Los jóvenes ya no creen en los métodos e intrigas de comité.
Aprisionados por las viejas estructuras anhelan evadirse hacia
nuevas formas de acción política.
"Yo dije una y mil
veces que no quería usar la tribuna. Me refiero a esa tribuna
tradicional: el palco, la bandera del partido, la bandera
nacional, los retratos, la fila de personajes parados como
estatuas detrás del orador. Pero ese día me tendieron una
emboscada. Yo llegué a ese pueblo —la cabecera de una zona rica
y progresista, un pueblo culto que no se deja deslumbrar con
discursos— y encontré que los personajes del partido habían
organizado un mitin de proclamación, el típico mitin que a mí me
crispa los nervios. La situación resultó tal como yo temía: aquí
la tribuna de mi partido; y en la vereda de enfrente, entre
recelosos y socarrones, algunos grupos de vecinos que tíos
miraban de costado. Quedaba la calle vacía; el pavimento,
desnudo, daba frío. Entonces mezclé mi indignación con la
táctica: solté la lengua. Dije todo lo que pienso de los
políticos modelo 1920, de los personajes; de los políticos que
solo saben decir discursos y que, si alguna vez llegan al
gobierno, pretenden arreglar al país con palabras. Yo hablaba,
vi cómo la gente empezaba a mirarme, fui excitándome; dije todas
esas cosas que los militantes políticos pensamos pero que casi
nunca decimos, para no dañar a nuestro propio partido. Me
desahogué. Y, cuando terminó el acto, el público —eran casi
todos adversarios— cruzó la calle para aplaudirme, darme la
mano, acompañarme hasta el auto; hice excelentes amigos esa
noche: los únicos que no aplaudían eran los personajes parados
como estatuas a mis espaldas."
Presentes y ausentes La
declaración transcripta no fue hecha por un joven político
revolucionario; el dirigente que narró esa experiencia no es
exageradamente joven, 40 años, casado, 2 hijos y, aún dentro de
su propio partido, hay quienes lo consideran un conservador.
Luis Cándido Carballo, flamante concejal frondizista de Rosario,
fue uno de los candidatos que, individualmente, obtuvieron más
votos en las elecciones de marzo último: superó a sus
correligionarios postulados para cargos de mayor importancia.
Luis Cándido Carballo; el diputado Paulino Niembro y el líder
democrata-pragresista Horacio Thedy, participaron hace pocas
semanas, en la redacción de Panorama, de una reunión informal
con ejecutivos de esta revista. La conferencia estuvo destinada
a evaluar las enseñanzas dejadas por el reciente proceso
electoral argentino. (Se había invitado, también, a influyentes
jefes del partido oficialista, pero, uno tras otro, se
excusaron: off the record admitieron que la UCRP no tenia,
todavía, ideas demasiado claras sobre cuál ha de ser la actitud
del oficialismo y del gobierno durante el período parlamentario
que se inicia este mes.) La reunión con políticos en nuestra
redacción no estaba destinada, de todos modos, a debatir
problemas menudos de la política inmediata de los partidos;
tampoco se quería dar ocasión para que tos dirigentes repitieran
sus adormecedoras declaraciones abstractas sobre las soluciones
"ideales" para los problemas argentinos.
Las preguntas
La idea era averiguar hasta qué punto los que hacen política en
la Argentina entienden qué pasa con la vida política ¿Qué camino
deben seguir los jóvenes interesados en ofrecer —como se dice en
las tribunas— sus mejores esfuerzos para poner en marcha el
futuro del país ¿Deben afiliarse a un partido o inscribirse en
el Colegio Militar? ¿Deben frecuentar un seminario, ingresar
como abogados asesores en alguna firma cerealera, organizar una
guerrilla en Salta o concurrir a los mítines del curandero Tibor
Gordon? ¿Qué humillaciones y qué orgullos deben estar dispuestos
a soportar? Para buscar respuestas a semejantes preguntas, un
equipo de reporteros y redactores de Panorama rastreó, en las
semanas previas y posteriores a las últimas elecciones
nacionales, la vida íntima de los partidos políticos argentinos;
simultáneamente, se habló con sindicalistas y empresarios,
estudiantes, civiles y militares. La mesa redonda con los
dirigentes invitados a nuestra redacción fue solo un balance
final del cúmulo de material reunido: no se quería hacer, esta
vez, una encuesta exacta pero fría, inhumana, sino, mejor, un
trabajo menos perfecto pero más vivo. En las páginas
siguientes se reseña la impresión recogida por los hombres de
esta revista durante las semanas que convivieron con los
militantes que hacen política en Buenos Aires. Ese mismo
material, en síntesis, fue analizado y discutido con los
dirigentes que visitaron nuestra redacción; en las páginas 32 y
33 se da un extracto de la versión taquigráfica de la discusión
que entonces se desarrolló. Finalmente, se incluye una lista de
las seis principales conclusiones extraídas de todo este
trabajo.
El punto de arranque, para la investigación de
los partidos en la intimidad de su vieja célula, fue un ruinoso
comité político del barrio de Floresta, en Buenos Aires; un
hombre de algo más de sesenta años, con el pelo negro
escrupulosamente tirado hacia atrás, prepara mate para los
habitués. —¿Usted es radical? —Sí, pero de Sancerni.
Todo intento de analizar a fondo las diferencias que separaban a
este viejo militante de los demás partidos radicales, solo
encontró una férrea adhesión a Julián Sancerni Jiménez, un
caudillo casi mítico, que, desde su reducto de Palermo, domina
silenciosamente a la UCRP de la Capital.
La siesta del
comité Este caso se reproduce en incontables comités
argentinos; solo cambian los protagonistas y las formas de
expresar la adhesión. Los comités viven largas épocas de
letargo, prolongadas siestas políticas y renacen cuando llega el
tiempo de las consultas electorales. Dos o tres meses antes del
día fijado para las elecciones, los locales se agitan, las
parroquias abren nuevos y precarios centros de captación, los
caudillos rearman sus huestes y "puntean" el padrón. Estos ritos
siempre están precedidos por otro más doméstico, pero de
decisiva importancia: las elecciones internas para designar los
candidatos del partido. Las "internas", como se dice en la jerga
política, movilizan los afanes de todo el aparato partidario.
En las agrupaciones que arrastran grandes masas electorales,
como el peronismo o los radicalismos, dos o tres listas se
disputan habitualmente el voto de los afiliados. La propaganda
callejera que precede a las "internas" es sobria y sin
virulencias, para no deteriorar la imagen partidaria ante la
opinión pública. Pero en el interior de los partidos, la lucha
es feroz y no desdeña la insidia, la compra de votos y hasta la
agresión.
Los fieles punteros Cada caudillo parroquial
basa su fuerza en la cantidad de "punteros" que le son fieles;
los punteros son pequeños aspirantes a caudillo que se entrenan
en la política menuda aportando votos para las internas. El
origen de los votos no tiene demasiada importancia; los "puntos"
se integran con la familia y los amigos del puntero, con
conocidos a los que se ha favorecido cuando el partido estuvo en
el gobierno e, inclusive, con simpatizantes de otros partidos,
interesados en perjudicar a alguna de las listas del partido
rival. En el bajo Belgrano un puntero radical logró, en 1950,
una alianza circunstancial con uno de los caudillos peronistas
de la zona; este le prestaba los votos para las internas
radicales, a condición de que esos sufragios engrosaran el magro
caudal de la lista minoritaria que, así, triunfaba
sorpresivamente. El peronista se beneficiaba porque, al triunfar
el candidato radical más débil aumentaban sus posibilidades de
triunfo en los comicios generales.
Votos gremialistas
Esta pelea interna provoca resultados paradójicos: muchos
partidos tienen una gran cantidad de afiliados en los papeles,
pero escasos militantes para las acciones políticas concretas.
La UCRP congrega casi 60 mil votantes para las elecciones
internas de la Capital Federal, pero nadie puede asegurar que
participen en la campaña electoral más de 20 mil adictos. En el
peronismo la situación es inversa: la rama gremial se
despreocupó de las tareas de afiliación; estas quedaron a cargo
del sector político, numéricamente el más débil. Así, unos
escasos 30 mil votantes participaron en los comicios internos
que reorganizaron el partido Justicialista y culminaron en
escandalosos congresos, entre impugnaciones, trompadas y tiros.
Sin embargo, llegado el período electoral, el sector político
pierde el control de la militancia partidaria, asumido entonces
por el disciplinado bloque gremial de las "62 organizaciones" a
través de la maquinaria sindical que controla.
La lucha
por las internas Los dos partidos socialistas (el Argentino y
el Democrático), tienen una forma de elección interna más sutil:
la designación de candidatos se hace por correo, lo cual
elimina, al menos teóricamente, la vigencia de las trenzas de
comité; sin embargo, la tradicional paciencia cívica de los
simpatizantes socialistas, acepta con resignación los candidatos
que proponen los directivos, quienes, además, para las internas
se manejan con un padrón vetusto que no siempre refleja la real
militancia partidaria. El MID aplica el criterio tradicional
de designar sus candidatos por la vía de elecciones internas;
solo introduce una variante: la tercera parte de los cargos
electivos, en cualquier orden, debe ser llenada dos mujeres (al
igual que en el Partido Justicialista). Sin embargo, la única
elección interna que se realizó en el MID no satisfizo a ningún
grupo y Frondizi debió ejercer una forzada mediación ante la
amenaza de varios caudillos capitalinos que se negaron a
participar en la campaña. La mediación —realizada por uno de los
colaboradores directos del ex presidente— apaciguó el tumulto
pero no produjo una brillante lista de candidatos. La UCRI,
capitaneada por Oscar Alende, establece reglamentariamente la
designación de candidatos en comicios internos. Pero la lista
capitalina no conformó al líder partidario; Alende forzó la
renuncia del comité porteño para designar —prácticamente a dedo—
candidatos de más prestigio. Sin embargo, el electorado de la
Capital no se dejó seducir por el prestigio de les postulantes
ucristas y los adictos a Alende sufrieron una descalabrante
derrota, que pone en peligro el futuro partidario.
Discursos prefabricados Para la realización de actos
públicos, los comités centrales reparten prudentemente listas de
temas que deben desarrollarse en los discursos y, también,
aquellos que no deben ser mencionados. De este modo reducen los
riesgos de fogosas peroratas del caudillo del barrio que pueden
no tener mucho que ver con la línea partidaria. Uno de los actos
públicos más comentados de los últimos años fue el que organizó
el ucrista José Bonifacio. Don José consiguió, no se sabe cómo,
que el curandero Tibor Gordon anunciara un acto en Parque
Patricios. Tres mil fanáticos del mago rodearon la tribuna que,
de improviso, fue ocupada por un súbdito de Bonifacio. El
público se sintió burlado y arremetió contra los oradores. que
intentaron defenderse con la ayuda de algunos fornidos
correligionarios. Los seguidores de Tibor triunfaron en toda la
línea, quemaron la tribuna y se dedicaron a reivindicar la magia
del fuego hasta pasada la medianoche.
Tribunas en la TV
Sin embargo, la época de las movilizaciones gigantescas está en
decadencia, hostigada por la televisión. Hoy, cuando un programa
de TV asegura doscientos o trescientos mil espectadores, no
tiene sentido invertir tiempo y esfuerzos en organizar actos
públicos. Solo el peronismo y el radicalismo del Pueblo
mantienen la costumbre: el 14 de marzo último ambos partidos
reunieron apenas 15.000 adictos en Plaza Once y el Luna Park,
respectivamente; en el acto peronista predominó la juventud y la
iracundia y hubo dramáticos choques con la policía. En el
radical, mucha gente de edad, la nostalgia de la vieja marcha y
la boina blanca. Los dos partidos que polarizaron al
electorado siguen efectuando actos por razones distintas: los
afiliados radicales reclaman el contacto con sus líderes y, por
otra parte, los mismos dirigentes no se sienten cómodos frente a
las cámaras de televisión. Habituados a las largas peroratas y
al griterío estimulante de los partidarios, pierden fuerza
expresiva en los sets desolados y sometidos a un horario
estricto. Los peronistas también son sensibles al ruido del
bombo y a los gritos en medio de una plaza; pero tienen razones
más concretas para no desligarse de las concentraciones: gran
parte de sus votantes no tiene televisor o carece de interés por
los programas políticos. El acto público callejero es aún idóneo
para conectarse con los partidarios y avivar la mística llama
del retorno.
Los jóvenes y la política La concurrencia
al comité excluye, generalmente, el manoseado argumento del
"acomodo" o la "gauchada" al estilo irigoyenista. Más bien
parece operar una neblinosa ideología en función de los
problemas nacionales, muy ligada a los hechos menudos de la
política inmediata, lo que la torna bastante desintegrada y
escurridiza. Los defectos de información en los afiliados de
comité son notorios: muchos de ellos aseguraban que en las
elecciones de marzo se elegían diputados y senadores o diputados
y gobernadores. La adhesión a los líderes de comité es muy
firme, y está basada en la fascinación que ejercen sobre sus
súbditos al expresar de manera más eficaz la ideología común y
tener la explicación para cada momento, tanto para los triunfos
como para las derrotas. En la exaltación del caudillo no solo
interviene su mayor nivel político (y frecuentemente económico)
sino también su llana disposición para salir a pintar o pasarse
una noche entera pegando sobres. Estas formas de caudillismo
respetado se encuentran especialmente en el radicalismo del
Pueblo. En el peronismo, en cambio, se tienen en cuenta los
actos heroicos ejecutados durante la "resistencia" peronista o
el hecho de haber sido un "preso Conintes".
Peronistas
con camisa Salvo los partidos algo vetustos, como los
socialistas o sectores del radicalismo del Pueblo, la militancia
partidaria se integrará preferentemente con jóvenes. Esto rige
de manera especial para el peronismo (muchos de sus adeptos, en
los comités, no conocen, por su edad, lo que fue el régimen).
Generalmente estos grupos juveniles son los más revoltosos y se
los suele usar como fuerzas de choque al servicio de los
sectores partidarios internos, como ocurrió durante la contienda
entre Vandor y Framini. Durante la última campaña, frente a
un bar de Villa Lugano, bajaron de una lujosa rural cinco
jóvenes de no más de veinte años. Tres de ellos eran elegantes
niñas enfundadas en ceñidos pantalones negros; en la mano
blandían tachos de pintura y brochas. Al atacar un paredón, un
parroquiano del bar les gritó asomando la cabeza por la
vidriera, descontando la filiación política conservadora del
grupo: "¡Abajo la oligarquía! Vayan a ensuciar a otro lado". Una
de las activistas se dio vuelta y lo heló con la siguiente
respuesta: "Más oligarca serás vos; nosotros somos peronistas".
Después completó las siglas de la Unión Popular.
La
integración de las filas Los líderes peronistas, en efecto,
aseguran que el ocho por ciento de sus militantes proviene de la
Universidad; donde, entre los jóvenes politizados de la alta
clase media se ha convertido en moda política el "ser
peronista". También los conservadores se nutren de la
juventud. Uno de cada cuatro militantes del Partido Demócrata
proviene de las filas estudiantiles de la Facultad de Derecho;
otras facultades que arriman afiliados al conservadorismo son
las de Arquitectura y Agronomía y Veterinaria. La Universidad
Católica también es otro centro de reclutamiento. En los comités
conservadores se cruzan permanentemente los profesionales con
los estudiantes y comerciantes. Los demócratas aseguran que no
tienen estancieros en sus filas. Sin embargo, un examen de las
camionetas y las chapas de los autos que se estacionan frente al
Comité Nacional de-cubre una vinculación estrecha con el campo.
Fractura generacional En los afiliados a la democracia
cristiana se advierte una clara fractura generacional. Por un
lado, viejos militantes de formación semiliberal que vegetan en
el partido desde su creación cerradamente antiperonistas; por el
otro, un relativamente poderoso movimiento juvenil que ha
enfrentado, desde posiciones izquierdeadas, a la dirección
partidaria. Ambas posiciones políticas determinan, a su vez,
distintos tipos de militancia. Uno de ellos, el de los viejos
militantes, es de neto corte clásico y ha producido caudillos al
estilo radical como Salvador Busacca. Algunos jóvenes, en
cambio, proyectan para este año ir a las villas miseria,
arreglar canillas, levantar escuelas y pintar hospitales para
"conectarse" con las masas. De cualquier modo, la militancia
en los comités indica, entre otras cosas, que los partidos
políticos argentinos se obstinan en seguir viviendo. Algunos
intentos de las agrupaciones por renovar sus métodos navegan en
las pesadas aguas de los intereses creados y la resistencia al
cambio. Para los comités —al menos en las ciudades—, el tiempo
de las empanadas, la taba y los tiroteos ya ha muerto. Tal vez
los jóvenes que ahora han comenzado a poblarlos sean la carta de
triunfo para la definitiva madurez de nuestras formas políticas.
La ausencia de los dirigentes radicales invitados a
participar en la Mesa Redonda (después de una hora y media de
espera) obligó a sesionar sin la participación oficialista.
Paulino Niembro, Horacio Thedy y Luis Cándido Carballo
representaron desde sus improvisadas bancas a las diferentes
tendencias de la oposición.
Panorama: ¿Qué eficacia tiene
la acción política de los partidos vista desde la perspectiva
del comité, desde la perspectiva del sindicato (en el caso del
peronismo) o de una perspectiva local, como es el caso de
Carballo? Entre whisky y café (amenidad no insólita en un
debate sin escaños) Carballo explicó su experiencia electoral
(ver página 27) y cómo logró convertir la polarización
sustentada por Balbín (peronismo-antiperonismo) en otra:
"Carballo, que hizo obra cuando fue intendente, contra Bercovich,
que es intendente ahora y no hace nada". Panorama: El mejor
slogan que tenía Carballo no lo pudo usar; es el que decía:
"Mejor que decir es hacer". (Risas.) Niembro: Lo seguimos
usando nosotros. (Risas.) La elección de Rosario fue un capítulo
un poco al margen de todo el país; nosotros entendemos que hay
que superar el rencor y arreglar primero el problema político.
Desgraciadamente, se tratan de tapar los problemas como si no
nos atreviéramos a destapar el baúl por temor de que aparezca el
cuco. Nosotros decimos que es necesario que vuelva Perón, no
como un desafío. Su presencia es imprescindible para pacificar
al país. Thedy: Esta actitud del peronismo me parece lógica.
Si Luciano Molinas estuviera exiliado yo me pasaría el día
entero haciendo campaña por su retorno. A propósito, hace poco
leí en un libro que Urquiza le pasaba una pensión a Rosas
durante su exilio en Londres. Confieso que no lo sabía.
Niembro (con evidente satisfacción por el apoyo de Thedy): Perón
es un ciudadano argentino al que se le debe respeto. Y si algo
debe a la justicia ahí están los tribunales para que arreglen
cuentas con él. Panorama: Nos estamos alejando del tema.
Quisiéramos saber cómo definirían las reglas del juego al cual
tendrán que ajustarse en el futuro los partidos para ganar las
elecciones. Niembro: Nosotros jugamos una elección con las
mismas cartas que los demás. La antinomia la creó el
oficialismo. Panorama: Carballo prefiere eliminar los actos
públicos, ¿usted no? Thedy (asumiendo la respuesta): Yo, por
mi parte, pienso que la acción política, tanto en el país como
en el mundo entero, se está transformando. Por ejemplo, tomemos
un aspecto del peronismo: se lo critica porque usa el sindicato
como medio de acción política, ¿pero qué otra cosa puede usar un
partido de clase obrera? Los partidos que representan a la clase
media usan lo que se llaman organizaciones intermedias, a través
de las cuales también tratan de llegar al electorado. Creo que
si los partidos políticos aspiran a ser cada vez más
representativos deben manejarse al estilo de los partidos
Demócrata y Republicano de los Estados Unidos. En nuestro país,
por ejemplo, si queremos promover una ley de reforma agraria
habrá que interesar a los diputados que tengan el apoyo de las
grandes organizaciones agrarias, para crear así el clima que
permita romper la resistencia natural en ciertos sectores. De la
misma manera si tenemos que votar la ley de participación obrera
en las empresas, tendremos que mover grandes sectores sindicales
y empresarios. Niembro: Lo que usted afirma es muy
importante, pero solo como método aplicable en épocas no
electorales. Fíjese que el peronismo, cuando se organizó para
actuar en los comicios, debió abrir sus comités, por la sencilla
razón de que la gente necesita un lugar para reunirse.
Panorama: En lugar de organizar el partido sobre la base de
circunscripciones barriales, ¿el peronismo no podría tener como
comités a los mismos sindicatos? Por ejemplo, en vez de la
unidad básica de Villa Crespo, la Unidad del Sindicato de
Señaleros. Niembro: El sindicato no puede ser utilizado para
hacer política. No puede transformar cada una de sus filiales en
comités. En ese caso no estará representando a un gremio sino
haciendo política pura. Thedy: Los partidos de extracción
obrera trataron siempre de utilizar el sindicato como medio de
acción política. Actualmente, la mayoría de los gremios (salvo
dos o tres), son de tendencia peronista. Eso explica que el
peronismo actúe a través de ellos. La historia política
argentina se ha escrito siempre así. Niembro: A todos extraña
la actitud de dirigentes obreros trabajando para nuestro
movimiento, pero a nadie le llamó la atención que Armando March,
dirigente de la Confederación de Empleados de Comercio, saliera
a hacer la campaña de Entre Ríos en 1962 a favor del oficialismo
y que Scipione fuera candidato a diputado por el radicalismo del
Pueblo también en el año 1962. Thedy: La pretensión de que
estos dirigentes gremiales vayan a trabajar en una Sociedad
Rural es un poco ridícula. ¿No es cierto? Carballo: No voy a
entrar en el aspecto sindical porque no soy peronista ni
antiperonista, pero dudo que en un sindicato peronista pueda
hacerse política en nombre de otro partido. Yo conozco los
sindicatos de mi provincia y allí solo entra el que es
peronista, peronista. Niembro: Bueno, no creo, mire; no creo.
Yo disiento totalmente. Carballo : Le digo lo que ocurre en
mi provincia. Niembro: Dentro del gremio metalúrgico, cuando
elegimos delegados no le preguntamos qué militancia política
tiene. Nosotros tenemos delegados radicales, comunistas,
socialistas; si la inmensa mayoría de los delegados son
peronistas no es porque les pongamos trabas a los de otros
partidos, sino por el hecho natural de que hay más sentimiento
peronista. Carballo : Bueno, pero yo conozco muchos obreros
que no pueden actuar en su gremio porque no son peronistas.
Niembro: Eso se ha superado. Se está superando por la acción de
los elementos jóvenes. Carballo : Sin embargo, tengo
entendido que cuando uno se quiere acercar a ciertos sindicatos
todavía tiene que cantar la marchita. Panorama: En los
comités que hemos visitado se vive un clima de guerra. Muchos,
sobre todos los jóvenes, ven la integración del peronismo en el
libre juego de los partidos como una etapa para la conquista
total del poder. Niembro: Nosotros aceptamos las modalidades
del régimen para integrarnos a él y darle la batalla en el
propio corazón. Panorama: ¿Cree que el peronismo habría
ganado las elecciones si el viejo líder hubiera retornado?
Niembro: En primer lugar, el viejo no es tan viejo. Perón está
más joven y más lúcido que en 1955. Tiene una vitalidad
asombrosa: no representa 70 años sino 50. Yo tuve oportunidad de
conversar no hace mucho con Perón y lo he visto inspirado en el
deseo de solucionar los problemas del país; aunque a algunos les
parezca jocoso, es realmente cierto. Para Perón, por sobre todas
las cosas está la patria. Panorama: ¿Qué ocurriría dentro del
peronismo en caso de que Perón muriera? Miembro: Bueno,
debemos afirmar las bases ideológicas para evitar la dispersión.
Conclusiones • Los líderes de los partidos reconocen, en
privado, que la mayoría de las formas actuales de hacer política
son vetustas y no les satisfacen. Sin embargo, por imposición de
sus propias bases y, en muchos casos, por desconfianza a los
cambios, no intentan nuevos métodos expresivos de importancia.
El cambio más significativo es la profusa utilización de la TV y
la adopción de algunas técnicas publicitarias modernas como los
jingles y las fórmulas vendedoras y tajantes. Si esta tendencia
se afirma es probable que las futuras campañas políticas se
parezcan cada vez más a las norteamericanas, donde un gigantesco
y estridente despliegue publicitario explota la sonrisa, la
familia, los hobbies y hasta los perros favoritos de los
candidatos. • El comité tiene aún vigencia en la política
argentina, si bien ha perdido el carácter de único recinto apto
para conseguir votos. Los sindicatos, en el caso del peronismo,
y las llamadas "organizaciones intermedias" (uniones vecinales,
cooperativas, asociaciones profesionales) para los partidos que
expresan a la clase media, se han convertido en medios idóneos
para conectarse con los votantes. Sin embargo, el comité es, por
ahora, imprescindible como centro de operaciones. • Cuanto
mayor es el caudal electoral de un partido, más escasos resultan
los conocimientos de sus afiliados sobre los programas y
postulados partidarios. Esto es particularmente claro en los
casos del peronismo y del radicalismo del Pueblo; ambos
prefieren operar sobre la base de mitos y factores emocionales
antes que hacerlo en función de precisos programas políticos de
cuidadosa elaboración. En los partidos pequeños, en cambio, la
escasez numérica tiende a ser compensada por una mayor
complexión ideológica. • Los jóvenes siguen siendo atraídos
por la política y todos los partidos exhiben con orgullo las
cifras de afiliados a las "juventudes". En el trabajo
político concreto, el rol de los jóvenes no es muy claro ni
alcanza a tener objetivos propios: más bien, la juventud es
anexada a las tareas comunes del partido y comienza la "carrera"
política. Un caso especial es el de la política universitaria,
que sirve de arena de entrenamiento para "la otra política".
• Las elecciones de marzo no han cambiado sustancialmente la
composición del poder en el país, pero introducen dos
perspectivas nuevas que conviene considerar: 1) la presencia de
una poderosa bancada peronista en el Parlamento con predominio
de representantes gremiales plantea interrogantes: ¿Estos
diputados respetarán las leyes del juego parlamentario o
desarrollarán una política agresiva similar al Plan de Lucha de
la CGT? 2) por encima de las disposiciones legales que
establecen el régimen de representación proporcional, el país ha
mostrado su tendencia a agruparse en dos partidos polarizadores,
los mismos que dominan la escena política nacional desde hace
veinte años: el partido peronista y el partido antiperonista. La
posibilidad de que el primero gane las gobernaciones de Buenos
Aires, Córdoba, Santa Fe, Tucumán y otras provincias en 1967 ha
llenado de alarma a los sectores moderados y preocupa al
Ejército. Los militares especulan con una posible muerte de
Perón, pero hasta esa eventualidad ha sido prevista por los
seguidores del líder. Pero hasta qué punto el resto del país
aceptará la llegada a los poderes ejecutivos de los seguidores
de Perón? • Pese al interés casi deportivo que rodea a toda
elección, las de marzo han dejado en pie una penosa tendencia de
buena parte del electorado: la indiferencia previa y la
confusión posterior, peligrosas constantes de las que la
juventud es la primera víctima. Si bien muchos jóvenes
participan activamente en la política partidaria, el número de
los que se desentienden absolutamente del tema es infinitamente
mayor y no hay mediadores entre los "que hacen política" y
aquellos a quienes "la política no les interesa para nada".
Buena parte de la responsabilidad la tienen los mismos partidos
al no proponer con claridad un diálogo ideológico que interese a
los jóvenes, pero tal vez la primera culpa la tenga la comunidad
toda que fomenta imperceptiblemente la indiferencia y la
irresponsabilidad cívica con el manoseado argumento de que "la
política está corrompida". Una política coherente elaborada en
función nacional no puede albergar la corrupción, y esa es la
única política que los jóvenes querrán admitir como suya. Para
lograrlo se debe obtener el compromiso de todos. Revista
Panorama mayo de 1965
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