FANGIO Y GONZALEZ
confirmaron su alta clase en París
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PARIS (A.F.P.). — Los cien mil parisienses que se apiñaron en torno del circuito de La Bagatelle para presenciar la disputa del Gran Premio de París, corrido por cuarta vez el último domingo, jamás habían tenido hasta ese momento la ocasión de admirar el comportamiento de los nuevos ases que, en los últimos años, hicieron irrupción entre los grandes valores del automovilismo. Tales nuevos ases son, naturalmente, los argentinos, cuyos dos representantes máximos, Juan Manuel Fangio y José Froilán González, invitados por la comisión organizadora, se hicieron presentes en el peligroso circuito de la Ciudad Luz.
Y, por lo que se verá de la prueba, los espectadores parisienses no pudieron haber salido insatisfechos. Por lo contrario, dotados como están de un certero criterio deportivo, tienen que haber apreciado en su justo valor las actuaciones respectivas de los dos volantes argentinos.
Es cierto que el primer puesto correspondió a Nino Fariña, campeón mundial de automovilismo en 1950. Pero no lo es menos que González conquistó el segundo
puesto y que, por su parte, Fangio, antes de haberse visto obligado a abandonar por desperfectos mecánicos, batió el récord de vuelta, en competencia, además de los citados, con elementos de la calidad de De Graffenried, Etancelin, Simón, Manzon, Rosier, Giraud-Cabantous, Trintignant, Louvet, Levegh, Gerard y Gordini. Para que esta reunión hubiese sido completa, hubiesen debido figurar en ella los ases que tomaban parte, en ese mismo momento, en el Gran Premio de Génova, empezando por los "hermanitos del diablo", Luigi Villoresi y Alberto Ascari. Por otra parte, las características del circuito, sumamente sinuoso, tornaron imposible la intervención de las Alfettas y las nuevas Ferraris, demasiado veloces para correr entre tanta curva.
Largada la carrera, tomó la punta Fariña, que había partido en primera fila, con De Graffenried y Etancelin. En la mitad de la recta, Fangio, largado en tercera fila, marchaba octavo: el "Cabezón" González, que partió en séptima fila, corría último. Cumplida la primera vuelta, comenzaron ya a definirse los cracks: Fangio, cuarto; González, séptimo. Pero en la punta siempre Fariña. La prueba permaneció dentro de estas características hasta la 16ª vuelta, en que Fangio iba segundo, tras Fariña, y González había logrado colocarse tercero.
Las posiciones respectivas de Fariña y Fangio son fácilmente explicables si se tiene en cuenta la clase de los pilotos y sus máquinas. Es distinto, sin embargo, el caso de González. Para poder intervenir en esta carrera el "Cabezón" había debido pedir una máquina prestada al eximio volante francés Louis Rosier, quien, en gesto enaltecedor de su espíritu deportivo, habíale cedido una Talbot biplaza, buena, pero de modelo ya un tanto viejo, particularmente en este deporte en el que, tal como en la aviación, un año transcurrido significa numerosos perfeccionamientos mecánicos. Pero eso no era todo. Por añadidura, el coche de González no estaba bien de frenos. Si este inconveniente es grave en cualquier carrera, pues hasta una bicicleta tiene que tener los frenos en buenas condiciones, lo era mucho mayor en el caso del Gran Premio de París. Como se ha dicho, lo distinto del circuito de La Bagatelle es la multiplicidad y capricho de sus curvas, esto es el elemento más indicado para exigir de cualquier coche frenos en perfecto estado de funcionamiento. Precisamente, esto era lo que no tenía la máquina de González.
No obstante ello, permanecía aferrado al tercer puesto. En cuanto a los dos primeros, parecía reservado para un áspero mano a mano entre Fariña y Fangio. En la vuelta 24ª Fangio embistió a fondo y logró desplazar de la punta al campeón mundial, mientras González, tercero, corría con Rosier pegado a los talones. Pero en la vuelta siguiente Fariña desplazó de nuevo a Fangio, el cual, en la vuelta 33ª, debió entrar al puesto de abastecimiento, por no andarle bien la máquina. Lo cierto es que su pequeña Simca no respondió en buena forma, y que el gran piloto argentino se vio obligado a abandonar. Empero, había dado ya la muestra de su categoría, al emplear el menor tiempo de la jornada para la vuelta, con 1' 18" 1|10, al promedio horario de 115,052 kilómetros. Fangio, pues, ya había hecho lo suyo.
Quedaba en la pista, para defender las chances del equipo argentino, su colega González. Su participación se había resuelto a último momento: corría con máquina prestada de frenos en mal estado: de ningún modo podía ganarle a Fariña, y ni siquiera tenía la obligación moral de hacer una carrera como la que, finalmente, terminó por hacer. Esta es la prueba certera de que su segundo puesto al cruzar la meta fué pura y exclusivamente obra de su calidad.
En la vuelta 40ª, Fariña se detuvo en el puesto de abastecimiento. González aprovechó la situación para pasar al frente, seguido de Rosier. Pero a los 32 segundos, el campeón mundial estaba de nuevo en la pista, lanzando la máquina como una tromba. Fariña se colocó en la misma fila casi con Simón y Rosier, que perseguían encarnizadamente al argentino. Diez vueltas después, el "Cabezón" permanecía aún al frente. Otras diez, también. Al promediar la prueba, pues, González estaba al frente de la clasificación general, con 1 hora, 17' 49" 2|10 al promedio horario de 106,115 kilómetros. Esta situación perduró un buen rato más. Pero a la altura de la 70ª vuelta, González, que en cada curva, por fallarle los frenos, perdía fracciones de segundo, llevaba ya a corta distancia a Fariña. Así, éste, en la 80ª vuelta, logró arrebatarle a la punta. González, pues, se había mantenido al frente de los corredores durante cuarenta vueltas de circuito, con un coche de modelo viejo y al que le funcionaban mal los frenos.
Una vez más, sin embargo, volvió a ocupar González la punta, en la vuelta 87ª Pero por poco tiempo. Al cumplirse las 100 vueltas, estaba Fariña cómodo al frente del pelotón. Esta situación fué la que existió en el momento en que el campeón mundial cruzó la meta, ganando la prueba, luego de haber cubierto los 325 kilómetros, en 2 horas 53' 12" 5/10. José Froilán González, en las condiciones conocidas, había llegado casi en seguida, en 2 horas, 53' 52" 1/10. Tercero, ya a una vuelta de distancia. Louis Rosier, el mismo que, caballerescamente, proporcionó
González la máquina que, vieja e imperfecta, el argentino supo manejar como para perder ante quien jamás hubiese podido derrotar, y vencer a hombres que, como Louis Rosier, llegando detrás de él, no hicieron más que ratificar la calidad de González por la propia calidad de ellos.
Por Marcel Gaudilliere
(Exclusivo de la Agencia France - Presse)
Revista Mundo Deportivo
24.05.1951

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Fangio-Froilán González
-Juan Manuel Fangio, que aquí aparece en oportunidad de un ensayo en Silverstone, se vio precisado a abandonar en la prueba de París. Pero antes logró el récord de la vuelta, pese a no tener máquina.
-Toda una hazaña cumplió nuestro compatriota José Froilán González en el Gran Premio de París. Ante calificados rivales y con máquina inferior, alcanzó un segundo puesto que es ratificación de su pericia y habilidad.
-El campeón mundial de 1950, José Fariña, gustó una vez más el halago del triunfo. Cubrió los 325 kilómetros en 2 horas 53 minutos 12 segundos 1/10. Aventajó por pocos segundos a Froilán González.