Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


La muerte en puntas de pie
Revista Siete Días Ilustrados
18.10.1971

Fontenla - Neglia


Un accidente aéreo frente al puerto de Buenos Aires asestó, la semana pasada, un golpe fatal al ballet nacional: en él murieron Norma Fontenla, José Neglia y siete jóvenes bailarines


El bimotor viró hacia su derecha, en dirección al sur, y trató de tomar altura sobre el río. Fue inútil: en pocos segundos, la máquina —un moderno Beechcraft Queen Air de 12 plazas— se desplomaba en violenta picada, hundiéndose en las aguas a 1.500 metros de la costa. Los pescadores que a esa hora —las 19 del domingo 10— se alineaban a lo largo de la Costanera, en Buenos Aires, fueron los primeros espectadores de la catástrofe. Los más memoriosos habrán recordado la media docena de aviones que, en los últimos cuatro años, cayeron al río de la Plata. No sospechaban que, en este caso, la tragedia significaba un absurdo, mortal golpe al arte nacional: en el Beechcraft viajaban, rumbo a Bahía Blanca y otras ciudades del sur, los más conspicuos miembros del ballet estable del Teatro Colón. Nueve bailarines cuyos nombres no sólo fueron consagrados por el público argentino, sino también por el aplauso de las más encumbradas salas internacionales. Es que Norma Fontenla y José Neglia —las cabezas del elenco— estaban ubicados en los primeros peldaños de una actividad que, como el ballet, no es hoy demasiado pródiga en primeras etoiles. Junto a ellos, segaron sus vidas Margarita Fernández, Marta Raspanti, Sara Bochcovsky, Carlos Santamarina, Antonio Zambrana, Carlos Schiafino y Rubén Estanga: un septeto de bailarines jóvenes que prometía —según los expertos— acceder muy pronto al primer nivel.
Formada en el Conservatorio Nacional de Danzas y en la Escuela de Danzas del Teatro Colón, la Fontenla había acumulado un curriculum por demás brillante. Estudió y actuó con maestros de la talla de Esmée Bulnes —actual directora de la Scala de Milán—, Sergio Lifar, Mercedes Quintana, Leónidas Massine y Margarita Wallman, entre otros. Hace cuatro años, invitada por Margot Fonteyn, se había incorporado al Ballet de Río de Janeiro, donde cosechó ovaciones interpretando Combate. La televisión europea divulgaría más tarde su silueta y estilo impecable, hasta que en 1969, reintegrada al Colón, obtendría el premio a la mejor bailarina argentina otorgado por la revista especializada Opus. No fue casual, entonces, que durante la visita a Buenos Aires de Rudolf Nureyev, el año pasado, fuera elegida como partenaire del divo ruso. Y pese a su pierna izquierda lesionada y a su madre gravemente enferma, la Fontenla brilló junto a Nureyev en un Cascanueces que logró extasiar a los más severos estetas y motivó la siguiente confidencia por parte del bailarín eslavo: "Madame, en una sola sesión hizo usted lo que hubiera requerido más de tres semanas de ensayo en París".
Nacido en la localidad bonaerense de San Martín hace 42 años, José Pepe Neglia acumulaba lauros no menos relevantes. Frecuentador de los más célebres escenarios europeos, en 1962 recibió, de manos de Lifar, el codiciado premio Nijinski. Seis años más tarde, en diciembre de 1968, arrebataría el trofeo al mejor bailarín del Festival Internacional de la Danza, el difícil certamen parisiense donde sólo compiten profesionales de primera magnitud. Su pasión por la danza, sin embargo, supo compartirla con afanes menos
artísticos pero que ayudan a dimensionarlo humanamente: amaba el tango, el fútbol —era hincha de Chacarita— y el hogar que integraba junto a María del Carmen Pérez —también bailarina del Colón— y a sus dos hijos. Y fue precisamente el director artístico de ese teatro, Carlos Suffern, el encargado de mensurar la irreparable pérdida: "Neglia y Fontenla serán muy difíciles de reemplazar. Son el producto de 20 años de trabajo; y como las piedras preciosas, los bailarines se van puliendo de a poco, hasta alcanzar la magnitud de una verdadera obra de arte".

 

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