Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Escuelas Técnicas
Revista Primera Plana
08.01.1963

Hace pocos días, el Consejo Nacional de Educación Técnica recibió una grata sorpresa: El Ministerio de Obras y Servicios Públicos concretó una donación estimada en 13 millones de pesos, compuesta por elementos (fresadoras, rectificadoras, serruchos mecánicos, amoladoras, tornos, cepilladoras, soldadores eléctricos, etcétera) que ya están distribuidos en las escuelas dependientes del C.N.E.T.
La inesperada partida, aunque pequeña para satisfacer las urgentes necesidades de casi medio millar de establecimientos docentes distribuidos en toda la República, alivia en algo la situación de parte de los 110.000 jóvenes que a lo largo del territorio nacional colocan sus ilusiones en la tecnología.

Industria y técnica
"De la educación técnica, depende el desarrollo de la industria", reza el lema del Consejo Nacional de Educación Técnica.
La industria tiene una larga tradición en la Argentina. El primer molino de trigo, instalado en Buenos Aires en 1595, marca, en la época virreinal, el nacimiento de una industria. La fabricación de azúcar en Tucumán y la elaboración de vino en Cuyo, hacia 1700, seguida por la elaboración de sebo y cueros salados, en el mismo siglo XVIII, contribuyó a cimentar los balbuceos industriales rioplatenses.
En 1853, la capital argentina contaba con 2.000 operarios. Hoy, aun cuando se carecen de estadísticas, se estima que la industria manufacturera ocupa más de un millón de obreros. Pero el empuje arrollador de la industrialización carecería de base si no se contara con obreros y técnicos capaces. La inmigración de mano de obra calificada para la industria, es escasa; y. por el contrario, se produce una emigración de ingenieros, técnicos y operarios altamente calificados, hacia países donde se pagan mejores remuneraciones.

De la mano con la historia
La enseñanza profesional comenzó en el país en 1871, al crearse un departamento agronómico anexo al Colegio Nacional de Salta, y sendos departamentos de minería, en los Colegios Nacionales de Catamarca y San Juan. Otro anexo industrial, creado en 1897, obtuvo autonomía dos años después, y en 1904 se convirtió en la Escuela Industrial de la Nación, hoy Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 1 Otto Krause, modelo en su tipo.
En una sociedad eminentemente tecnológica como la actual, la enseñanza técnica constituye un pilar casi fundamental. Algo desprestigiada en el pasado, por su asociación con la labor manual, ya no es posible minimizar su importancia. Denis de Rougemont ha escrito que "es menester enseñar a pensar con las manos", y este aserto del pensador francés actualiza la trascendencia del tema.
En la Argentina, el problema de la cultura técnica se caracteriza por la falta de medios económicos para su adecuada enseñanza, y de un plan pedagógico orgánico. Ambos factores se correlacionan. Se sostiene que los profesores ganan poco —símbolo elocuente de la Argentina 1962—, y que esta circunstancia no constituye, precisamente, un estímulo para que adquieran nociones de pedagogía. Los docentes conocen el tema que enseñan, pero no saben cómo enseñarlo.
Hay tres niveles en la enseñanza técnica: a) el operario especializado; b) el técnico; c) el profesional. Los dos primeros abrazan la enseñanza media, y el último corresponde a la escala superior. La deficiencia en la enseñanza, sin embargo, alcanza a los tres niveles.
Además de ello, la carencia de estudios estadísticos especializados remarca el estado de confusión de la tecnología argentina. No existen datos, por ejemplo, sobre el número de técnicos que el país necesitaría previsiblemente en cierto lapso. Así, no se pueden formular planes a largo plazo para el desarrollo de la Nación.
El presidente del Consejo Nacional de Educación Técnica, profesor Ernesto Babino (43 años, profesor de letras y pedagogía, miembro de la Comisión Especial de Educación de la Alianza para el Progreso), convino en la carencia de estadísticas especializadas, pero anunció "el relevamiento de un censo integral de escuelas, cuyos resultados se conocerán en breve plazo, y también un trabajo de planeamiento socio-económico en orden a establecer prioridad de educación técnica".
Una superposición y desconexión de funciones docentes, se opera también en la docencia técnica oficial. Existen escuelas municipales, provinciales, nacionales y otras dependientes de universidades, como la sostenida por la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe. Todo ello conforma un panorama de esfuerzos dispersos, ya que falta coordinación entre los diversos centros docentes.
En un futuro cercano, esta superposición podrá obviarse con convenios que permitirán unificar la enseñanza. Se citan como muestras auspiciosas en esta materia, los convenios suscriptos con las provincias de San Juan y Córdoba y con el Ministerio de Industria y Minería de la Nación.
Pero hay también algunos problemas de fondo. Las Escuelas Profesionales de Mujeres, dependientes de la Dirección de Enseñanza Técnica del Ministerio de Educación y Justicia, se manejan con una mentalidad superada, de comienzos de siglo. Un experto en cuestiones de pedagogía técnica la definió como "mentalidad de beneficencia". (Todo el sistema de la enseñanza técnica fue clasificado por él como adherido a una "adocenada mentalidad de burócratas".) En esas escuelas femeninas, todavía se enseña "a bordar", preparando a las mujeres para amas de casa, aunque desconfiados maridos observan que "ni para eso sirven". Si bien el comentario puede parecer cruel, obviamente el nivel de enseñanza en estas escuelas es apenas primario.
El C.N.E.T. acepta que la vieja estructura de las Escuelas Profesionales de Mujeres no da la hora en la realidad planteada por el desenvolvimiento de la mujer en la sociedad. Ahora, planea nuevos proyectos de organización, a cargo de docentes del Consejo.
Dentro de las necesidades modernas de adaptación de la enseñanza técnica, ocupa preponderante lugar la función de la mujer, hoy todavía proscripta de este aprendizaje. No se ha buscado el acondicionamiento psicológico de la mujer para la labor técnica; y aunque a ella le estarían vedadas ciertas tareas de considerable esfuerzo muscular, nada impide que concentre sus energías en actividades como luminotecnia, electrotecnia, química industrial, publicidad (a través de las Escuelas de Artes Gráficas de la Nación) y planos de construcciones. Es sabido que ciertas tareas de alta y minuciosa técnica requieren buena dosis de paciencia, virtud que la mujer posee en mayor grado que el hombre, según antiguas y modernas comprobaciones científicas.

Material se necesita
Paradojas patéticas, derivadas de una precariedad de medios docentes, se apreciaron, hace poco tiempo, en un perdido pueblo del Norte argentino: funciona allí una escuela de torneros, que carece de tornos. Como es lógico, la enseñanza técnica es eminentemente práctica. No puede reducirse al aspecto teórico, so pena de caer en aberraciones no menos técnicas.
Y, sin embargo, el problema del equipamiento material de las escuelas tiene una posible solución: Las Fuerzas Armadas poseen abundante material de rezago, procedente de sus fábricas militares y de sus propias escuelas técnicas. Se trata de un material no siempre obsoleto, a veces sin precisión (tornos, fresadoras, laminadoras), pero, indudablemente, útil para la docencia. Estos equipos van a remate como chatarra. La despreocupación oficial o posibles intereses (no es creíble que el material se utilice como hierro viejo; presuntamente, se convierte en artículos más o menos precisos, una vez acondicionados), ha impedido que pase a ser usufructuado por las paupérrimas escuelas del Consejo Nacional de Educación Técnica.
Si bien no ha sido posible, hasta ahora, obtener la cesión de material de rezago de las Fuerzas Armadas (hay un proyecto de decreto que pasa de ministro en ministro, pero los sucesivos golpes militares parecen impedir su concreción),optimistas funcionarios nacionales creen que el ejemplo reciente de Obras Públicas podría ser seguido por las fuerzas castrenses.

Misiones monotécnicas
Algunas meritorias actitudes pueden señalarse como una reconciliación con lo que parecería descuidado espíritu argentino: las Misiones Monotécnicas cumplen una labor pedagógica esforzada. Consiste en escuelas volantes, que durante un tiempo prudencial se establecen en escondidos pueblos del interior, e imparten enseñanza para carpinteros, forjadores, herreros, completando, también, la instrucción primaria de los educandos. Las Misiones Monotécnicas dependen del C.N.E.T.
El Consejo cuenta en su seno con representantes empresarios: por la Confederación de la Industria, el doctor Ignacio Pirovano; en nombre de la Asociación Argentina de la Productividad, el doctor Ricardo Noseda; y representando a la Unión Industrial Argentina, el doctor Rodolfo Roccatagliata. Ello indica el interés creciente de la clase empresaria por el desarrollo intensivo de la enseñanza técnica.
El Consejo se maneja con 3.300 millones de pesos, de los cuales 700 millones corresponden al ingreso del Impuesto a la Educación Técnica, y el resto como transferencias de Rentas Generales de la Nación. Con este presupuesto, el organismo debe sostener 454 establecimientos docentes (cifra en la que predominan las escuelas industriales, con 133 unidades), en los que estudian 110.000 alumnos.

 

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