Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


URUGUAY
LOS DUROS Y LOS BLANDOS
Tupamaros

Revista Siete Días Ilustrados
25.01.1971

Es algo así como un record insólito; a lo largo de cuarenta meses de gestión, el presidente de Uruguay, Jorge Pacheco Areco, vio desfilar por el Palacio Estévez (Casa de Gobierno) a unos cincuenta ministros. En ese lapso, las sucesivas crisis ministeriales —una constante de la actual administración— alcanzaron, tarde o temprano, a todos los colaboradores del presidente. Sólo uno había logrado mantenerse a pie firme en su cargo: el general Antonio Francese (en la foto de la derecha), titular de la cartera de Interior, hombre fuerte del gobierno y último sobreviviente del primer gabinete nombrado por el extinto presidente Oscar Gestido. En 1968, cuando Pacheco Areco sustituyó a los miembros del elenco ministerial que heredara de Gestido, Francese, el intocable (como lo bautizaron entonces), permaneció como ministro de Defensa Nacional, cargo que abandonó en abril de 1969 para acceder al Ministerio del Interior, un sitio clave desde que los tupamaros se erigieron como fanáticos cultores de la oposición armada al régimen constituido. El martes 19, sin embargo, la aparente inamovilidad de Francese quedó destruida de un plumazo: el septuagenario general —quien demostró siempre mayor adhesión al poder civil que al militar— presentó su renuncia indeclinable. Aunque muchos sectores se muestran sorprendidos por el alejamiento de Francese, su actuación en los últimos meses minó su prestigio de hombre duro; la receta que aplicó el ex ministro frente a los pertinaces sediciosos fue una sola: represión. Pero con los primeros calores de diciembre el viejo general se fue ablandando. Varios partidos políticos de izquierda proscriptos tres años atrás fueron rehabilitados, la palabra tupamaros y otros siete vocablos prohibidos por el gobierno obtuvieron luz verde. Se avecinaba 1971 —calculan ahora los mentideros montevideanos— y el ministro del Interior propiciaba una distensión en el enrarecido ambiente político del país. No lo entendieron así los sectores conservadores y lanzaron sus primeras críticas contra Francese por su discutida liberalización: por primera vez fue tildado de blando. Se recordaba, además, su decidida oposición a aplicar "apremios físicos" a los tupamaros capturados, un expediente que ciertos capitostes ultramontanos juzgan imprescindible para triturar el aparato de la guerrilla urbana uruguaya. Todo ese proceso de deterioro de la imagen de Francese culminó cuando Pacheco Areco retornó de sus vacaciones en la fortaleza de Santa Teresa: el primer acto de gobierno del presidente fue solicitarle la renuncia. Poco después, el general disparó ante los periodistas: "Los que antes me achacaban dureza, ahora me echan en cara blandura, pero siempre me critican". Es que Francese ocultaba su despecho bajo un manto de ironías: "Yo soy un soldado más —declaró—. No soy un hombre Importante. Mi biografía cabe en una hojilla de papel de fumar", minimizó frente a la prensa (como se recordará, en esas hojillas de papel de fumar los tupamaros presos en la cárcel de Punta Carreta envían instrucciones a sus compinches en libertad).
También circulaban otras versiones en algunos medios allegados al gobierno: se decía que Francese había renunciado tras el secuestro del embajador inglés Geoffrey Jackson, reconociendo así sus errores en la vigilancia de los funcionarios. Según este rumor, el ex ministro habría dimitido 24 horas después del rapto y el presidente aceptó el alejamiento al volver de sus vacaciones. De una u otra forma, es evidente que Francese acusó el golpe: su ausencia en el acto de asunción del nuevo ministro del Interior se interpretó como un síntoma de su malestar. Lo cierto es que —sin demasiada astucia— los observadores notan significativas indecisiones en el gobierno, que podrían indicar la carencia de una línea política definida: tras la renuncia de Francese se le ofreció el cargo al doctor Hamlet Reyes (presidente de
turno de la Suprema Corte de Justicia), quien rehusó el ofrecimiento; tras el rechazo de Reyes —un hombre sindicado por la opinión general como un blando— se designó al general retirado Rafael Milans (69, tres hijos), enrolado en la corriente de los duros y partidario de los colorados. Las sorpresas, sin embargo, no terminaron ahí: el jueves 21 Milans renunció —"por desinteligencias en la conducción", se dijo— y Pacheco Areco se vio obligado a otro repentino golpe de timón. Demostrando una celeridad poco común y afrontando con rapidez la nueva crisis, el presidente designó a Santiago Pebrún Carbajal —un estanciero que ya conoce las funciones públicas, pues había sido director del Banco Central— para que ocupe la candente cartera del Interior, francese, entretanto, anunció que no volverá a ocupar ningún cargo público ni aceptará candidaturas de ningún tipo. Los montevideanos recuerdan aún una de las frases más celebradas de Francese: "Les advierto que no estoy desesperado por mantenerme en el cargo. Si cuadra, me retiro a mi casa a tomar mate en chancletas".
Mientras tanto, otros problemas sacuden a los uruguayos: los 12.000 efectivos lanzados a las calles poco después de la captura de Jackson, continúan con las "pinzas" (sorpresiva detención del tránsito y control de los automóviles) y los "rastrillos" (escaladas en los barrios supuestamente preferidos por los sediciosos). El sábado 16, esos operativos permitieron encontrar material de propaganda extremista y explosivos en un misterioso túnel construido en un torreón de la iglesia de Malvín; el lunes 18 la policía atrapó tres codiciadas piezas: en un «prolijo chalet de un barrio de la clase media montevideana fueron apresados Lucía Topolansky Saavedra (26), Elsa Paulos de Amodei y Carlos Mario Amir; los tres, siguiendo órdenes impartidas por los dirigentes del movimiento, confirmaron ante los pesquisas su calidad de "soldados" pero negaron su vinculación con el secuestro del embajador británico. En total, el operativo policíaco-militar montado por el gobierno le provocó seis bajas al MLN, pero fue incapaz, en cambio ,de frenar por completo la andanada terrorista: en la tarde del lunes 18, los tupamaros acribillaron a balazos al ex sargento de la Guardia Metropolitana Teófilo Núñez; el policía recibió dos impactos en el cuerpo y sus heridas son graves, pero los médicos creen que salvará su vida. También entraron en la residencia del capitán Rodolfo Torti, maniataron a todos los ocupantes, robaron armas y municiones y pintaron leyendas en las paredes (foto de arriba). Otro de los principales actores del drama del secuestro de Jackson, el enviado especial de la Corona, Oliver Wright —"experto en situaciones difíciles", tercer hombre en el ranking del Foreign Office británico— procuraba, por su parte, solucionar la difícil encrucijada que sacude a los uruguayos: el miércoles 20 viajó a Buenos Aires (abajo, al partir de Carrasco) "por motivos de rutina". Aunque muchos observadores internacionales picotearon sobre varias teorías que vinculaban el viaje con la implantación de varias medidas de seguridad para proteger a los diplomáticos ingleses, lo único de valor que pudieron obtener los periodistas que lo abordaron a su llegada al Aeroparque capitalino fue una velada advertencia al gobierno uruguayo sobre la responsabilidad que afronta en el caso Jackson: "Quiero dejar bien sentado —remarcó Wright— que todo embajador es huésped del país en que reside y la responsabilidad por su suerte le cabe a sus autoridades".

 

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