Revista Primera Plana
27.11.1962 |
En la Argentina, los costos de producción de los artículos agrícolas
(especialmente de granja y huerta) equivalen a la mitad o un tercio
de los precios de venta. El resto lo carga la comercialización.
Una reducción del 20 por ciento en los gastos de producción, lograda
generalmente con esfuerzos que implican importantes inversiones,
sólo rebaja los precios de venta en un 6 a 10 por ciento, si es que
la rebaja no se diluye en alguna de las etapas de la distribución.
La revolución tecnológica de las últimas décadas, ha conmovido
estructuras industriales, cambiando métodos y modalidades. En el
ámbito comercial, por el contrario, las transformaciones se operan
con mucha lentitud. Este hecho, observado mundialmente, tiene
particular gravitación en la Argentina.
Más de un millón de personas se ocupa en la intermediación,
representando el 14 por ciento de la población activa. Su número y
proporción crecen continuamente. Hasta hace 30 ó 40 años, se
incorporaba una persona al comercio por cada tres o cuatro que iban
a la industria y la agricultura: hoy la relación es casi de uno a
uno. La creciente complejidad de las redes de distribución acumula
cada vez más intermediarios entre el productor y el consumidor.
Desde 1929 a 1962 la producción total del país se ha duplicado
aproximadamente; también se ha doblado el número de personas
ocupadas en el comercio, lo que indica que cada una de ellas
distribuye el mismo volumen de producción.
Los supermarkets
La crisis del 30 significó para los Estados Unidos 15 millones de
desocupados, fábricas paradas y empobrecimiento general. Al mismo
tiempo mercaderías abarrotadas por falta de compradores, cosechas
enterradas, bienes desperdiciados. Sobre ese cuadro, nacieron los
supermarkets: se trataba de recomenzar el ciclo productivo
aumentando el consumo popular por el abaratamiento de los artículos.
En los esqueletos de fracasos industriales, fábricas abandonadas,
depósitos vacíos, se instalaron tiendas con grandes existencias de
numerosos artículos ofrecidos a muy bajo precio a un público que se
atendía solo. Los supermarkets inauguraron un nuevo concepto en la
comercialización, las ventas en masa, acortando al máximo el camino
entre el productor y el consumidor.
Los primeros establecimientos hicieron su publicidad exclusivamente
en base a los precios. "El machacador de precios", "El triturador",
demostraban que era verdadero y sin trampas el ahorro que se hacía
en cada compra. En el ambiente de presión creado por la crisis donde
cada centavo cuenta, la aparición de los supermarkets tuvo rápida
repercusión en la masa consumidora. Las compras medias por persona
que no pasaban de los cincuenta o sesenta centavos en los almacenes
minoristas, subieron a 1,5 ó 2 dólares en los nuevos comercios.
El establecimiento de los supermarkets fue tenazmente resistido al
principio y atacado por las grandes cadenas de almacenes y los
minoristas independientes, que presionaban para obtener leyes
represivas e impedir la publicidad en los diarios.
Pero la evolución fue tan rápida que actualmente hay un
establecimiento por cada 2.600 familias, que venden más de cinco mil
artículos diferentes. Realizan casi la mitad (48 por ciento) del
total del comercio de la alimentación y mueven unos 16.000 millones
de dólares por año.
Un estudio económico realizado en Estados Unidos señala los tres
sectores beneficiados por el auge de los supermercados: 1) los
compradores, que ahorran en conjunto entre 1.500 y 2.000 millones de
dólares anuales; 2) los productores, que reciben mejores precios y
se libran de molestas interferencias, y 3) diversos sectores
industriales (productores de jugos de fruta envasados, cajas de
alimentos refrigerados, industrias de envasamiento y etiquetado).
La distribución minorista en la Argentina
Las deficiencias del comercio minorista en la Argentina tienen dos
puntos críticos: la densidad de intermediación y los problemas de la
higiene, conservación y calidad general de los productos.
La primera nos coloca entre los países de comercio más costoso del
mundo. Se estima que la red de mayoristas, consignatarios,
acopladores, distribuidores, obtiene anualmente beneficios que van
de los siete a los siete mil quinientos millones de pesos anuales.
Además regula en apreciable medida la producción y el consumo
interno comprando o no cosechas, determinando escasez o abundancia
de artículos, fijando precios topes y llegando inclusive a
determinar la destrucción de bienes producidos para facilitar
maniobras especulativas.
La instalación de modernos supermercados, también aquí en momentos
de depresión económica, está agitando el ritmo habitual del comercio
minorista. La diferencia de precios, probablemente más grande que
las registradas en otros países, ha llevado a sus puertas "colas" de
compradores provenientes de todos los barrios de la ciudad. Un
establecimiento ubicado en el norte del Gran Buenos Aires instalado
hace poco tiempo, está batiendo verdaderos récords en momentos en
que el volumen físico de ventas minoristas en el sector de almacenes
y afines de la Capital Federal ha bajado un 18 por ciento.
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