Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

VENEZUELA
Guerrilleros, se necesitan

 

Primera Plana
26 de noviembre de 1968

La voz entrecortada del capitán Humberto Vargas García vibró en la prefectura de La Habana: "Nos obligan a tomar rumbo a Venezuela". Las naves de guerra Calamar y Almirante Braden habían perseguido durante cinco horas —y cañoneado, según la denuncia cubana— al pesquero Alecrin; la misma tarde, los 38 tripulantes, entre ellos un experto japonés, desembarcaron en la base naval de Carúpano, pero en calidad de prisioneros.
Para Fidel Castro es "una agresión cobarde": el Alecrin pescaba atún, con otros tres barcos, a 160 kilómetros de la costa. Según el Gobierno venezolano, fue sorprendido a 95 kilómetros, es decir en aguas territoriales.
En cambio, se anticipaba a señalar la presencia de guerrilleros, camuflados entre inofensivos pescadores. Se cruzaron notas de protesta a través de la Embajada helvética en La Habana: las relaciones entre ambos países están rotas desde 1962.
Faltaban once días para que el pueblo venezolano renovase todas sus autoridades, y Reinaldo Leandro-Mora, betancourista acérrimo que asumió el Ministerio de Relaciones Exteriores al iniciarse la campaña cívica, fue el primero en señalar una vinculación entre ambos sucesos: "Castro —sostuvo— trata de sabotear las elecciones".
Una suspicacia excita otra: aunque se ha probado de sobra la intromisión cubana en Venezuela, con frecuentes envíos de guerrilleros, armas e instrucciones, también es cierto que hace cuatro años Acción Democrática empujó la extrema izquierda a la revuelta para asustar a los ciudadanos y beneficiarse en las urnas. Gracias á esa táctica, Rómulo Betancourt pudo instalar a Raúl Leoni en el palacio de Miraflores.
En diez años, los votos de AD mermaron constantemente: del 77 por ciento al 71, al 49, al 32. Esta vez ha sufrido una tercera escisión, cuyo protagonista es el escritor y pedagogo Luis B. Prieto Figueroa, 65. Para evitar una segura derrota, cambió resueltamente de electorado. Gonzalo Barrios —otro escritor y abogado, 64—, cedió su cartera a Leandro Mora y se convirtió en el candidato oficial, ungido por el propio Betancourt en uno de sus rápidos viajes desde Suiza. Barrios dirige sus mensajes a la próspera clase media formada en torno a los dos Gobiernos constitucionales, que manejaron en una década la friolera de 25.000 millones de dólares y brindaron al país un innegable progreso económico y social.
Sin falso rubor, el candidato oficial ha dicho que su partido reformista desea ser amigo de los hombres de negocios; los que se empecinan en hablar de "socialismo" —como los documentos fundacionales de AD— están de más. Hace unos meses, Prieto, secundado por el vehemente caudillo Jesús H. Paz Galarraga, se desprendió del viejo tronco; en ese momento su imponente figura dominó la escena política. Fue una ilusión: sin dinero, sin
prensa, el MEP (Movimiento Electoral del Pueblo) parece un mono combatiendo con un elefante.
Los antiguos copartidarios se han intercambiado —con pasión— pedradas, trompadas y no pocos balazos, pero la competencia electoral se reduce, de hecho, al enfrentamiento entre AD y COPAI, un partido demócrata cristiano con temeraria juventud teñida de marxismo, pero que presenta por cuarta vez la sosegada candidatura de Rafael Caldera, 52, especialista en Derecho Laboral. También él proyecta una imagen propicia, con abundantes tecnócratas y diligentes planes de Gobierno; pero la poderosa Fedecámaras recela de ver reproducirse el riesgo chileno, donde unos "jóvenes turcos" han acorralado al Presidente Frei.

En busca del millón
Entre los otros aspirantes, merece atención el diplomático Miguel Ángel Burelli Rivas, 45, sólo porque supo mantener hasta el fin la oportunista asociación de tres caciques electorales en decadencia, que se han refugiado tras esa candidatura: Arturo Uslar Pietri, Jóvito Villalba y Wolfgang Larrazábal. Unidos, esperan ganar algunos escaños que les permitan cooperar; sea con Barrios, sea con Caldera.
El domingo 1º de diciembre, el Estado venezolano gastará 15 millones de dólares para consultar la voluntad de 4 millones de ciudadanos —casi el 30 por ciento analfabetos—, que depositarán dos tarjetas de color, entre 51, para elegir el Presidente y los parlamentarios que desean. La victoria necesita, como mínimo, un millón de electores, y la atomización de los partidos —18 nacionales, 17 regionales— no permite descuidarse a los dos únicos que pueden alcanzar ese nivel.
En las últimas semanas, las agónicas guerrillas ultraizquierdistas del comandante Douglas Bravo quemaron algunos cartuchos con la esperanza de frustrar la bacanal democrática. Una esperanza irreal: fue necesario que Fidel Castro, por su cuenta o convidado, hiciera el papel de villano. Si Leandro Mora no descubre a los guerrilleros del Alecrin antes del domingo próximo, Gonzalo Barrios y AD pagarán las consecuencias.
26 de noviembre de 1968
PRIMERA PLANA

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Venezuela
Gonzalo Barrios de Acción Democrática
Prieto, Caldera, Burelli

 


 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

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