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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Fernando Cardenal

El Cardenal degradado

Revista Somos
diciembre 1984

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

 

Entretelones de la expulsión de Fernando Cardenal de la orden jesuítica.
Después de cinco años de invitaciones, vanas esperas, exhortaciones a abandonar el rumbo tomado y llamamientos oficiales, llegan las primeras medidas punitivas contra un sacerdote sandinista. Y se trata de un castigo de excepcional gravedad.

Ernesto Cardenal

Miguel D'Escoto

 

 

 

El primero en sufrirlo fue Fernando Cardenal, el jesuíta ministro de Educación del gobierno de Managua: desde el 4 de diciembre pasado, día en que la resolución fue comunicada al interesado por el provincial de América Central, padre Valentín Menéndez, Cardenal no pertenece más a la Compañía de Jesús. La expulsión había sido decidida algunos días antes por la Curia Generalicia, la máxima autoridad de la orden creada por San Ignacio de Loyola.
De ahora en más, Femando Cardenal no es más un jesuíta sino un simple sacerdote diocesano que "deberá abstenerse, como ha hecho hasta ahora, de todo ejercicio del ministerio sacerdotal". Este acuerdo había sido signado en julio de 1981 entre los miembros del Episcopado nicaragüense con los religiosos comprometidos con la revolución sandinista y protagonistas de ella desde cargos oficiales. La lista incluye además de Fernando Cardenal a su hermano Ernesto (ministro de Cultura), al misionero Miguel D'Escoto (ministro de Relaciones Exteriores) y al reverendo Edgard Parrales (observador de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos), entre otros. Ese pacto consentía "temporariamente" a los cuatro eclesiásticos a seguir actuando en política a cambio de la abstención de toda actividad sacerdotal.
Desde entonces, y durante tres años, los cuatro rebeldes justificaron su actitud
y su negativa a escuchar las exhortaciones de las autoridades jesuítas y del propio Sumo Pontífice esgrimiendo aquel acuerdo con la jerarquía del Episcopado nicaragüense. Se trató de una actitud dilatoria que perdió vigencia el 10 de agosto pasado cuando el Vaticano la calificó de "sorprendente y casi increíble''.
La historia había comenzado en 1979, cuando se produjo la primera exhortación vaticana a que "dejasen sus funciones que son incompatibles con la misión del sacerdocio". Y para que la actitud de la Iglesia no diera lugar a ninguna duda, el mismo papa Juan Pablo II, el 4 de marzo de 1983, en el aeropuerto de Managua, reprendió a Ernesto Cardenal y le pidió que "regularizase su posición". La crisis se agudizó el 10 de julio pasado cuando el régimen sandinista expulsó de Nicaragua a diez religiosos extranjeros, acusándolos de "actividades antigubernativas". La desazón del Vaticano quedó expresada en la definición de Juan Pablo II acerca de la situación creada: "Es doloroso, particularmente grave, abiertamente nociva para la Iglesia". Palabras que no hicieron mella en el régimen de Managua, ya que el 14 de julio Daniel Ortega designó a Fernando Cardenal ministro de Educación, en lo que fue considerado un abierto y arrogante desafío.
El Canon 285
Hubo todavía un último intento conciliatorio. En setiembre, en el Vaticano fue recibida una misión especial del régimen sandinista que, con la esperanza de atenuar las tensiones entre Managua y la Santa Sede, mantuvo una serie de infructuosas reuniones con monseñor Achille Silvestrini, secretario del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia y virtual ministro de Relaciones Exteriores del Vaticano. Durante su viaje a Canadá, el Papa echó luz sobre el desenlace: en aquellos encuentros no se trató el "caso Cardenal", ya que debía ser resuelto sobre la base de las normas del Código de Derecho Canónico.
Y eso fue lo que hizo pocas semanas después la Compañía de Jesús al expulsar a Fernando Cardenal, de acuerdo con lo que establece explícitamente el Canon 285, que prohibe a los sacerdotes actuar en política.
Se concretaba así un desenlace traumático de un entredicho que había durado casi 6 años y que hizo parecer eufemística la declaración de Radio Vaticano cuando, al comentar la expulsión del cura sandinista, dijo que su alejamiento se había producido en "una atmósfera de mutua estima y de respeto". En definitiva, un final previsible y una advertencia a los otros sacerdotes que ocupan cargos en el gobierno de Nicaragua.
Bruno Passareili
(Corresponsal en Italia)

 

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