El relativamente cercano auge de las bebidas sin alcohol
(principalmente las "colas") significó en los últimos
tiempos un marcado retroceso para el consumo de otras
bebidas: el vino, la cerveza, la leche y hasta el agua de
mesa fueron reemplazados en muchos casos por las bien
presentadas y publicitadas botellitas efervescentes. Este
fue el primar capítulo de una "batalla de la sed" que está
lejos de haber llegado a su fin, porque en la actualidad los
productores de las bebidas parcialmente desplazadas estudian
estrategias tendientes a recobrar, al menos, los lugares
perdidos. El gerente de una de las más importantes
cristalerías de Buenos Aires (expende más de la mitad de los
envases de bebidas que se utilizan en plaza) dio a PRIMERA
PLANA interesantes detalles acerca de la conducta de los
contendientes, comenzando por un breve "racconto". El
segundo auge de las bebidas sin alcohol —aseguró— surge del
desplazamiento del agua corriente como bebida de mesa
obligada para niños y mayores que no desean tomar bebidas
alcohólicas en las comidas. Los fabricantes de "cocas"
estudiaron el fenómeno y lanzaron las botellas del tipo
"familiar" (de un litro), obteniendo un éxito de inesperada
magnitud, aun para ellos. Una ley económica quedaba
desvirtuada (el producto barato reemplaza al caro) y se
prolongaba durante el invierno la demanda antes limitada al
verano. Cuando irrumpieron, hace aproximadamente dos
años, nuevas marcas de bebidas sin alcohol en el mercado,
algunos temían que se redujeran las ventas de las ya
acreditadas, pero se produjo el proceso inverso. En este
caso se cumplió una norma ya observada en otros países:
cuando se introduce una nueva marca de "cola" en el mercado,
la anterior se vende aún más porque la propaganda que
realiza la marca "intrusa" impulsa la venta general de todas
las "colas". A favor de esta tendencia jugaron otras
circunstancias. Por ejemplo, la de que los procesos
industriales de fabricación y embotellado son, en el caso de
las bebidas sin alcohol, simples y económicos; una planta
envasadora expide 500 botellas por minuto; no se requieren
asentamientos ni fermentación. En la etapa comercial los
minoristas se quedan sólo con el 5 al 10 % del precio de
venta. En los últimos tiempos parece haberse ido
modificando la preferencia del público por las bebidas de
este tipo; otra vez empieza a crecer la demanda de bebidas
con gusto a fruta y bebidas tónicas, a costa de las "cocas".
Las bebidas tónicas en particular duplicaron sus ventas en
el último lustro.
La contraofensiva cervecera
A mediados de 1962 pareció experimentarse una baja superior
a la estacional en la venta de bebidas sin alcohol. Entre
otros factores determinantes de ese fenómeno se mencionó el
éxito que iban logrando las cervezas en envases
individuales. Pero hacia el verano las cosas parecían volver
al cauce anterior. La ofensiva de las cervezas quedaba, si
no rechazada, al menos detenida. La venta de cerveza se
había mantenido estacionaria durante los últimos cinco años,
pese al crecimiento de la población. La preferencia había
disminuido. Si para 1950 el consumo total era de 3.384.000
hectolitros y cada habitante promedio tomaba 22 litros, en
1957 con un consumo total similar se tomaban per cápita poco
más de 16 litros. Al finalizar 1962 el consumo global había
disminuido en más de un millón de hectolitros, quedando el
promedio en 7 litros por persona. La alarmante caída de
esos consumos tenía su origen en diferentes causas: •
Cuando se expropiaron las empresas cerveceras y su propiedad
se transfirió al personal que en ellas trabajaba, se produjo
un desmejoramiento considerable de la calidad, y avisados
bebedores prefirieron modificar sus hábitos. • Al retomar
la dirección de las empresas auténticos empresarios, las
encontraron desorganizadas y en pésimas condiciones
financieras; esa preocupación les hizo olvidarse de
actualizar los añejos esquemas operativos. • Los costos
industriales no pudieron racionalizarse y se mantuvieron
elevados por estar operando con instalaciones viejas y
"lay-outs" (organización y distribución de equipos y
personal) francamente anticuados. En estas condiciones,
el cotejo de las posibilidades de las cervezas frente a las
bebidas sin alcohol arrojaba un saldo negativo para
aquéllas. Una serie de cotejos parciales apoyan esta
comprobación: • Existe una gran desventaja financiera,
porque los cerveceros cobran sus entregas, por lo general, a
los 180 días y las bebidas sin alcohol se pagan
rigurosamente al contado. • Los concesionarios
(distribuidores) y comerciantes minoristas retienen un
margen mucho más elevado que en el expendio de bebidas sin
alcohol. Para éstas se utiliza el criterio de vender mucho a
bajo precio, y para la cerveza se trata de aprovechar el
fervor de un mercado más reducido y se le vende él producto
un 100 por ciento por encima de lo que le cuesta al
concesionario distribuidor. • El manipuleo de las
cervezas es más engorroso. Existen envases de muy variadas
formas y tamaños y los minoristas no gustan de atestar sus
depósitos con grandes pedidos. El propio fabricante tiene
que encarar operaciones engorrosas de envasado y etiquetado.
• Psicológicamente, la multiplicidad de envases produce en
el público un efecto desfavorable. Tarda en acostumbrarse a
un tipo determinado y luego, con frecuencia, no lo encuentra
en los bares o almacenes. Además, cuando una misma marca
tiene una cerveza rotulada "especial"', el público tiende a
creer que la otra, que está más al alcance de su bolsillo,
es de mala calidad. • Los envases que actualmente se
toman por inversiones de activo fijo, tardan unos cuatro
años en amortizarse, pero su retorno se hace lento y
dificultoso cuando van al interior. En esto tiene mucho que
ver el mal estado de los transportes en el país, y así se
explica que los cerveceros opten ahora por fijar topes a los
radios de distribución: 500, 750 ó, todo lo más, 1.000
kilómetros.
Sólo para fanáticos
Sondeos efectuados en distintos bares confirmaron lo
antedicho y permitieron averiguar algo más sobre la actitud
del público ante la alternativa cerveza-bebida sin alcohol.
En general, pudo apreciarse que las nuevas generaciones no
gustan tomar cerveza y, en cambio, están muy predispuestas a
las bebidas sin alcohol. Los adictos incondicionales a la cerveza
añoran los "chops", los "imperiales" y los "balones", que
cada vez se despachan en menos sitios. "Es imposible
trabajar ahora con los aparatos de «tirar» cerveza —aseguró
un barman—. El público tiene que habituarse a tomar la
embotellada o, en el caso de los fanáticos (quedan muchos),
trasladarse hasta dispersas cervecerías del tipo «Munich»:
Para vender en cualquier despacho o almacén, la envasada
(esterilizada) ofrece más garantías." En cuanto a los
industriales cerveceros, además de las dificultades
señaladas, se vieron abocados en 1962 al grave problema de
cumplir con compromisos contraídos por el reequipamiento,
iniciado con dólares a 80 pesos, que se convirtieron en
deudas a 135 pesos por dólar. Por otra parte, el decreto
13.921/62 anuló todas las ventajas del decreto 13.440/62
consistentes en otorgar facilidades en el pago de los
impuestos internos, transformando en perentoria una deuda de
425 millones de pesos. Los memoriosos cerveceros
recuerdan que en 1943 el gravamen que soportaba el expendio
de esa bebida era de cinco centavos por litro (menos que el
vino) pero en 1962 se pagaba un peso, mientras que el vino
sólo se gravaba en 70 centavos. Dentro de este marco,
sobrevivir se hizo difícil para los cerveceros y la empresa
Buenos Aires se vio obligada a cerrar, ya hace un año. La
firma Río Segundo (que fabrica una muy ponderada cerveza)
acaba de pedir convocatoria de acreedores. En los medios
industriales se insiste, además, que al finalizar esta
temporada otras firmas quedarán fuera del mercado. Sin
embargo, el panorama no es absolutamente pesimista. Para
ciertas empresas, que han demostrado inquietud, las cosas no
van tan mal, aunque como dicen sus dirigentes, "no nos
podemos quedar dormidos en ningún momento". La fórmula de su
éxito parece ser: publicidad más innovaciones. Así, por
ejemplo, ya hace un tiempo que las cervecerías "H.B." y
"Quilmes" adoptaron los ahora clásicos porroncitos para
vender cantidades menores a las de las botellas grandes o
medianas. Luego de la provocación de las "colas" al
introducirse en envases familiares y disputarles la
preferencia en ese terreno a las cervezas, éstas
experimentaron el camino opuesto y al parecer con buen
éxito, ya que en la temporada veraniega anterior se notó un
incremento transitorio en los consumos de alrededor del 50
%. Otra estratagema interesante fue la de lanzar cervezas
"de invierno" rebautizando las antiguas cervezas "negras" o
"bock". "H.B." y "Bieckert" trabajaron en esta dirección y
lograron algunos puntos de ventaja. La cervecería "Andes"
ha fincado sus posibilidades de expansión en una intensísima
campaña publicitaria. Financió viajes de deportistas,
consagró una "reina de la cerveza" y ocupa un importante
"stand" en la Casa de Mendoza en Buenos Aires donde los
transeúntes pueden efectuar "degustaciones" en dos horarios
al día. Recientemente, otra firma ("Bieckert") introdujo
una revolucionaría innovación en el mercado: vende cerveza
enlatada. "Fracasarán —aseguró un competidor— porque el
público argentino no está acostumbrado a beber productos
enlatados: además, la cerveza enlatada, sólo tenía utilidad
en la guerra; además, en Venezuela se hicieron
investigaciones de mercado que resultaron totalmente
negativas; además, la hojalata cuesta mucho y para el caso
requiere un revestimiento especial". Sin embargo, los
argumentos de otros competidores parecen encaminados a
disminuir los méritos de un probable éxito: "Bieckert puede
hacerlo porque importó la línea de producción para enlatar
durante la época en que existían las franquicias; derogadas,
nadie podrá seguirla"
Sin pasaje de vuelta
El jefe de ventas de "Bieckert" Francisco Esquena
(argentino, 54 años, soltero), asegura que el éxito de la
cerveza en latas por ellos lanzada al mercado, es ya
indiscutible. De los
3 millones de latas vendidas en el segundo semestre de 1962,
explica, sólo 1.300.000 correspondieron a la ciudad de
Buenos Aires y sus alrededores. La "novedad" fue la razón
determinante de esas ventas en el mercado bonaerense. En el
interior, en cambio, la razón del explosivo éxito fue otra:
la cerveza enlatada evita la devolución del envase y eso
tiene importancia decisiva en las localidades apartadas.
El último balance aprobado por "Bieckert" (el ejercicio
cerró el 30 de junio) no llegó a recoger el éxito de la
cerveza enlatada, pero sorteó airosamente un momento
difícil; dos mecadas administrativas tomadas oportunamente
(venta de inmuebles y reducción del personal) permitieron
superar el mal trance. "Yo hago ahora el trabajo de cuatro
empleados", dice Esquena, y para que no queden dudas
despliega simultáneamente una gran actividad; constantemente
atiende llamados de clientes del interior a quienes comunica
una buena noticia: "Rebajaremos los precios en nuestra
próxima campaña de ventas." Los directivos de "Bieckert"
son excepcionales en otro sentido: están agradecidos a la
circulación de los bonos del empréstito. "Los aceptamos en
un 20 % en los pagos de nuestros clientes y las ventas, muy
decaídas, experimentaron un visible repunte. Fuimos de los
pocos que aceptaron esta salida en nuestro ramo. Y tuvimos
suerte." Lo que no explican es el misterioso recurso
empleado para deshacerse, finalmente, de los bonos.
Página 57 - PRIMERA PLANA 5 de Febrero de 1963
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