El cambio de poder político en la casa de gobierno Volver al índice
del sitio

Después de aclamar al nuevo Presidente y de cantar sus estribillos, la multitud marchó hacia la cárcel a liberar a los presos políticos. No quiso esperar la ley de amnistía y exigió el indulto en la noche del 25 de Mayo, a las puertas de Villa Devoto.

EN la tarde del 24 de mayo, cuando los modernos camiones con escaleras extensibles —que la Municipalidad utiliza para arreglar el alumbrado público— fueron cedidos a los sindicatos para que pudieran colgar sus cartelones en los faroles de la Plaza de Mayo, el peronismo prácticamente ya había comenzado a asumir el Gobierno del país. Por la noche llegaron los primeros contingentes de jóvenes, cantando la famosa Marchita y golpeando en los bombos, a ubicarse en los mejores lugares. Uno de ellos era, sin duda, el gran palco oficial armado por el Gobierno saliente un par de días antes y que el Presidente electo no iba a poder utilizar porque amanecería colmado de gente. El símbolo de esa euforia que se empezó a vivir con tanta anticipación, era un chico que vendía cintas argentinas para cruzarse en el pecho, con esta inscripción: "¡Viva Perón, carajo!". Su estribillo era más que significativo aún: "Póngase la banda del tío usted también y entre en la Rosada".

Un día peronista
Con los árboles podados y racimos humanos como copos, la plaza amaneció totalmente cubierta. Centenares de cartelones navegaban sobre la marea humana que coreó el nombre de Perón y cantó la Marchita mil veces. Sin embargo, a pesar de la proliferación de bombos, esta vez había algunos detalles distintos de las tradicionales concentraciones peronistas del 45 al 55: en vez de ir en camiones, los manifestantes habían llegado en automóviles. Y los había de toda marca y modelo; desde el taxi Di Tella del 60, medio desvencijado, hasta el Torino sport último modelo, color habano metalizado. Tanto se veía un Citroën con la capota descubierta y brazos en alto haciendo la V, como un Peugeot 504 del que emergía una bandera argentina por el techo corredizo. El sol ("del 25", como se decía) ayudó a que fuera un radiante día peronista como en aquellos tiempos en que los manifestantes iban hasta en los techos de los tranvías.
Mientras Cámpora leía en el Congreso su mensaje de 160 carillas y hacía un alto en la página 80 —marcada con una estampita del padre Pío de Pietracchina— para descansar, en la calle se amontonaba cada vez más gente y se producía el primer episodio dramático: cuatro coches quedaron ardiendo después del grave enfrentamiento entre un grupo de jóvenes y las fuerzas de seguridad. La llegada de Cámpora y Lima en helicóptero a la Casa Rosada fue un episodio insólito: el Presidente electo debió ser recibido en la azotea por los granaderos de la custodia.

Los atributos del poder
Los instantes previos a la transmisión del mando fueron tensos en el interior de la histórica casa. Lanusse, en uniforme de gala, se mostraba dispuesto a soportar todo con una sonrisa de resignación. Cámpora, para romper el hielo, lo convidó con un cigarrillo y le dio fuego de su encendedor. Después entraron juntos al Salón Blanco y la concurrencia estalló en una ovación. No hubo silbidos contra Lanusse, como temían algunos funcionarios salientes, pero sí una descarga de dedos en V sobre su rostro. Después, la ceremonia. Coda y Rey le pusieron la banda a Cámpora (primero al revés, como siempre ocurre), Lanusse le dio el bastón y el escribano Garrido leyó el acta con la misma sonrisa con que lo hiciera Hace un cuarto de siglo, cuando Farrell le entregó el poder a Perón. Salvador Allende y Osvaldo Dorticós fueron invitados a firmar el acta y Garrido se llevó la lapicera de recuerdo (también como siempre). Bordaberry no llegó porque no se animó a pasar por entre la multitud que rodeaba la casa; y William Rogers resolvió que no era prudente andar ese día en un automóvil adornado con la banderita norteamericana. (A Bordaberry le llevaron el acta al hotel).
Tras la ceremonia, Coda y Rey se fueron por los techos, en un helicóptero. Lanusse en cambio exigió un automóvil. Se enfureció cuando le dijeron que el helicóptero estaba listo: "Yo no necesito nada de eso. Voy a salir por la misma puerta que entré".
Poco antes que el whisky y los canapés comenzaran a ser devorados por los periodistas, los funcionarios y los invitados especiales, Cámpora debió salir al balcón a lucir la banda y a improvisar un discurso para la muchedumbre. "Yo sé que ustedes querrían ver en este lugar y con estos atributos presidenciales al general Perón — admitió enfáticamente—; pues yo les aseguro que en este momento es Perón quien ha asumido el poder". Después exhortó a todos con una de las más espléndidas frases del líder: "De casa al trabajo y del trabajo a casa".

La liberación de presos
Sin embargo, tras la desconcentración en Plaza de Mayo, millares de jóvenes enfilaron hacia la cárcel de Villa Devoto con un claro objetivo: liberar a los presos políticos, para dar cumplimiento a las consignas preelectorales.
A las nueve de la noche, las caravanas juveniles iluminaron las calles que encuadran el penal, con antorchas de kerosén. A esa hora, Juan Manuel Abal Medina —que había desaparecido del primer plano político— anunció que esa misma noche todos los detenidos serían liberados; y Pedro Cazes Camarero, del ERP, trepado en el muro que da sobre la calle Bermúdez informó que Cámpora estaba dispuesto a indultarlos, aunque los trámites —según le había dicho el flamante Ministro del Interior— demandaría algunas horas.
Dentro del penal, los Diputados nacionales Vittar, Díaz Ortiz, Mera Figueroa, Bidaña, Izurrieta y Croato (Frejuli), Sandler y Bacjzman (APR), todos integrantes de la Comisión para la Liberación de los Presos Políticos, firmaron con los funcionarios de la cárcel un acta mediante la cual se procedía a liberar a los detenidos, debido a la situación creada en torno al edificio. La puerta principal estaba a punto de ceder por la presión ejercida desde la calle. Finalmente, a las diez y media de la noche, el Presidente firmó el indulto para los detenidos de todas las cárceles del país, lo que determinó escenas dramáticas en todos los lugares donde había presos políticos.
La designación del Gabinete — que se mantuvo en reserva hasta el último momento— deparó algunas sorpresas, como el nombramiento del abogado Esteban Righi en Interior, que fue decidido no mucho tiempo antes del 25 de Mayo, pues esa cartera estaba prevista para el apoderado del Partido Justicialista, Antonio J. Benítez, quien prefirió el Ministerio de Justicia ("de vida más serena"). Y es que Interior suele ser en todo Gobierno que se inicia una brasa entre las manos, máxime si se ha prometido "no gobernar un solo día con presos políticos".

El nuevo Gabinete
La designación de José Gelbard, en cambio, estaba prevista desde semanas antes, cuando se supo que su renuncia a la presidencia de la Confederación General Económica era para "dedicarse a tareas de mayor importancia para el país". Toda el área económica le pertenece, mientras que el nombramiento del Ministro de Trabajo —que también tuvo su suspenso— fue dejado en manos de la CGT "para evitar conflictos con el sector político del peronismo". De allí salió el nombre de Ricardo Otero, en lugar de la designación de Lorenzo Miguel o del propio Rucci, como se descontaba el día del triunfo electoral. El fortalecimiento de los metalúrgicos dentro del sector sindical, que determinó el surgimiento de Otero (secretario general de la UOM en la Capital Federal), fue posible debido al desgaste de Rucci y Miguel, aunque el apoyo de los textiles, a través de Casildo Herrera, también fue decisivo en ese proceso.
La espina más difícil para el nuevo Gobierno era desde luego la designación del comandante en jefe del Ejército, cargo que recayó en el general Jorge Carcagno. Este nombramiento tampoco sorprendió a nadie, pues de antemano se sabía que la Infantería —el arma de Perón— iba a reconquistar el poder después de largos años de reinado de la Caballería —el arma de Lanusse—; sin embargo el trámite no era fácil porque había que decapitar a nueve generales en actividad. Pero la decisión fue tomada. No ocurrió lo mismo, en cambio, con la Armada y la Aeronáutica, a las que se les respetó la decisión interna de sus cuadros. De esta firmeza de actitud frente a las Fuerzas Armadas dependerá ahora la suerte constitucional del nuevo Presidente, si es que realmente acierta en su obra de Gobierno.
REDACCION
junio 1973

Ir Arriba

 

Asunción Cámpora
Asunción Cámpora
Asunción Cámpora
Asume Cámpora
Asunción de Cámpora