Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


¿Por qué sigue vivo Gardel?
Revista Extra
junio 1967

LA popularidad de Gardel, la perdurable intensidad de su recuerdo más allá de la desaparición física son hechos que, en tanto reflejan aspectos de nuestra realidad más inmediata, reclaman una explicación.
Las contribuciones sociológicas han girado, con ligeras variantes, en torno a un par de hipótesis que no parecen dar adecuada cuenta del fenómeno. En efecto, centrar toda la interpretación en la adhesión de "los desechos sociales que odian a los ricos porque no pueden ser ricos ellos mismos" (Sebrelli), o insistir en el valor simbólico de una historia de triunfos que se inicia en un rincón humilde del Abasto para alcanzar su punto más alto en medio de la espectacular ostentación de Hollywood o del París nocturno, convirtiendo a su protagonista en "el mago que está lejos de todo lo que limita y ata, el hogar, el trabajo, la ocupación, las estrecheces económicas" (Mafud), constituyen simplificaciones demasiado evidentes. En todo caso, estos argumentos pueden ayudar a comprender la popularidad de Gardel entre ciertos sectores de la sociedad rioplatense urbana —muy minoritarios dentro del multitudinario universo de sus seguidores y admiradores—, o a caracterizar dimensiones apenas parciales dentro de un complejo proceso de identificaciones; pero no van a fondo en lo que hace a la búsqueda de las claves psico-sociales de lo que ha dado en llamarse "el mito de Carlos Gardel".

ARGENTINA: UN PAIS QUE SE MODERNIZA
Las últimas décadas del siglo habían significado para Argentina, la época del despegue hacia la modernización. La preocupación de las regiones industrializadas por proveer de productos alimenticios a sus poblaciones crecientes, le ofrece al país la oportunidad de incorporarse al mercado mundial como exportador de carne y granos, y actúa como mecanismo propulsor de la transformación. Aumentan las cabezas de ganado y se multiplica el área cultivada, los capitales afluyen con abundancia, se expande la red ferroviaria, surgen los primeros establecimientos industriales, el comercio exterior aumenta diez veces en poco más de treinta años, la población crece aceleradamente y se concentra en las ciudades.
Si los generosos campos de la pampa húmeda, destinados al pastoreo y la labranza, constituyen el soporte sobre el que se afirma el cambio económico, la capital-puerto, núcleo vital del sistema, no tarda en convertirse en el escenario donde se concentran y exponen las consecuencias del mismo. Bajo el impacto de una población que crece sin tregua —433.000 habitantes en 1887, 950.000 en 1904, 1.231.000 en 1909 1.575.000 en 1914—, la frontera urbana se aleja del río y el centro de la ciudad, obligado a aprovechar intensivamente su espacio, se desarrolla verticalmente.

EL APORTE DE LA INMIGRACION
La situación social-económica por la que pasan los países europeos aproximadamente desde mediados del siglo, provoca un desplazamiento masivo de población hacia regiones menos pobladas. Integrante de ese mundo subpoblado, a Argentina le tocará recibir una parte importante del enorme caudal de hombres y mujeres que, a lo largo de las últimas décadas del siglo pasado y primeras del actual cruzaron el Atlántico en pos de perspectivas nuevas para sus destinos personales. Entre 1881 y 1910 entran y se instalan en el país más de dos millones de inmigrantes. De ellos, casi la mitad son italianos, una tercera parte españoles y el resto se reparte entre las demás nacionalidades, con predomino de polacos, franceses, alemanes y rusos.
La estructura de las zonas rurales, al neutralizar la posibilidad de un afincamiento estable en el campo a través del acceso a la propiedad de la tierra, contribuye a que la mayor parte de este alud inmigratorio se oriente hacia los centros urbanos. Buenos Aires, en particular, vive el proceso con singular intensidad; en pocos años triplica su población extranjera mientras contempla de qué manera el conventillo, ese universo pintoresco a la vez que doloroso "donde la gente vive apiñada, durmiendo a veces cuatro, cinco o más personas en un solo cuarto, violando las reglas de la higiene y de la moral", se transforma en una de sus notas más características.

EL TANGO: SURGIMIENTO Y EXPANSION
Un país que crece económicamente, una ciudad que se transforma a ritmo vertiginoso, una población que se multiplica —principalmente como consecuencia del aporte inmigratorio— son, en definitiva, los elementos que definen y sintetizan el medio social del tango. Nacido casi simultáneamente con la Argentina moderna, él mismo se convertirá en exponente y consecuencia de la modernización.
En pocos años el tango abandona el aislamiento, reivindica su pretensión de música representativa, se universaliza. Así, mientras el crecimiento de la población cubre la antigua zona orillera con una oleada de barrios, la que alguna vez fuera "música prohibida" desciende al corazón metropolitano refugiada en los instrumentos de músicos de cafetín, en los repertorios de las bandas musicales y en las cajas soñoras y coloridas de los organitos, para completar su conquista cuando la tecnología pone al servicio de su expansión los modernos medios de comunicación: radio, fonógrafo, discos.

GARDEL: SINTESIS Y SIMBOLO DEL TANGO
A poco de iniciado el siglo, en una época en que hacían valer su prestigio payadores y cantores orilleros, por los alrededores del Mercado de Abasto comienza a ganar popularidad el que con el tiempo se convertirá en el más famoso y admirado de todos los cantores de tango.
Hacia 1913, Carlos Gardel, "El morocho" para sus primeros seguidores, comienza una carrera ascendente que lo llevará desde "los bailongos suburbanos y tenidas reas" hasta el cine o el teatro de moda, desde el renombre dentro de los límites del barrio hasta la consagración internacional. En el último mes de 1917 estrena el primer tango con letra: "Mi noche triste" y, de ahí en adelante, a él le corresponderá la responsabilidad de fijar "todas las normas que en materia de tango se han adoptado", cumpliendo este rol en forma tan acabada y definitiva que "su manera de encarar la letra argumentada, el modo que dispuso para frasearla, la forma de decir música y letra, siguen perfectamente vigentes cuarenta años después de su primicia creativa".
En 1925, tras la disolución del dúo que durante muchos años constituyera con José Razzano, "el historiador preciso e inesperado de Buenos Aires", como lo definiera Homero Manzi, abandona el ámbito rioplatense para someterse al juicio del público de las grandes metrópolis. La sorprendente musicalidad de su voz "abandoneonada" constituye, junto con una personalidad atractiva, los instrumentos que le abren el camino del éxito en España, Francia, Estados Unidos. Graba centenares de discos, su imagen aparece con frecuencia en revistas de gran tirada, participa en una decena de filmes, es reconocido y admirado por personajes de relieve mundial. Al finalizar la década de los veinte y como marcando la cúspide de su trayecto, la voz de Carlos Gardel se hace escuchar en el Teatro de la Opera de París, mientras que aquí, en su ciudad, Celedonio Flores lo definía en versos de sencilla ternura: "Es zorzal, es canario, es armonía / la milonga hecha carne, es poesía / lo que surge en lo dulce de sus canciones."

HIPOTESIS SOBRE CARLOS GARDEL
Un capítulo importante en la configuración de la Argentina que emerge de las transformaciones involucradas en su proceso de modernización, lo constituye la actitud que los inmigrantes primero y sus hijos nativos después, adoptaron ante el país, la forma en que orientaron sus identificaciones culturales y los mecanismos de que se valieron para resolver el conflicto de lealtades que les planteaba su condición de extranjeros.
Si bien no fueron muchos los que optaron por la naturalización —lo que limitó, naturalmente su intervención en la vida política—, los recién llegados, salvo excepciones, no se aislaron ecológicamente, participaron con entusiasmo en diversas esferas del quehacer social y mostraron una marcada tendencia hacia la identificación con los modelos que les ofrecía la sociedad receptora. Así mientras la casa de inquilinato actúa como "agente integrador de nacionalidades", la figura grotesca del cocoliche o la pretensiosa actitud del gringo que proclama a toda voz: "io sono arquentino autónomos", o habla de "Nosodre lo crioyo", dan cuenta del esfuerzo que hacía el inmigrante para certificar su pertenencia al nuevo medio, esfuerzos que le permiten a un observador agudo de nuestra realidad, referirse a los extranjeros que "se argentinizaban antes de ser argentinizados".
De esta manera, la asimilación se cumple en un proceso complejo de fusión y penetraciones mutuas a lo largo del cual el inmigrante incorpora las pautas, valores, actitudes y sentimientos de la sociedad que lo recibe a la vez que, con su presencia, contribuye a modelar y modificar esas mismas pautas, valores, actitudes y sentimientos. Producto típico de este universo socio-cultural de influencias recíprocas, el tango constituye tanto un reflejo y resultado de la presencia del inmigrante, cuanto la expresión más original y representativa, más profunda y auténtica, del medio al que éste llegaba; un medio en el cual "ser hombre de tango significaba, simplemente, ser hombre de Buenos Aires... sentirse porteño hasta las raíces del ser". Precisamente, este doble carácter, esta aptitud para generar y consolidar vínculos de pertenencia le permiten, a la música de la ciudad, desempeñar el rol de un mecanismo integrador.
Probablemente con más intuición sociológica que la que él mismo sospechara, Fernán Silva Valdés expuso esta función asimiladora del tango: "Tango / sos el acriollador / Tango / sos un patriota / y un cartel de aclimatación ... / llegan los hombres rubios a estas tierras / con la Europa metida muy en el corazón / pero vos le ponés en seguida a sus hijos / la marca de tu ritmo compadrón... / vos hacés que los hijos del gringo / se le rían al padre con gesto cachador / cuando éste les dice que por ley de su tierra / italianos, o rusos o ingleses ellos son / vos hacés que los nuevos criollos / se sientan rioplatenses con fervor / y quieran a su tierra, / desde las puntas de su tradición / vos hacés que los hijos del inmigrante / se vistan al estilo del criollo decidor / se expresen en el verbo del Río de la Plata / que no es precisamente el español".
Ahora bien, en la medida en que Gardel y el tango están profunda y totalmente consubstanciados, en que éste se reconoce y refleja en aquél, la explicación válida para uno se transfiere, sin dificultades, al otro. La ciudad, el modo de ser porteño, se expresan y sintetizan en el tango, pero el tango cuenta, a su vez, con la figura arquetípica que constituye su propio vehículo de expresión y síntesis. Carlos Gardel, más que el cantor insuperado, más que el muchacho de sonrisa cordial amigo de todos, más que el triunfador, es la voz y la imagen en que se sienten transfundidas la ciudad y su música; y en la adhesión casi mística a esa voz y a esa imagen, el inmigrante y sus descendientes descubrirán una oportunidad de arraigo, un vínculo que les hace participar de los estratos más hondos de la sociedad en relación a la cual no quieren sentirse marginales. El tango, en boca de Gardel, les hace penetrar y sentirse parte del mundo que los circunda.
Pero hay algo más. En las etapas de apuntalamiento y consolidación de una sociedad nacional, adquieren importancia los resortes y símbolos por medio de los cuales ella puede lograr algún tipo de afirmación de sí misma. Entre los muchos y variados aportes que están en condiciones de orientarse en este sentido figura, sin duda, el de los miembros de esa sociedad que, al destacarse internacionalmente, contribuyen a promover la autoestima del propio grupo. "El que nos hace conocer", "el que demuestra lo que valemos", son fórmulas que se acuñan con el propósito explícito de reconocer y valorar el papel que, independientemente de la actividad que les es propia, desempeñan esos representantes de cuyos logros todos se sienten partícipes, pero no individualmente sino en tanto comunidad. Por otra parte, y por imposición de las pautas características de la sociedad de masas, frecuentemente esos representantes se recluían en las áreas del deporte y del arte popular. Carlos Gardel es, precisamente, uno de ellos, pero no uno más, sino el primero y el más importante. Antes de él, la frustración enorme de Firpo, la aventura europea del mismo tango o de alguno de sus grandes intérpretes: Villoldo, Arolas, Canaro, quizás la gira de Boca Juniors en 1925; pero en ningún caso el triunfo fue tan espectacular, tan significativo. Gardel conquistó a la capital de Europa, sedujo a Hollywood, y no es improbable que la dimensión de este triunfo, tanto como la fidelidad que su protagonista guardó para la que sentía su tierra, al fortalecer un orgullo nacional que no tenía demasiadas oportunidades para expresarse, se haya convertido en uno de los factores de que se nutrió la supervivencia del mito.
José Paradiso

¿POR QUE SIGUE VIVO GARDEL?
Y siempre son cantantes las postales
estampas elegidas de su sueño los cromos con los marcos del recuerdo,
los retratos siempre parecidos y de Gardel su santo en las paredes y los taxis
su santo de porteño y colectivos...
Fernando Guibert (Tango 1962)

LA EXPLICACION PORTEÑA
ALGUIEN, no sabemos quién, lo llamó Carlos de Buenos Aires, feliz hallazgo para un protagonista de su dimensión geográfica.
La vida de figuras populares, a quienes la fantasía sin diques de contención —pero exuberante de poesía y de frescura— convierte en verdaderos mitos, muestra cientos de ejemplos en la guerra, en la ciencia, en la literatura y en la religión. Y Gardel logra —caso único e insólito— ubicarse como mito entre aquéllos.
Será sumamente difícil interrogar el porqué de esa perduración. ¿Sólo porque era un extraordinario cantor?
León Tenembaun señala en un extenso capítulo "de su muerte y transfiguración":

EL exacerbado porteñismo de que hizo gala lo convirtió poco menos que en prototipo de hijo pródigo de la calle Corrientes angosta."
En cuanto a César Tiempo en una nota publicada el 21 de junio de 1953 en "La Prensa" decía:
"Yo lo veía con esa sonrisa plácida de hombre que no ha dejado nada por hacer y se ha salido siempre con la suya: cruzar la calle Corrientes tratando de no ser visto y saludar en diez metros a veinte personas."
Biógrafos especializados siguen afanosamente hurgando en archivos, antecedentes de su origen.
En Uruguay lo reclaman para sí, hubo quien le asignó nacimiento en Punta Arenas, pero su partida dice "El 11 de diciembre de 1890, a las dos, nació Charles Romuald Gardes, en el Hospital de la Greve de Toulouse (Francia), etc... mientras que otros antecedentes —muy posteriores— lo muestran como adoptando la ciudadanía argentina, hecho concretado el 21 de junio de 1927 en la oficina enroladora de la Capital Federal, correspondiéndole la matrícula N° 236.001.
Para nosotros, ni oriental, ni chileno, sino simplemente francés, pero con alma y espíritu argentino.

EDMUNDO Gibourg —Talentoso periodista y escritor— que fuera su gran amigo lo confirma en la nota publicada el 24 de junio de 1935 en el desaparecido rotativo "Crítica": "El azar nos juntó en el mar y en tierras distantes. Asistí a su debut en Barcelona y a su presentación en París, compartiendo su inquietud y más seguro que él de su triunfo. Recorrimos ambos las calles de Londres de Picadilly a Chelsea, evocando en el silencio nocturno los barrios de Buenos Aires que llevábamos en el corazón. Conversábamos del Abasto, de sus primeras incursiones de pilluelo por la vocación del canto, en las tenidas de adulto de avería en los comités políticos, donde su orgullo naciente le impedía pasar el plato, pero esencialmente hablábamos de la calle Corrientes, de sus bares, de sus cabarets, de sus amigos. Nadie tan sinceramente porteño como él, que por cada casa que pasase en otra ciudad del exterior, evocaba melancólicamente una fachada de Buenos Aires."

HIPOLITO Paz —"Tuco" para sus íntimos—, ex canciller, hombre de la noche y del tango, en su Serie Ensayos y Documentos en "El mito de Gardel" Nº 54 de "Confirmado" dice: "El tango es, interpretado por Gardel, una conversación en una esquina de cualquier barrio porteño con un interlocutor invisible pero cierto, presente; un desahogo que va desde la afirmación viril y sin jactancias hasta el murmullo, a veces doloroso y otras irónico, en el que se filtra la picardía bondadosa y desesperada del porteño a través de esa 'música lastimada y sencilla' de las que nos habló aquel amigo impar que se llamó Raúl Scalabrini Ortiz".

LAST Reason —inolvidable hombre de Buenos Aires y que hoy cuenta con su sillón en la Real Academia del Lunfardo—, rezaba así al cantor, su responso laico:
"Viejo y querido Carlitos, amigo que tuviste siempre para mí el regalo de tu sonrisa amable y de tu diestra estirada en un saludo franco; por años y años te estuve debiendo una nota periodística que nunca escribí sobre tu personalidad tan clara y tan porteña, y hoy me toca pagar la deuda en líneas donde debés figurar como alguien que fue y que ya no existe.
"Sé que llego tarde al elogio, y que ya todo está dicho en torno al recuerdo del cantor de Buenos Aires cuya sonrisa se apagó allá lejos, en la pira en que el destino juntó al hombre del tango y de la ciudad.
"No cumplo, pues, con una obligación de periodista, sino que escribo para mí y para él; como quien, sabiendo que su voz no se ha de oír por la distancia, se obstina en acompañar el aleteo del pañuelo con el adiós musitado a flor de labio, escapado del 'cuore' y dirigido al corazón del que se marcha".
Y cierra Last Reason su vibración nostálgica con una anécdota
"Un día, ya hace muchos años, en una fiesta de amigos le pregunté:
—Ché, Carlos, ¿cuántos acusás vos, oro sellado?
—Cuarenta y tres... ¡sin grupo! M'estoy haciendo viejo...
— ¡Pero seguís hecho un pibe Morocho!
Se le iluminó la cara con una sonrisa veinteañera...
—¿De veras, ché?. ¡y la muñeca viejo... la muñeca! ¡es que cuando regreso a Buenos Aires se me "rajan". .. se me "piantan" los años fuleros y vuelvo a rejuvenecer!..

SAMUEL Eichelbaum — ¡Oh "Un guapo del 900"! y que hace un puñado de días nos dejara, así refería su encuentro con el cantor:
"Conocí a Gardel alrededor de 1916 ó 1917, cuando yo apenas era un chiquilín de unos quince años. Era verdaderamente interesante. Porteñísimo en sus maneras, era sumamente pulcro en el vestir (¡y no hablemos de su peinado!), muy atildado, dentro del estilo de su elegancia. En otras palabras; un hombre que gustaba vestir bien y que podía hacerlo, porque ya entonces ganaba mucho dinero."

HOMERO Manzi —voz de la ciudad y del tango, nuestro querido "Barbeta", el poeta que dejó en Gardel sus 2 milongas: "Sentimental" y "Del 900", lo mostraba al cantor como figura símbolo de porteñismo:
"... nos han podido dar, a través de Gardel, una suerte de biografía de Buenos Aires, del arrabal de Buenos Aires, del cielo de Buenos Aires, de todos los silbidos de Buenos Aires y además, de sus calles, de sus esquinas, de su amistad distinta, de su gente ida y presente, y de sus noches triunfadoras y cordiales y jugadoras e imborrables. Buenos Aires tuvo en Gardel a un historiador inesperado y preciso, puesto que sus cantos son momentos de historia; de historia pequeña, viva y sin nombre".
Quizás coincidiendo con Manzi, dos jóvenes escritores —Jorge Miguel Couselo y Osiris Chierico— en su libro "Gardel, mito-realidad (ubicación y antología)" manifiestan:
"Ese chico francés, llegado a estas playas en el primer umbral de la infancia se convirtió un poco bastante en la síntesis de lo que es el individuo de Buenos Aires.
O sea, un ser capaz de asimilar fabulosamente lo difícil, lo aparentemente asimilable, la ausencia de una tradición real".

EN cuanto a Ramiro de Casasbellas en un artículo publicado en el matutino "El Mundo", el 18 de junio de 1960, en su nota que titulara: "Gardel y el Mito de Orfeo", manifiesta:
"Mencionar a Gardel abre una pausa de asombro, crea los desbordes más explicables, el lirismo fácil, tan fácil como muchas letras de tango que él ubicó en los afilados surcos. Es lógico. Las fotos en los colectivos, en las lecherías, en los cafés, un rostro copiado en banderines con planchas estridentes de color, tapas de revistas, una figura repetida a cada momento, lanzada a los paseantes en las calles; he aquí tributos que el mito acapara. Y ese registro humano, popular, va desde el oído atento de un camionero devorando distancias y rutas al compás de la voz, hasta el ojo asombrado de quien halla en un celuloide empujado por el tiempo el retrato completo del hombre. Pero Gardel quizá sea mucho más que eso, que todo eso; por ejemplo, el termómetro de una metrópoli que decidió crecer como él; testigo de una música nuestra, que también evolucionó como su estilo; el triunfo de un personaje tan argentino como universal, el 'inmigrante que viene a hacer la América y triunfa'.
"Por eso Gardel era la Voz y la ciudad lo había elegido. Como Orfeo, necesitaba cantar, poblando su soledad y las de los demás ¡Buenos Aires era Eurídice!".
Y un detalle curioso en estos antecedentes y recopilaciones tomados después de intensas horas de trabajo; es que, a más de centenares y centenares de comentarios ensalzando el virtuosismo de Gardel, sólo dos, entre tantos, reflejan una subjetiva e intencionada opinión:
Tomemos la primera que proviene de un sacerdote, nos referimos a monseñor Gustavo Franceschi de quien obviamos comentarios sobre su persona, respetando su investidura esclesiástica, pero de la que no podemos dejar de manifestar que las mismas están plagadas de un enfervorizado encono por el despliegue apoteótico, cuando las exequias de Gardel, aquel 6 de febrero de 1936:

"ERAN de ver los alrededores del Luna Park, hacia las diez de la noche. Gandules de pañuelito al cuello, dirigiendo piropos apestosos a las mujeres; féminas que se habían embardunado la cara con harina y los labios con almagre; compadres de cintura quebrada y sonrisa cachadora. Buenas madres, persuadidas de la grandeza del héroe, que llevaban —pude comprobarlo por fotografías— a sus hijos besar al ataúd... y según se me afirmó (?) ... diversas individuas llenas de compunción, pretendían ocupar lugares especiales porque fueron amigas, compañeras de Gardel a quien convierten de este modo en Tenorio de conventillo o pachá de arrabal".
Sin duda alguna, ignoraba entonces dicho prelado que Gardel había sido invitado de honor de su majestad el rey Alfonso XIII, del entonces príncipe de Gales, Eduardo de Windsor. del príncipe Humberto de Savoia, del maharajá de Kapurtala, del entonces presidente doctor Marcelo Torcuato de Alvear, que había cantado ante la presencia de numerosos presidentes americanos, que había sido amigo personal de Santiago Rusiñol. de Jacinto Benavente, de Ortega y Gasset, de Eduardo Marquina, de Luiggi Pirandello y que en síntesis, donde las relaciones diplomáticas por diversas motivaciones no llegan, él lo había logrado, distinguiéndosele como el mejor "embajador sin cartera de la Argentina".
En cuanto a la otra opinión adversa, proviene de un resentido contra el presunto machismo del tango y de Gardel.
Juan José Sebrelli, en su libro "Buenos Aires, vida cotidiana y alienación" recoge como monseñor Franceschi opiniones interesadas de "alguien que le dijo":
"El sentimentalismo de los tangos gardelianos recoge la nostalgia del que ha llegado y recuerda en medio de la fiesta en que ahora vive el barrio de la infancia, el patio del conventillo. Gardel escapó efectivamente a su clase de origen, y basta que uno se haya salvado para creer en el milagro. Muchos hay, no obstante, que no se resignan a vivir sus sueños por delegación en la figura del héroe y se proponen intentar por su cuenta una aventura gardeliana que fracasará en la mayoría de los casos; sus historias anónimas como las de todos los aventureros fracasados sólo las recoge la crónica policial".
Hasta aquí llegó Sebrelli, para él, sólo caben las mismas respuestas que para el sacerdote mencionado.

A su vez, el doctor Florencio Escardó —nuestro querido y admirado "Piolín de macramé"— me permite refutar en sus propias palabras al presunto "sociólogo". En su "Persistencia en la sentimentalidad porteña", publicada en el libro "Geografía de Buenos Aires", editado en 1945.
"Carlos Gardel es la única persistencia auténtica en la sentimentalidad de Buenos Aires. Se trata de un hecho indudable aunque a menudo ha sido negado, pero que no puede desconocer quién enfrente de veras y sin apriorismos la realidad porteña; es además un hecho que abarca todas las ciases sociales".
El Dr. Escardó que sabe hurgar en el alma de la ciudad entra luego en otras conclusiones, a las que arriba de la siguiente manera:
"Al público porteño no le gustan los héroes; en Gardel el triunfo —que sabe laborioso— se le aparece fácil, natural, liviano. Si esto fuera poco, Gardel no trae un mensaje trascendental, un plan mesiánico, una realización cultural; no viene a dar trabajo, sino a dar suelta una sentimentalidad profunda, a moverse en el meridiano hedónico de una canción expresiva; y en esa latitud todos nos podemos encontrar, el intelectual y el fabril, el doctor y el lego, el adolescente y el anciano y sobre todo la mujer, ser canoro por antonomasia".

EL 10 de mayo de 1954 todos los diarios de la gran metrópoli destacaban a grandes columnas los siguientes títulos:
"Corrientes, la calle donde Gardel halló su destino, honra al trovador por cuya voz todo un pueblo cantaba sus dolores y esperanzas" ("La Razón").
Otro: "La Prensa", decía: "Rendirán un homenaje a Carlos Gardel en la calle Corrientes".
"Clarín", de la misma fecha: "La calle Corrientes vivirá hoy plena y emotiva su evocación a Gardel, su cantor predilecto".
Todo Buenos Aires, y sus extramuros, se habían dado cita, nadie quiso faltar a la misma.
La calle Corrientes en pleno durante horas y horas escuchó su voz a través de cientos de parlantes ubicados en sus esquinas... Más tarde, muy de madrugada, cuando se hizo silencio, sólo tuvo el eco vago de los pasos de las muchachas alegres de amaneceres tristes que enjoyaron sus melodías con un crespón de lágrimas y rimmel para Carlos de Buenos Aires...

 

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Carlos Gardel
Gardel y Mario Pardo en Mar del Plata (1918)
Miss Clement
Con sus protegidas, Marina, Cristina, Fabiana y la pequeña Sonia

 

 

Carlos Gardel
Carlos Gardel
Julio Jorge Nelson
Julio Jorge Nelson