Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Florida
después de la tormenta

Revista Siete Días Ilustrados
23.08.1971

A poco de concluidas las caóticas obras de remodelación, el tradicional paseo porteño no sólo exhibe su flamante, colorido rostro: también se escuchan voces de protesta. Se quejan los comerciantes, quiosqueros, barrenderos... Sus pretensiones y lo que vendrá.

"yo soy la calle de la Florida,
la predilecta, la preferida,
sin mi no hay corso, ni procesión,
ni tan siquiera manifestación."
(Recitado común entre los habitués de la calle Florida de Buenos Aires, a principios de siglo.)

Después de 180 días de fajina y polémicas, la porteña calle Florida lució remodelada, convertida en el paseo peatonal tan anhelado. Esa metamorfosis operada sobre las doce cuadras de la arteria céntrica, como todo cambio, arrojó durante el lapso de gestación saldos letales. El más notable, quizá, consistió en la defenestración de dos alcaldes, ambos generales retirados. El primer edil caído fue el promotor de la trasfiguración, Manuel Iricíbar; el segundo, Tomás Caballero. Por fin, la ejecutividad del actual lord mayor, Saturnino Montero Ruiz, pudo más que el fárrago de papeles que circuló por dependencias de Obras Sanitarias (encargada de reentubar Florida), la comuna y la empresa constructora que tuvo a su cargo las tareas. Doblando las jornadas de labor, S.M.R. anticipó el estreno en un mes y pudo inaugurar con una caminata —el 1º de julio de este año— la flamante calzada a un solo nivel, tachonada con 100 maceteros (de los que emergen arbustos y flores) y futuristas quioscos de acrílicos ideados para la venta de revistas y diarios.
A un mes y medio de esa trasformación, las voces de los vecinos de Florida empiezan a clavarse en el cielo. Es que el comercio recién comienza a mensurar las ganancias atesoradas en julio de este año y puede compararlas con las del año pasado; los habitués, por su parte, evocan el sabor y los precios del viejo paseo antes de dejarse atrapar por los señuelos del nuevo. Ese calidoscopio de quejas, agradecimientos, esperanzas y decepciones fue transitado durante dos semanas por un cronista de SIETE DIAS, quien chequeó más de 200 escaparates y dialogó con la marea humana que les da vida.

GANANCIAS Y PLATOS VOLADORES
Según Naón Azorín (64, un hijo), presidente de la Asociación Amigos de la Calle Florida (AACF), una entidad que agrupa a los comerciantes de esa vía, estos primeros días "de la chica con zapatos nuevos" ya reflejan el éxito del cambio. La entidad que comanda N.A., obviamente, fue la que convenció al entonces intendente Iricíbar sobre las bondades de la remodelación. "¡No se imagina las que pasé hasta que el municipio culminó el proyecto que nuestra entidad encargó a los arquitectos Aslan y Ezcurra! En ese lapso, todos planearon sobre mí como aves voraces. Pero por suerte, ahora, como los comerciantes mejoraron las ventas en un 35 por ciento y sus llaves y alquileres se cotizan al doble, todos me felicitan", se pavoneó Azorín. Es que por lo visto, la ornamentación de Florida incrementó el paso peatonal. "Hasta que se iniciaron los trabajos en nuestra calle, el 2 de enero de este año, acudían por día 600 mil personas. Ahora esa cifra trepó a un millón", se extasía N.A., quien además de ser presidente de la AACF se afincó en la calle en 1931 al frente de dos locales de prendas íntimas femeninas.
Para Luis De Maio, uno de los encargados de la zapatería Tow, de Florida al 600, las cifras que blande Azorín son "pasajeras e ilusorias", producto de las circunstancias. "Lo que pasa es que es una obra nueva, y la gente viene a ver los macetones, los puestos de diarios, y a caminar por aquí de puro curiosa —advierte—. Pero dentro de un par de meses todo quedará como entonces".
Entre esas dos opiniones contrapuestas, un 60 por ciento de los comerciantes encuestados coincidió en alabar el cambio, esgrimiendo una salvedad: la nueva Florida se ve gris, falta de colorido y detalles decorativos que la conviertan en una calle alegre. Del 40 por ciento restante, un 35 asumió conforme el remodelado tal como se inauguró y, el resto, lo tolera a regañadientes. De cualquier forma, todos aceptaron que las ventas habían superado en más de un 30 por ciento lo recaudado el año anterior durante el mismo período. Una cifra que aún no los resarce de las cuantiosas pérdidas que tuvieron que afrontar durante los 180 días en que Florida, roturada y anegada por las lluvias veraniegas, se convirtió en un verdadero badén. Pero los que aún no pueden superar el colapso son los canillitas. Con 10 de ellos se inauguró una experiencia que parece tener mucho de ciencia ficción: fueron embutidos en quioscos rectangulares de acrílico, de 1.70 por 1.70, donde deben permanecer junto a su mercancía, prácticamente invisible a través de los ventanucos. El aspecto de esos stands les valió un torvo mote, adjudicado por los diareros de Florida: los platillos voladores. "¡Cómo vamos a trabajar aquí, cómo! —protestó ante SIETE DIAS Ciro Durán, encaramado en su plato volador de Corrientes y Florida—. Cuando los puestos normales venden 10 revistas, nosotros apenas despachamos 2. Además, pretender que uno trabaje dentro de este calabozo es tan suicida como meter un elefante en un bazar. Cada vez que me doy vuelta para alcanzar algo, fija que una fila de revistas se me cae sobre el balero". Las tribulaciones de C.D., desde que se inauguró la nueva Florida, son compartidas por casi todos los canillitas. Sin embargo, los diareros, no conformes con quejarse, resolvieron elevar ante la Municipalidad un anteproyecto de quiosco de vidrio, con techo corredizo. Pero la Municipalidad —que al comprobar el magro éxito de los platillos voladores dispuso paralizar la construcción de los que faltaban— no aceptó la solicitud. Las razones esgrimidas por los munícipes fueron contundentes: los stands propuestos, en lugar de reunir las medidas aprobadas (1,70 por 1,70) las excedían con creces. Por eso, mientras se espera un acuerdo, los diez preocupados diareros floridenses han resuelto sacar sus mercaderías del interior de los stands, ofreciéndolas sobre mesitas emplazadas a la vera del quiosco. "Algo había que hacer —tronó ante SIETE DIAS el canillita Luis Copello, de Avenida de Mayo y Florida—. Nosotros no tenemos por qué pagar los platos rotos de una calle que quedó fea. Si quieren decorarla, que lo hagan con maceteros pero no con nuestros puestos".

POR FAVOR, NO ROBEN LAS FLORES
Para el peatón A.C. —quien, por razones obvias, solicitó permanecer en el anonimato—, uno de los habitués del teatro de Revistas Florida que se yergue con sus stripteases en la Galería Güemes, de Florida al 100, la remodelación arroja un insospechado saldo favorable. "¿Sabe qué piola está eso de los macetones? Antes había que esperar a las vedettes a las dos de la mañana en una calle que, para esa hora, era un páramo. En cambio ahora, la cosa cambió: yo las espero silbando bajito, haciéndome el burro detrás de las plantas, camouflado. ¿Quién se va a avivar que uno anda en ésas, no?" Es que ya para esas horas, el denominado sector bancario de Florida (se extiende desde Corrientes hasta Avenida de Mayo) se desertifica. Apenas es surcado por algunos peatones que buscan Diagonal Norte o Avenida de Mayo para huir del corazón de la city. Durante el resto del día, los topes de tránsito peatonal se registran a partir de las 11 de la mañana y hasta las 5 de la tarde. Sábados y domingos, el sector bancario de Florida se considera prácticamente muerto, pero el resto de la artería, que comienza a cosquillear a partir de las seis de la tarde, soporta ahora un notable aluvión de viandantes, como en sus mejores épocas.
Claro que, estadísticas al margen, Florida es un inagotable pozo de sorpresas para los turistas, visitantes que recalan a ella con curiosa frecuencia. "¡Linda, Florrida ahorra, linda! —champurrió en mal castellano ante SIETE DIAS Floren Hornuk (44), un comerciante de origen lituano que la visita año por medio—. Todo cuerro y marroquiñerías argentiñas estar en esta calle." En realidad, Hornuk —uno de los trescientos turistas procedentes del exterior que la recorren diariamente en julio— caía, obviamente, en un error. Pero lo cierto es que para los ingleses, franceses, italianos, alemanes y, en especial, brasileños que se internan por el paseo, Florida parece ser sinónimo de cuero, un elemento que —junto a los baby beefs— resume la imagen argentina for export. "Ahora muito bonitinha, mais falta color", comparó Alcio de Alves (43), un industrial carioca del café que suele recorrer Florida en cada una de sus recaladas en Buenos Aires. Esa falta de matices que descubrió A.A. no pasó desapercibida para los principales interesados. "Un día de éstos agarro mis óleos, los desparramo por la calle, y le inyecto la vida que no tiene", prometió Mario Bronen (22), un hippie que comercializa sus pasteles en la Galería del Este, de Florida al 900.
Más allá de las inquietudes trasformadoras de Bronen, la mayor parte de los comerciantes coincide en colorear Florida, claro que haciendo uso del capital. Por lo pronto, e su proyecto de ornamentación, la Municipalidad disponía que a lo largo de toda la calle los toldos, sombrillas y faroles fueran pintados siguiendo los matices del espectro solar; en Avenida de Mayo comenzaría el violeta. "Pero a mí que no me hablen tanto de pinturas mientras no eduquen bien a los chanchos que pasean por aquí. Tengo que andar todo el día encorvado recogiendo paquetes de cigarrillos y colillas, aunque mi lumbago se enoje", descerrajó Beltrán Palavecino (45), barrendero del tramo de Florida comprendido entre Corrientes y Tucumán. Es que las continuas quejas de los comerciantes, referidas a la suciedad de la remodelada arteria, obliga a una fajina ímproba. Hecho que no escapa al jefe de Palavecino, el sub capataz de la Municipalidad Sergio Maneille: "Por más que en esa calle mantenemos dos empleados permanentes, es imposible evitar el aspecto desprolijo de colillas y papeles tirados. Por suerte, a breve plazo, los residuos en las esquinas van a ser recolectados, a las seis de la mañana, con un móvil a compresor. Así se va a resolver el problema". Al parecer, este inconveniente fue pronosticado por Alfredo Montan (61, dos hijos), propietario de la zapatería More, de Florida al 500, quien no cesa de ufanarse de su poder de anticipación. Es que en las tenidas que mantuvo en la AACF (de la cual es revisor de cuentas), Montan aconsejó al comercio cuidar el aspecto de la primera calle peatonal de Buenos Aires. "Yo advertía entonces que iba a costar mucho evitar el papelerío. Menos mal que me hicieron caso en otro tópico y aceptaron reducir el tamaño de los macetones, porque si no, a estas horas, todos los jubilados de Buenos Aires hubieran venido a sentarse sobre sus bordes. ¿Se imagina qué espectáculo para incrementar ventas?", se desesperó ante SIETE DIAS.
De cualquier manera, con o sin jubilados, la nueva Florida se apresta a una escalada comercial que puede quebrar la hegemonía que otras calles ejercieron durante años sobre los porteños. Para el mes de septiembre —cuando ya esté inaugurada la nueva iluminación, que duplicará a la actual— los floridenses arrojarán la casa por la ventana. "Florida tiene que encarar la mejor fiesta de la primavera del país y continuarla, desde el 1º de diciembre a Reyes, con la mejor celebración de fin de año. Guirnaldas florales, globos, juegos de luces y todo tipo de vidrieras atractivas van a terminar con todos los escepticismos", aseveró el presidente de la AACF. Claro que, para ese entonces, espera que los paseantes se comporten "como cuadra a buenos floridómanos". Mientras tanto, lamenta que con el arreglo floral contratado en La Orquídea (y que insume un costo de mantenimiento cercano a los 250 mil pesos mensuales), los paseantes hayan ejercitado sus instintos cleptomanísticos. "A una semana de inaugurados los jardines —se apena—, nos robaron 150 plantitas de tulipán." Su angustia es justificada porque, como canturrea a renglón seguido, "es absurdo que los floridómanos dejen sin flores a Florida, una eterna floreciente".

 

Ir Arriba

 


Florida
Florida


 

 

Florida