Revista Gente y la Actualidad
14.05.1970 |
EN MUCHAS CARTAS DE LECTORES SE NOS HICIERON PREGUNTAS SOBRE LA
CENSURA. QUISIMOS REFORMULARLAS A QUIEN LA DIRIGE HACE DOCE AÑOS. EL
RESULTADO DE DOS HORAS DE CONVERSACION FUE UN DIALOGO DONDE NO
QUEDARON PREGUNTAS SIN RESPUESTAS. RAMIRO DE LA FUENTE: ¿INQUISIDOR
ANTIGUO O MODERNO CUSTODIO DEL ORDEN? LAS CONCLUSIONES PERTENECEN A
NUESTROS LECTORES, ESPECIALMENTE A QUIENES NOS ESCRIBIERON.
Junto al retrato de Sarmiento —inmóvil en su gesto adusto— ondea un
panfleto pegado con durex al vidrio. La Liga de la Decencia de
Rosario transcribe una comunicación del prócer apostrofando algunos
excesos en los teatros e informando que "este país es eminentemente
moral". Estamos en la antesala del despacho de Ramiro de la Fuente,
director general del Ente de Calificación Cinematográfica y el
volante "Sarmiento y la Censura" se instala junto a la efigie como
un alegato, una militancia. Bajo, prevenido, muy cordial, Ramiro de
la Fuente nos invita a sentarnos. Bajo nuestra mirada, ubicada
exactamente en medio del escritorio, apuntándonos, aparece otra vez
el panfleto. Si, el doctor Ramiro de la Fuente, cree en la censura y
está dispuesto a persuadir de sus virtudes.
Acostumbrado a que las entrevistas periodísticas sean una batalla,
economiza gestos —"después salgo en fotos con cara de malo"— y cuida
las palabras. Pero no deja preguntas sin responder porque, es fácil
advertirlo, está muy seguro de sus convicciones y su formación
intelectual. Doctor en Jurisprudencia, profesor de Historia e
Instrucción Cívica, Ramiro de la Fuente hace doce años que maneja la
censura cinematográfica en la Argentina. Un puesto que no cosecha
simpatías ni aumenta la popularidad de nadie.
"Claro, esta es una tarea ingrata y desagradable pero mientras esté
convencido seguiré con mi trabajo. Cada vez que prohibimos algo y
hay comentarios siento ese desagrado. Pero la censura es útil."
—¿Usted sabe que la gente del ambiente artístico no lo quiere mucho,
por así decir?
Sonríe. Se da cuenta que lanzo la pregunta con giros y tono ingenuo
pero que la respuesta es importante. "No soy popular. Igual que la
grúa municipal. Nadie la quiere, pero hace falta, es necesaria, y en
el fondo la gente lo reconoce. Este símil es válido para comprender
mi tarea".
El trabajo es bastante agobiador porque anualmente pasan por la
censura cinematográfica 600 largometrajes y 250 cortos que deben
presenciar el director general y sus dos adjuntos —Manuel Augusto
Padilla y Raimundo Ruíz Lorenzo— y los quince miembros del Consejo
Asesor. "Ver todas es imposible, yo presencio unas cinco vistas
semanalmente. Pero, siempre para cada una hay un director y tres
asesores que opinan. Hay disidencias, claro está, y en ese caso la
vemos en conjunto y se vota".
—¿Cuáles son los criterios para juzgar?
—Bueno, el articulo segundo establece 6 temas de prohibición. Por
ejemplo, la justificación del adulterio y todo lo que atente contra
el matrimonio y la familia, la prostitución y perversiones sexuales,
la apología del delito, las que nieguen el deber de defender a la
Patria y el derecho de sus autoridades a exigirlo y las que
comprometan la seguridad nacional, afecten las relaciones con países
amigos, o lesionen el interés de las instituciones fundamentales del
Estado.
—¿No son criterios demasiado enunciativos?
—Son genéricos como en todo Código. El de Hays, por ejemplo,
adoptado por los norteamericanos, fijaba hasta los segundos que
debía durar un beso o prohibía que en las vistas se gritara fuego
porque alguien dormido podía asustarse y provocar pánico. El Código
Penal Argentino castiga la obscenidad pero no la define. Eso lo
tenemos que apreciar nosotros.
—Pero eso, ¿no deja librado al cine a la subjetividad de los
censores? Porque las normas morales son cambiantes, exigen una
interpretación.
—Es cierto, pero existen perfiles que se pueden encontrar de acuerdo
con el medio. Para un musulmán es moral tener cuatro esposas; para
nosotros, no. Es interesante saber que en todos los países del mundo
existe censura, pero que son sensibles a cosas distintas. Los
suecos, por ejemplo, no dejan pasar escenas de violencia y los
británicos, escenas de crueldad con animales.
—¿No es mejor dejar librado a la conciencia del espectador adulto lo
que moralmente le conviene? ¿Por qué tener que tutelarlo todo, hasta
la distracción o las obras de arte?
—La censura es útil porque cumple una función social. El
cinematógrafo tiene una tremenda influencia sobre las masas. Este
año puede haber unos cincuenta millones de espectadores en nuestro
país. La censura evita los daños que puedan provocar las películas
disolventes y sobre todo a los menores.
—Hablemos de los adultos. ¿Por qué se concede el derecho a la
independencia a un mayor de 21 años y no el juzgar qué le conviene?
Los ejemplos que usted menciona como punibles existen, se dan en la
realidad. La ignorancia no ayuda a que nadie tome conciencia. ¿No
cree usted que esa subjetividad del Ente es sólo una forma de
interpretar la realidad y que deben admitirse otras?
—En un medio social se pueden detectar las cosas que la comunidad
rechaza. No conviene dejar librado al criterio de todos un
espectáculo de masas. Hay personas adultas que pueden manejarse con
criterio propio pero son las menos. En España se autorizan películas
solo para determinados cineclubs y nuestra ley prevé un mecanismo
similar. Ahora, por ejemplo, estamos cortando todo lo que se refiere
a drogas. Una película traía una experiencia con ácido lisérgico.
Parecía algo científico, pero en realidad le hacia propaganda. Todo
lo que se veía era sensacional, hasta una experiencia sexual en
colores y con música. No se puede dejar nada sobre la marihuana
porque puede fomentar su consumo.
—¿Por qué no se censura también el consumo del alcohol? ¿No es
arbitraria esa discriminación?
Usted puede tomar un vaso de vino con moderación y no pasa nada.
—También alguien puede argüir que fuma un poquito de marihuana. ..
El caso es que muchos se preguntan, ¿quién tiene derecho a pensar
por mi cuenta?
—Le repito que hay cambios en las costumbres, pero que las normas
morales permanecen idénticas. La fidelidad conyugal, por ejemplo. La
comunidad da su consento a que se defiendan estas normas.
—¿Podría detallarme esos mecanismos de consenso? ¿Cómo operan?
—Bueno, lo que se sanciona es la apología del delito. Está en el
Código Penal.
—Pero si se aplican esos criterios estrictamente, ¿qué posibilidades
hay de cambio, de progreso? Hace quince años, la bikini era inmoral,
ahora no.
La censura es viva. Nos adaptamos a las circunstancias. Hemos
cambiado. "Por Siempre Ambar", era una vista escandalosa, pero ahora
la hemos vuelto a ver y la perspectiva cambia. Por eso los
certificados tienen 10 años de vigencia. Después pueden autorizarse
nuevamente.
—Usted me señala que se censura actualmente todo lo referente a
drogas, por sus efectos nocivos para la salud. ¿Qué tiene de nocivo
el sexo?, por dar un ejemplo.
—No creo que una excesiva excitación sexual contribuya a fomentar el
orden social.
—¿Se trata entonces de un problema político, no de normas morales?
—Lo social incluye lo moral. Nuestra tarea, socialmente, es un poco
como la de Salud Pública, que prohíbe drogas nocivas, a la venta
pública o la Freskita porque contiene ciclamato. Hay películas que
pueden tener un efecto perturbador.
—Evidentemente, éste es un criterio que ya se ha aplicado. Pero, ¿no
se mutilan de esta manera obras de arte que calan hondo en la
realidad y se fomentan otras superficiales, conformistas?
—La mayoría de los que protestan son los perjudicados. En general no
son obras de arte. Pero sucede que no disponemos de medios de
difusión. Hay muchas veces que nos achacan cortes que no hemos
hecho. "El ocaso de los dioses" vino cortada por la distribuidora.
—Los distribuidores sostienen que no les queda otro camino que esa
autocensura. ¿Pueden estar presentes en el momento en que se exhiben
sus películas?
—Sería incómodo porque a veces hacemos comentarios en voz alta...
Pronto llegarán al microcine que funciona en la planta baja, dos
miembros de la colectividad japonesa. Ramiro de la Fuente pone los
ojos en blanco cuando le preguntamos si tiene que soportar muchos
"bodrios". La película japonesa, por ejemplo será exhibida sólo para
los miembros de esa colectividad, es larga y morosa. Los retratos de
Santiago de Liniers y un soldado del Regimiento de Patricios asisten
a nuestra conversación que toma rumbos más personales. Hijo de un
historiador, Belgrano y San Martín son las figuras preferidas del
doctor de la Fuente. Nos habla con entusiasmo de "El Santo de la
Espada", la película de Torre Nilsson que se ha convertido en una de
sus preferidas. También admira a André Cayette, Robert Bresson y
Alfred Hitchcok y en literatura a Jorge Luis Borges.
Su gran orgullo es una moviola recién llegada de Italia. "Pueden
observarse mejor las vistas cuadro por cuadro, sobre todo cuando hay
escenas dudosas. En el caso de "Midnigth cowboy" había una secuencia
muy breve que algunos juzgábamos inmoral y otros no. Cuando la
vimos, cuadro por cuadro, comprobamos que era inmoral, como yo
decía. Además, podemos acelerar la proyección. Algunos noticiarios
los vemos en cinco minutos. Otras veces vamos directamente a la
escena que nos interesa".
Un ascensor nos lleva hasta la planta baja. En una sala fría,
repleta de las bolsas con las películas a censurar, reina la
moviola. El doctor de la Fuente toca los botones con regocijo. En la
pantalla aparece una escena de "Sabriskie Point", la última película
de Michelangelo Antonioni. El doctor de la Fuente nos muestra el
sonido, las velocidades y cómo se apaga justo en el momento en que
una pareja se abraza efusivamente.
—¿No serla necesario que los censores supieran algo de cine? Porque
los miembros del Consejo Asesor pertenecen a organismos que no
tienen nada que ver ni con la parte artística ni con la industrial.
—No se trata del cine sino del público. Claro que el censor ideal
tendría que ser una persona llena de virtudes. Eso es igual para un
comisario que para una bataclana del Maipo. Hay que saber muchas
cosas. Música, por ejemplo. El otro día estábamos viendo una vista y
yo advertí a mis colegas —que no lo sabían— que la marcha que se
escuchaba en ese momento era "La Internacional".
Caminamos hasta el amplio microcine. "Teníamos problemas técnicos,
no somos infalibles. El visor del proyector tapaba a veces detalles
que luego aparecían en la pantalla. Otra vez nos sucedió que una
toma en contraluz se aclaraba en la proyección comercial y aparecía
un desnudo. Pero vamos superando esos inconvenientes".
Una pregunta nos baila en la lengua. —¿A dónde va el material qué se
corta? ¿Dónde está ese fantástico archivo de pecados? "Es una caja
fuerte. No, no pueden sacarle fotos porque está muy desordenado".
—Tradicionalmente, se considera al censor atado al pasado, custodio
del orden establecido. ¿Usted, cómo se juzga: una persona antigua o
moderna?
—Creo que lo que hago está bien. Si no no lo haría. Creo que estoy
adecuado a la época. A veces les digo a mis colegas, cuando quieren
censurar palabrotas, que las dejen. Total, se escuchan en cualquier
colectivo.
—En una palabra, doctor de la Fuente, ¿usted está satisfecho?
—Hay dificultades, pero la vida está llena de dificultades. Si,
estoy satisfecho.
JUAN CARLOS ALGAÑARAZ
Fotos: Ricardo Alfieri.
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El Censor Ramiro de la Fuente |
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