Argentina
PARAISO DE LOS ESPECULADORES
Volver al índice
del sitio
El censo de mayoristas, minoristas y transportistas realizado por la Dirección Nacional de Abastecimiento, como primer paso para estudiar el encarecimiento artificial de los artículos de consumo, ha permitido aumentar las recaudaciones del fisco: el 30 por ciento de los comerciantes inscriptos se hallaba actuando sin el correspondiente permiso de la Municipalidad; el 25 por ciento no estaba inscripto en el Registro de Actividades Lucrativas, y el 48 por ciento era infractor ante la Dirección General Impositiva. El esfuerzo, indirectamente, ha sido fructífero. Pero la población espera que la investigación técnica y las promesas gubernamentales se concreten en la anunciada estabilización de los precios, que, indiferentes a los estudios y planificaciones, prosiguen alejándose día a día del bolsillo del consumidor. ¿Qué es lo que ha hecho hasta ahora la Dirección Nacional de Abastecimiento? El organismo ha sentado sus reales en el edificio de la Secretaría de Comercio. Sus oficinas dan la impresión de incesante actividad y de que la campaña contra los intermediarios "esta vez va en serio". Los funcionarios alegan que el personal todavía es insuficiente. El doctor Juan Carlos Auernheimer, jefe de Estadísticas Económicas, ha coordinado toda la labor de registro y tabulación estadística. Resultado de ese estudio es el panel montado sobre una pared de nueve metros de ancho por tres de alto, en el que por medio de cables de colores se ha graficado el movimiento de hortalizas, frutas y verduras a través del
Abasto, Dorrego y otros mercados con menor volumen de ventas. Allí se ven las relaciones entre mayoristas, minoristas y productores. La clasificación revela casos como el designado con el número 80.232, que corresponde a un mayorista con solo dos clientes minoristas, pero al cual confluye toda una red de mayoristas.

Un mercado harto turbio. "El problema del intermediario —aclara Auernheimer— consiste en lo que llamamos trasparencia de mercado. El quintero que enajena su cosecha de hortalizas no sabe si la van a vender o a cuánto la van a vender en Buenos Aires. No sabe, por lo tanto, cuánto tiene que cobrar por ella. Es un mercado nebuloso, sin claridad, sin trasparencia. Esto hace que muchos intermediarios se enriquezcan a costillas del trabajo de productores y minoristas. Si el quintero supiera a cuánto se vende su mercadería en el Abasto podría hacerse respetar y cobrar como debe. Por eso, para lograr esa trasparencia estamos propalando por radio, bien temprano, las cotizaciones del Abasto. Hay que publicitario todo; es muy sano. Y obligar a que todo el mundo declare sus tenencias. Pero esto, por supuesto, no va al fondo de las cosas. Es necesario crear un sistema de control y de distribución totalmente nuevo."

El antiguo Abasto. El Mercado de Abasto empezó a funcionar en 1891, rompiendo con todas las estructuras anteriores de comercialización que se canalizaban a través del Mercado Viejo, ubicado en las proximidades del Cabildo. En aquel entonces, el Abasto debía atender a una población de 600 mil habitantes. Pero hoy resulta insuficiente. Todo el espacio es utilizado al máximo, y numerosos mayoristas debieron instalar su local en los espacios reservados a la circulación interna o en inmuebles vecinos, en los que hay unos 50 puestos de venta de frutas y unos 10 de hortalizas. Y además de insuficiente, es inaccesible. Construido originalmente en el límite poblado de la ciudad, no se pudieron prever las actuales dificultades para el estacionamiento y desplazamiento de los 10.000 camiones de mayoristas, semimayoristas y minoristas que llegan todos los días y deben estacionar a más de 500 metros del mercado, en una extensión que abarca cuatro kilómetros de acera. Todo el transporte de mercaderías lo efectúan a hombros peones cuya fuerza, agilidad y rapidez son tales que muchos mayoristas están convencidos de que ninguna racionalización podría aventajarlos.
Los peones, en cambio, hablan de sus patrones ocasionales en términos poco halagüeños. "Yo siempre me pregunto —comenta uno— por qué venden todos al mismo precio. Un día se ve una cosa a trescientos, otro día a setecientos, y todos igual. Lo que pasa es que se arreglan entre ellos".
Un equipo de inspectores controla la cantidad de bultos que arriban. Según los changadores, para evitar impuestos, corren abultadas coimas. Se habla también de funcionarios que regentean locales. Un joven changador misionero, empeñado en la sindicalización del disperso gremio, que trabaja a destajo, comenta: "Me lo habían dicho y no lo quise creer, hasta que lo vi. La fruta que viene del interior es sellada y después la mandan de nuevo al interior". En el mercado, el ambiente es tenso. Los peones acceden gustosos a las consultas, pero los locatarios huyen de los periodistas y de los 'flash'. "Si llego a salir —exclama uno de ellos, indignado— les abro juicio. Tengo plata para hacerle juicio a cualquiera". Y continuamente, ante episodios similares, se oye el comentario: "Vamos a ir todos en cana". No obstante haber perdido toda su razón de ser, la importancia actual del Abasto reside en la concentración (el 80 por ciento de los productos agrícolas) que ofrece diariamente a los compradores de toda la metrópoli y de otras ciudades del país.

Teoría de la tentación. "Toda la organización distribuidora —explica Julio Álvarez, ex secretario de Abastecimiento y presidente del Ente Realizador del Mercado Central de Buenos Aires— es francamente estúpida. Los caminos corren absurdamente al lado de las vías. Hay 24 mercados mayoristas en Buenos Aires y Gran Buenos Aires. Sus zonas de influencia están yuxtapuestas porque la ciudad ha cambiado. De ahí la aglomeración y la venta entre mercados. Y también han cambiado las necesidades de la población. El consumidor argentino elige bien, tiene heladera y almacena los productos perecederos".
Los problemas derivados de una estructura que tiene 70 años de antigüedad no residen en la escasez de los productos sino en las dificultades de distribución. Como resultado de las numerosas instancias intermedias, no hay un enfrentamiento real entre la demanda y la oferta: los precios oscilan en niveles arbitrarios que facilitan la especulación. El doctor Álvarez ejemplifica este proceso con la teoría que él denomina "de la tentación". "El pequeño productor —dice— se alquila un camión y viene al Abasto. El primer día, a causa de la aglomeración de vehículos o de su falta de habilidad o porque no está en la 'trenza', no puede colocar su mercadería. Tiene que pagar estadía. Si al segundo día no la coloca empieza a perder dinero y tiene que venderla a cualquier precio. Esta es la 'tentación' para el locatario. Demorar las compras y comprar más barato. Siempre habrá logreros, pero esta estructura antigua es un paraíso para los hampones y especuladores. El pequeño productor, asustado, vende su producción desde la chacra. El locatario le compra toda la cosecha, pero después le dice: 'Mándeme la mitad y la otra mitad la entierra'. Así es como suben los precios."

Del productor al minorista. La solución, según el doctor Álvarez, es la construcción de un mercado central en Matanzas, con amplia comunicación con todo el país, tal como lo ha proyectado el Ente Realizador del Mercado Central. Y sobre todo "permitir el intercambio regional abierto". En Francia, que es ejemplo en materia de abastecimiento, funciona el mercado libre, donde el pequeño productor alquila un local por varios días y vende directamente al minorista. Este procedimiento se puso en práctica en el mercado Dorrego, en escala reducida y con rotundo éxito.
Pero el proyecto del Ente Realizador ha sido impugnado por el alto costo de las instalaciones (4.000 millones de pesos) y también porque la concentración obligatoria implicaría un atentado contra la libertad de comercio. Al margen de las medidas que la Dirección Nacional de Abastecimiento adopte para desmembrar la intrincada red de intermediación, la tarea principal de la planificación de abastecimiento debería tender —como lo ha sugerido el Consejo Federal de Inversiones— a provocar la oferta de los productos fundamentales en todos los períodos del año, a fin de evitar las alzas injustificadas de precio. Las condiciones del país permiten que durante todo el año se hagan cultivos de estación, de modo de suprimir las épocas de terminación de disponibilidades y de primicias con altos precios de venta que facilitan las maniobras de acaparamiento y especulación.

Revista Panorama
octubre 1964

Ir Arriba

 

Especulación
Las letras S, T y O corresponden a la palabra ABASTO. Los cables del panel, como en un juego de magia, detectan las maniobras especulativas