Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


FESTIRAMA 69
ALLEGRO MA NON TROPPO
Revista Siete Días Ilustrados
24.02.1969

La tercera edición del encuentro de Río Ceballos contó este año con figuras de primer nivel: Los Fronterizos, Baffa-Berlingieri-Cabarco, el trío Los Panchos y Palito Ortega, entre otros, llevaron su música al apacible pueblo serrano. También hubo danzas y humor, aunque la relativa escasez de público, algunos artistas mediocres y el frío atentaron contra el show
El viento se huracanaba alrededor de las quince mil sillas plegadizas, para romperse después en la gran boca del escenario. Muy pronto, la lluvia empezó a cachetear el estadio del parque Jorge Newbery: el Festirama de Río Ceballos, un show que agita a la ciudad cordobesa desde hace dos años, y que encendió su edición 1969 entre el primero y el 9 de febrero últimos, parecía esta vez a punto de naufragar, vencido por el temporal.
Sin embargo, tanto esa noche inaugural como las siguientes, la fiesta se desenvolvió sin temer los caprichos de un febrero inclemente, que en un principio se empeñó en resfriar al público diseminado en el anfiteatro. Pero tampoco extrañó que la orquesta dirigida por el notorio Horacio Malvicino —Los Kings— abriera el evento con un tema invernal desde su título: En julio. Ancianas y muchachas, bandadas de chicos y familias entusiastas iban llegando con sus termos repletos de café caliente, se envolvían en ponchos y mantas para sortear las bajas temperaturas.
Después llegaría el calor, y con él las zambas, el jazz, los temas melódicos y el tango. Río Ceballos se enorgullece de su universalismo: "Aquí damos cordial acogida a todos los ritmos del planeta; si estamos tan cerca del aeropuerto internacional, si tenemos atractivos turísticos como la Cascada de los Cóndores, la Gruta de Santa Teresita y el Cristo del Ñu Porá, y una sierra que de tan verde marea, ¿cómo íbamos a rechazar a los que vienen a admirarlos desde otras latitudes?" se exaltó un enfervorizado taxista.
Existe otra diferencia: el Festirama quiere ser sólo un gran show: no instituye concursos, ni promueve valores. Es un despliegue que comienza con las dimensiones del escenario: treinta metros de boca, y quince de profundidad, con una fuente de agua a modo de telón; entre número y número, los picos de la fuente descerrajan sus chorros, iluminados por treinta reflectores de distinto color. Un promedio de siete a diez mil personas se volcaron noche a noche en el anfiteatro entre las diez y las tres y media del otro día. Dispersarse en torno a las treinta columnas encargadas de sostener ocho parlantes cada una, les exigía el desembolso de 500 o 400 pesos, según la ubicación preferida.
La primera parte de las funciones ganó más público; el canal 12 de televisión —igual que la radio— les acercó miles de espectadores. Que además las verán el resto del año: un programa piloteado por Héctor Larrea, Festirama Show, retrasmitirá durante 1969 los tapes grabados ahora. Pero el entusiasmo recién empezaba a crecer, por lo general, hacia la segunda mitad de la noche: entonces —marcas termométricas aparte— todos entraban en calor; además, no se veían obligados a tolerar las frecuentes dilaciones provocadas por la necesidad de organizar la trasmisión radial y televisiva. Por cierto, el festejado humor de Pepe Biondi (en la segunda sesión desenvolvió por más de media hora un monólogo pleno de picardía, sin que decayera la atención de sus cofrades) y la idónea animación de Antonio Carrizo, secundado por José González y Alberto Marcó, quebraron cualquier hielo. Los ayudó la veintena de puestos que prodigaron una cascada alimenticia: desde gaseosas a sandwiches o trozos de asado; desde whisky importado hasta pollitos al infrarrojo.

INSPIRACION ENTRE LAS SIERRAS
Baffa se reclinó sobre su bandoneón: los compases de 'Inspiración' surgieron densos, extraños en medio de la noche cordobesa. Fue uno de los momentos de alto nivel logrados por el Festirama. Antes, empujados por la lluvia, artistas y periodistas habían animado una mesa redonda sobre el tango, en el hotel que los albergó. Antonio Carrizo glosaría así la actuación de Baffa-Berlingieri y del contrabajista Cabarco: "Son sólo tres, pero suenan como una gran orquesta"; la afirmación no pareció excesiva: la sinfónica de tres justificó —juntamente con artistas del prestigio de Los Chalchaleros, Los de Salta, Los Fronterizos, los Bombos Tehuelches, César Isella, el Chango Nieto, El Chúcaro y Norma Viola, Ramona Galarza, Horacio Malvicino, Las Voces Blancas, Juan Ramón, Los Cinco Latinos, Los Panchos y Palito Ortega, entre otros— el afán de relieve que anima al Festirama; un propósito desalentado, sin embargo, por la relativa escasez de público y los dudosos quilates artísticos de algunos intervinientes: por ejemplo, el extraño Ballet de Festirama, que vería recompensados con 35 mil pesos por jornada sus más que improbables pasos de baile.
Paralelamente, pueden anotarse algunas revelaciones: así, Los Dos y Dos —es decir, cuatro: los rosarinos Néstor Catalano (22), Eduardo Adrián Ruiz (22), y Miriam (18) y Adriana (16) Ballerini— impresionaron entonando Festirama, un tema escrito para la ocasión por Roberto Amorelli y Roberto Vitale. Por su parte, el menudo Daniel Toro proclamó: "Este muchacho va a ser el boom del Festival", para referirse a Augusto Torres, intérprete que acompañara a Toro en Los Nombradores. Y al promediar el show, el chaqueño Luis Landriscina cosechó fuertes aplausos con su sana impostación humorística.
Los Chalchaleros ratificaron, desde la tercera noche, sus veinte años de folklore muy personal, casi revolucionario en su momento. Polo Román, el benjamín del conjunto, pudo anunciar: "Juan Carlos Saravia partirá otra vez para Salta, y Ernesto Cabezas rumbeará a Buenos Aires, para seguir camino después hacia Mar del Plata; más tarde nos reuniremos todos en nuestra peña marplatense Poncho Verde, que anda viento en popa". Otro team nativo, Los de Salta, atrapó también al público: "¡No se vayan, changos!. . .", clamó un jovencito; es que perduraba, todavía, el éxito que habían conquistado el año 1967, en la primera edición de este Festival, cuando casi por la fuerza la multitud los obligó a cantar hasta que salió el sol.

LOS DOCTOS EN ACCION
"El Festirama debe ser considerado ya como un suceso de trascendencia, como un hecho cultural que nadie puede desconocer", enfatizó ante SIETE DIAS el ingeniero Tomás A. Campos, intendente de la ciudad huésped. Veinticinco millones de pesos se destinaron para la organización de este Festirama 69. Una comisión especial —la Sociedad Civil
Festirama de Río Ceballos. integrada por seis vecinos familiarmente llamados "los seis diablos"— trabaja ad honorem por acrecentar el brillo de la reunión, en tanto que la empresa Docta, promotora de espectáculos, es responsable de la parte artística .
Docta (a cuyo frente se encuentran Aldo Baravalle, ex bandoneonista; Enrique Raboij, ex actor y Mario Pivantoni, quien fuera animador de reuniones bailables) se ramificó por todo el interior del país; tanto, que en el año último intervinieron nada menos que en 87 festivales. "Ahora instalaremos nuestra sucursal en Buenos Aires —anticiparon a SIETE DIAS—, la que estará a cargo de los cantores Oscar Larroca y Oscar Lastra". El espíritu de empresa y la iniciativa de estos inquietos promotores, más la nerviosa movilidad de su contact-woman Zulema Gutz, no bastaron: otras 220 personas vigilaron las necesidades y deseos del público, lo mismo que 105 integrantes de la Unión Scóutica Católica Argentina, 25 azafatas y 35 policías; afortunadamente, éstos no tuvieron que intervenir; se limitaron a sonreír y hasta ovacionar —olvidados de su uniforme— algunas secuencias del Festival: el ingenio directo, ágil, de Luis Landriscina y Pepe Biondi; la actuación conjunta de Los de Salta y Los Panchos, acompañados por el ballet de El Chúcaro y Norma Viola; el cuadro novecentista animado por presuntos malevos trenzados en lucha sangrienta, que a causa de la lluvia caída la noche del día 6 debió improvisarse en un café de la avenida San Martín; los arpegios que Horacio Malvicino arrancó a una de sus cuatro guitarras eléctricas... Sin
duda, el famoso Chúcaro, con su contingente de bailarines —entre ellos, un integrante del elenco del teatro Colón— aportó una nota de conjunto de excepcional jerarquía y gran estilización.
Las noches finales alentaron, hasta pasadas las tres de la madrugada, el reencuentro con nombres mayores como Juan Ramón o Los Fronterizos y el muy esperado Palito Ortega, los mayores sucesos del Festival. Ni siquiera el centenar de milímetros de agua que se abatió sobre el Festirama le restó brillo entonces; tampoco quitó aliento a las reuniones que se alargaban en los cafés y confiterías. Allí también se hizo presente —aunque a veces de modo inesperado— la nota de humor, como la protagonizada, sin querer, por Antonio Carrizo, a quien abordó un comedido asegurando conocerlo "de algún lado". "Sí, claro —aventuró Carrizo—; tal vez me haya visto en la televisión ... ". "No —fue la, respuesta triunfal—, ahora recuerdo: usted es empleado de la Dirección Impositiva ..."
Horacio Guaraní no pudo festejar la ocurrencia; tampoco pudo cantar: aunque estaba contratado para cinco presentaciones, una comunicación del gobierno provincial le impidió —de acuerdo con lo que ha trascendido— desplegar su personal modalidad artística: la nota, dirigida a la empresa Docta, habría amenazado con la ausencia de las autoridades en caso de actuar Guaraní; y otro tanto ocurrió en Cosquín. El popular artista protestó ante SIETE DIAS: "No me explico; yo trabajo en casi todo el país; si soy delincuente, que me lleven preso ..."

 

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