigos, en la celda; una verdadera confesión. El misterio del complot sigue.

El Papa y su atacante de 1981 hablan en voz muy baja en la celda de la cárcel de Rebibbia

 

 

 

Es posible que Juan Pablo II se haya enterado el martes, por boca del asesino a sueldo que intentó matarlo hace dos años y siete meses, quien ordenó y planificó el magnicidio frustrado de Plaza San Pedro. Vestido con un suéter azul y jeans, con la barba crecida y aire contrito, Mehmet Alí Agca, el ex lobo gris, conversó secretamente durante 21 minutos con el pontífice en una celda de la cárcel romana de máxima seguridad de Rebibbia. Juan Pablo II y Agca se sentaron en sillas de plástico frente a frente, sus cabezas casi juntas, como en una confesión, y dialogaron en susurros. En dos oportunidades el Papa cerró los ojos y casi apoyó su frente en el hombro del joven terrorista de 25 años. Al principio se tomaron las manos; luego el pontífice apretó afectuosamente el brazo izquierdo de Alí Agca y cuando se despidieron lo palmeó en el hombro. Como respuesta, Agca hizo una genuflexión y besó la mano de Juan Pablo sonriendo con expresión agradecida.
Fue la primera vez en la historia del cristianismo que un Papa estuvo frente a frente con su victimario, y cuando abandonó la celda estaba conmovido. "He hablado con Agca como se habla con un hermano al que he perdonado y goza de mi confianza", dijo. Cuando se le preguntó por el tenor de la conversación, contestó: "Es un secreto que no me pertenece y que debo respetar". El encuentro se realizó en el sector G-7 de la cárcel y la puerta de la celda de Agca permaneció abierta por razones de seguridad, mientras el ministro italiano de Justicia Mino Martinazzoli, el secretario de estado Vaticano cardenal Agostino Casaroli y otros dignatarios aguardaban en un corredor contiguo de la prisión.

UN LACÓNICO SI. Cuando los periodistas le preguntaron al Papa si Agca le había manifestado su arrepentimiento por el ataque a balazos en Plaza San Pedro, la respuesta fue un lacónico sí. La visita papal a la cárcel tuvo otro momento importante: la celebración en la capilla del penal de un servicio que duró dos horas y media ante 500 internos que lo ovacionaron y después desfilaron ante su sitial para arrodillarse y besarle la mano.
El sacerdote Dante Mele, capellán titular de Rebibbia, dijo que el prisionero turco "esperó con gran ansiedad y humilde esperanza la visita del Papa". Y el vocero oficial del Vaticano, Pier Franco Pastore, no pudo precisar en qué idioma hablaron, pero especuló que podría haber sido el italiano, aunque llegado el caso también pueden mantener un fluido diálogo en alemán.
Los observadores del Vaticano dicen que a juzgar por las expresiones de Juan Pablo II recogidas por la televisión oficial, Agca bien habría podido revelar "toda la verdad" sobre los instigadores del atentado, si los hubo. Juan Pablo ya había perdonado a su atacante cuatro días después del ataque, mientras se reponía en el hospital Gemelli de Roma. De cualquier forma, por un veredicto judicial emitido en julio de 1981, el turco fue condenado a prisión de por vida, lo que en Italia equivale a permanecer entre rejas por lo menos durante 30 años. Luego —en 1982— fue abierta una investigación judicial para determinar si hubo o no complot internacional, y paralelamente Agca comenzó a enviar mensajes a la Curia romana y al propio pontífice para manifestar su arrepentimiento. Poco después fue trasladado a Rebibbia desde la cárcel de Ascoli-Piceno para responder a la requisitoria judicial y formuló una serie de revelaciones que implicaron a los servicios secretos búlgaros y determinaron el arresto de Serguei Antonov.
Ahora seguirá el misterio. "Si Juan Pablo recibió una información concreta, jamás revelará los pormenores, porque adoptó la misma actitud de una confesión cristiana", aseguró el sacerdote John Macgee. Tiene título para decirlo: hasta hace poco fue uno de los secretarios personales del Papa y ahora maneja el protocolo vaticano.
Eduardo Gómez Ortega

 

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