Los rumores y las versiones, que alcanzaron su clímax el
martes 28, no lograron amenguar el poder político de José López
Rega. Pero la nueva coyuntura planteada por el desfasaje entre
precios y salarios, los problemas internos del peronismo y sus
relaciones con la oposición suponen un serio desafío a la
imaginación del Gobierno y a sus posibilidades reales. Mientras
tanto, las exigencias gremiales anticipan un conflicto que se
consideraba diferido para después de las paritarias y que
reactualizó el poder gremial.
EL interventor federal
en Córdoba, brigadier Lacabanne, había declarado, no sin cierta
ufanía, la derrota de la subversión en la provincia. A los pocos
días un grupo sedicioso tomó la televisión local y difundió una
proclama. Después, en la misma semana, medio centenar de
encapuchados se posesionaron del edificio del diario La Voz del
Interior logrando, mediante la colocación de bombas de alto
poder, la voladura de rotativas, linotipos y cajoneras
tipográficas: un modo taxativo de impedir la salida de la
publicación. Paralelamente a esos hechos, la violencia tornó
a manifestarse en distintos lugares del país. Dirigentes
gremiales, funcionarios y presuntos militantes de sectores
radicalizados engrosaron el lamentable obituario que pesa sobre
la conciencia de todos los argentinos desde hace varios años.
Algunas manifestaciones de condenación y repudio alcanzaron
espacio periodístico —más allá de la información— en extensas
solicitadas. Al regreso de uno de los sepelios, el ministro de
Trabajo desgranó su escepticismo: "Nunca se sabrá quiénes son
los culpables; sobre estas cosas pesa siempre una sospechosa
impunidad", dijo a la prensa. Acaso sea demasiado tajante el
ministro Otero. Algunas cosas se han sabido. Otras se presumen.
Y a la postre, aunque demande tiempo, es posible que muchos
velos se descorran. La experiencia histórica así lo demuestra.
Véanse si no las tantas historias —incluso publicadas— de los
crímenes políticos del pasado.
El descanso presidencial
Las primeras versiones eran contradictorias. Por un lado se
aseguraba que la señora de Perón descansaría en Chapadmalal. Por
el otro, que lo haría en Olivos. Incluso hubo quien habló de
Bariloche. Al parecer, se subordinaba la decisión final a
ciertos ajustes en materia de seguridad. Finalmente con una
comitiva en la que descollaban José López Rega, Pedro Eladio
Vázquez y Dolores Ayerbe amén del jefe de la Casa Militar y los
edecanes, la señora voló a Chapadmalal. Los primeros días
transcurrieron huérfanos de información destacada. Apenas alguna
visita de rutina (el secretario técnico llevando el despacho a
la firma quebró el manto de silencio tendido "para que —según
López Rega— la Presidente recupere la tranquilidad que le será
tan necesaria para la tarea que le espera este año". Pero un
imprevisto traslado de la señora a la Escuela de Suboficiales de
la Armada, en Punta Mogotes (ocurrido en viernes 24 por la
mañana), detonó la mayor ofensiva de rumores de los Últimos
años. Contribuyeron a fertilizar el campo de las versiones
varias circunstancias, a saber: a) la temporaria
desaparición de López Rega; b) el vacío informativo de los
primeros días (solo La Prensa consignó expresamente el
alojamiento de la señora de Perón en la base); c) las
declaraciones del ministro Otero, quien al ser interrogado sobre
posibles cambios en el Gabinete expresó que "todos los ministros
son fusibles"; y d) la ausencia del ministro Savino en la
entrevista del general Anaya con la primer magistrado.
Después que los rumores hicieron estragos —sobre todo el martes
28, día pico— sobrevinieron las explicaciones oficiales y
oficiosas. Según el ministro del Interior, la señora de Perón
eligió el alojamiento naval "porque allí está más tranquila y
menos al alcance del bullicio". Algunos comentarios señalaron, a
su vez, razones de seguridad. A su turno López Rega explicó:
"Solo me he ido tres días a Buenos Aires para poder trabajar
tranquilo, sin decir nada a nadie y poder traer los resultados a
la señora Presidente, la que ha quedado muy satisfecha". Los
rumores que, en lo fundamental, apuntaban a cambios de la cúpula
del Gobierno, y daban incluso como periclitada la influencia del
ministro de Bienestar Social y Secretario Privado de la
Presidencia, fueron finalmente desalojados por el regreso de la
rutina: el 31 a la tarde, al descender sonrientes del avión que
los traía de Mar del Plata, la señora de Perón y López Rega
confirmaban una avenencia al parecer nunca quebrantada. Para
aventar las reticencias que pudieran subsistir, sobre todo en el
ánimo de los políticos opositores, el ministro del Interior, en
extensas declaraciones a La Opinión, se dedicó a minimizar los
problemas y a exaltar la autonomía de decisiones de la
Presidente. Con respecto a las facultades acordadas a la
Secretaría Privada (centro de las críticas de la UCR) ensayó una
explicación difícil de convalidar empíricamente: "Las facultades
que da ese decreto (el de creación de la Secretaría) son
obligaciones para el secretario privado, que ya las tenía
asignadas en los hechos, pero no le otorga ningún poder de
decisión". Señaló, además, que "no se trata de un nuevo
organismo, sino de una reestructuración". Es obvio que
mientras no se modifique el régimen presidencialista la decisión
será siempre del único titular del Ejecutivo, es decir del
Presidente. Lo que las críticas apuntaban —y apuntan— no es a la
sustitución de roles, sino al monopolio de los accesos y las
salidas de —y hacia— la mandataria. Algo así como la existencia
de una área penal, bajo control, entre la Presidente y los altos
funcionarios de Gobierno. Por lo demás, al admitir Rocamora que
"el secretario privado tiene que tener muchas atribuciones",
admite para éste un papel que nunca cumplieron en el pasado sus
antecesores, cuyos nombres (Eduardo González, Carlos Dold, Juan
Tereso, etc.) apenas si figuraban al final de las crónicas.
La ley de acefalía El proyecto del diputado Juan Carlos
Cárdenas (Vanguardia Federal, de Tucumán) propiciando la
derogación de la ley de acefalía para permitir, de ese modo, la
designación por el Congreso del funcionario que desempeñe la
Presidencia de la Nación, limitando los candidatos a los
miembros del Parlamento, la Corte Suprema de Justicia y el
Gabinete Nacional, replantea una vieja cuestión, ya insinuada en
vida de Perón. En sus declaraciones, Rocamora admitió la
necesidad de cambiar la ley, aceptando que el tema está a
estudio. Es razonable, al margen de toda suspicacia, que se
promueva una reforma. La vejez del instrumento legal (1868)
previsto para otras circunstancias históricas y la fluida
situación político-institucional del país aconsejan un criterio
realista. Tal como están las cosas, una ausencia parcial o
definitiva del titular del Ejecutivo crearía un cuadro de
difícil solución legal. Un hipotético traslado del poder al
vicepresidente del Senado o de Diputados supondría,
inexorablemente, el llamado a elecciones dentro de los 180 días.
Con la nueva ley, alentada por Cárdenas o, lo que es más
probable, remitida al Congreso por el Poder Ejecutivo, podría
completarse el período sin complicaciones formales.
Lo
que pasa en la UCR Frente a los últimos acontecimientos, el
presidente del Comité Nacional de la UCR resolvió hacer
"silencio de radio". Uno de sus voceros expresó a la prensa que
Ricardo Balbín "no hará ninguna declaración por el momento". Dos
situaciones pesaban sobre el líder radical al adoptar esa
decisión. Una, vinculada al cuadro nacional, cuyas alternativas
excluyen —incluso con hostilidad— al radicalismo. Otra, referida
al ámbito interno, donde el alfonsinismo y el unionismo (Mathov,
en especial) cuestionan abiertamente a la conducción partidaria,
acusándola de blanda frente al Gobierno. "La política del
diálogo está en quiebra por obra del Gobierno y del peronismo,
por mucha buena voluntad de continuar que tengamos nosotros",
afirmaba Arturo Mathov en su carta pública a Balbín. Y agregó
luego: "No estoy de acuerdo con los distinguidos
correligionarios que sostienen que, no obstante las cosas
negativas que ocurren en el país, es necesario respaldar al
actual Gobierno". Por su parte, los sectores de la
Intransigencia Nacional —vía Córdoba— exigen cada vez mayor
dureza frente a la política económica y gremial del oficialismo.
Con esos datos de su realidad interna, a los que se suma, entre
otros contratiempos, el de la prohibición de su reportaje por
canal 9, Ricardo Balbín, recordando quizá los místicos
repliegues de Yrigoyen, ha optado por un mutismo del que acaso
emerja con una nueva táctica frente al peronismo y, de paso,
facilitar el camino para su tercera reelección como titular del
Comité Nacional de la UCR. Su inicial estrategia —bastante
simplista— de apuntalar el proceso hasta 1977 para heredar el
poder, a expensas del deterioro oficialista, tropieza con
insalvables dificultades en el plano partidario. Aunque él
quiere insistir, ya no lo dejan.
De precios y tarifas
El ministro de Economía había previsto implementar los aumentos
de tarifas y precios de combustibles para noviembre pasado.
Todas las previsiones y cálculos presupuestarios estaban
condicionados a esa decisión. Pero, por razones políticas muy
obvias (necesidad de un fin de año tranquilo) la señora de Perón
ordenó su postergación hasta el 1º de febrero. El tiempo, que no
tropieza ni vuelve, llegó puntualmente. Y sobre el marco de una
economía recalentada, cuyo signo oficialmente reconocido es la
desinversión, el país ya sabe que los ajustes promedian el 50
por ciento. De la eufórica "inflación cero" de los primeros días
de Gelbard, se ha llegado al 8,5 solamente en el mes de enero.
La dirigencia gremial, relegando el Pacto Social al desván de
los recuerdos, exige con urgencia un aumento salarial,
independientemente de lo que se acuerde en las paritarias o de
lo que resuelva el laudo presidencial si éstas fracasan. Sólo
una incurable ingenuidad podría no advertir la incidencia
política de estos hechos. No obstante, resulta aún impredecible
el curso de los acontecimientos. Falta por ver cómo el equipo
económico se ajustará a las nuevas realidades y hasta dónde el
poder sindical — presionado por las bases y los niveles medios—
llegará en sus exigencias que, además de salariales, suponen la
consecución de espacio político. Asimismo, queda por dilucidar
el papel de los sectores del peronismo histórico y, por
supuesto, el de José López Rega, que — dígase lo que se quiera—
ha traspuesto indemne rumores y versiones para seguir ejerciendo
el poder político. Tanto, que se dio el lujo de desaparecer tres
días y retornar contento a su centro de gravitación. El diario
La Nación le adjudicó un viaje a Brasil, que no desmintió: "Me
fui tres días sin decir nada a nadie, para estar tranquilo",
insistió en Las Bases. Y más adelante añadió: "Cuando la señora
de Perón disponga que un ministro pase a ser ordenanza, tendrá
que ser el mejor ordenanza del país". Pocos días después, se
notó su ausencia en la ceremonia de entrega de sables en el
Teatro Colón, donde estaban todos los altos oficiales? de las
tres armas. El poder oficial, distribuido a través de sus
franjas políticas, gremiales y económicas, tiene ante sí el
máximo desafío desde el 25 de mayo de 1973. Si es cierto que "la
realidad es la única verdad", el desfasaje de precios y
salarios, los problemas institucionales de las provincias y las
relaciones con la oposición exigirán premiosas respuestas. El
Gobierno ya no podrá eludirlas. REVISTA REDACCION febrero
de 1975
Ir Arriba
|
|
|