Etiquetar, en la Argentina, significa calumniar. Cuando en
EE.UU. a un Republicano se le dice Republicano sólo se le
asigna un rótulo partidario. Aquí no. Aquí se lo
desacredita. Sobre todo porque se le "inventa" la
afiliación; insistimos. Decir "desarrollo" es ser tildado de
"frondicista"; mencionar "justicia social" nos ubica en la
órbita peronista; querer el autoabastecimiento petrolero es
símbolo de "entreguista". Tremebundos ataques. La difamación
es una manera, además, de quebrar la aptitud. Hay brillantes
funcionarios, dirigentes que pueden servir al país como
nadie, cercenados porque un día alguien lo "etiquetó". Hay
ex gobernadores como Silvestre Begnis, Sapag, Durand,
Bittel, Bravo, Gabrielli, Uranga, Amit, que dejaron una
estela estupenda y que nunca serán convocados porque están
"etiquetados" de algo. Siempre de algo.
La calumnia
se pasea por la República... Invade todas las ideas. Siembra
la desconfianza. Las leyes se edifican pensando en la
"deshonestidad" no en la acción. Todo se hace para castigar.
Y por eso nada se hace... A un profesor estupendo se lo
llama "izquierdista". Y punto. Se terminó. Un pintor se
destaca y es "bolche": fundido. FAEDA (nota: ... Federación
Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas) llegó a
etiquetar gratis a gran parte de la mentalidad pensante
argentina. Y nadie se rasgó las vestiduras como frente a
Bomarzo. Aquí hacemos un breve itinerario de los últimos
fallos sobre injurias y calumnias. El costo de la difamación
es lo único barato en la Argentina. Sale monedas. Los
argentinos insistimos en la singular manía —que muchas veces
es arma política— de etiquetarnos. Ya no es la "sección
especial" de la Policía o la SIDE, quienes definen:
"comunista", "ácrata", "disolvente" y dejan la marca para
toda la vida, sin admitir ni el error en el juicio, ni la
rectificación posterior. Etiquetado hoy, etiquetado "for
ever". El etiqueteo se ha divulgado tanto que se es
"peronista", "frigerista", "comunista", "entreguista",
"nazifascista", no por propia convicción, ni por decisión
libremente adoptada sino por voluntad de los otros. Los
otros que son aquellos que se disfrazan de "opinión pública"
porque disponen de la prensa de escándalo y de la que no lo
es, pero ama el escandalete porque la gente necesita ácido
material de lectura y violentas diatribas radiales o
televisadas, que de todo hay en el arsenal de los
etiquetadores. ¿La justicia está en condiciones de actuar
corrigiendo? Veamos los casos. En estos días se han
precipitado fallos Judiciales sobre viejas querellas y
demandas que se refieren a acusaciones no probadas, a cargo
que son injustos o precipitados. Los formularon hombres ya
maduros a quienes en su niñez nadie les narró el apólogo
aquel de nuestras lecturas infantiles. Ese, que refería
la escena pedagógica del maestro corrigiendo a un pequeño
difamador mediante el arbitrio de reducir a pequeñas
porciones una hoja de papel y arrojarlas al viento para que
luego el niño las buscara, una a una. La imposible tarea se
asimilaba entonces —y también ahora— a la que deben cumplir
los calumniadores cuando se los condena a publicar a su
costa una desmentida a sus dichos que se difundieron por
meses —y a veces por años— a favor de sistemáticas y bien
organizadas campañas. El nombre de Vecchio sigue atado al
de Penjerek, aunque la Justicia lo haya absuelto. Otro juez
nos dice ahora que los periodistas que difundieron la
versión de testigos que luego resultaron falsos y
reconstruyeron el crimen o presentaron "el retrato moral"
del asesino, no calumniaron porque al momento de escribir lo
hacían con. vencidos de difundir una noticia cierta. No hay
vindicación para Vecchio, porque muy pocos —en proporción a
los que conocieron la otra versión— leerán aquella sentencia
absolutoria y de esta otra inferirán, en cambio, que si no
hubo calumnia... Vecchio es culpable absuelto "por una
Justicia pecadora". Ahí está el caso de los "Jerarcas"
del peronismo. Una revista semanal los saca uno a uno del
olvido en una crónica que pregunta "¿dónde están?". Por años
estos interdictos fueron amontonados todos, sin
discriminación alguna, en un mismo lote de infamados. Todos,
supuestos usufructuarlos de "cuotas de importación",
beneficiarios de prebendas, autores de oscuros negociados.
La verdad es que la mayor parte de ellos viven trabajando
duramente y algunos hasta olvidados por la política y de la
política. El reverso de la medalla se da quizás en el
último de los fallos producido en la línea de la sanción a
los calumniadores o la absolución de calumniados. En una
sentencia de la Cámara del Crimen, condenando a Arístides E.
Durante, se señala que fueron calumniosas sus imputaciones
contra Rojas, Manrique, Pico, Amilcar Cardozo y otras
figuras de la Revolución Libertadora El señor Durante
había sido condenado en primera instancia a 4 años de cárcel
a cumplir. La nueva sentencia reduce la pena a 2 años de
prisión, en suspenso. Su travesura le ha salido muy barata
al señor Durante, como a todos los condenados por calumnia.
Eugenio Francisco Toriggia es un hombre con talento
financiero. La justicia acaba de absolverlo junto a otros
trece acusados, con la aclaración de que la formación del
sumarlo no afecta su buen nombre y honor. Tampoco hubo
actividad delictuosa en su quehacer en el Banco de la
Nación, cuando bajo la presidencia de Mazar Barnett se
otorgaron numerosos avales para préstamos que clientes de la
entidad obtenían en dólares en el exterior. La operación
financiera puede ser discutible en este aspecto, pero no
delictuosa. Quienes la programaron sostienen que de esa
manera se daba impulso al desarrollo, supliendo la falta de
capitales en el país. Los impugnadores, en cambio creen que
de esa manera se facilitó una Indigerible sobre inversión.
Finalmente los acusadores sospecharon en cada operación un
negociado y muchas coimas. La investigación era legitima, lo
que no fue legítimo, ni bueno, ya no para el buen nombre de
los incriminados, sino para el país, fue el escándalo.
Porque esta vez la etiqueta avanzada sobre el prestigio del
Banco de la Nación y del país mismo. Además los quebrantos
que sufrió el Banco ya nadie los atribuye a la política de
avales, sino a la precipitación de la denuncia que trabó el
desenvolvimiento económico de los pocos prestatarios que no
cumplieron. Mazar Barnett, absuelto por la justicia y
sancionado por el Banco Central en una curiosa resolución
que castiga una política crediticia seguida en consonancia
con una política económica general de la Nación, fue
agredido en Ezeiza cuando volvió al país por primera vez. La
calumnia, cuando cobra proporción política, arma el brazo de
quienes se sienten vindicadores morales, en nombre de la
comunidad. Adolfo Silenzi de Stagni constituye un caso
extremo. Sobre él se acumulan querellas por calumnias e
injurias. Sin embargo el costo de esa actividad no es
excesivo. 200.000 pesos por daños moral y 500 pesos de multa
tendrá que pagar por sentencia de la Cámara de Apelaciones
en lo Criminal, en el Juicio que le siguió el señor Carlos
Celestino Pérez, hermano del administrador general de Gas
del Estado, Ingeniero Esteban Pérez. Silenzi, a quien sus
enemigos imputan sabotear la extracción de petróleo y el
monopolio de la venta del gas por el Estado, en razón de
estar al servicio del imperio británico (lo que es también
una calumnia), había publicado un folleto con este tímido
título: "Delincuencia e Impunidad en Gas del Estado". Sin
embargo Esteban Pérez permanece en su cargo a través de los
más diversos avatares políticos. Parece que los distintos
gobiernos abaten sus banderías frente a una prueba de
eficiencia tan sólida que los mordisqueadores del honor
ajeno no pueden mellar. Quizás le esté costando más a
Silenzi, el pago de largas solicitadas respondiendo a otros
fallos judiciales, como ha hecho impugnando la sentencia
dictada por el juez Raúl de los Santos en la querella que le
sigue el doctor Florit, también, naturalmente, por calumnias
e injurias. Si esta sentencia se confirma, Silenzi tendrá
que cumplir la pena que se le imponga. Pero esto ocurrirá en
virtud de la reincidencia que podría agravarse si la misma
Cámara diera curso a la apelación del general Peluffo, en
otro juicio por calumnias contra el mismo Silenzi en el que
ha resultado absuelto por el doctor Ernesto González
Bonorino. Mucho más baratas resultan, por lo menos hasta
ahora, las afirmaciones del doctor Alejandro Gómez, que son
estimadas como calumniosas por la justicia. A sólo 1.000 de
multa ha condenado la Cámara del Crimen al ex
vicepresidente, al declararlo autor del delito de calumnias
e injurias contra el doctor Enrique Millán. Todas estas
sentencias van acompañadas de una accesoria, la publicación
a su costa de un mentis a las afirmaciones reputadas como
falsas. Así, el talentoso periodista Jacobo Timerman tuvo
que retractarse en relación a sus acusaciones contra el
doctor Oberdan Sallustro, de la FIAT y sigue defendiéndose,
en la querella promovida por el doctor Rubén Rabanal (hijo
del ex intendente) en la que ya hay sentencia condenatoria
de instancia. Costo: multa de mil pesos e indemnización por
daño moral de 200.000 pesos. Otro periodista, el señor
Rodolfo Katz, director de un periódico de circulación
reservada que se publica en castellano e inglés, ha sido
condenado por calumnias e injurias y ya está con sentencia
firme. Lo había querellado el director de Clarín, doctor
Roberto J. Noble. La Cámara redujo el embargo trabado en
primera instancia de un millón de pesos a 500.000. En
todo este escándalo, el mayor ha sido el de los contratos de
petróleo. Algunos de los juicios a los que nos hemos
referido tratan justamente de ellos. La sentencia del Juez
Insaurralde, puntualiza que no hubo delitos; el fallo de la
Cámara no se pronuncia sobre el problema de fondo y se
limita a indicar que los presuntos delito"; han prescripto.
El país, y los acusados tienen derecho a sentirse
defraudados. El país necesita saber si haber logrado el
autoabastecimiento petrolero fue o no acompañado por
actividad delictiva. Porque sería muy triste para los
argentinos llegar a la conclusión de que las grandes obras
van acompañadas de actos inmorales. Claro es que la historia
nos recuerda que, siempre la calumnia acompañó a las
realizaciones. En todas partes, pero en la Argentina, más
que en ningún otro país. El fallo más reciente, sobre un
episodio realmente increíble, procede del juez Arigos, y
tiene por absuelta a la eminente doctora Thelma Reca de
Acosta. El juez, frente a la calumnia dice en su fallo: "que
es insólito, y malicioso el intento de enjuiciar a la Dra.
Reca". ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? La doctora Reca es la titular
del Departamento de Psicología y Psicopatología de la Edad
Evolutiva de la Universidad de Buenos Aires. La denuncia la
formuló Horacio Calderón, argentino, 22 años, estudiante de
abogacía. ¿La acusación?; uso de drogas y corrupción de
menores... Calderón sostuvo públicamente que la Dra. Reca
usaba a los jóvenes alumnos con fines corruptivos. El juez
llama en su fallo a Calderón "avieso denunciador".
Finalmente se la sobresee definitivamente a la Dra. Reca. ¿Y
Calderón?. Le salló gratis la denuncia. Psicológicamente
todo calumniado queda "marcado". Nadie lee la retractación.
O el fallo absolutorio. Todos leyeron, siempre, siempre,
siempre, la acusación. Es el problema de órbita del
Código Penal; mientras salga tan barato este tipo de
"actividad", hasta la encíclica Populorum Progresium llegará
un día a los estrados tribunalicios, acusada de "marxismo
recalentado". Revista Extra septiembre 1967
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Carlos A. Florit / Roberto Noble |
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Adolfo Silenzi de Stagni |
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