Revista Primera Plana
20.11.1962 |
Dilema para Kennedy: ¿cómo actuar ante el conflicto Kruschev-Mao?
En julio de 1961, un periodista argentino visitaba al escritor
Arthur Schlessinger Jr., quien, después de haber redactado el
borrador del discurso presidencial que lanzó la Alianza para el
Progreso, había recorrido varios países latinoamericanos, y formaba
con Richard Goodwin y Walter W. Rostow un grupo asesor de la Casa
Blanca para los asuntos de este hemisferio.
Schlessinger aceptó la entrevista, pero informó a su interlocutor
que la política latinoamericana ya no era de su incumbencia. Ahora
se ocupaba de estudiar el conflicto ideológico entre la URSS y
China. "El presidente Kennedy está convencido —añadió— de que este
es un elemento de magnitud histórica, y que puede despejar el
camino, si no a la distensión, hacia una serie de acuerdos parciales
entre las dos mayores potencias del mundo".
El visitante de aquella tarde puede dar fe: la creciente
desavenencia entre Moscú y Pekín, ya confesada abiertamente, no
toma por sorpresa a los planeadores norteamericanos de una política
exterior a largo plazo.
Interpósita persona
La reunión de emergencia de los 81 partidos comunistas (Moscú,
octubre de 1960) y el 22º congreso bolchevique (setiembre de 1961),
constituyen los primeros hitos de este asombroso proceso. En el
primer caso se firmó una resolución transaccional, que repudiaba al
dogmatismo y al revisionismo; estaba claro que, con tales epítetos,
rusos y chinos se condenaban mutuamente. En el segundo caso, Albania
fue excomulgada por Kruschev, puesto que no se podía excomulgar a
China. Chou En-Lai, encargado de expresar el "saludo fraternal" de
Mao, no dejó lugar a dudas: China se sentía involucrada en esa
sanción de la tendencia revisionista contra la tendencia dogmática.
Desde entonces, el régimen de Enver Hodja no ha dejado de denunciar,
semana a semana, la "traición" de Moscú a la revolución mundial.
Puede parecer extraño que ese país insignificante —separado
geográficamente del bloque soviético y enclavado entre las
igualmente hostiles Yugoslavia, Grecia e Italia— sobreviva a la
ruptura con la Meca del comunismo, ruptura que se extendió de los
dos partidos a los dos estados. En la década anterior, Tito había
arrostrado las iras de Stalin, y si consiguió zafarse entre
innumerables escollos —hasta que Kruschev voló a Belgrado para hacer
autocrítica— ello se debió, por cierto, a la ayuda económica,
diplomática y militar de USA. Pero el "desviacionismo" albanés no es
de derecha sino de izquierda y no puede aspirar al apoyo del mundo
occidental.
La explicación, sin embargo, es clara. Así como Kruschev lanzó
contra Hodja una diatriba dirigida a Mao, es Mao quien habla por
boca de Hodja cuando vitupera a Kruschev.
La atómica china
Ahora ya no se trata de cuestiones doctrinarias: Moscú y Pekín se
enfrentan en términos de política de poder.
La principal cuestión doctrinaria estriba en la noción de
coexistencia. Los marxistas creyeron siempre que las guerras eran
inevitables mientras durase el capitalismo; Kruschev atenúa la
rigidez de ese concepto, formulado cuando no se sospechaba el
descubrimiento de la energía atómica. Mao, teórico marxista más
ortodoxo, discierne en ello una concesión al orden mundial
capitalista.
De esta diferencia ideológica derivan otras de carácter práctico.
Los rusos piensan que su principal aporte a la revolución mundial es
el ejemplo de su revolución, que en 1830 —según el informe de
Kruschev al 22º congreso— comenzará a pasar del socialismo al
comunismo. Los chinos responden que los países gobernados por
comunistas debieran, en cambio, ayudar con dinero, técnicos, armas
—y tropas, inclusive— según procedió Mao Tse Tung en Corea y el
Vietnam. Ya que en Occidente se ha desvanecido, al parecer, la lucha
de clases, ahora habría que entenderla en un sentido internacional.
Hay pueblos ricos y pueblos pobres; estos últimos son los del Tercer
Mundo. La verdadera división no sería entre capitalismo y comunismo,
sino entre naciones industriales y sub-desarrolladas. Es deber
revolucionario —afirma la doctrina china— precipitar por todos los
medios, la insurrección general del Tercer Mundo.
Ejemplo de controversia doctrinaria es la que se refiere al sistema
de comunas agrarias. En este punto, Kruschev se anotó una victoria.
El gobierno chino admitió a regañadientes que se trataba de un error
y ha tomado medidas para conjurarlo. En cuanto a la política de
poder, nada la trasunta tan cabalmente como el problema de la bomba
atómica china, que ya inquieta a la URSS, tanto como la autonomía
británica y francesa, en el mismo aspecto, preocupa a USA: un aliado
con bombas propias no es el aliado ideal. Desde hace más de un año,
la URSS redujo al mínimo sus créditos a China y retiró los miles de
técnicos que trabajaban en la inmensa potencia asiática. A pesar de
todo, China persevera en su empeño, y todos los observadores
coinciden en que Mao podrá disponer de su bomba antes de un año.
"Único error" de Stalin
Que falta coordinación entre la política exterior rusa y la china,
es también evidente. Si se necesitaba una prueba, bastará la actitud
de ambas potencias ante la India. Para poner a Mao ante la realidad
del aislamiento, Nehru exige a Moscú el cumplimiento de sus
promesas: el envío de una escuadrilla de Migs La URSS no puede
retractarse sin desbaratar sus esfuerzos de una década para
granjearse las simpatías de los países neutralistas. Pero, si envía
esa escuadrilla, China abandonará todo eufemismo en sus denuncias
contra Moscú.
Ya ha comenzado a hacerlo con motivo de Cuba. La propaganda de Pekín
incita a Fidel Castro a entorpecer la transacción en curso. Aun en
conversaciones con extranjeros, altos funcionarios chinos se
permiten tachar de "oportunista" y "denigrante" la retirada en el
Caribe. Oradores comunistas dijeron recientemente en Cantón que "el
único error de Stalin fue no matar a Kruschev".
Crisis en Bulgaria
Finalmente. China retiró a sus jefes de misión en todos los países
del bloque soviético. En Moscú, desde hace más de un año, no hay
sino un encargado de negocios. En octubre fueron llamados, para
consultas, los agentes diplomáticos en Varsovia, Bucarest, Praga y
Berlín-Este. Pero la semana pasada, cuando culminó una nueva crisis
interna en Bulgaria, se marchó también el embajador chino en Sofía,
y según parece le han seguido sus colegas en Budapest. No hay
noticias precisas sobre lo que ocurre en Mongolia Exterior,
estado-tapón entre las dos mayores potencias comunistas, en Vietnam
del Norte, ni en Corea del Norte. ¿Es posible que se haya llegado a
una virtual ruptura de relaciones entre Moscú y Pekín?
En Bulgaria, el primer secretario del partido, Todor Jivkov, acaba
de destituir y expulsar al primer ministro Antón Yugov y a otros
cinco dirigentes. Ambos fueron, en el pasado, tan stalinistas como
Kruschev; pero, iniciada la lucha contra el culto a la personalidad,
se alejaron prestamente de Valko Chervenkov, principal dirigente
búlgaro de la época anterior, a quien se expulsó también del
partido.
Ahora Jivkov acusa a su rival de supeditar aún la orientación del
partido al "fraccionismo" de Chervenkov: si Yuov hubiera tenido en
sus manos el poder real —que incumbe siempre al primer secretario
del partido— la misma acusación pudo volverse contra aquél. En
realidad, esa resistencia a la política de Kruschev se explica por
cuestiones nacionales: es tradicional la rivalidad entre búlgaros y
yugoslavos. Pero está claro que China especulaba con ese factor para
contrarrestar, en Bulgaria, las directivas del Kremlin. La caída de
Yugov significa que Kruschev ha decidido acabar con todas las
contemplaciones: China debe reintegrarse a la "disciplina
socialista".
Inmediatamente después, varios jefes comunistas del Este —Ulbricht,
Gomulka. Kadar— fueron llamados a Moscú, sin duda para conocer sus
intenciones con respecto a la nueva fase política.
Qué hacer
Una corriente tradicionalista del Departamento de Estado opinaba
hasta ahora que no cabía forjarse ilusiones acerca de la
autenticidad de la disputa chino-soviética: se trataba de una
táctica, y únicamente los asesores del presidente Kennedy —demasiado
jóvenes y, además, "intelectuales"— podían caer en esa trampa. Ahora
parece cambiar radicalmente de criterio; postula la conveniencia de
presionar rudamente sobre Kruschev y Mao —contra éste, por medio de
una política más activa en la India— para sacar provecho de la
reyerta comunista.
La Casa Blanca cree, por el contrario, que lo mejor es mirar cómo se
desarrolla ese conflicto. Si negarlo era incurrir en una ingenuidad,
una presión excesiva podría, en cambio, contribuir a allanar el
antagonismo. Una política de principios, firme y flexible a la vez.
aconsejaría ."comprensión" frente a Kruschev y a la vez "dureza"
contra Mao. Ese trato desigual ahondaría las diferencias. Después de
su triunfo político en el Caribe, Kennedy estaría por alcanzar un
triunfo estratégico dentro del mismo mundo comunista.
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Anton Yugov (arriba) y Enver Hodja
Wladislaw Gomulka (arriba) y Kadar |
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