Tenía veintiún años, estudiaba abogacía para heredar algún día
un estudio ilustre, tan ilustre como sus dos apellidos, vivía en
la calle Arroyo y, naturalmente, era "gorila". Si en aquella
época le hubieran dicho que con las vueltas de la vida llegaría
a depositar su admiración en el padre Hernán Benítez, se hubiera
muerto de risa. Pero así fue... Todo comenzó con la vocación:
de golpe le entró un aborrecimiento insoportable por la abogacía
y se metió de cabeza en el seminario. En esa época tampoco ni
soñaba en que podría llegar a ser "tercer mundista" por una
simple razón: era un continente ideológico que aún la Iglesia no
había descubierto. Ya ordenado, marcha al Chaco santafesino,
luego vuelve y se instala en la Parroquia del Socorro. Mientras
tanto, le tocan de cerca los honores del gran mundo: su padre es
canciller de Frondizi, su tío secretario de Comunicaciones con
Aramburu y con Frondizi. Hijo de político, empieza a interesarse
por la política. Ya en 1963 había muerto totalmente el muchacho
gorila que estudiaba abogacía. Y así, en julio, cuando el
Colegio Electoral consagra Presidente de la Nación al Dr. Illia,
provoca la consternación de las señoras del Socorro con un
sermón explosivo. Y hay quien comenta: "Pero fijate lo que ha
dicho en su sermón el cura éste: "Hoy debemos sentir tristeza
porque una parte importante del pueblo argentino se siente
marginado del comicio". Pese a todo, este cura extraño, gran
jugador de fútbol, hincha de Racing, llega a ser capellán de
Caggiano durante cuatro años. Pero ya tiene el "vicio"
adentro. En cuanto puede deja los solemnes salones de la Curia y
se manda "sus escapadas" a las villas. Y en noviembre de 1968,
junto a los 22 sacerdotes, monta guardia precisamente frente a
la Casa Rosada para manifestar sobre el plan de maduración, por
entender que deja intacto el problema de fondo de las villas
miseria. Es capellán de la Acción Católica Universitaria y
entonces "descubrí que los marxistas no eran anticristianos y
que, en cambio, había muchos católicos a los que podía decirles
lo mismo que Unamuno contestó a esa señora gorda que le preguntó
si creía en Dios. «Sí, pero en el suyo, no»". Una curiosidad
infatigable lo hizo leer como loco cuanto libro le caía en las
manos. Y recorrer las calles de Paris en medio de los disturbios
juveniles, junto con los rebeldes que odiaban a los
estructuradlas y sólo dejaron hablar a Jean Paul Sartre. Y
manejar junto con los líderes naturales de las Villas Miseria
que están frente a Puerto Nuevo, ("en el extremo norte del
Barrio Norte") los problemas concretos de los pobladores. Porque
"ya lo decía el abate Pierre, inspirador de los curas del Tercer
Mundo: «No se le puede hablar de Dios al hombre que no tiene
techo. Primero hay que darle el techo, que ya es una forma de
hablarle de Dios»". A los 39 años, que parecen 25 por su
movilidad permanente que llega a marear al interlocutor, por su
permanente sonrisa, el padre Carlos Mujica es uno de los líderes
más conocidos del movimiento tercermundista. Que para algunos
católica-cos es como decir el cuco en persona.
EXTRA:
¿Qué es un sacerdote del Tercer Mundo? PADRE MUJICA: Es un
sacerdote de la Iglesia Católica que pretende tomarse en serio
las directivas de la Iglesia dadas a conocer en la "Populorum
Progressio", en Medellín y en San Miguel; asumiendo la causa de
los oprimidos y tratando —como decía Helder Cámara— de ser "voz
de los que no tienen voz". E.: ¿Esto lleva a que dichos
sacerdotes —en nuestro país— tengan entontamientos con la
jerarquía? P. M.: Sí, evidentemente. El episcopado,
considerado en bloque en nuestro país, está muy lejos de asumir
las exigencias que hoy tiene la tarea pastoral de la Iglesia. Es
cierto que ya las excepciones entre los obispos son cada vez
mayores y así vemos la acción de un monseñor de Nevares, de un
monseñor Devoto, de un monseñor Di Stéfano y varios obispos más.
Y creo que se van a ir multiplicando porque ya van quedando
pocas posibilidades de evasión si no queremos traicionar a
Jesucristo. E.: No traicionar a Jesús, ¿qué presupone en el
plano político y social? P. M.: No traicionar a Jesucristo
hoy en día supone: asumir la defensa de la justicia, de la
verdad y de la libertad del hombre. Y hoy, en nuestro país son
legión los que no disfrutan de un auténtico ejercicio de la
libertad. Si hay hombres que se están muriendo de hambre, esos
hombres no tienen libertad. Y los obispos van tomando conciencia
de que deben poner en práctica los documentos que ellos mismos
han redactado. Por eso, duele a muchos sacerdotes ser sancionado
por la misma jerarquía cuyos documentos doctrinales esos
sacerdotes quieren poner en práctica. Por ejemplo los sacerdotes
de Rosario y el caso del padre Marturet en Corrientes. E.: Un
miembro de la jerarquía dijo que los sacerdotes del "Tercer
Mundo" descuidan su específica labor evangélica al dedicarse
preponderantemente a la acción política y social . P. M.: Yo
creo que esa apreciación obedece a una visión teológica maniquea
que separa lo espiritual de lo material. Los sacerdotes que
pertenecen al Movimiento del Tercer Mundo que yo conozco acá en
Buenos Aires y con los que tengo contacto habitual, son personas
que dedican un tiempo importante de su vida a la plegaria, a la
lectura y a la meditación del Evangelio, que celebran la Misa
cotidianamente, que administran los Sacramentos (como lo hace el
grupo nuestro, que actúa en Villas de Emergencia, donde la
acción sacramental es muy intensa). Pero creo que ese tipo de
apreciación: "dejarlo a Dios por los hombres", que en el fondo
seria eso, es absurda. Es desconocer totalmente la enseñanza que
nos dio Jesucristo. El nos dice claramente que la única manera
no engañosa, no tramposa de encontrarlo es precisamente a través
del amor concreto al prójimo. Y el prójimo no es un ángel, es un
hombre. Un hombre que está condicionado por situaciones
políticas, económicas. Entonces, si yo no lo asumo al hombre en
su circunstancia me estoy dirigiendo a un hombre abstracto. Por
eso pienso, precisamente, que si la Iglesia ha perdido una gran
parte de su clientela, es porque aparecía ante muchos como...
como mirando con sospecha el progreso humano, como mirando con
sospecha que el hombre viva de una manera adulta. Y hoy
precisamente muchos se vuelven a dirigir hacia la Iglesia porque
descubren que no, que la Iglesia se ha reconciliado a fondo con
el Evangelio y comienzo a comprender que todo lo que es humano
tiene relación con ella. E.: Muchos dicen que esta nueva
actitud de la Iglesia es meramente un planteo táctico ante la
falta de feligresía, ante la pérdida de vocaciones sacerdotales.
Que se tratarla de una estrategia, no de un sentimiento
auténtico... P. M.: Yo creo que ambas posiciones coexisten en
la Iglesia. En su seno hay gente que quiere cambiar las cosas
para que todo siga igual. Pero también hay hombres de fe, que
aman a Dios y aman a los hombres. Y pienso que haber vuelto a
colocar en el centro de nuestra plegaria, de nuestra reflexión,
a la Biblia, nos ha convertido en hombres carnales, en hombres
concretos... E.: Eso significaría que durante algún tiempo la
Iglesia no tuvo en cuenta la Biblia? P. M.: incluso en el
siglo pasado se mirada como sospechoso o semiherético al
individuo que tranquilamente leía la Biblia por su cuenta. Es
una reacción explicable históricamente. Por el principio de
libre examen, protestante, se había llegado a interpretaciones
muy peregrinas de la Biblia, por eso la Iglesia Católica estimó
que realmente era necesaria una orientación en la lectura de la
misma. Yo pienso que sí, que es necesaria una orientación, pero
ya estamos viviendo en un mundo adulto, en el cual no podemos
seguir impidiéndole a la gente que vea "Teorema" porque a lo
mejor le va a hacer mal, ¿no? Yo creo que esa es la política del
avestruz. Mientras tanto se exhiben las películas de Isabel
Sarli, que le hacen mal, porque además son un bodrio. E.:
Como una forma de estupidizar a la gente ... P. M.: Claro. Lo
que ocurre es que en los regímenes dictatoriales y dentro de la
Iglesia la gente que tiene esa mentalidad tiende a pensar que
los hombres son infantes o estúpidos. E.: El susto hace que
muchos católicos vean al diablo en el confesionario. Dicho de
otra manera, en la nueva Iglesia, tras el altar, tras las
márgenes conocidas ven asomar el rostro de Lenin, Mao, Guevara y
—en otro orden de cosas— Freud... P. M.: En primer lugar no
son muchos católicos. Y además diría que son católicos
"folklóricos", es decir gente que tiene un barniz de catolicismo
sociológico. Que es católica sólo porque sus padres son
católicos. Para mí un católico o un cristiano es aquél que ha
hecho una opción consciente, o libre por Cristo. Son muy pocos
en nuestro país los que realmente podamos decir que tienen una
conciencia católica madura, profunda. Estos ven con una enorme
simpatía e intuyen el paso del Espíritu Santo en toda esta
transformación que vive la Iglesia Y además pienso que hay
muchos otros bautizados que abandonaron precisamente porque no
se sintieron interpretados en sus problemas humanos. Ahora
muchos de ellos retornan porque empiezan a ver una
compatibilidad entre Jesucristo y esa Iglesia que quiere asumir
la causa del Hombre. E.: Los católicos con susto piensan que
hay una Infiltración comunista en el seno de la Iglesia, algo
así como si miembros del Partido hubieran ... P. M.: ...
Hasta algún sacerdote, que se dice teólogo, ha llegado a decir
que la infiltración comenzó con Juan XXIII, que ese Papa era un
idiota útil del marxismo. Yo pienso, habrá idiotas útiles, pero
también creo que hay idiotas inútiles del marxismo que son
aquellos que siguen predicando que la religión es el opio de los
pueblos... E.: El hecho de que ... P. M.: ... Yo creo que
no. Eso revela una vez más la ignorancia total de lo que es el
Evangelio. Porque Marx es un hereje cristiano. ¿De dónde sacó
Marx eso de "de cada uno según su trabajo, a cada uno según su
necesidad"? Eso se dice en el Libro de los Hechos de los
Apóstoles, en el Siglo I de la Era Cristiana. ¿Quiénes fueron
los primeros hombres que empezaron a vivir en comunidad de
bienes? Los primeros cristianos. Mire lo que dice la Biblia en
los Hechos de los Apóstoles: "Uno era el corazón de los
creyentes. Y nadie consideraba propio nada de lo que poseía sino
que todo lo tenían en común (...). No había pobres entre ellos,
porque todos cuantos poseían tierras o casas las vendían y
llevaban el precio de lo vendido a los pies de los Apóstoles."
(Hechos, Cap. 4, v. 32 y 34.) E.: ¿La posición radicalizada
en el terreno político y social de los miembros del Movimiento
del Tercer Mundo, se corresponde con una actitud similar en el
plano teológico? P. M.: Evidente. El Movimiento del "Tercer
Mundo" nace como eco a ese mensaje famoso de los obispos del
Tercer Mundo. Y ese mensaje es teología viva. Continuamente se
citan allí documentos de la Iglesia, como la "Populorum
Progressio", que fue un poco la que dio el envión a todo este
movimiento, se cita a los Santos Padres de la Iglesia... Es
decir, el basamento teológico de esto fundamentalmente es el
Evangelio, es la predicación de Jesucristo... E.: ...Usted...
P. M.: ...y además la reflexión de algunos teólogos. Hoy los
grandes teólogos de la Iglesia están todos en la problemática de
la teología política. E.: SI... Yo le hacía esta pregunta
porque en una conversación privada con una de las figuras más
progresistas de la Iglesia Argentina me explicó el siguiente
fenómeno: en los países con un alto grado de desarrollo (tanto
capitalistas como socialistas) la preocupación esencial de la
gente de Iglesia es preponderantemente de tipo teológico,
mientras que en los países subdesarrollados pasan a primer plano
los problemas sociales y políticos... P. M.: Sí, pero ya
simultáneamente a la acción que realizan los sacerdotes en
Latinoamérica hay toda una reflexión que los acompaña. En la
crítica que hizo el Movimiento a la peregrinación a Luján, hay
toda una reflexión teológica. E.: ¿Fue ésa una crítica a la
retórica? P. M.: Yo diría que es crítica a la autenticidad. Y
la primera crítica la hacemos a nuestra propia inautenticidad.
No nos consideramos ni remotamente como los poseedores de la
verdad, sabemos que somos trigo y cizaña como los demás hombres.
E.: Al comienzo de esta charla dijimos que algunos miembros de
la jerarquía están pasando del terreno de las declaraciones y
las pastorales al terreno de los hechos, y citábamos el caso
concreto de monseñor de Nevares. O los casos de Devoto o Di
Stéfano. ¿Estas actitudes —aunque incipientes— pueden llevar a
una situación de crisis entre la Iglesia y el Estado? P. M.:
Yo pienso que si la Iglesia es fiel a su misión necesariamente
se va a plantear la crisis. De hecho ya está planteada.
Solamente puede ser evitada en la medida en que nuestros
gobernantes —que se dicen católicos— pongan en práctica las
enseñanzas de la Iglesia que están muy claramente expresadas en
la "Populorum Progressio", en el profético documento de nuestros
obispos, dado a conocer poco tiempo antes del "cordobazo" y en
el que advierte sobre los peligros de no buscar rápidamente las
modificaciones sustanciales que quiere nuestra patria. Por eso,
si comprenden de una vez por todas la situación existente y
toman actitudes para transformarla, entonces yo creo que podría
haber un diálogo de la Iglesia con el Estado. Pero de todas
maneras nuestro movimiento y muchos otros sectores de la Iglesia
(otros movimientos de laicos y de sacerdotes que no son del
"Tercer Mundo") luchan denodadamente para que la Iglesia sea
totalmente Independiente del Estado, para que no esté atada a
ningún poder terreno, para que tenga la libertad de poder
expresarse, aunque pierda algunas posesiones. Porque yo creo que
la revolución también hay que hacerla adentro de la Iglesia, que
sigue siendo muy propietaria, aunque cada vez menos. Eso por
un lado; por el otro, si las autoridades, los responsables, no
actúan en consecuencia ellos cargarán con la responsabilidad
última y definitiva de la violencia, quizá tremenda, que puede
desatarse en nuestra patria. Ellos serán los culpables de la
subversión. E.: ¿Y en ese caso se verla a la Iglesia
embanderada con los que están en frente del gobierno? ... P.
M.: La Iglesia no tiene que estar embanderada con nadie. La
Iglesia, si es fiel a Jesucristo, tendrá que ser siempre una
institución crítica de la sociedad. Pero haciendo
simultáneamente su autocrítica. La misión de la Iglesia no es
defenderse a sí misma; es defender la verdad. La misión de un
cristiano no es defender la Iglesia, es defender la verdad.
De antemano sabemos que ningún sistema político, ningún régimen
de gobierno va a realizar plenamente la verdad. Porque de eso se
trata, de hacer la verdad. El que "hace la verdad", dice Cristo,
ése es el que llega a la luz. La verdad no se dice, se hace, se
hace con toda una vida, con todo un compromiso. Ser cristiano es
—siguiendo a Cristo— dar la vida por los otros. Pero dar la vida
no es solamente morir por los otros, sino vivir intensamente por
ellos. Revista EXTRA mayo 1970
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