Buenos Aires está en busca de su memoria. Un Instituto
Histórico que acaba de ser puesto en marcha intentará
rescatar para el futuro las imágenes y documentos de la
actualidad que tengan relación con su desarrolle. Si los
planes se cumplen, los porteños del año 2012 —por ejemplo—
podrán saber cómo era exactamente su ciudad cincuenta años
atrás; qué había en el baldío que sirve de base a algún
impresionante rascacielos; cómo estaban trazadas sus calles,
en fin, de qué manera el tiempo cambió su aspecto físico.
También, podrán caminar por calles y pasear por parques o
plazas que conservarán sus mismos nombres. Todo esto no deja
de ser optimista, sobre todo si se mira hacia atrás. Si
algo define a la capital de los argentinos es su falta casi
absoluta de valores antiguos. En la década del 40 te
descubrió bajo la Casa de Gobierno la que sigue siendo su
principal joya: el Recinto del siglo 17 que sirvió de
tesoro. Ese recinto — que se continúa en galerías más
recientes del siglo 19 — no tiene semejantes: la
conservación de testimonios del pasado se limita a un par de
iglesias, en parte reconstituidas y por lo tanto de pobre
valor. Las casas de San Telmo que los porteños de hoy ven
como reliquias del pasado sólo se remontan al siglo
diecinueve. El tiempo pasa aceleradamente y entonces no
puede explicarse con coherencia que lo poco que se conserva
no sea minuciosamente documentado, organizado, custodiado,
fotografiado. Este es uno de los objetivos del Instituto
Histórico de la Municipalidad, creado — entre otras razones
— para impedir que la misma falta de memoria que sepultó
gran parte del pasado de Buenos Aires repita su destrucción
con la realidad de hoy. Porque, ¿quién sabe que debajo de la
calle Hipólito Yrigoyen, de la avenida Garay o de Retiro
pasaban arroyos hasta no hace mucho?. Cuando se conoce la
historia, las cosas cambian de sabor. Viajar por Leandro N.
Alem — por ejemplo — deja de ser sólo un riesgo cuando se
sabe que hasta después de la Revolución de Mayo allí existía
La Alameda, un cómodo paseo al borde del río.
Planes
En setiembre de 1962, el Instituto de Historia de la ciudad
de Buenos Aires — creado en el 49— recibió oxigeno: Fue
autorizado a disponer del personal, bienes y local del ex
museo Alberdi. Posteriormente se aprobó su reglamentación
funcional y se designó a quien habrá de dirigirlo. Es
Sigfrido Radaelli. Un doctor en Historia de 50 años y voz
ronca que siempre soñó con un Instituto así pero que nunca
soñó alcanzar a dirigirlo. La actividad de Radaelli está
vinculada a la ciudad: Colaborador de tres revistas que
marcaron épocas de Buenos Aires —Megáfono (1935), Capítulo
(1937) y Contrapunto (1945); autor de Tiempo de Buenos Aires
y Los virreyes del Plata (1959) —el único libro sobre los
virreyes —; de cuatro volúmenes sobre los derechos del
escritor y del artista (faja de honor de la SADE); de dos
libros de ensayos premiados por la Municipalidad:
"Ejercicios" y "El Hombre y la Historia". Actualmente es
profesor por concurso de Historia de la Cultura en la
Facultad de Ciencias Económicas y recientemente terminó su
ciclo radial: "Un porteño en Buenos Aires". Sigfrido
Radaelli vivió cuatro años en Europa, visitó a Egipto y
Marruecos. De su experiencia madrileña nace su adversión al
cambio de nombres a calles y paseos público. Cuenta que al
visitar el Archivo Nacional español le mostraron documentos
de gran valor del siglo dieciséis, entre ellos un plano de
Madrid. Entonces advirtió con asombro que la calle Estrella,
en la cual él vivía, aparecía en igual ubicación dentro del
plano levantado 400 años antes. El Director del Instituto
— hasta ahora dirigió distintas colecciones editoriales que
publicaron 109 volúmenes sobre Buenos Aires— seguirá una
política cauta, conservadora, en materia de nomenclatura de
calles, paseos y monumentos públicos (una de las
atribuciones de la institución) y hará un pivote de dos
principios: 1- Generalmente se estudia la vida política,
pero es importante descubrir la evolución de las
costumbres en ciudades como Buenos Aires, capital antes y
después del virreinato. 2- Lo auténtico de esta ciudad
que el cosmopolitismo oscurece un tanto, se podrá descubrir
reconstituyendo su historia, única manera de echar luz sobre
su fisonomía original. El proyecto de realización más
cercana está cubierto por ciclos que descubrirán la historia
de los barrios (Muchos de los porteños ignoran que Flores y
Belgrano eran pueblos autónomos, después anexados a Buenos
Aires: cada barrio tiene su historia y en algunos, como la
Boca —pintura y música— los hilos conducentes son ricos; el
canto de los poetas a Flores o la influencia de Carriego en
Palermo son temas no desdeñables). Dos exposiciones serán
puestas en marcha: una, exhibirá los testimonios de viajeros
de distintas épocas que conocieron a Buenos Aires; la otra
estará formada por vistas de Buenos Aires anteriores a la
fotografía. Actualmente se desentierran — el término es
exacto— expedientes con una antigüedad mayor a 50 años,
sepultados en el Archivo General de la Municipalidad. Se
trata de reconstituir las crisis de crecimiento de la
ciudad: alumbrado, edificación, obras sanitarias y todo lo
que interesa a la formación de un conglomerado urbano. Pero
la actividad central del Instituto será documentar la
actualidad para el futuro. Medios no faltan: La
Municipalidad parece seguir siendo el único ente líquido de
la ciudad. 19 de febrero de 1963 PRIMERA PLANA
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