Revista Siete Días Ilustrados
30.09.1974 |
Los riesgos de la discrepancia, las tensiones económicas, la
libertad de expresión los fines que persiguen las minorías de
izquierda y derecha. Juventud y anarquía. El dirigente radical
analiza esas cuestiones y responde sobre su futuro político
En el estudio de su hermano, ese laberinto que fue sede del Comité
Nacional durante la veda política que decretó Juan Carlos Onganía,
el martes 24 conversé largamente con Ricardo Balbín. Tenía un
pañuelo colorado en la garganta que le ocultaba la camisa y la
corbata, y me dijo que era la mejor terapia para prevenir las
anginas. Su cara, sin embargo, estaba despejada, diría saludable, y
serena como siempre. Hace muchos años que hablo con Balbín y debo
contestar que admiro su prudencia y honestidad intelectual. nunca me
mintió o intentó desorientarme. Por el contrario, quizá con alguna
palabra, quizá con un gesto, me indicó el mejor camino. Esta vez me
dijo: "Primero hablemos, saque sus conclusiones, y después me
pregunta". Gente que no sabe ver, simplificadores de la política,
creyeron que Balbín -frente al cadáver de Perón- intentó el relevo
histórico del gran caudillo. Ese día lluvioso, el jefe del
radicalismo sólo dio un ejemplo de convivencia política, un adiós al
adversario de siempre. La conversación duró dos horas y media. Sigue
la síntesis del diálogo:
-Hay ciertos síntomas peligrosos en el horizonte político. ¿Cuáles
son, a su juicio, los riesgos que afronta el gobierno?
-En primer lugar, las discrepancias que agitan al Movimiento
Justicialista. Discrepancias inocultables que advirtió públicamente
Perón antes de morir. Si esas divergencias se agudizan, el gobierno
(y todos los que acompañamos el proceso democrático) tendremos
problemas. A ese riesgo se suma el fin no querido de lo que se llama
el Pacto Social. Comienza a fallar el mecanismo de la distribución
de ingresos y ya se advierten tensiones económicas Esta realidad,
naturalmente, exige un serio reajuste. Una política que corrija los
defectos para adelante, y que tenga en cuenta que se perdió tiempo
para atrás. El tercer factor de perturbación estriba en las amenazas
a la libertad de expresión, acortar el diálogo democrático para que
el pueblo se informe. El pueblo comprende que sin libertad de
expresión no se puede vivir, y por eso hay que defenderla. En todos
los actos donde concurrimos se advierte la necesidad de diálogo.
Mucha gente (radicales, peronistas, izquierdistas) nos preguntan y
nos dicen cosas auténticas en un lenguaje especial, que nos obliga a
hablar con claridad, en su propio lenguaje. Esta realidad no está en
la inteligencia de ciertos responsables de la conducción política
del gobierno. Pienso que es fundamental mantener ese estado
espiritual de la gente, porque así se defiende la democracia y el
proceso de estabilidad. Pero me pregunto, ¿están todos interesados
en mantener la estabilidad? Sobre ese punto la mayoría del pueblo se
ha manifestado. Pero no hay duda de que una minoría activa trata de
que muera la libertad, porque su reinado comienza en la inseguridad.
-¿Alude a la minoría de izquierda o de derecha?
-A mi juicio, las minorías de izquierda y derecha están en lo mismo.
O demuestran, en la práctica, que están en lo mismo. Los derechistas
porque creen que se terminó el diálogo y llegó la hora de las balas.
Los izquierdistas porque creen que tienen demasiado tiempo por
delante y que el futuro será de ellos. Esas minorías desprecian al
radicalismo, al justicialismo y a la izquierda institucionalizada.
No quieren el curso normal de la vida política. Creen que todo se
resuelve a los saltos, con violencia, sin saber que la anarquía mata
a la política.
-¿Cree que la juventud busca la anarquía?
-No. Pero ocurre que los jóvenes (o ciertos grupos de jóvenes)
desprecian la experiencia de la gente madura. Yo respeto sus ideas y
creo que Perón las respetaba. Pero mientras nosotros, por prudencia,
vamos a 80 kilómetros, ellos van a 150. Así no se puede hacer
política, Después aparecen los que van más despacio, pero que no son
tan honestos como los jóvenes, y usted tiene que ir con ellos.
Porque la política se hace con hombres que acompañan. Repito: los
muchachos tienen tiempo. Yo tengo poco tiempo por delante, pero
tengo poca fe en la anarquía. La anarquía no da futuro. Da víctimas
y victimarios.
-¿Cree en la institucionalización de la derecha?
-La derecha está en todos los partidos, pero la experiencia indica
que cuando se quiebra el orden institucional prefiere la
organización vertical bajo el escudo del que pone la cara. Si
hubiera un largo período de estabilidad, la derecha podría
organizarse en un partido conservador evolucionado. Sería un bien
para el país.
-¿No será que las derechas prefieren el gobierno militar?
-Sí, algunas veces. Pero vea los resultados.
-¿No estarán ahora en eso?
-No sé. Pero ahora las Fuerzas Armadas desean la continuidad
institucional. No veo peligro de golpe. Sería una locura.
-¿Y si hubiese locos?
-Sería peligroso y frustrante. Pero vea, le voy a hablar claro: aquí
se terminaron los golpes militares. De ahora en adelante, cualquier
intento golpista terminará en una dura pelea. Pero no veo el golpe y
desearía no equivocarme.
-Hace tiempo, antes de aceptar otra vez la conducción del
radicalismo, usted dijo que ése era el último servicio que hacía al
partido y al país. Fue una declaración ciertamente enigmática que
engendró varias interpretaciones. ¿Qué quiso decir?
-Quise decir que es mi último servicio al partido y al país. Me
explico: yo no puedo determinar la educación de una juventud que no
podré gobernar. No le podría sugerir a un joven cómo conducirse en
el año 2000. No sería sensato, no sería justo. Habrá otros
dirigentes para enseñar el camino. Es cierto que las sucesivas
quiebras institucionales sacaron del camino político a los mejores
dirigentes, pero sin duda habrá gente para enseñar el mejor camino.
Hablé así para dar un ejemplo.
-¿Quiere decir que no aceptará futuras candidaturas?
-Tiene que ocurrir una catástrofe. Van a tener que ocurrir cosas muy
serias y esgrimirse argumentos de peso para que acepte otra vez un
cargo de responsabilidad. Soy obediente del partido, pero insisto.
ya estoy viejo. De aquí a 1977 surgirán hombres. Creo en las edades.
-¿No piensa en la presidencia de la Nación?
-No puede haber presidentes de 80 años. Tampoco puede ser candidato
un hombre enfermo. Después llegan los problemas. Fíjese qué ocurrió
en la segunda presidencia
de Yrigoyen, después con Ortiz y recientemente con Perón. Hubo
quiebra del orden institucional. Ahora es nuestra obligación
mantener ese orden, pero debo decirle que Perón teñía plena
conciencia de los problemas de su edad y de su salud.
-¿No quiso ser candidato?
-Fue obligado por las circunstancias. Perón quería ser el
coordinador político de su país y ocuparse de las relaciones con los
países americanos.
-Usted habla de la defensa del orden institucional. ¿Cree en el
gobierno de coalición?
-No. No creo en remiendos. Se puede afianzar el orden institucional
con el respeto a los partidos políticos y con partidos políticos que
consoliden el frente interno democrático. La unidad de los
argentinos no está en la suma de dirigentes. Está en la creación
independiente y solidaria para la defensa del interés nacional. Como
lo dijo Ortega, no hay que sumar sino crear. Si sumamos
arbitrariamente no tendremos democracia mañana
-¿Usted sigue siendo amigo del gobierno?
-Yo defiendo la legalidad y éste es un gobierno legal.
-¿En qué circunstancia se declararía beligerante del gobierno?
-Frente a una agresión manifiesta. Frente a la falta de respeto por
la libertad. Hay agresiones a la libertad, pero parten de
funcionarios menores. Son errores lamentables que, espero, se
corrijan.
-¿No cree necesario que los dirigentes democráticos se reúnan con
mayor frecuencia?
-Lo hacemos. Nuestra casa es el Congreso.
-¿Cuál fue el mejor ejemplo de Perón?
-Sus expresiones reiteradas para buscar el camino de la unidad
nacional y su respeto por los partidos políticos. Quería,
sinceramente, reivindicar a los políticos argentinos.
-¿Quería abandonar el curso sindical?
-No. ¿Por qué debía abandonarlo? Simplemente quería fortalecer a los
partidos. En ese aspecto era otro Perón, diferente del que conocimos
en 1946.
-¿Perón fue su amigo?
-Creo que si. Yo fui su amigo.
-Pronóstico final.
-Deje que la gente saque sus propias conclusiones.
Jorge Lozano
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