LA popularidad de Gardel, la perdurable intensidad de su recuerdo
más allá de la desaparición física son hechos que, en tanto reflejan
aspectos de nuestra realidad más inmediata, reclaman una
explicación.
Las contribuciones sociológicas han girado, con ligeras variantes,
en torno a un par de hipótesis que no parecen dar adecuada cuenta
del fenómeno. En efecto, centrar toda la interpretación en la
adhesión de "los desechos sociales que odian a los ricos porque no
pueden ser ricos ellos mismos" (Sebrelli), o insistir en el valor
simbólico de una historia de triunfos que se inicia en un rincón
humilde del Abasto para alcanzar su punto más alto en medio de la
espectacular ostentación de Hollywood o del París nocturno,
convirtiendo a su protagonista en "el mago que está lejos de todo lo
que limita y ata, el hogar, el trabajo, la ocupación, las
estrecheces económicas" (Mafud), constituyen simplificaciones
demasiado evidentes. En todo caso, estos argumentos pueden ayudar a
comprender la popularidad de Gardel entre ciertos sectores de la
sociedad rioplatense urbana —muy minoritarios dentro del
multitudinario universo de sus seguidores y admiradores—, o a
caracterizar dimensiones apenas parciales dentro de un complejo
proceso de identificaciones; pero no van a fondo en lo que hace a la
búsqueda de las claves psico-sociales de lo que ha dado en llamarse
"el mito de Carlos Gardel".
ARGENTINA: UN PAIS QUE SE MODERNIZA
Las últimas décadas del siglo habían significado para Argentina, la
época del despegue hacia la modernización. La preocupación de las
regiones industrializadas por proveer de productos alimenticios a
sus poblaciones crecientes, le ofrece al país la oportunidad de
incorporarse al mercado mundial como exportador de carne y granos, y
actúa como mecanismo propulsor de la transformación. Aumentan las
cabezas de ganado y se multiplica el área cultivada, los capitales
afluyen con abundancia, se expande la red ferroviaria, surgen los
primeros establecimientos industriales, el comercio exterior aumenta
diez veces en poco más de treinta años, la población crece
aceleradamente y se concentra en las ciudades.
Si los generosos campos de la pampa húmeda, destinados al pastoreo y
la labranza, constituyen el soporte sobre el que se afirma el cambio
económico, la capital-puerto, núcleo vital del sistema, no tarda en
convertirse en el escenario donde se concentran y exponen las
consecuencias del mismo. Bajo el impacto de una población que crece
sin tregua —433.000 habitantes en 1887, 950.000 en 1904, 1.231.000
en 1909 1.575.000 en 1914—, la frontera urbana se aleja del río y el
centro de la ciudad, obligado a aprovechar intensivamente su
espacio, se desarrolla verticalmente.
EL APORTE DE LA INMIGRACION
La situación social-económica por la que pasan los países europeos
aproximadamente desde mediados del siglo, provoca un desplazamiento
masivo de población hacia regiones menos pobladas. Integrante de ese
mundo subpoblado, a Argentina le tocará recibir una parte importante
del enorme caudal de hombres y mujeres que, a lo largo de las
últimas décadas del siglo pasado y primeras del actual cruzaron el
Atlántico en pos de perspectivas nuevas para sus destinos
personales. Entre 1881 y 1910 entran y se instalan en el país más de
dos millones de inmigrantes. De ellos, casi la mitad son italianos,
una tercera parte españoles y el resto se reparte entre las demás
nacionalidades, con predomino de polacos, franceses, alemanes y
rusos.
La estructura de las zonas rurales, al neutralizar la posibilidad de
un afincamiento estable en el campo a través del acceso a la
propiedad de la tierra, contribuye a que la mayor parte de este alud
inmigratorio se oriente hacia los centros urbanos. Buenos Aires, en
particular, vive el proceso con singular intensidad; en pocos años
triplica su población extranjera mientras contempla de qué manera el
conventillo, ese universo pintoresco a la vez que doloroso "donde la
gente vive apiñada, durmiendo a veces cuatro, cinco o más personas
en un solo cuarto, violando las reglas de la higiene y de la moral",
se transforma en una de sus notas más características.
EL TANGO: SURGIMIENTO Y EXPANSION
Un país que crece económicamente, una ciudad que se transforma a
ritmo vertiginoso, una población que se multiplica —principalmente
como consecuencia del aporte inmigratorio— son, en definitiva, los
elementos que definen y sintetizan el medio social del tango. Nacido
casi simultáneamente con la Argentina moderna, él mismo se
convertirá en exponente y consecuencia de la modernización.
En pocos años el tango abandona el aislamiento, reivindica su
pretensión de música representativa, se universaliza. Así, mientras
el crecimiento de la población cubre la antigua zona orillera con
una oleada de barrios, la que alguna vez fuera "música prohibida"
desciende al corazón metropolitano refugiada en los instrumentos de
músicos de cafetín, en los repertorios de las bandas musicales y en
las cajas soñoras y coloridas de los organitos, para completar su
conquista cuando la tecnología pone al servicio de su expansión los
modernos medios de comunicación: radio, fonógrafo, discos.
GARDEL: SINTESIS Y SIMBOLO DEL TANGO
A poco de iniciado el siglo, en una época en que hacían valer su
prestigio payadores y cantores orilleros, por los alrededores del
Mercado de Abasto comienza a ganar popularidad el que con el tiempo
se convertirá en el más famoso y admirado de todos los cantores de
tango.
Hacia 1913, Carlos Gardel, "El morocho" para sus primeros
seguidores, comienza una carrera ascendente que lo llevará desde
"los bailongos suburbanos y tenidas reas" hasta el cine o el teatro
de moda, desde el renombre dentro de los límites del barrio hasta la
consagración internacional. En el último mes de 1917 estrena el
primer tango con letra: "Mi noche triste" y, de ahí en adelante, a
él le corresponderá la responsabilidad de fijar "todas las normas
que en materia de tango se han adoptado", cumpliendo este rol en
forma tan acabada y definitiva que "su manera de encarar la letra
argumentada, el modo que dispuso para frasearla, la forma de decir
música y letra, siguen perfectamente vigentes cuarenta años después
de su primicia creativa".
En 1925, tras la disolución del dúo que durante muchos años
constituyera con José Razzano, "el historiador preciso e inesperado
de Buenos Aires", como lo definiera Homero Manzi, abandona el ámbito
rioplatense para someterse al juicio del público de las grandes
metrópolis. La sorprendente musicalidad de su voz "abandoneonada"
constituye, junto con una personalidad atractiva, los instrumentos
que le abren el camino del éxito en España, Francia, Estados Unidos.
Graba centenares de discos, su imagen aparece con frecuencia en
revistas de gran tirada, participa en una decena de filmes, es
reconocido y admirado por personajes de relieve mundial. Al
finalizar la década de los veinte y como marcando la cúspide de su
trayecto, la voz de Carlos Gardel se hace escuchar en el Teatro de
la Opera de París, mientras que aquí, en su ciudad, Celedonio Flores
lo definía en versos de sencilla ternura: "Es zorzal, es canario, es
armonía / la milonga hecha carne, es poesía / lo que surge en lo
dulce de sus canciones."
HIPOTESIS SOBRE CARLOS GARDEL
Un capítulo importante en la configuración de la Argentina que
emerge de las transformaciones involucradas en su proceso de
modernización, lo constituye la actitud que los inmigrantes primero
y sus hijos nativos después, adoptaron ante el país, la forma en que
orientaron sus identificaciones culturales y los mecanismos de que
se valieron para resolver el conflicto de lealtades que les
planteaba su condición de extranjeros.
Si bien no fueron muchos los que optaron por la naturalización —lo
que limitó, naturalmente su intervención en la vida política—, los
recién llegados, salvo excepciones, no se aislaron ecológicamente,
participaron con entusiasmo en diversas esferas del quehacer social
y mostraron una marcada tendencia hacia la identificación con los
modelos que les ofrecía la sociedad receptora. Así mientras la casa
de inquilinato actúa como "agente integrador de nacionalidades", la
figura grotesca del cocoliche o la pretensiosa actitud del gringo
que proclama a toda voz: "io sono arquentino autónomos", o habla de
"Nosodre lo crioyo", dan cuenta del esfuerzo que hacía el inmigrante
para certificar su pertenencia al nuevo medio, esfuerzos que le
permiten a un observador agudo de nuestra realidad, referirse a los
extranjeros que "se argentinizaban antes de ser argentinizados".
De esta manera, la asimilación se cumple en un proceso complejo de
fusión y penetraciones mutuas a lo largo del cual el inmigrante
incorpora las pautas, valores, actitudes y sentimientos de la
sociedad que lo recibe a la vez que, con su presencia, contribuye a
modelar y modificar esas mismas pautas, valores, actitudes y
sentimientos. Producto típico de este universo socio-cultural de
influencias recíprocas, el tango constituye tanto un reflejo y
resultado de la presencia del inmigrante, cuanto la expresión más
original y representativa, más profunda y auténtica, del medio al
que éste llegaba; un medio en el cual "ser hombre de tango
significaba, simplemente, ser hombre de Buenos Aires... sentirse
porteño hasta las raíces del ser". Precisamente, este doble
carácter, esta aptitud para generar y consolidar vínculos de
pertenencia le permiten, a la música de la ciudad, desempeñar el rol
de un mecanismo integrador.
Probablemente con más intuición sociológica que la que él mismo
sospechara, Fernán Silva Valdés expuso esta función asimiladora del
tango: "Tango / sos el acriollador / Tango / sos un patriota / y un
cartel de aclimatación ... / llegan los hombres rubios a estas
tierras / con la Europa metida muy en el corazón / pero vos le ponés
en seguida a sus hijos / la marca de tu ritmo compadrón... / vos
hacés que los hijos del gringo / se le rían al padre con gesto
cachador / cuando éste les dice que por ley de su tierra /
italianos, o rusos o ingleses ellos son / vos hacés que los nuevos
criollos / se sientan rioplatenses con fervor / y quieran a su
tierra, / desde las puntas de su tradición / vos hacés que los hijos
del inmigrante / se vistan al estilo del criollo decidor / se
expresen en el verbo del Río de la Plata / que no es precisamente el
español".
Ahora bien, en la medida en que Gardel y el tango están profunda y
totalmente consubstanciados, en que éste se reconoce y refleja en
aquél, la explicación válida para uno se transfiere, sin
dificultades, al otro. La ciudad, el modo de ser porteño, se
expresan y sintetizan en el tango, pero el tango cuenta, a su vez,
con la figura arquetípica que constituye su propio vehículo de
expresión y síntesis. Carlos Gardel, más que el cantor insuperado,
más que el muchacho de sonrisa cordial amigo de todos, más que el
triunfador, es la voz y la imagen en que se sienten transfundidas la
ciudad y su música; y en la adhesión casi mística a esa voz y a esa
imagen, el inmigrante y sus descendientes descubrirán una
oportunidad de arraigo, un vínculo que les hace participar de los
estratos más hondos de la sociedad en relación a la cual no quieren
sentirse marginales. El tango, en boca de Gardel, les hace penetrar
y sentirse parte del mundo que los circunda.
Pero hay algo más. En las etapas de apuntalamiento y consolidación
de una sociedad nacional, adquieren importancia los resortes y
símbolos por medio de los cuales ella puede lograr algún tipo de
afirmación de sí misma. Entre los muchos y variados aportes que
están en condiciones de orientarse en este sentido figura, sin duda,
el de los miembros de esa sociedad que, al destacarse
internacionalmente, contribuyen a promover la autoestima del propio
grupo. "El que nos hace conocer", "el que demuestra lo que valemos",
son fórmulas que se acuñan con el propósito explícito de reconocer y
valorar el papel que, independientemente de la actividad que les es
propia, desempeñan esos representantes de cuyos logros todos se
sienten partícipes, pero no individualmente sino en tanto comunidad.
Por otra parte, y por imposición de las pautas características de la
sociedad de masas, frecuentemente esos representantes se recluían en
las áreas del deporte y del arte popular. Carlos Gardel es,
precisamente, uno de ellos, pero no uno más, sino el primero y el
más importante. Antes de él, la frustración enorme de Firpo, la
aventura europea del mismo tango o de alguno de sus grandes
intérpretes: Villoldo, Arolas, Canaro, quizás la gira de Boca
Juniors en 1925; pero en ningún caso el triunfo fue tan
espectacular, tan significativo. Gardel conquistó a la capital de
Europa, sedujo a Hollywood, y no es improbable que la dimensión de
este triunfo, tanto como la fidelidad que su protagonista guardó
para la que sentía su tierra, al fortalecer un orgullo nacional que
no tenía demasiadas oportunidades para expresarse, se haya
convertido en uno de los factores de que se nutrió la supervivencia
del mito.
José Paradiso
¿POR QUE SIGUE VIVO GARDEL?
Y siempre son cantantes las postales
estampas elegidas de su sueño los cromos con los marcos del
recuerdo,
los retratos siempre parecidos y de Gardel su santo en las paredes y
los taxis
su santo de porteño y colectivos...
Fernando Guibert (Tango 1962)
LA EXPLICACION PORTEÑA
ALGUIEN, no sabemos quién, lo llamó Carlos de Buenos Aires, feliz
hallazgo para un protagonista de su dimensión geográfica.
La vida de figuras populares, a quienes la fantasía sin diques de
contención —pero exuberante de poesía y de frescura— convierte en
verdaderos mitos, muestra cientos de ejemplos en la guerra, en la
ciencia, en la literatura y en la religión. Y Gardel logra —caso
único e insólito— ubicarse como mito entre aquéllos.
Será sumamente difícil interrogar el porqué de esa perduración.
¿Sólo porque era un extraordinario cantor?
León Tenembaun señala en un extenso capítulo "de su muerte y
transfiguración":
EL exacerbado porteñismo de que hizo gala lo convirtió poco menos
que en prototipo de hijo pródigo de la calle Corrientes angosta."
En cuanto a César Tiempo en una nota publicada el 21 de junio de
1953 en "La Prensa" decía:
"Yo lo veía con esa sonrisa plácida de hombre que no ha dejado nada
por hacer y se ha salido siempre con la suya: cruzar la calle
Corrientes tratando de no ser visto y saludar en diez metros a
veinte personas."
Biógrafos especializados siguen afanosamente hurgando en archivos,
antecedentes de su origen.
En Uruguay lo reclaman para sí, hubo quien le asignó nacimiento en
Punta Arenas, pero su partida dice "El 11 de diciembre de 1890, a
las dos, nació Charles Romuald Gardes, en el Hospital de la Greve de
Toulouse (Francia), etc... mientras que otros antecedentes —muy
posteriores— lo muestran como adoptando la ciudadanía argentina,
hecho concretado el 21 de junio de 1927 en la oficina enroladora de
la Capital Federal, correspondiéndole la matrícula N° 236.001.
Para nosotros, ni oriental, ni chileno, sino simplemente francés,
pero con alma y espíritu argentino.
EDMUNDO Gibourg —Talentoso periodista y escritor— que fuera su gran
amigo lo confirma en la nota publicada el 24 de junio de 1935 en el
desaparecido rotativo "Crítica": "El azar nos juntó en el mar y en
tierras distantes. Asistí a su debut en Barcelona y a su
presentación en París, compartiendo su inquietud y más seguro que él
de su triunfo. Recorrimos ambos las calles de Londres de Picadilly a
Chelsea, evocando en el silencio nocturno los barrios de Buenos
Aires que llevábamos en el corazón. Conversábamos del Abasto, de sus
primeras incursiones de pilluelo por la vocación del canto, en las
tenidas de adulto de avería en los comités políticos, donde su
orgullo naciente le impedía pasar el plato, pero esencialmente
hablábamos de la calle Corrientes, de sus bares, de sus cabarets, de
sus amigos. Nadie tan sinceramente porteño como él, que por cada
casa que pasase en otra ciudad del exterior, evocaba
melancólicamente una fachada de Buenos Aires."
HIPOLITO Paz —"Tuco" para sus íntimos—, ex canciller, hombre de la
noche y del tango, en su Serie Ensayos y Documentos en "El mito de
Gardel" Nº 54 de "Confirmado" dice: "El tango es, interpretado por
Gardel, una conversación en una esquina de cualquier barrio porteño
con un interlocutor invisible pero cierto, presente; un desahogo que
va desde la afirmación viril y sin jactancias hasta el murmullo, a
veces doloroso y otras irónico, en el que se filtra la picardía
bondadosa y desesperada del porteño a través de esa 'música
lastimada y sencilla' de las que nos habló aquel amigo impar que se
llamó Raúl Scalabrini Ortiz".
LAST Reason —inolvidable hombre de Buenos Aires y que hoy cuenta con
su sillón en la Real Academia del Lunfardo—, rezaba así al cantor,
su responso laico:
"Viejo y querido Carlitos, amigo que tuviste siempre para mí el
regalo de tu sonrisa amable y de tu diestra estirada en un saludo
franco; por años y años te estuve debiendo una nota periodística que
nunca escribí sobre tu personalidad tan clara y tan porteña, y hoy
me toca pagar la deuda en líneas donde debés figurar como alguien
que fue y que ya no existe.
"Sé que llego tarde al elogio, y que ya todo está dicho en torno al
recuerdo del cantor de Buenos Aires cuya sonrisa se apagó allá
lejos, en la pira en que el destino juntó al hombre del tango y de
la ciudad.
"No cumplo, pues, con una obligación de periodista, sino que escribo
para mí y para él; como quien, sabiendo que su voz no se ha de oír
por la distancia, se obstina en acompañar el aleteo del pañuelo con
el adiós musitado a flor de labio, escapado del 'cuore' y dirigido
al corazón del que se marcha".
Y cierra Last Reason su vibración nostálgica con una anécdota
"Un día, ya hace muchos años, en una fiesta de amigos le pregunté:
—Ché, Carlos, ¿cuántos acusás vos, oro sellado?
—Cuarenta y tres... ¡sin grupo! M'estoy haciendo viejo...
— ¡Pero seguís hecho un pibe Morocho!
Se le iluminó la cara con una sonrisa veinteañera...
—¿De veras, ché?. ¡y la muñeca viejo... la muñeca! ¡es que cuando
regreso a Buenos Aires se me "rajan". .. se me "piantan" los años
fuleros y vuelvo a rejuvenecer!..
SAMUEL Eichelbaum — ¡Oh "Un guapo del 900"! y que hace un puñado de
días nos dejara, así refería su encuentro con el cantor:
"Conocí a Gardel alrededor de 1916 ó 1917, cuando yo apenas era un
chiquilín de unos quince años. Era verdaderamente interesante.
Porteñísimo en sus maneras, era sumamente pulcro en el vestir (¡y no
hablemos de su peinado!), muy atildado, dentro del estilo de su
elegancia. En otras palabras; un hombre que gustaba vestir bien y
que podía hacerlo, porque ya entonces ganaba mucho dinero."
HOMERO Manzi —voz de la ciudad y del tango, nuestro querido
"Barbeta", el poeta que dejó en Gardel sus 2 milongas: "Sentimental"
y "Del 900", lo mostraba al cantor como figura símbolo de
porteñismo:
"... nos han podido dar, a través de Gardel, una suerte de biografía
de Buenos Aires, del arrabal de Buenos Aires, del cielo de Buenos
Aires, de todos los silbidos de Buenos Aires y además, de sus
calles, de sus esquinas, de su amistad distinta, de su gente ida y
presente, y de sus noches triunfadoras y cordiales y jugadoras e
imborrables. Buenos Aires tuvo en Gardel a un historiador inesperado
y preciso, puesto que sus cantos son momentos de historia; de
historia pequeña, viva y sin nombre".
Quizás coincidiendo con Manzi, dos jóvenes escritores —Jorge Miguel
Couselo y Osiris Chierico— en su libro "Gardel, mito-realidad
(ubicación y antología)" manifiestan:
"Ese chico francés, llegado a estas playas en el primer umbral de la
infancia se convirtió un poco bastante en la síntesis de lo que es
el individuo de Buenos Aires.
O sea, un ser capaz de asimilar fabulosamente lo difícil, lo
aparentemente asimilable, la ausencia de una tradición real".
EN cuanto a Ramiro de Casasbellas en un artículo publicado en el
matutino "El Mundo", el 18 de junio de 1960, en su nota que
titulara: "Gardel y el Mito de Orfeo", manifiesta:
"Mencionar a Gardel abre una pausa de asombro, crea los desbordes
más explicables, el lirismo fácil, tan fácil como muchas letras de
tango que él ubicó en los afilados surcos. Es lógico. Las fotos en
los colectivos, en las lecherías, en los cafés, un rostro copiado en
banderines con planchas estridentes de color, tapas de revistas, una
figura repetida a cada momento, lanzada a los paseantes en las
calles; he aquí tributos que el mito acapara. Y ese registro humano,
popular, va desde el oído atento de un camionero devorando
distancias y rutas al compás de la voz, hasta el ojo asombrado de
quien halla en un celuloide empujado por el tiempo el retrato
completo del hombre. Pero Gardel quizá sea mucho más que eso, que
todo eso; por ejemplo, el termómetro de una metrópoli que decidió
crecer como él; testigo de una música nuestra, que también
evolucionó como su estilo; el triunfo de un personaje tan argentino
como universal, el 'inmigrante que viene a hacer la América y
triunfa'.
"Por eso Gardel era la Voz y la ciudad lo había elegido. Como Orfeo,
necesitaba cantar, poblando su soledad y las de los demás ¡Buenos
Aires era Eurídice!".
Y un detalle curioso en estos antecedentes y recopilaciones tomados
después de intensas horas de trabajo; es que, a más de centenares y
centenares de comentarios ensalzando el virtuosismo de Gardel, sólo
dos, entre tantos, reflejan una subjetiva e intencionada opinión:
Tomemos la primera que proviene de un sacerdote, nos referimos a
monseñor Gustavo Franceschi de quien obviamos comentarios sobre su
persona, respetando su investidura esclesiástica, pero de la que no
podemos dejar de manifestar que las mismas están plagadas de un
enfervorizado encono por el despliegue apoteótico, cuando las
exequias de Gardel, aquel 6 de febrero de 1936:
"ERAN de ver los alrededores del Luna Park, hacia las diez de la
noche. Gandules de pañuelito al cuello, dirigiendo piropos apestosos
a las mujeres; féminas que se habían embardunado la cara con harina
y los labios con almagre; compadres de cintura quebrada y sonrisa
cachadora. Buenas madres, persuadidas de la grandeza del héroe, que
llevaban —pude comprobarlo por fotografías— a sus hijos besar al
ataúd... y según se me afirmó (?) ... diversas individuas llenas de
compunción, pretendían ocupar lugares especiales porque fueron
amigas, compañeras de Gardel a quien convierten de este modo en
Tenorio de conventillo o pachá de arrabal".
Sin duda alguna, ignoraba entonces dicho prelado que Gardel había
sido invitado de honor de su majestad el rey Alfonso XIII, del
entonces príncipe de Gales, Eduardo de Windsor. del príncipe
Humberto de Savoia, del maharajá de Kapurtala, del entonces
presidente doctor Marcelo Torcuato de Alvear, que había cantado ante
la presencia de numerosos presidentes americanos, que había sido
amigo personal de Santiago Rusiñol. de Jacinto Benavente, de Ortega
y Gasset, de Eduardo Marquina, de Luiggi Pirandello y que en
síntesis, donde las relaciones diplomáticas por diversas
motivaciones no llegan, él lo había logrado, distinguiéndosele como
el mejor "embajador sin cartera de la Argentina".
En cuanto a la otra opinión adversa, proviene de un resentido contra
el presunto machismo del tango y de Gardel.
Juan José Sebrelli, en su libro "Buenos Aires, vida cotidiana y
alienación" recoge como monseñor Franceschi opiniones interesadas de
"alguien que le dijo":
"El sentimentalismo de los tangos gardelianos recoge la nostalgia
del que ha llegado y recuerda en medio de la fiesta en que ahora
vive el barrio de la infancia, el patio del conventillo. Gardel
escapó efectivamente a su clase de origen, y basta que uno se haya
salvado para creer en el milagro. Muchos hay, no obstante, que no se
resignan a vivir sus sueños por delegación en la figura del héroe y
se proponen intentar por su cuenta una aventura gardeliana que
fracasará en la mayoría de los casos; sus historias anónimas como
las de todos los aventureros fracasados sólo las recoge la crónica
policial".
Hasta aquí llegó Sebrelli, para él, sólo caben las mismas respuestas
que para el sacerdote mencionado.
A su vez, el doctor Florencio Escardó —nuestro querido y admirado
"Piolín de macramé"— me permite refutar en sus propias palabras al
presunto "sociólogo". En su "Persistencia en la sentimentalidad
porteña", publicada en el libro "Geografía de Buenos Aires", editado
en 1945.
"Carlos Gardel es la única persistencia auténtica en la
sentimentalidad de Buenos Aires. Se trata de un hecho indudable
aunque a menudo ha sido negado, pero que no puede desconocer quién
enfrente de veras y sin apriorismos la realidad porteña; es además
un hecho que abarca todas las ciases sociales".
El Dr. Escardó que sabe hurgar en el alma de la ciudad entra luego
en otras conclusiones, a las que arriba de la siguiente manera:
"Al público porteño no le gustan los héroes; en Gardel el triunfo
—que sabe laborioso— se le aparece fácil, natural, liviano. Si esto
fuera poco, Gardel no trae un mensaje trascendental, un plan
mesiánico, una realización cultural; no viene a dar trabajo, sino a
dar suelta una sentimentalidad profunda, a moverse en el meridiano
hedónico de una canción expresiva; y en esa latitud todos nos
podemos encontrar, el intelectual y el fabril, el doctor y el lego,
el adolescente y el anciano y sobre todo la mujer, ser canoro por
antonomasia".
EL 10 de mayo de 1954 todos los diarios de la gran metrópoli
destacaban a grandes columnas los siguientes títulos:
"Corrientes, la calle donde Gardel halló su destino, honra al
trovador por cuya voz todo un pueblo cantaba sus dolores y
esperanzas" ("La Razón").
Otro: "La Prensa", decía: "Rendirán un homenaje a Carlos Gardel en
la calle Corrientes".
"Clarín", de la misma fecha: "La calle Corrientes vivirá hoy plena y
emotiva su evocación a Gardel, su cantor predilecto".
Todo Buenos Aires, y sus extramuros, se habían dado cita, nadie
quiso faltar a la misma.
La calle Corrientes en pleno durante horas y horas escuchó su voz a
través de cientos de parlantes ubicados en sus esquinas... Más
tarde, muy de madrugada, cuando se hizo silencio, sólo tuvo el eco
vago de los pasos de las muchachas alegres de amaneceres tristes que
enjoyaron sus melodías con un crespón de lágrimas y rimmel para
Carlos de Buenos Aires...
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Gardel y Mario Pardo en Mar del Plata (1918)
Con sus protegidas, Marina, Cristina, Fabiana y la pequeña
Sonia
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Carlos Gardel
Julio Jorge Nelson |
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