Alguna vez se dijo y con razón que existe estrecha semejanza
entre el problema del desarme mundial y el de los
estupefacientes. Contra la buena fe de los pueblos y las
intenciones de los gobernantes bien inspirados luchan, en ambos
casos, pérfidamente los capitalistas y traficantes del vicio y
de la muerte. No son numerosas las empresas que en el mundo se
dedican a la fabricación de armamentos. Y menos aún las que
producen las distintas clases de narcóticos. Pero unas y otras,
cuyos dirigentes y principales accionistas representan a las más
diversas nacionalidades —el dividendo no conoce- insignias ni
fronteras—, obtienen fabulosas ganancias al servicio de la
guerra y de los paraísos artificiales. Dos son las drogas de
mayor importancia desde el punto de vista social y económico: la
cocaína y el opio con sus derivados. Si su empleo en la ciencia
médica para el tratamiento de ciertas dolencias es generalmente
aceptado como necesario, la verdad es que como elemento de vicio
ambos alcaloides siembran la corrupción y están provocando
anualmente decenas de miles de víctimas en muchos países del
mundo. En el último cuarto de siglo, el uso de drogas con
deleznables fines de vicio cobró una difusión desoladora en casi
todas las naciones occidentales. En algunas constituye hoy un
problema de inquietante proyección social. Y ha planteado una
lucha a muerte entre las fuerzas de la decencia y de la
inmoralidad. En Estados Unidos, por ejemplo, se está trabajando
intensamente para combatir a los narcómanos y sobre todo a los
circuladores de drogas, pues su empleo ha llegado a afectar no
sólo a elevado número de adultos, sino también a nutridos
sectores de adolescentes de escuelas y universidades. Ya
funcionan en ese país establecimientos de sanidad especializados
en el tratamiento y cura de los toxicómanos. Y las Naciones
Unidas cuentan con un organismo que actúa como colaborador y
centralizador de la acción de vigilancia y represión que se
desarrolla contra el vicio de las drogas en todos los países
adheridos a la entidad internacional.
Buenos Aires,
tentación... En nuestro país el número de toxicómanos y la
acción nefasta de los circuladores de drogas no han llegado a
constituir todavía, y por suerte, un problema de magnitud.
Autoridades sanitarias y policía han combatido su infiltración
con más o menos eficacia. según las épocas. Pero en los últimos
años parece que el mal intenta recrudecer. Buenos Aires ha
progresado enormemente y es lugar de tentación para los
traficantes de la muerte blanca. El inusitado crecimiento de
su población, sensiblemente internacional, el aumento de los
lugares nocturnos de diversión y la indudable incidencia en
nuestro medio social de las corrientes inmigratorias de
posguerra, en buena parte afectadas por el desencanto, el vicio
y la decadencia moral registrados en Europa en años de
padecimiento bélico, han intensificado sobre Buenos Aires la
acción de los traficantes de narcóticos y del número de
viciosos. No es todavía entre nosotros, repetimos, un problema
de alarma social. Pero bueno será salirle al paso antes de que
llegue a serlo. Nadie ignora que los alcaloides se trafican
insidiosamente en algunas "boîtes" del centro, en ciertos
departamentos de gente de vida dudosa, en los "toilettes" de
determinadas confiterías, en el probador de alguna casa de
modas, en la trastienda de algunos figones del puerto, y en
lugares a veces insospechados donde el traficante y sus víctimas
se dan sigilosa cita para la venta de la letal mercadería.
Lacra social Al igual que la prostitución, el tráfico y uso
de drogas constituye una repugnante lacra social. El efecto de
los estupefacientes es conocido: suprimen el dolor, crean un "dopping"
con sensación de placer, adormecen los sentidos y provocan en
sueños voluptuosos que, a la larga, terminan en la locura y la
muerte El uso de narcóticos debilita física y mentalmente al
individuo. Además de embrutecerlo, lo prostituye moralmente.
Reduce con rapidez su capacidad de trabajo y, minan do su
voluntad, lo arroja primero en la abulia y luego en la pendiente
de todas las aberraciones. El toxicómano afecto a cualquiera
de las drogas —cocaína, morfina, heroína o marihuana— cae en los
mayores excesos y desenfrenos. Rotos sus resortes morales, se
convierte en un ser antisocial. Aferrado al vicio, el narcómano
no repara ya en medios para obtener su droga preferida. Emplea
'todos los ardides y caerá en cualquier delito para conseguirla.
Si es mujer, no vacilará en prostituirse y venderse. Si hombre,
engañará a los amigos y familiares, estafará y, si es preciso,
recurrirá al robo y hasta el crimen. Más de un hecho tenebroso y
sangriento ha ocurrido en Buenos Aires entre narcómanos y
viciosos de toda índole. Unos y otros son delincuentes astutos y
peligrosos, pero más pasibles do ingresar en una casa de salud
que en una cárcel.
El traficante Contrastando con la
morbosa peligrosidad del toxicómano, el traficante ilegal de
alcaloides es, en cambio, un delincuente frío, despiadado, que
rara vez llega a ser un narcómano. Actúa sólo por afán de lucro
y obra por cuenta del mayorista que siempre maniobra en las
sombras. Es un reptil en acecho, astuto, calculador, que se
ingenia de mil modos para satisfacer a sus clientes y buscar
nuevos adeptos. Sus lugares de acción preferida son los
"night-clubs", los cafés dudosos, los balnearios, los barcos de
lujo, ciertas confiterías y bailes nocturnos, y cualquier otro
lugar donde encuentre al débil de carácter, al vicioso en
potencia, a mujeres desorientadas, a muchachitos o jóvenes
inexpertos que se., inician en la vida galante. Astuto como el
zorro y rápido como ardilla, el circulador usa todas las
martingalas para eludir a la policía y "pasar" su trágico
cargamento: una bandeja de confitería, un paquete de
cigarrillos, una canasta del mercado, el probador de una lujosa
casa de modas, un pañuelo que se recoge del suelo, una barrita
de "rouge" que se dejó olvidada en un "toilette" de señoras,
todo es bueno para los traficantes de la muerte blanca. Es
contra estos delincuentes peligrosos, para cualquier país, que
se centraliza la acción policial. Esta es constante y suele no
ser fácil, pues si algunos circuladores son conocidos por
haber sido procesados, otros no lo son, ya que los mayoristas
contrabandistas buscan cambiar con frecuencia a sus
intermediarios. Aunque en menor proporción que las drogas ya
citadas, hace algunos años también se introdujo en Buenos Aires
la marihuana. Llegó subrepticiamente, disimulada en cualquier
equipaje y, como se comprobó después en varios allanamientos
incluso un salón de bailes populares, había comenzado ya a
circular entre personas de modesta condición social.
Guerra
sin cuartel Vasta es la red de. distribución de alcaloides
que contrabandeados penetran en Buenos Aires desde Shangai,
Hong-Kong, Hamburgo, Nueva York, París y otros grandes centros
internacionales. Cocaína, morfina o marihuana, burlando la ley,
en el portafolio de un aparente acaudalado viajero de avión, entre las ropas de una encumbrada dama o
del camarero de un moderno transatlántico y aun en el collar de
un inofensivo perrito faldero. Por ello, la lucha contra los
traficantes es dure y engorrosa, y los sabuesos de investigaciones deben tener olfato muy fino para descubrir y
desenmascarar a estos sutiles delincuentes. Los hombres del
gabinete de toxicomanía indagan día y noche para descubrir a
los circuladores de drogas. Pero éstos son muchos y a veces
personas aparentemente insospechables, y más, por cierto, los
afectos a los paraísos artificiales que siempre andan a la
búsqueda de nuevos adeptos, especialmente entre los jóvenes
y adolescentes. El circulador o fomentador puede ser un mal
médico que lucra vendiendo sus recetas, un lustrabotas o el mozo
de café que actúa como entregador. Una bailarina de "dancing",
la enfermera de un hospital o el camarero de un transatlántico.
Más de una vez los sabuesos de investigaciones han debido
fingirse ellos mismos viciosos y hasta viajar a bordo de lujosos
barcos para encontrar el hilo de una vasta red de traficantes
internacionales. Su labor es digna de mérito. Debe, pues,
continuar con igual energía en tan delicada tarea, y proceder
con el máximo vigor, sobre todo en los lugares nocturnos de
diversión para prevenir y reprimir tan nefasto costumbre. La
guerra al traficante debe ser sin cuartel. Policía y autoridad
sanitario deben redoblar y agudizar sus medios de vigilancia y
combate para enfrentar con éxito permanente a ese sórdido y casi
invisible ejército de malhechores de ambos sexos. Lo que hoy no
es aún un problema en el País puede serlo mañana. Hay que actuar
sin demora, hurgando hasta el fondo para cortar de cuajo esta
nefasta plago mundial de los estupefaciente.?. Debemos tener
confianza en nuestras autoridades perra salvar a nuestra
juventud de tan terrible amenaza.
—Sí, la toxicomanía es un problema... ¡Y qué problema! —dice la
doctora Carolina Tobar García, conocida psiquíatra,
médico legista, una de las grandes especialistas en enfermedades
nerviosas de nuestro medio, y -ahora, desde hace poco, médica
forense, cargo que ganó en justicia por riguroso concurso.
Sabe lo que dice, sin duda, pues es profesional de vasta
experiencia en el terreno en que su vocación la ha llevado a
actuar con esa actitud de entrega, de autentica y silenciosa
dedicación que hay en el verdadero estudioso. Además, subraya
con ejemplos vivas sus informaciones; es decir, sus propias
observaciones mentales donde su obligación la lleva todos los
días, sin mengua del sacrificio.
La mujer del cuadro
Habría, por tanto, para tejer un largo relato con sus
"historias". Pero, desdichadamente, el cronista no puede
detenerse en ellas. El problema de la toxicomanía en sí reclama
su atención, por el momento, mucho más que las "novelas de la
vida" que el mismo urde alrededor de tantos hombres y mujeres
que, por una razón u otra, se dejan llevar, poco a poco primero,
decididamente después, por el influjo de los "venenos" que
destruyen su alma y menoscaban su cuerpo. Pero entre esos
relatos hay uno que el cronista no puede dejar de lado; se
refiere a "la mujer del cuadro", a la bella modelo que posó para
Romero de Torres y que los admiradores del artista pueden ver en
algunas de sus obras en las que canta a la belleza suave de unos
ojos misteriosos y de unas manos de ensueño. —La conocí hace
un tiempo —comenta la doctora Tobar García—. Estuvo en el
hospicio de alienados, donde se la trataba de unos abscesos
producidos por ese tipo de infección tan común entre los
toxicómanos que acostumbran inyectarse la droga a sí mismos, sin
previa asepsia. Tendría treinta y cinco o cuarenta años y era
muy hermosa. Por ella llegué a conocer muchos de los detalles
del comercio de drogas. Me refería, en efecto, cómo se
encuentran las víctimas de los estupefacientes en las calles con
quienes los proveen de ellos. Cómo se hablan por teléfono y se
dan citas urgentes. Cómo se producen les encuentros, en las
esquinas, generalmente las más concurridas, para que la escena
sea menos visible, y comercian el pequeñísimo estuche, no más
grande que un lápiz de "rouge", que contiene la dosis de cocaína
o de morfina convenida.
La sugestión organizada
La
conocida psiquíatra insiste en que el verdadero problema reside
en la comercialización de estos productos que son la causa de
una verdadera plaga social: la toxicomanía. —Si no se
fabricara vino, no habría alcoholistas —afirma—. Del mismo modo
se puede decir que, sí no hubiera interesados en comercializar
con drogas, no habría ni morfinómanos ni cocainómanos; ellos y
sólo ellos son los causantes de esa "sugestión organizada" que
opera sobre espíritus débiles, propensos a caer... —¿Cree usted
que hay una propensión? —Creo que hay un aspecto del problema
que está sumido en el misterio. De ahí la dificultad para
resolverlo. Es decir, una persona normal no se hace alcoholista
de la noche a la mañana porque sí. Podrá embriagarse alguna vez,
pero sin que el hábito la llegue a poseer. Los débiles de
carácter, los abúlicos, suelen ser, en cambio, los propensos a
este mal, pues, como dijo Aristóteles, "el hábito comienza con
la primera vez". Dicho esto, la especialista vuelve a anotar
casos y casos de mujeres y hombres a quienes asiste en su
clínica. Afirma que éstos aumentan, pues el comercio de drogas
es también mayor y, por tanto, más extendida la sugestión
organizada, "que abarca todas las capas sociales" y todas las
formas de la toxicomanía: desde las que produce el alcohol y la
cocaína, pasando por las que son el producto del uso de la
marihuana, común entre la gente que hace vida nocturna, hasta
loe que se embriagan con agua colonia o caen en los vicios
producidos por los barbitúricos, que se expenden sin receta
médica y cuya aplicación en la agitada vida moderna, causante de
estados de depresión, nerviosismo o insomnio, es tan frecuente.
Y luego están las tan conocidas substancias "despertadoras",
cuyo uso conocen de sobra los intelectuales y los estudiantes,
que llegan a producir efectos nada deseables desde el punto de
vista clínico. Y hay también los llamados "integrales", es
decir, los que conocen toda la gama de los tóxicos.
Las
leyes no son suficientes —No, las leyes no son suficientes
—comenta la doctora Tobar García cuando afrontamos ese aspecto
del tema—. No lo son porque no se han dictado las que permitan
realizar una firme represión al comercio e introducción de
drogas (he leído, por ejemplo, que se hizo un fuerte contrabando
de coca desde Bolivia). Y no lo son porque no se puede privar
al toxicómano de su libertad, salvo cuando su caso llega a
colocarlo en situación de alienado. De modo que el problema es,
como se ve. insoluble por ahora. Tanto más cuanto que, como
decía, es preciso conocer más el alma humana y los misterios en
que ella se desenvuelve para conducirla hacia una acción libre,
sana y sin trabas. Fotos César Álvarez y F. Pinter Revista
Mundo Argentino 30.05.1956
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-La "boite"... El ritmo de la música no atrae aparentemente
a estos clientes. Es que las damas están tratando con el
circulador la venta de la droga -En la medialuz del
penunmbroso "dancing", el traficante de la muerte acaba de
entregar a su clienta la anhelada "mercadería"
-Una bella dama llega con su coche al puerto. Nadie diría,
al verlos, que al hablar con este tripulante de a bordo está
arreglando la entrega de su alcaloide favorito -El
cocainómano es un ser degradado e inútil, un enfermo que
busca contagiar su mal, que delinque y puede llegar hasta el
crimen más horrendo. -Un simple café en la bandeja. Pero
por debajo de ella la mano del mozo desliza el "mágico"
sobrecito con el alcaloide. -Una brigada de pesquisas
busca datos a bordo de una nave para localizar la reciente
presencia de una pareja sospechosa que ha entrado en un
cafetín del Riachuelo -Años... y desengaños en la trágica
actitud de esta desdichada, que, tras el alcohol, enciende
su aparentemente inofensivo de marihuana.
-Los pesquisas de la división toxicomanía bucean día y noche
tras el rastro de los traficantes de drogas. La pareja
llevando la droga ha salido de un cafetín del puerto, y el
pesquisa la observa para detenerlos "in fraganti" -Ella
acaba de comprar a un marinero mercante un inofensivo
paquete de cigarrillos. El policía la detiene y comprueba
que dentro de aquel está el alcaloide disimulado
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