Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Villa Devoto
Gangsters millonarios, visitantes sospechosos y guardias empobrecidos
Revista Primera Plana
25.12.1962

El miércoles pasado, a la madrugada, el subsecretario de Justicia de la Nación, doctor Eduardo A. Roca, admitió ante una pregunta concreta que el sangriento motín de Villa Devoto, que en ese momento culminaba, fue uno de los resultados del descuido y menosprecio con que en los últimos años se han atendido las necesidades del orden jurídico en general.
Una encuesta realizada durante y después de los sucesos, permitió demostrar que muchos magistrados y funcionarios policiales y penitenciarios están profundamente convencidos de que, a menos que se adopten rápidas medidas de fondo, por un tiempo considerable —quizá durante años— será imposible controlar adecuadamente este tipo de desbordes.

Antecedentes
Una gran parte de los delincuentes profesionales que promovieron el motín en el Instituto de Detención y participaron activamente en el desarrollo de sus alucinantes secuencias, (entre ellos el cabecilla principal, Uran Luján), habían estado anteriormente alojados en un sector especial de la Penitenciaría Nacional.
Fue el 12 de diciembre de 1960 cuando, por primera vez en la historia de la Penitenciaría, se habilitó especialmente un sector para alojar a procesados de suma peligrosidad, ya que hasta ese día dicha unidad estaba destinada exclusivamente a la internación de condenados y presos políticos y sociales. Los abrumadores antecedentes de esos sujetos —350 en total— decidieron al ministro de Educación y Justicia, Luis Mac Kay, a propiciar esa medida.
Se consideró entonces que únicamente la seguridad brindada por esa cárcel y su rígido sistema disciplinario podían frenar la acción individual u organizada de aquellos gangsters, en tanto se tramitaban lentamente, ante los tribunales del crimen, sus respectivos procesos.
Sin embargo —y a pesar de la opinión en contrario de veteranos funcionarios— apenas siete meses más tarde se iniciaba la demolición del edificio de la avenida Las Heras. No fueron pocas las voces que durante el motín recordaron esa circunstancia como un hecho funesto. Quienes en 1961 y años anteriores trataron de impedir esa medida, habían afirmado, como argumento fundamental, que era absurdo prescindir del mejor penal del país sin antes habilitar su reemplazante.
Al decidirse demolición, en el Instituto de Detención de Villa Devoto había alrededor de 1.500 presos —contando a los contraventores—; ya se había superado en 650 la capacidad normal del edificio. También la restante unidad carcelaria, existente en la Capital Federal, la Cárcel de Caseros, comenzaba a estar repleta. Mientras tanto Villa Devoto, que generalmente nunca había albergado a condenados con sentencia firme, comenzaba ya a tenerlos en abundancia. El 15 de diciembre de 1960, en Villa Devoto había sólo un condenado; actualmente, hay más de sesenta. Los penados —gran parte de ellos deben cumplir muchos años de prisión— pasaron a constituir, junto con los procesados de mayor peligrosidad, un problema casi insoluble.
Para ubicarlos se resolvió, en 1960, realizar algunas mejoras en el pabellón celular del Instituto de Detención. A este sector iban anteriormente las presos "distinguidos", por recomendaciones especiales, ya que precisamente su característica celular constituía una concreta ventaja en comparación con el hacinamiento predominante en los restantes pabellones.
A pesar de la naturaleza de los nuevos internos se conservó el régimen de celdas abiertas, en cada una de las cuales hay camas para dos o tres detenidos.
Los amotinados de la semana pasada gozaron, durante muchos meses, de un régimen atenuado (según las autoridades de Institutos Penales, debido a su condición de procesados, a quienes la Justicia aún no considera culpables). Podían cocinar sus comidas con libertad y disponían de heladeras, radios y televisores. Muchos podían tener, inclusive, sus propios mucamos, reclutados entre aquellos presos sin recursos económicos. El contraste entre la forma de vida de estos detenidos y los 1.800 presos del resto de la cárcel llegaba a límites casi asombrosos. Ni uno solo de estos peligrosos sujetos dormía en el suelo, sino sobre camas y entre sábanas, en tanto que muchos procesados primarios deben dormir sobre sucios jergones de paja tirados sobre las baldosas.

Entretelones del motín
Los dirigentes de la sublevación fueron protagonistas de asaltos millonarios, entre ellos algunos a instituciones bancarias. Es innegable que conservaban poderosos recursos económicos y amigos de gran influencia no sólo en el mundo del hampa.
Casi todos ellos están además defendidos por los mismos abogados y, según la policía, estos especialistas en la defensa de delincuentes reincidentes son también asociados permanentes en el reparto de los sucesivos botines.
La intervención de algunos abogados en anteriores fugas y motines ha sido documentada por la Policía Federal, pero estas pruebas no tuvieron en su momento la suficiente capacidad de convicción para los jueces. Entre los casos más notorios de complicidades de este tipo, voceros autorizados destacaron el de una conocida abogada que facilitó hace ya tiempo la fuga del delincuente El Lacho Pardo, ulteriormente muerto por el comisario inspector Meneses, durante un tiroteo.
La actual situación del personal carcelario también favorece los designios de los gangsters. La Remuneración de los guardiacárceles llega, sin computar descuentos, a 7.400 pesos, y en el curso de este año han cobrado varias veces con atraso. A juicio de directivos penitenciarios, es sumamente peligroso confrontar, cotidianamente, la pobreza de este personal, con los poderosos recursos de la delincuencia. En estos días se recordó el caso del agente electricista Américo Fantín, quien en marzo de 1961 introdujo a la Penitenciaría varias armas para los mismos cabecillas, atraído por una recompensa de 150.000 pesos. Fantin fue arrestado por el subprefecto Héctor L. Blasco, y se debieron hacer esfuerzos para impedir que sus compañeros lo lincharan.
Bajo el rubro "descuido y menosprecio hacia el orden jurídico", subrayado por el subsecretario de Justicia, se podría también incluir la disminución de doscientos millones de pesos que este año sufrió el presupuesto de Institutos Penales.

¿ Una pista ?
Pero esta vez la Justicia parece no haber encontrado elementos que señalen a los guardiacárceles como responsables de la introducción de armas a Villa Devoto, a pesar de que se han extremado en este caso las indagaciones. En cambio, surgieron intensas sospechas en torno a una mujer.
Se trataría de la viuda de El Lacho Pardo, después amiga de Manuel Luis Castillón—, muerto el martes 17 por los guardias—. Ella visitó a Castillón varias veces en las últimas semanas. Se sospecha que la mujer introdujo varios revólveres desarmados, pieza por pieza. Una pericia efectuada por la Policía Federal demostraría que casi todos los revólveres secuestrados a los presos fueron desarmados y vueltos a armar recientemente. Inclusive, algunos tenían las cachas mal puestas. La amiga de Castillón ya había sido detenida por la policía y puesta a disposición del juez Irurzúm.
• Los abogados de los amotinados, también resultan sospechosos. Hay antecedentes de un abogado quien, hace alrededor de tres años, fue sometido a una prolija revisación: se le secuestró una enorme lima que llevaba entre sus ropas. El empleado que intervino en el procedimiento fue sometido a sumario y suspendido en sus funciones, por estar prohibido el "cacheo" de los abogados. El defensor dijo que la lima era para su uso personal.
• Una heladera entrada a la cárcel el pasado viernes 14, así como uno o dos televisores, introducidos con destino al pabellón celular, según los investigadores, pueden haber servido para que las armas llegaran a poder de los reclusos.
Mientras tanto, resulta sobrecogedor el hecho de que desde días antes del estallido, en los ambientes del hampa se anunciaba con poca discreción, la preparación de la fuga masiva (los comentarios eran generalizados en ciertos balnearios de Vicente López y Olivos).
Algunos investigadores se preguntan ahora si los 38 millones robados en la sucursal Azcuénaga del Banco de la Nación son, en todo esto, un elemento clave.

 

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Cárcel Villa Devoto


 

 

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